domingo, 7 de abril de 2013

LA OTRA CARA DE LA MISMA MONEDA



Sábado 6 de abril: leer.  
(http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2013/04/emilio-laureano-las-razas-y-el-racismo.html?spref=tw)

Emilio, Laureano, las razas y el racismo

            En un acto de mucha audacia estratégica, un grupo de artistas nacionales se conglomeró en Caracas para ofrecer su apoyo a Henrique Capriles. Creo que fue un muy importante gesto, y si bien sigo pensando que Capriles será derrotado en las venideras elecciones, me parece que el acto en cuestión contribuirá a un ascenso significativo en las encuestas para Capriles.
            Probablemente la parte más interesante de ese acto fue el sainete humorístico protagonizado por Emilio Lovera y Laureano Márquez, una pareja que colabora desde hace décadas. Márquez representó a Francisco de Miranda, y Lovera, a un estudiante que hace preguntas sobre la historia de Venezuela. 
            Previsiblemente, los chavistas se sintieron ofendidos porque osaron incorporar una faceta humorística a la representación teatral de Francisco de Miranda. Es tal la dimensión de la religión civil bolivariana en Venezuela, que una mínima referencia humorística a un prócer genera una reacción histérica no muy disimilar del arrebato de ira que produjeron en el mundo musulmán las caricaturas danesas de Mahoma, o Los versos satánicos de Salman Rushdie.
La mayor parte del chavismo ha perdido la capacidad para el sano sentido del humor. Chávez llegó al poder en 1998, y hacia 2002, las parodias de su figura en programas humorísticos habían desaparecido bajo la forma de autocensura. El desdén por el humor político entre los chavistas revela sus inclinaciones autoritarias, pues como siempre se ha sabido, la tolerancia al humor político es un buen indicador del estado de salud democrática de un país. Venezuela no está muy bien en esto.
Pero, con todo, creo que el sainete de Emilio y Laureano es objetable. Laureano, en su papel de Miranda, hace un recuento de la opresión social en la colonia venezolana. Miranda señala las categorías raciales que se empleaban en la sociedad colonial (no muy distintas del apartheid sudafricano), y la terrible exclusión social que eso traía consigo. El personaje de Emilio, para entender la lección, empieza a preguntar a Miranda cómo se ubicarían en esas categorías, varios personajes contemporáneos de la política y el entretenimiento en Venezuela. Coquito sería “negro”, Claudio Fermín sería “pardo”, Capriles sería “blanco de orilla”, etc.
El sainete es aparentemente inocente, pues pareciera promover la armonía racial. Pero, desde hace tiempo, defiendo la idea de que la mejor forma de vencer al racismo es ignorar a las razas. Y, mientras se siga dedicando atención a las razas, aun si es de forma aparentemente inocente, habrá material para el racismo. Sin concebir la existencia de las razas, no hay oportunidad para que existencia del racismo. La raza es una construcción social sin correspondencia en la realidad biológica de los seres humanos. Por ello, debemos ignorarla. Presumiblemente, Emilio y Laureano quisieron burlarse de las categorías raciales del pasado colonial, y lo hicieron de buena fe. Pero, al aplicarlas a los personajes contemporáneos, están oxigenando una forma totalmente arbitraria de segmentar a la humanidad. 
En la década de los años sesenta, Martin Luther King luchó para que la sociedad norteamericana fuese ‘daltónica’, color-blind. Su célebre discurso, “Tengo un sueño”, imploraba el día en el cual no se dedicase atención al color de piel de la gente. Lamentablemente, la mayor parte del liderazgo afro-americano de EE.UU. ha traicionado el legado de King, pues ahora, mucho más que antes, los mismos afro-americanos desean continuar la conciencia racial en EE.UU. Las estadísticas muestran que, hoy en EE.UU., los que se consideran “negros”, dan más importancia al color de piel de la gente, que los que se consideran “blancos”. Esta actitud promovida por el mismo liderazgo afro-americano, en vez de hacer disipar el racismo, lo potencia.
Emilio y Laureano, por supuesto, no son los únicos en incurrir en este error. Toda aquella institución que dedique atención a quién es negro y quién es blanco termina haciendo lo mismo. Por este mismo motivo me opuse a que se preguntara en el censo venezolano por la raza de los venezolanos. Preguntar cuál es la raza de alguien es darle continuidad a este concepto inventado. Es el mismo motivo por el cual me opongo a los estudios universitarios que enaltecen la ‘negritud’ (el movimiento auspiciado por Aimé Cesaire y Leopold Senghar), o cualquier otra segmentación de la humanidad en función de atributos biológicos arbitrarios, como el color de piel.
Me parece que la ideología más sana es aquella promovida por el Estado francés. Fiel a su tradición laica republicana, Francia no pregunta la raza de sus ciudadanos en su censo. La revolución francesa adelantó una concepción universal del hombre, en la cual el color de piel fuese irrelevante. Ciertamente esto podrá ser, hasta ahora, una mera aspiración ideológica. Pues, como dolorosamente descubrió Frantz Fanon (quien en un principio era entusiasta de esta ideología universalista), el ciudadano común francés seguía prestando atención al color de piel de la gente, aun si el Estado decía otra cosa. Pero, precisamente, en la medida en que el Estado y los líderes de una sociedad tomen la batuta e ignoren las diferencias raciales, las masas eventualmente dejarán de dedicarle atención, y viviremos en una sociedad como la soñada por Martin Luther King, aquella en la cual las diferencias de color de piel pasen desapercibidas. 
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Domingo 7 de abril del 2013
LA OTRA CARA DE LA MISMA MONEDA

He querido responder a la opinión muy personal y seguramente con un gran bagaje de conocimientos y erudición, del ciudadano Gabriel Andrade, quien en su blogspot expresó su pensar sobre el acto de los artistas y personajes de la cultura nacional en apoyo a la candidatura de Henrique Capriles y en particular sobre “el sainete” de Laureano y Emilio.
JGT.

