martes, 28 de abril de 2015

Taller de Narrativa: homenaje a Eduardo Liendo, en mayo 2015.



TALLER DE NARRATIVA

Un recuerdo de los Talleres de Narrativa impartidos por el escritor Eduardo Liendo 
en la década de los años 90, del pasado sigloXX, en el centro de Caracas.  
         
             Bajo tierra, por el Metro, venía entre un gentío, sin atenderle a nada. Ensimismado en la idea de asistir por vez primera a un taller literario, no logré distraerme entre todas aquellas gentes del subsuelo. Ya en la escalera eléctrica, me sentí bien al dejarles atrás. Subí a la superficie y tras caminar un par de cuadras, casi corriendo, he llegado hasta el sitio. Asciendo paso a paso, los escalones de mármol de la biblioteca pública, ¿mármol del pueblo?, siempre me han impresionado las vetas blancas sobre el gris opaco, tal vez por ese no se que de mi país saudita. Me detengo ante una urnita de vidrio en la pared, alberga una condecoración, son Bolívar y Bello. Simón Antonio y Andrés en una morocota, contrahechos gracias al moderno arte de nuestra Marisol. Siento que los rostros deformes de las cuasimódicas figuras esculpidas por la afamada artista, desdicen de lo hermoso de este sitio. La biblioteca pública ha sido organizada piso sobre piso, para la lectura apacible de nuestros ciudadanos en esta ciudad capital. La medalla es un galardón otorgado a la biblioteca y pienso que bien merecido lo ha de tener. El edificio en suma es de una singular belleza. Me retiro de la urna y atisbo desde arriba los pasamanos de caoba y hacia el centro, abajo, puedo ver el piso de mármol reluciente y el entrar y salir de las gentes, todo brillando, con el reflejo del vitral de Arte Deco, a todo lo largo y lo alto de la escalera, polícromos cristales, brillan con el atardecer en ocre amarillento, en siena y en magenta. Asciendo hasta el cuarto piso diciéndome que la hora ha llegado y pienso, son las cinco clavadas y luego me pregunto... ¿Porqué nadie habrá hecho acto de presencia? De pronto retrocedo sintiéndome un extraño, con una vibración de miedo, o de inseguridad, algo curioso revoloteándome en las tripas y me detengo meditando sobre esta anormal actitud muy personal, compulsiva manía de aparentar una impasible impaciencia, constrictiva, pero impertérrita... Nada que ver con el título del libro del cura Borge el nica, ni prójimo del genial invidente. Me excuso y a la vez me acuso por este lío de mi compulsión por los horarios y con cierta repulsión noto que ando escudándome en introspectivas explicaciones. Sí, debe ser por los años, cosas del alma naque, eso me dije, es la costumbre, sin lugar a dudas, son tantos días de llegar al trabajo a las siete, y ni que decir de esas reuniones, todas las citas y los seminarios, que lo mantienen a uno todo el tiempo cual Gary Cooper, a la hora señalada, siempre on time, como dicen los gringos y ¡bang bang! Viro en redondo. Nadie está presente. Estoy solo, tiros al aire, afortunadamente, entonces vengo y soplo displicente el humo del cañón de mi Remington. Decidí en el momento, con un supremo esfuerzo lo confieso, irme al recinto de los libros. Allí encontré a Roa Bastos, a Carpentier y a unos cuantos amigos, entre cientos de ejemplares estornudantemente apretujados, ¡tan comprimidos!, ni me atreví por miedo a despertarles a acariciar sus lomos empolvados, leía en sus amarillos cantos aquel sartal de autores, cuando escuché un lejano cucú. El tic tac solapado de mi Casio preciso me señaló las cinco, ¡ahora sí!, entonces decidí desplazarme hasta el auditorium del tercer piso.
