Mi primo Ernesto ( 2 )
Casi tres años más
tarde, en diciembre del 63 y en los primeros meses del 64, nuevamente, Ernesto
se habría de transformar en mi guía e instructor de inglés. Insistiría en
escucharme leer muchas veces, hasta casi aprenderme de memoria, tres charlas
que había elaborado en el idioma de Shakespeare sobre “my country Venezuela” para honrar el compromiso de una beca que por
nueve meses me otorgaría el Rotary Club del distrito 625 de Wisconsin para
hablar en los Clubs Rotarios del aquel estado, sobre Venezuela. Eran dos
charlas de unos 20 minutos sobre la geografía y la gente de mi país y otra
tercera, sobre Maracaibo, nuestro lago y el “Catatumbo lighting flash”. Recuerdo
que las tres, comenzaban igual por :“Good
evening ladies and gentleman; it is an honour an a pleasure for me”… etc,
etc. Leería muchas veces
aquellas páginas en voz alta ante Ernesto quien como asesor y corrector de los
textos, haría que mi inglés no sonase a “spanglish”. Recuerdo que ya practicábamos
el ejercicio de decir bien las palabras en inglés con los títulos de películas
y no se me olvidará nunca como pronunciar “When
the worlds collide”. El éxito de mi gestión entre los rotarios de Wisconsin
y sus señoras, relatando en numerosas cenas, diversas cosas sobre las maravillas
de nuestro país, se lo debí a la asesoría de mi primo Ernesto. Así cumplí con
los 9 meses de beca y me pude quedar para estudiar patología, hasta el año 68
cuando estaría de vuelta en Maracaibo.
Muy lejanos se
difuminan para mí los recuerdos de la vida bohemia de Ernesto estudiante de
Medicina, en esos años fumador empedernido, cuando vivía en un pequeño
apartamento que lindaba con el patio trasero de La Alquería, enfrente del Club
hípico “Rapallo”; memorias que están impregnadas del aroma y el sabor del
“pecho cuadrado” de Santa Teresa, pero que a pesar de todo, siempre fue posible
reponernos de noche, o hasta de madrugada con un plato de spaguettis-bologña de
los que vendían en un plato de cartón, en “Rapallo”. En 1965, Ernesto se graduó
también de médico-cirujano. Él haría su
posgrado de Medicina Interna en LUZ y de Reumatología, en el Hospital for
Special Surgery, de la Universidad de Cornell, en Nueva York. Es conocida la anécdota de su
matrimonio con Isabelita D´Alta, cuando se impuso de nuevo la conocida
“baby-face” de Ernesto que llevó a la gente merodeando la iglesia de San José a
preguntarse si aquello era, …una primera comunión.
Trascurriría el
tiempo y para mí, después de siete años en Maracaibo, me fui de año sabático a
Caracas y me quedaría por allá en lo que denominaría “mi exilio capitalino”
durante más de 25 años. En un espacio tan prolongado del tiempo, mantuve
contacto con Ernesto, y en varias ocasiones nos vimos personalmente en alguna
visita mía en el Kristoff , y ocasionalmente en su casa. Lo perseguí a través
de sus publicaciones; el libro sobre El Lupus;
por teléfono me pidió y le complací haciendo varios dibujos para ilustrar su
muy popular libro “Porqué somos así”.
Supe de sus logros en el extranjero como especialista y siempre como el mejor
reumatólogo de Maracaibo e igualmente de sus actividades como cáustico
columnista en la prensa desde 1982 con su columna de las “Verdades amargas” que
señalaron siempre “que oiga quien tenga oídos”. Le hice llegar algunas de mis
novelas y leí su magnífica “Historia de
los 400 años del Hospital Central Dr Urquinona”. Ernesto fue presidente de
la Academia de la Historia del Zulia en 2003 al 2005. Al estar yo de vuelta en
Maracaibo desde ese 2005, varias veces le visité en su casa y con mi hermano
Lorenzo rememoramos juntos, cosas del pasado en el colegio Gonzaga, y siempre
brindamos con algún whisquisito. Nos vimos igualmente en la Academia de
Medicina del Zulia, durante el año 2017 y luego a finales del 2018.
Comenzando el año
2018, tras mi accidente en una escalera y la cirugía que me llevo a estar en cama durante más de dos meses,
hablaría muchas veces por teléfono con Ernesto y conversamos sobre la
problemática situación de nuestro envejecimiento, la pérdida de masa muscular y
de cómo íbamos paso a paso, enfrentándonos a las adversidades de la vida, más
siempre llenos de optimismo, aún ante eventualidades neoplásicas. Estaba fuera
del país cuando él mismo me comunicó por teléfono su problema de salud, y le seguí
muy de cerca con gran admiración ante su apacible toma de decisiones frente a una
neoplasia ya avanzada y en una ubicación casi inabordable. En medio de la
tragedia del país desde el exterior conoceríamos de su rápida evolución y su
pronto deceso. Mi primo Ernesto, fallecería en Maracaibo el 19 de abril de este
año 2019 y su muerte conmocionaría y sorprendería a mucha gente por cuanto fue
muy grande el cariño y el respeto que inspiraba su bonhomía, su personal carácter
y especial manera de ser. El país ha perdido un gran ciudadano pero persistirá
su memoria en el recuerdo de quienes bien le conocimos.
Mississauga, Ontario, Canadá, el domingo
21 de julio, 2019
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