Si bien lo que está señalado arriba por letras en color dan idea de que quien escribe conoce la realidad de lo que ha venido aconteciendo en el país durante más de una década, los subrayados (que no son del autor, sino míos) valen para enfatizar sus opiniones que se ven como, “previsiblemente”, “es objetable”, “creo que”, “aparentemente”, “pareciera promover”, y más adelante,  su idea de que para vencer el racismo es mejor ignorarlo, opinión ésta que me recordó la imagen de el avestruz metiendo la cabeza en un hueco, hasta finalmente arribar a su personal y curiosa opinión de que los asuntos raciales no tienen correspondencia con la realidad biológica. Ha llegado a mi memoria un suceso de hace muchos años, cuando escuché la pregunta de un joven rubio, estudiante de medicina en las heladas planicies de Wisconsin quien ante un cadáver en la mesa de autopsias y al saber que llegaba yo de un hospital (PGH County hospital) de pobres, en Filadelfia donde en un año había visto más de 2000 autopsias casi siempre en norteamericanos de raza negra, me preguntó candorosamente si “ellos” eran como los blancos por dentro… Todos somos en technicolor le respondí yo, todos somos iguales. De esta verdad necrológica, a la realidad de que no es lo mismo un chino que un japonés, dista un largo trecho, y eso lo sabemos bien hasta los maracuchos que tenemos una patrona apodada “la Cininita”. Estoy de acuerdo de que en el padrón electoral no debe señalarse la palabra raza, y ¡viva la revolución francesa!, en una nación que tanta sangre cobró para desprenderse de la Argelia de Camus. El colonialismo ha existido no solo en las Malvinas y en Puerto Rico, también de manera sutil y a través de la infiltración ideológica en la Nicaragua donde venció la Chamorro aunque reincidiesen con Ortega, igual en nuestro hermano país Colombia con la FARC, y si falló Machurucuto, pues aquí tenemos a los cubanos dirigiendo muchos estamentos cruciales del Estado. Pero este no era el tema, de manera que nadie puede desentenderse de que durante más de una década, mediáticamente el bombardeo de, los negros y los blancos, los ricos y los pobres, los patriotas y los pitiyanquis, y etc,etc, ha sido la razón de la sinrazón que vivimos en la actualidad, una nación corroída por la división  de las familias, el odio sembrado y floreciente en un clima de inseguridad y desabastecimiento que es estadísticamente vergonzante y lo repito, sin que por eso intente desconocer el estado de pobreza crítica en la que muchos compatriotas desatendidos vivieron y siguen viviendo ( a pesar de la inconmensurable riqueza que por la venta de petróleo al imperio ha ingresado al país en los últimos 14 años). Así que pues señores, entre Mc Key y Gabriel Andrade, para el momento que vivimos, me quedo con Mc Key.

Jorge García Tamayo
@novapath1

miércoles, 3 de abril de 2013

Andrés Vesalio




Anotaciones sobre la historia de Andrés Vesalio

… notas que valdrán para recrear su vida en una futura novela
Jorge García Tamayo



Andries van Wesel, a quien llamaremos utilizando su denominación latina, Andrés Vesalio, había nacido en Wesel una pequeña población situada entre Bravante, Güeldres y la frontera de Alemania, en el ducado de Cleves, el 31 de diciembre de 1514. Para esa época, la ciudad era flamenca y pertenecía al ducado de Borgoña, como parte del Sacro Imperio Romano Germánico. Su familia toda era de estirpe renana, y en realidad tenía ya tenía varias generaciones al servicio del Emperador de Alemania. Su tatarabuelo había sido Pierre van Wesel quien se inició en su condición de médico del Emperador Federico III y fue muy respetado por haber escrito parte de uno de los capítulos de un tratado sobre Avicena. Su bisabuelo, Johannes van Wesel, también estudió matemáticas y trabajó a las órdenes de Carlos el Temerario, Duque de Borgoña y de su hija, la Emperatriz María de Borgoña. Llegó a ser profesor de Artes en la Universidad de Lovaina donde estudió y se graduó en Medicina entre 1429 y 1446. Johannes se casó dos veces. El Emperador Federico III lo hizo noble e introdujo su escudo de armas con tres comadrejas, que es el significado de la palabra wesel en flamenco. Uno de sus cuatro hijos, quien se llamó Everad y usó el apellido de Wytinck, fue el abuelo de Andrés. Everad también estudió medicina y continuó al servicio de La Casa de Borgoña, pasaría a ser el médico de cabecera del archiduque Maximiliano, marido de María de Borgoña, quien luego habría de ser Emperador de Alemania. El padre de Andrés llamado Andries, o Andreas, era hijo ilegítimo de Everad van Wesel y de Margarita Winters. Luego de estudiar física y anatomía en Lovaina, Andries estudió para ser boticario y le sirvió con devoción a Margarita de Austria y a Carlos, el nieto del Emperador. Carlos, quien llegaría a ser Carlos I Rey de España y Carlos V Emperador de Alemania, desde niño fue tratado por Andries, por lo que en el año 1532, el fiel boticario sería nombrado su “valet de chambre”, época ésta cuando el hijo mayor de Andries, Andrés Vesalio, de quien trata esta historia, se marchó a estudiar medicina en la Universidad de París. 