          De las cosas que conversáramos los escasos, éramos pocos a eso me refiero, asistentes puntuales al taller, recuerdo algunas. Charlamos sobré médicos y sobre enfermedades, hablamos sobre juicios, demandas judiciales, jueces venales y esos horrores naturales de la vida cotidiana. Me dolió en la antesala del taller, el conocer la historia del amigo de Omar, descerebrado en un quirófano del Vargas, un accidente de anestesia, puede leerse error de anestesiólogo, vale lo mismo el llanto de su madre y la espera angustiosa de dos días por el cuerpo cadáver, desconectado de este mundo dieciocho días antes para ser finalmente desenchufado de la máquina. Absurda, injusta y cruel siempre será la muerte de un muchacho, ya no habrá de jugar más al béisbol con sus amigos... El dolor y otras voces fueron interrumpidos por Eduardo, nunca es tarde, ¡dicha al final!, él llegó y todos le excusamos aquellos quince minutos de retraso, porque para un escritor, siempre será justificable una cerveza y más aún si el trago es compartido con dos poetas, uno de Mérida y otro de Maturín, ¿o fue de Tucupita que nos dijo? Ahora si voy yo mismo a disfrutar de estas próximas dos horitas, aunque fallas. Eso me dije. Voy ahorita a saber, al fin, por vez primera, lo que es en realidad un taller de narrativa, o sea, estoy en la antesala, en el pórtico, en un tris, de averiguar en unas horas, que diantre es esta lavativa a la que denominan taller sin autos ni repuestos. Entusiasmado estaba, en realidad andaba henchido de curiosidad, por saber si era aquello, lo que esperaba yo que fuese...
           Abrimos las acciones con un cuento intitulado “El pobre Juan”, lo había escrito Abraham y el mismo repartió unas copias, se ve que había venido preparado. Nos leyó el cuento, cuidadosamente, una preciosa joven a quien Eduardo presentó como una veterana tallerista. Sufrió un par de tropiezos al enfrentarse con más de cuatro fallas gramaticales las cuales saltaban a la vista, zapateaban del texto por elementales. Elogiosos comentarios circularon. Hubo quien dijo. ¡El cuento me pareció una fábula de Esopo! Se comentó lo simple de la anécdota y lo sencillo del lenguaje. Yo, inexperto, salí opinando sobre lo pintoresca que me parecía la construcción gramatical estructurada como poesía, y luego de protestar por los horrores de la ortografía terminé criticando ciertas indefiniciones no muy bien afirmadas en el cuento. Eduardo atento riposto al instante: “es el espíritu del texto lo que debe prevalecer”. Me sentí cual odioso cazador de gazapos, quise decirles que no era mi intención el asumir el rol de corrector de manuscritos, pero ya no había tiempo para disquisiciones, Eduardo nos hablaba sobre el ritmo, la puntuación y como percibir las emociones y las cadencias cuando se lee en voz alta. La puntuación se escucha, se evidencia, se siente, cuando te escuchas a ti mismo en la lectura. Atiéndele a la rima y a la métrica, deja volar tu esencia, mas recuerda, lo que cuenta es el texto. Poeta, examina tu sólida presencia, acércate a ese encuentro espiritual, vale cualquier pretexto. ¡La poesía como la religión precisa de un ritual. El escritor es la memoria de su tiempo, testigo de su época. Cualquier persona puede en un momento imitar a fulano, a un autor de su gusto o preferencia, ten tu punto de vista y cuídate, no sea que te conviertas en un exegeta Borgeano, ese riesgo lo corres en ocasiones buscando una prosa efectista. Aquí el estilo es libre y soberano, hay quienes gustan de textos hiperbólicos, tú mi hermano, expresa lo que sientas, escribe con el alma en la mano, muéstranos ese mundo interior. No te enajenes Jorge, tú, ¿quieres ser escritor?, ¿tú quieres ser poeta?, responde de una vez, hazlo muy francamente vamos, ¿conoces el secreto?, no es otra cosa sino la sencillez, la clave está encerrada en llevar al extremo la economía de los medios de expresión.