Las conexiones palaciegas de la familia Wesel, podrían aparecer para la época como si estuviesen temporalmente interrumpidas por ser el padre de Andrés hijo ilegítimo de Everad, pero aquella familia que había sido previamente ennoblecida por el Emperador, sería nuevamente recompensada por la bondad del Emperador Carlos V. Así fue como Andres Vesalio, quien nacería en la casa de su padre Andries van Wesel y de su madre Isabel Crabbe, pero quien se sabía descendiente de cinco generaciones de tradición médica en una gran familia que había dado varios profesores a la Universidad de Lovaina y en él, continuaría una tradición familiar al dedicarse a los estudios de medicina. Para la época de su nacimiento, el año 1514, su padre continuaba al servicio de Margarita de Austria como boticario, pero había decidido darle a su hijo una educación que lo ubicase donde le correspondía estar por ser un Wesel, por ello seguramente desde niño Andrés fue inscrito en la Escuela de Los Hermanos de la Vida Común, en Bruselas donde aprendería latín, griego, árabe y hebreo. En esta época, los Países bajos estaba bajo la regencia de Margarita de Saboya, hermana del difunto Felipe I a quien apodaron “el hermoso”, ambos hermanos, Felipe y Margarita eran hijos de Maximiliano, emperador de Alemania quien en su juventud se había casado con María de Borgoña para anexar los Paises Bajos a la corona germana. La muerte accidental de la reina María antes de la mayoría de edad del príncipe Felipe, colocó a Maximiliano en la posición de regente de las tierras borgoñonas y de los Países Bajos que pronto se sublevaron contra el emperador germano y él fue sitiado en  Gante y hecho preso en Brujas y tras una serie de desdichados acontecimientos, la paz retornó al hacerse cargo del trono, a los 16 años “el hermoso” heredero, Felipe, quien muy joven aún, casó con la bella Juana de Castilla quien en pocos años dio a luz a Carlos y a Fernando y pasaría a la historia como Doña Juana La Loca. Así fue como en la corte flamenca donde el boticario Vesalio era un respetable súbdito, crecieron los príncipes germano- hispánicos, los hijos de Felipe y de Juana. El episodio de la muerte de Felipe en Burgos y el trágico peregrinar de la reina Juana la Loca con su cortejo fúnebre por los pueblos de España, deambulando durante nueve meses hasta finalmente dar a luz en descampado a la hija póstuma de su amado Felipe, Catalina, futura reina de Portugal. Todos estos detalles son parte importante de la historia de la corte germano española en Bruselas, donde siguiendo la tradición de su familia, se desempeñaba el boticario Andries Vesalio vería como a los 16 años en 1555 el príncipe Carlos sería coronado como Carlos V emperador de Alemania y rey de España, episodio que casi coincidió con el segundo cumpleaños del pequeñín  Andrés, el hijo del señor Vesalio, boticario de la corte y quien habría de ser un personaje muy importante. 

Cuando era un niño pequeño, Andrés acompañaba a su padre y con su hermano Nicolás iban a bañarse y a pescar en el Rin, o en el Lippe, que era un caudaloso afluente del gran río. La madre de Andrés se llamaba Isabel Crabbe y era una típica flamenca, pelirroja, robusta, de piel colorada y pecosa, con grandes mamas, quien amaba la música, tocaba la flauta y el laúd, y cantaba.  Ella le enseñaría las primeras letras a Andrés y a su hermano menor Nicolás. Su padre, el boticario, era tan alto como su madre, muy rubio y de ojos azules, con la barbilla partida por un surco y cojeaba ligeramente de una pierna como producto de una fractura de la tibia al caerse de un caballo. Poseían un carruaje mediano tirado por dos caballos con el que iban de paseo algunas veces hasta el río, llevando pan recién hecho y tocino, otras veces su padre se desplazaba en su carruaje para cumplir con diligencias relacionadas con su trabajo. Con todas las ventajas de un niño a quien le tocó vivir en un medio sin privaciones, Andrés disfrutaría una infancia feliz, y sus intereses siempre parecieron estar acicateados por una gran curiosidad que se resumía en querer conocer como están hechos los seres vivos. Capturaba y disecaba los animalitos que caían en sus manos y no se salvaban ni los ratones ni los gatos y hasta sapos y lagartijas fueron abiertas para saciar sus deseos de saber cada vez más sobre la estructura y el funcionamiento de los animales. Su familia veía en estas prácticas un interés natural por los estudios médicos, que al fin y al cabo eran una tradición familiar, por lo que no fue una sorpresa cuando ya adolescente comenzó a expresar su deseo de estudiar Medicina. Cuando Andrés cumplió diez años hizo la primera comunión, y en aquellos días ya era un niño muy aplicado que hablaba y escribía correctamente alemán y flamenco, tenía también conocimientos de griego y de español, idiomas dominados por su padre quien le enseñaba gramática, frecuentemente después de la cena. Además su padre poseía una biblioteca con más de una veintena de libros entre los que estaba el tratado de Avicena en alemán, una Biblia latina, una gramática alemana y varios tratados en alemán de Hipócrates, Homero, Tales de Mileto, Séneca y Cicerón. A través de un sacerdote agustino, Lothar, Andrés tendría la oportunidad de leer estas y otras obras literarias como las Confesiones de San Agustín, El Apocalipsis de San Juan y La Divina Comedia de Dante. Desde niños, los dos hermanos se perdían en los densos bosques de abedules, robles, hayas y abetos para buscar y capturar los pequeños animales, interesados ambos Andrés y Nicolás en todas las especies, las que iban desde caracoles, mariposas, orugas y lagartijas, hasta alacranes y pequeños roedores. Siempre evitando las peligrosas víboras, algunas veces se atrevían los niños a atrapar pequeños animales, a sabiendas que la caza estaba prohibida terminantemente puesto que el bosque pertenecía a duque de Cleves y ellos sabían que las infracciones se pagaban con la muerte en la horca. Andrés se transformó en un joven alto y espigado, muy flaco quien a los 14 años era tan alto como su padre. Se inició en los misterios del sexo con una joven viuda quien era vecina de la casa y había perdido a su marido en una de las guerras que frecuentemente asolaban a Flandes y a Brabante. Con ella estuvo muchas veces con gran discreción, sin que en su casa paterna se enterasen durante casi un año hasta que se marchó a estudiar en Bruselas. En 1528 a la edad de 14 años ingresó en la Universidad de Lovaina al Pedagogium Castrensis. De manera que recibiría su primera educación en Bruselas y Lovaina donde, entre otras materias, siguió estudiando latín, griego, árabe y hebreo. Parece que admiró desde pequeño la obra biológica de Alberto Magno y también tuvo cierta tendencia a continuar en sus interesantes actividades sobre la disección de animales. A los dieciocho años se trasladó a París para estudiar medicina.

En París, Andrés permanecería durante tres años entre 1533 y1536, en un ambiente en el que prevalecía el galenismo. La enseñanza de la anatomía corría a cargo de Jacobo Silvio. Silvio utilizaba como libro de texto el De Usu partium de Galeno, aunque suspendía la enseñanza a la mitad del primer libro por considerar que era demasiado difícil para los estudiantes. En París, Andrés sufrió una gran decepción al enfrentarse con las enseñanzas del profesor Jacobo Silvius, viejo anatomista apegado a los lineamientos de Galeno, quien sin desviarse un ápice de los textos clásicos, enseñaba la anatomía humana utilizando patas de perro disecadas, recitando lo aprendido en los antiguos textos. Descontento, pero profundamente seducido por la anatomía, Vesalio trató de completar su formación osteológica con huesos sustraídos del Cementerio de los Inocentes y ayudó a realizar algunas disecciones en las que también participó su compañero de estudios Miguel Servet. El estallido de la guerra entre Francisco I y Carlos V suspendió las actividades en París y condujo de nuevo a Vesalio a Lovaina, donde permaneció por espacio de dos años (1536-1537). Al regresar a Lovaina logrará terminar sus estudios bajo la dirección de Joham Gunther von Andernach quien era más filólogo que médico, y quien había traducido la obra de Galeno De anatomicis administrationibus y publicó un tratado de disección (Institutionum anatomicarum libri quatuor).  Allí en Lovaina, según cuentan algunos, Andrés se halló poseído de una febril ansiedad de continuar sus estudios anatómicos y así logró que la Facultad le concediese la posibilidad de autopsiar el cadáver de un pobre pescador quien se había ahogado y tras hacerla, trataría de preservar sus restos para examinarlos con detenimiento. Más adelante con sus amigos estudiantes, ascenderían hasta la colina en las afueras del pueblo donde estaban las horcas de los ajusticiados y robarán los huesos y lograrán guardar partes de los cadáveres para proseguir en el obsesionante estudio de la anatomía humana.  En Lovaina, le fue otorgado a Andrés  el grado de bachiller en medicina en 1536. Su tesis, “Paraphrasis in nonum librum Rhazae medici arabis clariss ad regem Almansorum de affectum singularum corporis partium curatione”, fue un comentario sobre el libro noveno de Rhazes, un médico árabe del siglo X. En Lovaina,  a pesar del poco tiempo de su estadía, Andrés publicará las ideas presentadas en su tesis de grado, así su su primera obra se tituló "Paraphrasis in nonum librum Rhazae ad Almansorem" donde comparaba la terapéutica Galena con la Árabe, inclinándose por las ideas de Galeno pero tratando de salvar en lo posible la reputación de Rhazaes. A causa de una disputa con su maestro, Andrés decidió  marcharse a Italia y se instaló durante un tiempo en Venecia, donde conoció a un compatriota quien habría de ser su futuro colaborador Jan Stefan vanCalcar, discípulo del pintor Tiziano Vecellio. Jan van Calcar  nacido en el ducado de Cléveris era uno de los discípulos del famoso pintor Tiziano, en cuyo taller había ingresado el año 1536. van Calcar era conocido por su capacidad para realizar copias extraordinariamente fieles a las obras de su maestro. Andrés pensó aprovechar sus habilidades como dibujante para hacer demostraciones anatómicas de los cadáveres y su amigo aceptó su propuesta. A finales del año 1536, Andrés Vesalio se trasladó a la Universidad de Padua, que formaba parte de la ciudad universitaria de la República Véneta, para inscribirse en su escuela médica. A los pocos días de su llegada a Padua ya había llamado la atención. Andrés Vesalio era un ser que rompía con todas las tradiciones del método didáctico medieval, él dejaba de lado la cátedra, y descendía hasta la mesa donde yacía el cadáver e iba disecando y mostrando por sí mismo las partes anatómicas a las que en sus explicaciones se refería. Completaba además con dibujos para señalar lo que en el cadáver era difícil de observar. La Universidad de Padua Universites aristarum, que para aquellos años era uno de los centros neurálgicos de la investigación médica europea, apreció el trabajo original del joven Vesalio por lo que la carrera de Andrés avanzaría rápidamente hasta graduarse "magna cum laude" el 5 de diciembre del año 1537. Tanto brillo demostraba su labor que al día siguiente de su gardo, fue nombrado Explicator chirurgiae o profesor de cirugía con la responsabilidad de explicar cirugía y anatomía a los estudiantes. Inmediatamente después de su grado, también el ilustre Senado de Venecia, lo nombró profesor de cirugía en la misma universidad y comenzaría a dar conferencias sobre anatomía y cirugía en otras ciudades, lecciones éstas que ofreció en la Universidad de Bolonia y de Pisa. Andrés Vesalio tuvo un gran éxito entre sus colegas docentes y también entre los estudiantes, él mismo se encargó de editar sus propios dibujos junto con los que van Calcar reproducía para él por encargo, y se sabe que le sustrajeron uno de los que usaba habitualmente para sus demostraciones anatómicas, por lo que tuvo que tomar medidas con el fin de proteger la autoría. Este fue el origen de las “Tabulae anatomicaeSex” publicadas en Venecia, en 1538. Las tres láminas osteológicas son de Jan van Calcar, pero las tres viscerales, las del hígado, porta y genitales, la del hígado y la cava y finalmente la del corazón y de la aorta, son del propio Vesalio. Aunque seguían siendo galénicas las bases de la anatomía, el cambio que significó la ilustración anatómica fue enorme. Los tratados de anatomía de entonces no solían contener ningún tipo de ilustraciones, y aunque algunos suelen referirse a las láminas de Leonardo da Vinci, que son mucho más conocidas entre la gente que las de Vesalio, no debemos olvidar que para aquel entonces, las láminas de Leonardo permanecían inéditas. En 1538 Vesalio publicó igualmente una revisión de las “Instituciones Anatomicaede su maestro von Andernach, el cual constityó un manual de disección para sus estudiantes. En 1539 con el fin de aportar claridad a una polémica sobre la sangría en las afecciones neumónicas monolaterales, el médico de Carlos V, Nicolás Florena, encargó a Vesalio que hiciese y describiese disecando los resultados de una exploración del sistema venoso endotoráxcico. Siguiendo esta sugerencia, Andrés descubrió la vena azigos mayor y su desembocadura en la vena cava superior y publicó los resultados de estos trabajos ese mismo año en la “Epistola docens venam axillarem dextri cubiti in dolre laterali secandam”. Aceptaría entonces el encargo de la Giunta, una afamada casa editorial veneciana, para revisar la edición latina publicada sobre varios escritos anatómicos de Galeno, un arduo trabajo que concluiría un año después. Todas estas actividades fueron muy apreciadas por el claustro de profesores y por los estudiantes. En un documento oficial en el que se prorrogaba el nombramiento de Vesalio decía claramente sobre su persona, que él “había suscitado gran admiración entre todos los estudiantes”. Las conexiones de la anatomía de Galeno a través de sus obras, hizo que Andrés se diera cuenta de que ellas dejaban translucir las experiencias que Galeno había adquirido al disecar diversos ejemplares de monos. Al comprobar personalmente esto y comparar en las disecciones de humanos tantos errores, Vesalio comprendió que el hasta entonces indiscutible Galeno debería dejarse de lado en la enseñanza de la anatomía. Esta decisión provocó controversias y desavenencias entre los académicos del claustro en la Universidad de Padua, pero Andrés calmó los ánimos al se comprometerse con ellos, a escribir un nuevo tratado de anatomía. En 1542 ya estaba redactado su conocido “De humani corporis fabrica libri septem”. Unos días después también terminó el Epitome, una edición de La Fábrica compendiada para uso de los estudiantes. El texto, al que se unieron trescientas planchas grabadas en madera por Jan van Calcar, salieron en mula hacia Basilea al taller de Juan Oporino. Poco después los primeros ejemplares de La Fábrica irían ya dedicados al emperador Carlos V y el Epitome al quién después sería Felipe II. Andrés Vesalio tenía entonces 29 años. En la portada de la primera edición de esta gran obra aparece la muy conocida ahora representación de una de sus clases magistrales, las que daba como profesor de anatomía en Padua. La Fábrica ofrece numerosas ilustraciones del cuerpo humano con detalles que nunca se habían presentado antes. En una serie de láminas esqueleto humano se mostraba en diversas posturas, e igualmente otra serie de láminas representaban los músculos del cuerpo humano, demostrando disecciones parciales de los mismos. Las posiciones del cuerpo humano representadas en estas dos primeras series, reflejan las técnicas utilizadas por Vesalio durante sus clases para mostrar la anatomía a sus alumnos y el talento de su amigo van Calcar, el discípulo de Tiziano. En láminas posteriores aparece la descripción de los vasos sanguíneos y de nervios, representando en sus dibujos lo que se veía en las disecciones. En realidad hay ilustraciones de todas las vísceras del cuerpo humano siguiendo el orden galénico y ni los órganos de los sentidos faltan en páginas posteriores, donde curiosamente se observan también imágenes de mujeres embarazadas y de sus fetos. En lo que se refiere a la idea de cómo presentar la obra, Vesalio mantuvo la secuencia descriptiva de Galeno: el estudio de los músculos, las venas, las arterias y los nervios; y luego las vísceras. Pero Andrés Vesalio consideró que los huesos eran el fundamento sustentador de la estabilidad arquitectónica, especie sostén que le da el soporte al un edificio entero del cuerpo humano. Por eso utilizó el término de "Fábrica" que podría ser el equivalente de “el edificio". El primer libro se comienza precisamente con los huesos y cartílagos; el segundo con los ligamentos y los músculos; en el tercero se trata de las venas y las arterias; el cuarto de los nervios; el quinto a los órganos de la nutrición y de la reprodución; el sexto del corazón y de las denominadas “partes que le auxilian" como los pulmones; para finalmente el séptimo libro, estar dedicado a al sistema nervioso central y a los órganos de los sentidos. Esta manera es como clásicamente se sigue estudiando la anatomía humana en todo el mundo. Para terminar el libro, se encuentran unas láminas en las que aparecen dibujados todos los instrumentos que fueron utilizados en el trabajo de las disecciones. La Fábrica es un libro único e insuperable y como representación del cuerpo humano es admirable su fidelidad a pesar de que hayan transcurrido más de cuatro siglos desde su creación. Para su época, llegó a marcar una gran diferencia revolucionando los conocimientos que existían sobre la anatomía. La obra de Andrés Vesalio fue copiada en todas las grandes universidades de Europa. Debe señalarse que también La Fábrica originó una reacción airada de algunos galenistas. Uno de los que le atacó ferozmente fue su maestro parisino Jacobo Silvio quien le propinó calificativos como desvergonzado, impío, calumniador e ignorante.