             Un día oirás a la gente decirte, mira chico, no me vayas a meter en tus cuentos, te lo dirán y tú serás el escritor y se estarán allí mirándote cual un malvado bicho, esperando en silencio, con el deseo larvado de hallarse algún momento al manuscrito incorporados. Es la pura verdad!, no son patrañas, ¿ustedes se emocionan con el realismo mágico? Rebelais utilizaba esos recursos hace unos cuantos años, muchos antes de nacer Alejo, y Aracatá tampoco había visto balbucear al Gabo y si tú quieres puedes considerarlos trucos, decir, son artimañas, o quizás artilugios, pero tienen su valor, tienen sentido, hay todo un bagaje cultural en las palabras, las letras, las frases sueltas, son, ¡el lenguaje! Los comentarios más banales pueden mostrarnos a un Felisberto Hernández transformando en lápices afilados puñales. Robbe Grillet por el contrario se la pasaba deshumanizando los objetos. Quizá lo que pensemos los humanos puede ser obsoleto. ¿Como entender al perro que a pasear saca a su amo? Amiel muy inspirado siempre nos decía, lleno de sentimiento y con profundo dejo, que solo somos “copia de copias reflejo de reflejos”. Entonces alguien viene y lo interrumpe y le pregunta, si no es posible que el lenguaje por abigarrado se transforme en una cosa obtrusa. El barroco nace precisamente de aproximaciones, crece como la verdolaga, hay quien espera siempre hallarse ante una prosa llena de destellos, fulgurante, cada vez más llena de matices, más brillante, luciendo sus excesos. Pudiésemos decir meditabundos y con un cierto tono franciscano, desconfía de aquellos que sus aguas enturbian haciendo intentos por parecer profundos. No es tan niche ese pensamiento prusiano...
          Del taller en el ángulo oscuro, pensando en Segismundo me he detenido en el recuerdo de los girasoles de la Madre Rusia de zoviets y de zares. Al anciano Tolstoi rememoramos, tal vez el viejo aspiró en sus jardines con el aroma de azahares y jazmines aquel genial secreto de la difícil sencillez. Tolstoi atrapaba las palabras precisas. Sencillo, mas no simple. Diafanidad de un Borges o la de Mallarme, quien siendo un poeta misterioso pudiera compararse con aquel muchacho de Fray Bentos, Funes El Memorioso. ¿Tú ves? Se diáfano mi hermano, empátate en una de claridad absoluta, cual Borges meridiano, sumérgete en la profunda sencillez del creador del Aleph y de tantos espejos, usa un lenguaje llano, no te compliques en circunloquios pretendiendo expresar las horruras del pensamiento humano, la intelectualidad entonces te arrebata escotero, como en Madrid, en aquel Chicote postrimero y barajo a la crem de la cream. 
         Un autor puede ser muchos autores a la vez”. Escuchamos nuevamente a Eduardo y quedamos pendientes en el tiempo. Yo me extasío mirando los ojazos de la más linda y jovencita tallerista, se llama Lina y nos está leyendo su texto manuscrito. Va relatándonos, muy poquito a poco y en voz baja, después con más confianza, in crescendo, nos lee su cuento. “Me siento inútil, estoy nervioso y llueve, oigo el reloj y sé que tengo numerosos quiméricos problemas existenciales, la calle, el sweater, me desespero y corro casi dos cuadras. Me libero y ella esta allí, comprando rosas y descienden sus párpados”. Yo mientras tomo notas y escribo, imagino los negros ojazos y las grandes ojeras de la lectora, pienso en su boca, delineada, ¿deliciosa?, linda Lina, preciosa, mas ella continúa. “Entonces comprendí que ella era mía, ilusión de vivir, allí en la esquina esperé su aparición”. Escuchándola me enteré sobre la dicha inmensa cuando ellos se encontraron, en el instante de estrechar sus manos, creí ver aquel rayo lunar sutilmente descrito por la muchacha narradora, saltaba cual gacela entre piedras y arbustos de un Soria tan lejano como mi infancia misma. Después fue fácil oír la voz de aquel señor quien vendía flores y andaba preguntándonos que ¿qué pasaba? Lina ya no iba a detenerse, finalizaba de leer su relato y nos contaba. “Ella se rió y lo hizo sarcásticamente y él tímido, movió sus dedos así, saludándola al verla y entonces vio que ella se encontraba con el otro, era ese jovencito...”  Le tuve que decir que no te veo más, que te fuiste de mí...  