Andrés Vesalio regresó a Padua, pero siguiendo la tradición familiar fue requerido por Carlos V para que formara parte de su servicio médico; por tanto, marchó a Bruselas. Allí se casó, ejerció la medicina y escribió. Publicó un opúsculo sobre el uso de la raíz de China o zarzaparrilla, donde aprovechó para defenderse de los que le atacaban por abandonar a Galeno. Mientras preparaba la segunda edición de La Fábrica (1551) también acompañaba al emperador en sus viajes; su función era la de médico “internista” y no la de cirujano. Poco después de la publicación, le fue ofrecido el puesto de médico imperial en la corte de Carlos V. Informó al senado de Venecia de que dejaba su puesto en Padua, lo que impulsó al duque Cosme I de Médicis a intentar convencerle a que se trasladase a la Universidad de Pisa, oferta que Vesalio declinó. En la corte tuvo problemas en sus relaciones con los otros médicos, que lo consideraban un "barbero".

Durante los doce años siguientes Vesalio viajó con la corte, tratando heridas de guerra y torneos, realizando operaciones quirúrgicas y autopsias, y escribiendo cartas privadas acerca de cuestiones médicas específicas. Durante esta época escribió también su obra Radicis Chynae, un texto corto acerca de las propiedades de una planta medicinal, la raíz de China o zarzaparrilla, en el que se defiende además de las acusaciones de los partidarios de Galeno. Recibió numerosos ataques.