En realidad llegó hasta aquí aquel texto que Lina titulara “La dulce niña de la perenne sonrisa”. ¿Opiniones? Pura imaginación, jamás podrá ser real algo como eso. La afirmación era del experimentado Omar. ¿Que piensas Jorge? ¿Obsesiones oníricas? No sé, pero me ha entusiasmado este texto escrito por esta jovencita, logró atraparme en una magia misteriosa. Después vino la crítica más despiadadamente constructiva. Adjetivación exagerada, esas son las arrugas del lenguaje. Mara elogió el coraje de Lina por atreverse a escribir narrando como hombre, después describió el final como algo catastrófico y lleno de machismo. Surgen preguntas. ¿Tú le dices machista por escribir adoptando un rol masculino? Mara protesta, dice que, ¡no!, que era por la pose adoptada ante los hechos. Otra vez el texto les domina, pensé yo. Volvieron sobre los adjetivos y como y cuanta fuerza le restaban al cuento. ¡Lina machista! Pensé que Mara estaba totalmente loca. Yo casi ni detecté gazapos, a mi se me escaparon todos los adjetivos, se habían escabullido hasta los más altisonantes, sin duda era un efecto de mi ceguera por los ojazos parpadeantes, seguramente, pienso yo... Uno nos dijo que las fallas en la redacción eran producto de la juventud e inexperiencia de la escritora. ¡Váyanse pal Callao! Después era Zuleima quien hablaba, de paso ella también era una chama, pero insistía en el trabajo que se requiere para escribir un cuento, ¡uno que de verdad de verdaíta sea un cuento bueno! Yo quería decir algo, mas la preciosa Lina, de muy buena gana, más bien de buena nota diría yo, les aceptó las críticas, risueña, todas a todos, y nos dijo. Leí este cuento porque a mí me parece bien simple. Se rió después al comentarnos que ella no era machista. ¡Que va vale! Pero puede que me esté desahogando. Eso nos confesó, y yo quede pensando, como será de veras esta niña, tan maravillosa, linda, sincera, ¡que de cosas!, y el brillo de sus grandes ojos negros yo admirando, me quedé allí... 
           Vino Eduardo a sacarme de todo aquel marasmo con sus medicinales cucharadas. Nos comentó sobre la mujer en la literatura. Hablamos de Ifigenia y de las indagaciones que sobre el psiquis masculino hiciera Teresa de la Parra, ella hablando en primera persona trasladó sus ideas a la boca de hombres de su época. Sin llegar a ser como Flaubert, taxidermista del alma femenina, nuestra insigne Teresa fue un portento. ¡Se tejieron algunos comentarios sobre los errores de quienes pretendemos dárnoslas de escritores! Los lugares comunes pueden degradar cualquier discurso narrativo, pero cuidado, algunas veces son utilizados conscientemente por determinados autores. Goethe decía que ya todo está escrito y lo difícil estriba en decir las cosas por segunda vez. ¿Como escribir? Dedalus es un pasticho en el Ulyses. El comentario me sonó grotesco. ¿Debo callarme? ¡Es Borges quien lo dice! ¿Que querés che? Joyce no parecía escribir para el placer de leerlo, no se percibe ese deleite de escudriñar lo más preciso leyendo al irlandés, no se capta lo prístino, lo impoluto de la sencillez, y es que leyendo a Joyce ¡se te forma tamaño enredo! Dentro de mÍ, yo estaba disintiendo, repitiendo muy quedo, ¡si él lo dijo!, pues claro, argentino tenía que ser. Reventé. No puedo estar de acuerdo. ¡Que pretensión la mía! Lo he dicho, temerario, sin saber de donde me han salido tantos bríos. Con toda su paciencia Eduardo escuchó mis palabras y nos dijo. Son las cosas de Borges, ese es otro ejemplo de su dichoso tremendismo. ¿Dices que a ti te gusta Joyce? Algo turbado respondí. Sinceramente, a mí el monólogo interior de Molly Brown me parece fantástico. Escribir como fluye la mente es para mí algo portentoso y pensé en “El ruido y la furia” del sin par William Faulkner. Viene alguien y me espeta que si no será todo lo dicho un snobismo. Me parece que tú cuando quieres ser claro apelas al banal costumbrismo. Eduardo intercedió, buen referí, eso lo pensé yo. En ocasiones una frase fortuita puede pasar a ser la chispa afortunada, sino pregúntenle a Renato sobre aquel cuento al Sur del Ecuanil y Salvador allí presente hizo chin chin brindando, riendo a carcajadas y disfrutando un rato con Orlando. Bien lo recuerdo, sí... 