Vesalio practicó varias trepanaciones entre ellas dos reales, la primera  a Enrique IV de Francia, tras una mortal lanzada del Conde de Montgomery, en un torneo amistoso fechado en Paris el año 1559. En la trepanación Vesalio fue ayudado por Ambrosio Paré. Enrique II de Francia Murió en 1559. Durante el torneo contra Gabriel, Conde de Montgomery, celebrado con motivo de la boda de su hija Isabel con Felipe II de España, el rey de Francia fue gravemente herido por la lanza del Conde, en un ojo. Fue atendido por los mejores médicos y cirujanos. Ambroise Paré fue autorizado a reproducir la herida en algunos condenados para investigar cómo y de qué forma curarla, sin obtener resultado alguno. Felipe II envió desde Bruselas a Andrés Vesalio, quien tampoco pudo evitar la muerte del rey.

Tras la abdicación de Carlos V, continuó ejerciendo como médico en la corte de Felipe II, quien le recompensó con una pensión vitalicia y el nombramiento de conde palatino. En 1562 le practicó una trepanación al Príncipe Carlos de Habsburgo. En el mes de abril del año 1562 el príncipe Carlos, 1562, estudiando en Alcalá de Henares, tuvo una grave caída Carlos. El hijo del rey Felipe II, algunos dicen que acudiendo a una “cita galante”, en el Palacio Arzobispal, se cayó en una escalera y se dio un golpe tremendo en la cabeza con el quicio de una puerta. El golpe en la cabeza fue grave y su padre el rey, se preocupó por su salud. Los tratamientos médicos no dieron resultado y empezó a temerse por la vida del príncipe. Se acudió a los remedios mágicos de un curandero morisco llamado Pinterete. No dando resultado alguno, se dice que hizo llevar hasta su cama la momia de Diego de Alcalá, un fraile franciscano que se tenía por santo y que años más tarde sería canonizado con la finalidad de invocar la mediación divina en la curación de su hijo. Finalmente, el médico más prestigioso de la época, Andrés Vesalio, le realizó una trepanación que le salvó la vida. Vesalio fue un cirujano concienzudo, probablemente más anatómico y disector que habilidoso, esto según creía su gran amigo y colega Dionisio Daza Chacón. Pese a su tratamiento, y tras su recuperación, Don Carlos se hizo más excéntrico, crecieron sus gestos de crueldad y se hicieron más temibles sus estallidos de cólera, así fue como su salud empeoró, fundamentalmente se cree que debido a sus excesos de glotonería.

Andrés Vesalio, será condenado a la hoguera por algunas oscuras prácticas, que en realidad tuvieron que ver con el dictamen alrededor de una autopsia y la acusación de la Inquisición que aseguraba que el cadáver estaba vivo mientras se autopsiaba. Felipe II cambiaría esta sentencia por una peregrinación a Tierra Santa, la cual emprendería en 1564. Se embarcó con la flota veneciana de Giacomo Malatesta, vía Chipre. Cuando llegó a Jerusalén recibió un mensaje del senado de Venecia instándole a aceptar su antiguo puesto en la universidad de Padua, que había quedado vacante a la muerte de su amigo y alumno Falopio.

Tras luchar durante varios días con vientos adversos en el Mar Jónico, su barco debió atracar en la isla de Zante, cerca de Rodas y del Peloponeso. Allí murió poco después, por una disentería.


Abril, del año 2013
Las "rayas" son porque son  "anotaciones", sencillamente ...

lunes, 1 de abril de 2013

MARIA CALCAÑO





Luisa Cándida del Carmen Nebot y Troconis fue mi abuela paterna,  le decíamos cariñosamente Mamaña (Doña Luisa), la madre de  los García Nebot. Ella era  hermana de María Encarnación Nebot y Troconis, abuela de MARIA CALCAÑO……..
Es decir el papá de MARIA CALCAÑO, era primo hermano de mi   padre Jesús García Nebot. 
El Árbol Genealógico de los hijos de María Calcaño entroncan ambos con las hermanas María Encarnación y Luisa Cándida Nebot Troconis,  respectivamente.

                                                                                             
                                                    
Los hijos de María Calcaño son la cuarta generación de una Nebot Troconis, 
 al igual que lo son, los García Tamayo (Fernando, Jorge, Lorenzo y Carlos).      
   La diferencia de edad entre generaciones que más o menos hubiesen podido haber sido contemporáneas  estriba en que Doña Luisa Nebot, se casó en el año de 1889, esto quiere decir  unos 16 años después que lo hiciera su hermana mayor,  María Encarnación,  la abuela Nebot de María Calcaño.  De modo que cuando María  se casó a los 14 años de edad en 1920 lo hizo unos diez y siete años antes de que se casara mi padre Jesús García Nebot con Maria Amelia Jacinta del Monte Carmelo Tamayo García, conocida como Maruja.
He aquí algunos datos sobre MARIA CALCAÑO, según una recopilación hecha por mi hermano Lorenzo, hace un par de años, y que yo ahora, aprovechando la ventajas del Tweeter y de mi blog La Peste Loca puedo divulgar.


María José Francisca del Carmen 
Calcaño Ortega                               
MODERNIDAD Y ESCRITURA FEMENINA EN VENEZUELA
Juliana Boersner (Revista Nacional de Cultura) No.327,Año LXV, 2003 (Tomado entre líneas de este ensayo)    (Extractos)
El desafío erótico de la poesía de María Calcaño, por encima de las limitantes represivas de su entorno provinciano, ponen de manifiesto que nos encontramos en un momento bisagra, de ruptura y desencanto con respecto a los estereotipos tradicionales de la “mujer buena”.
María Calcaño tampoco tuvo, hasta donde sabemos, una cercanía militante con las luchas feministas, a pesar de lo cual logra, desde su poesía, hacer llegar un mensaje de clara rebeldía contra los estereotipos femeninos. Citamos aquí las palabras de Márgara Russotto, quien dice que María es la primera poetisa venezolana que asume la modernidad a través de la libertad y el goce de la expresión, desde una conciencia de género asertiva, jubilosa y desvinculada de todo misticismo, que no teme un tratamiento osado de lo erótico, pionero para la Venezuela de su tiempo (Russotto, 1997: 114).
Notorio en este sentido es el caso de María Calcaño quien aun respondiendo al modelo claramente tradicional de mujer (fue casada sin su consentimiento a los catorce años y ya para los 27 tenía seis hijos, enviudó y se volvió a casar) nos presenta una fachada de modernidad exquisita; su pasión por los vestidos, o más bien por los disfraces, la utilización casi fetichista que hacía de las corbatas de su marido y, sobre todo, su gran pasión por posar para sesiones fotográficas, nos hablan de un claro rasgo de modernidad en ella: el retrato y la transfiguración: la representación de sí como otro(s).
Por otro lado, es interesante ver que fue también de la mano de un hombre como pudo ser publicada la obra de María Calcaño, cuyo primer poemario, Alas Fatales, apareció en Chile en el año 1935. Previamente, sin embargo, ya habían circulado en publicaciones periódicas nacionales (como la Revista Nacional de Cultura, en su primer número) algunos de sus poemas, lo cual delata, más allá del desconocimiento que se tiene sobre el punto, su acceso a un cierto circuito de contactos en el mundo literario. De todos es conocido el rol que jugó en este sentido el presidente del Zulia, Héctor Cuenca, quien la pone en contacto con Pablo Neruda, permitiéndole de esta manera acceder a las redes editoriales latinoamericanas, en las cuales Chile representaba, en ese momento, uno de los nodos más importantes. Es después de la publicación de Alas Fatales que se sumerge en un largo mutismo en su hato “Marijuana”, del cual no emergerá sino hasta el año de su muerte, cuando se publica su segundo poemario. Es claro que no soportó el peso de la crítica, al menos no como para hacer presencia en la palestra pública en defensa de sus escritos. Tampoco hubo nadie que lo hiciera con firmeza por ella, lo que motivó que pasaran “bajo la mesa” las innovaciones estilísticas de su poesía. El veto, o más bien, el repercutir asordinado de su poesía, estuvo sustentado en lo escandaloso de sus temas, las más de las veces sensuales e insinuantes, pero por momentos francamente eróticos e irreverentes para la provincia del momento. 
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De: 
MARIA, DE LOS CALCAÑOS POETA 
Por: Marlene Nava
¿Qué quiere usted,  si ella es una Calcaño, y esta es una familia toda  de poetas?  Así respondía Héctor Cuenca a Juan Roncajolo, el esposo de María, ante su inquietud manifiesta por el anuncio de una nueva publicación.  Alas Fatales, su primer libro de poemas, había causado estragos en sus vidas. El alma grande,  suelta en palabras,  rompió esquemas. Y la Maracaibo de 1935, no quiso ni pudo perdonarla.
Inició entonces una ruta de renunciaciones en un viaje de huidas y libertades, con sus seis hijos al ristre; por una via de desasosiegos e incertidumbres: Táriba, Pamplona, Bogotá, Bucaramanga, Quito… No era fácil… Al partir,  en 1939 escribía en su intimidad: “¡Triste¡, ¿Por quien me sacrifico?  Afuera esos pasos  ¿Cuánto duraran? ¿hacia donde es que vamos?  ¡Ah¡ mi desencanto de esta noche”.
Desde que cumplió 14 años, en 1920,  era la esposa de un productor agropecuario de mediana monta, vinculado a familias de alto peso político y económico: hijo de Benito Roncajolo, constructor del ferrocarril de La Ceiba y hermano de dos Presidentes de Estado, Benito y Luís Roncajolo, Juan tenía espíritu de campesino, pletórico de purezas y afincado en la tierra, en el diario quehacer de los corrales.
En Marijuana, un hato al norte de Maracaibo, que se tragó la avenida Las Delicias, ella reivindicó sus soledades tras parir seis hijos.
Los vientos mañaneros, los aguaceros de mayo y los apamates en flor no lograban entonces hacerle ahogar el sinsentido de fuerzas desconocidas que le afloraban a la piel desde el volcán interior.
Y la poeta niña escribía impenitente:
“¡Alguna vez,  llegarás¡
  ¡Alguna vez, llegaremos¡”
Héctor Araujo Ortega llegó al Hato en compañía de sus hermanas y su madre.  Fueron huéspedes de Roncajolo. Los unía la amistad común de Héctor Cuenca. Araujo era un poeta del grupo Seremos, erudito y letrado. Un año menor que ella:  
“Apenas llegó… y ya se había inclinado
hasta mi oído
para decirme que yo soy hermosa”
Frases como: “Estas puro cerezo” y “Hoy me has sabido a mujer ajena. A cesta nueva, llena de aceitunas”, le bañaron las tardes. Y en ese espejo, poco a poco, se reconoció mujer y poeta.
Tenía veinticuatro años:
“Fue como un vientecillo suave
Que pasara por mis ropas
Un hallazgo de nidos
Una dicha de alas”
Junto a su libro Alas Fatales, sus amores vespertinos en “la casita del piano”, se hicieron públicos.  Y el escándalo la envolvió.
La obra había recibido encomios de Pablo Rojas Guardia, Venegas, Rojas Jiménez, y Gerbasi; de Juan Liscano, de Eduardo López Bustamante, quien señala:
“Su verso es libre y en eso, en mi concepto de profano, reside su mayor encanto”.
Pero María nunca se asume poeta. No sabe de métricas ni de sílabas. Se define ama de casa en sus documentos, en sus actitudes: Al servirle la mesa solía permanecer de pié, a menos que él la invitara a sentarse. No obstante produce otros poemarios:
Canciones que oyeron mis últimas muñecas,
Entre la luna y los hombres; y los aún inéditos: Herencia que el 7 de mayo de 1943, Eduardo Azuaje, desde El Heraldo, había enviado a la página literaria que editaba Venegas Filardo, quien lo consideró impublicable. Y algunos volúmenes de cuentos, entre ellos, Cuentos sin patria.
    