          ¿Como y porqué se escribe? Ya nos lo dijo Sartre. Es un pedante y presuntuoso ser, lleno de suerte el escritor quien piensa ha de vencer la muerte. ¿Que tanto anotas Jorge? ¿Quién yo? Mis apuntes solo son puntos de referencia, detalles para recordar... “Yerma y seca la tierra. El Irak bombardeado. No les basta rezar.” Se me transforman en un asunto lúdico mis notas. Cuando uno escribe, es el propio pellejo el que tú expones. Pareciera que los venezolanos somos algo pacatos, poco nos gusta desnudarnos. Noto que estás sonriendo. ¿Es cierto, acaso entre nosotros alguno se ha atrevido a escribir como Miller? ¿El padre Borges cuando Vargas Vila? Salió con esto uno de nuestros veteranos. ¡Cónchale, digo yo, hablamos de escribir! ¡Lo menos que se le puede pedir a un escritor es que escriba bien!, cuidar la ortografía, la prosodia, la sintaxis también, pero esta afirmación en realidad no es mía, yo aquí la dejo, parafraseando a Oswaldo Trejo.
         Yo ni intentaba de reojo atenderle a mi Casio para alargar at libitum el deguste del sabroso taller. ¿Hay tiempo para otro cuento breve? Uno de esos, lleno de cosas reales, del pasado y presente, cosas de estas muy citadinas, dolorosas, historietas muy perimetrales de las que a diario se suceden en nuestros barrios marginales. El cuento era sobre Dodó y un unicornio protectores de una niña cianótica y a su lado un médico rural que se asfixiaba como un pez pulmonado. ¿Realidad de nuestra vida diaria o suerte de quiméricos castillos encantados? ¿Son acaso los anillos de Tolkein cosas del futuro o representan la inventiva de un mítico pasado? Omar salió brillante a señalar que el relato, para empezar era muy cruel, no pareciera improvisado, indubitablemente el escritor amoratado y tal, ¡fue testigo ocular en sus tiempos de ese instante fatal. ¡No necesariamente compañero! Tú puedes ser cual Del Paso en Palinuro, erudito en exceso, o alardear de una florida erudición como un Denzil cualquiera, o intentar como Kaffka reproducir la enajenada aventura de El Proceso, y ¡ni hablar de Cortazar en Bestiario! En la literatura todo es imaginario si así el autor lo quiere. En ocasiones puede ser la vivisección de un ciudadano lo que engrandezca un texto literario, y puede más la introspectiva imaginación atormentada de Gregorio cucaracha atrapada, o el alma de Raskolnikof perdiendo la cordura, que un bolero de Otero, o el esotérico revolotear del colibrí Sarduy. ¿Serán estas las cosas que de veras engrandecen la literatura? Definitivamente hay algo que es muy evidente, se escribe para inventar la vida y no para contarla, de otra manera cada periódico del día sería una obra literaria y debe ser innecesario concienciarlo, ¡suena tan lógico!, basta escuchar a Lavoe salseando a diario que es inútil leer lo que dice la prensa del ayer. 