Todavía hay quien la recuerda bebiéndose los chaparrones de mayo. Descalza. Recorriendo aquella calle de sus últimas noches, mientras chapoteaba los charcos. Y esta otra piel que se le volvía la ropa, transparentando su frescura y su libertad:
“Esta es la lluvia que ama mi corazón. Me he asomado a todas las ventanas y puertas interiores de la casa, tendiendo los brazos para recibirla. ¡Que lindo es estar alegre¡”
Tuvo un estilo personal que recuerda las madonas del seis-cientos en sus negros y  sus blancos, modernizada en trajes a media pierna de corte clásico y telas muy finas, de líquidas caídas. Y su siempre chal, huella de Lima en su memoria.  Y su siempre vitalidad desparramándose en sus mañanas de canciones y quehaceres. Por los cincuenta, la casa era una inmensa biblioteca en permanente semipenumbra. La ocupaba esa música eterna, la quinta Sinfonía de Brahms, que le era diana y Angelus, “ese tropel de ecos que separa un movimiento de otro movimiento”
Héctor vivía en la música.
De un nido de ruiseñores salió esta María poeta, convencida en un tiempo de
“que si perdemos la antigua ruta de aquel regreso, encontraremos la vieja ruta de aquel amor”.

Hija de Camilo Calcaño Nebot, muere su padre cuando ella apenas contaba once años de edad. Su madre, María Francisca Ortega era una maracucha sin muchas pretensiones que ganó un premio de lotería y publicó un aviso explicando que gastaría los reales con sus hijos “sin aspavientos, pero sin falsas modestias”
De un nido de ruiseñores como José Antonio, el músico, y Graciela Rincón Calcaño compositora del himno de La Chinita.
Aparte del amor y la muerte, los hijos constituyeron su otra obsesión: Blanca, Lila Martha del Consuelo, Juan José (Cheché), José Andrés (El Negro), María Francisca (La Pocha) y Rómulo (Nené).
Ya en mayo de 1936, María se encuentra tramitando “nueve pasajes para trasladarse a Caracas y becas para sus hijos”. Pero no es sino hasta 1940 cuando alcanza su meta del exterior. Recién habían nombrado Embajador en Quito a Héctor Cuenca, su gran amigo. En la capital Ecuatoriana, María calcaño forma parte de la sociedad activa: recibe invitaciones a actos protocolares y frecuenta el mundo cultural de la ciudad.
La mayoría de sus amigos pertenecen al reciente movimiento comunista de esos tiempos: Raquel Leved, que la llama camarada y le impone el uso de seudónimos (por ejemplo, Piedad) con cierto tono clandestino; el poeta uruguayo Eduardo Sacotto, que la llamaba María Helénica, le escribía cartas largas y confidenciales, le daba a guardar sus tesoros: libros inéditos y publicados, manuscritos; y la amaba a gritos sin esperanza. Ella,  a cambio, le servía de intermediaria en las correspondencias, y de “concha” a aquellos que huían perseguidos por sus actividades revolucionarias. La bautizaron “la amiga de todos los tiempos”.
Otros hombres la amaron y la hicieron poesía.
“Cuando estás a mi lado/tu mueves mi agua quieta/con tu hoguera ruidosa/ Del poema Color de tu cercanía”.
Pero ninguno como Juan, su esposo: “Anoche-dice en 1940 Flor Nebot su prima-nos visitó de nuevo tu pobre Juan, que está más triste y cobarde que un sentenciado a muerte, para informarnos de tu dirección en la capital de Ecuador”. Juan, que la soñó nuevamente en Maracaibo, atada otra vez a la tierra de Marijuana para fines de 1945. Y murió. Los nietos dicen que de tristeza.
Es en 1947 cuando ella vuelve: “Te contaré que mi tierra la encuentro linda después de nueve años de ausencia….si vieras esas playas que hay tan bellas y el Lago más sabroso para bañarse….me he adelgazado mucho y el pelo me lo he dejado crecer…” Y se produce el reencuentro con Héctor, que termina en matrimonio en enero del 53, reseñado en una carta de Consuelo, su hija mayor: “Me dices que al fin se realizó el matrimonio entre Héctor y tú, matrimonio que han debido hacer en cuanto te encontraste de nuevo con él…Así no hubieras pasado las penurias, y sufrido lo que tanto te han hecho, cosa que no solo tú has lamentado, pasado, sino también tus hijos”.  Esta oferta se la había hecho desde 1940: “Otra vez ha ofrecido casarse. Me casaré contigo por todo. A lo masón. A lo católico. A lo protestante. Por todas las religiones”.
En esa época, una cierta inestabilidad marca su vida: se muda con frecuencia, “y esta miseria en que estamos sin contar con un solo centavo propio” que la lleva a empeñar en una oportunidad un juego de esmeraldas, “compuesto así: Un pendiente, un par de zarcillos y un anillo”.
Para 1955, había estado hospitalizada. Le acababan de dar de alta. y él vino a buscarla. Así resumió el momento: “Hasta aquí ha sabido de mis tristezas. Con suave voz me dijo: ¡Vamos¡ Y empecé a sollozar sobre el mazo de cartas y retratos. ¡Volví a llorar¡ Tendría razón de andar fastidiado. No, el no tenía lágrimas en los ojos. Pero estaba llorando. Me levanté del suelo mientras prendía un cigarrillo. Todo el cielo nos calló en la cara. ¡Que claro el cielo¡ Transparente y azul desteñido. Estarían las nubes en los países del agua. Con esta inmensidad, ¡tanta inmensidad encima¡ Bajamos juntos la escalera…Y llegando al cuarto, lo abracé contra mí. ¡Como me creció el amor¡”
Ella había repasado este momento muchos años atrás. En febrero de 1940: “Escribo para cuando me leas después de muerta: Te recuerdo i es como perseguir el ruido de tu paso por las ciudades o entre rocas, o al costado de un cielo que no te tropiezas nunca…¡Oh,  amor mío, tu rostro permanece desierto. Dan las dos en este campanario triste. ¿Quién andará allí cerca?  El vientecillo del este empuja la madrugada. Con mi mismo corazón y junto a la pena que me recuerdas”.
En otra fecha, reitera: “¡Quien pudiera besarte en la tribulación de mi última hora¡ Allí mismo. Frente a este rencor que aturde y esa sorda angustia como besos en las puntas de los dedos helados. ¿Desde cuando dejé de ser feliz? Tal vez nunca lo haya sido. ¡Quien pudiera besarte en la tribulación de mi última hora¡ Allí mismo. Para mostrarte los rostros desiertos. Estoy muerta. Ni pienso en ti como antes. Entre mi soledad y mis hijos, angustias sin milagros.¿Que día se habrá ido?”
Era el 23 de diciembre de 1956.