            Ya casi terminábamos cuando Zuleima se levantó y nos propuso leernos un texto breve. Es muy conciso, dijo, y arrancó: “Tardíos recuerdos, fragancias con olor a fuego, unas flores de entierro... Chillan los cristales, aúllan y se astillan...” Omar, a quien Eduardo apodó “la chuleta viviente” había captado la quintaesencia de la poesía y no nos dijo nada, tan solo sonreía. Abraham protestó por lo ininteligible de la moderna poesía. La gente se movía con inquietud. ¿Quizás será la hora? De frente le dijeron. ¿No eras tú quien ha rato criticaba los lugares comunes? Hemos solo escuchado un hilvanar de frases. Zuleima ni parpadeaba atenta a las intervenciones. Pensé por un instante, la están arrinconando. Es agradable, me sonó bonito, vocearon algunos en apoyo. ¡Oh poesía intimista inescrutable! Si siguen alentándola, pensé, tomará un segundo aire. Miré el desplazamiento del referí en el ring. De su esquina gritaron. ¡Ternura metafórica! El referí ya estaba mirando las tarjetas, en realidad atisbaba el reloj. En ese instante interrumpió el conteo declamando a Vallejo. “Amorosa llavera de innumerables llaves”... Cuanto Zuleima ha escrito es pura poesía. ¿Prosa poética tan solo? Nada más son cuatro las esquinas, yo me lo dije imaginando el ensogado. Entre cuatro paredes, si tú supieras... Los poetas nos ofrecen imágenes y Zuleima ha leído algo muy expresivo, sus palabras puede que encierren un metamensaje, mas su discurso es persuasivo. Se produjo un silencio de segundos pero bastante tenso. Escuché como Lina musitó. ¡Fue lindo! Eduardo continuó. Hay que ponerle empeño, no por hermoso o tierno, un texto tiene que estar falto de opciones, no obstante de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. ¡Cuán problemático es lo obvio! De tan sencilla cualquier cosa puede tornarse en un defecto. El ritmo y la armonía en Neruda y en Whitman pueden estar ausentes, esconderse o latir subyacentes y no obstante, nadie negaría que sus escritos son pura poesía, y donde me dejan a Tagore? Yo pensaba en Becker, en García Lorca y en Darío, todos esos sonetos, tantísimos endecasílabos brillantes. Desde los versos libres hasta un tardío suspiro, gemidos de romántica factura, cuando ya muere el día, sabemos todos que la noche es oscura, mas el sol siempre sale y alumbrará de nuevo la eterna poesía, eso pensaba yo...
            El taller culminaba cuando escuché las palabras cadenciosas de Lina. Entre la prosa, narrativa habitual y la hermosura natural que exuda el lenguaje poético de Zuleima, me pareciera presenciar hoy un encuentro, un para mi crucial enfrentamiento entre dos géneros en pugna. De un lado están los investigadores, los puristas de la prosodia y de la ortografía, muchos sabihondos en literatura, plenos de pragmatismo, y en la otra orilla. En la otra esquina me dije yo. Allí se encuentra la belleza total. Esa eres tú preciosa Lina, y era impensable no ripostar dentro de mí de esa manera. El arte de escribir, las emociones transformadas en letras, como todo en el Universo necesita de estar reglamentado. Ciencia y literatura pueden ser una combinación perfecta, ¿para que enfrentamientos? Era tal su hermosura y su talento que yo permanecía desconflautado. Habló Lina y en silencio, con un rubor inolvidable en sus mejillas, descendieron sus párpados cuando me dije… ¡Que maravilla es esta criatura! Creí verme en la lona, ya noqueado, casi que me olvidaba del conteo, quise recapacitar por un instante creyéndome capaz de levantarme, mas la cuenta iba en ascenso, se escuchaba con ritmo, rumorosa. Estaba listo, sería un nocaut técnico, no había otra alternativa, Lina con su boquita, sus ojazos y sus ojeras, su risa turbadora, su todo todo, lo había logrado. ¿Que hacerle ahora? Es a primera vista, me lo dije, más que noqueado, he sido traspasado por un dardo de acero, aquí en el mero pecho, puro curare, del más fino y estaba sutilmente envenenado. Estoy en crisis, sé que de Lina irremisiblemente me voy a enamorar, que vicio el mío, que tragedia esta especie de destino fatal. Sin duda alguna es esta una costumbre ociosa, no sé de donde provendrá mi singular manía, pero siempre, en cualquier circunstancia, me enamoro perdidamente y debo repetirme, ¡que carrizo!, esta lava es tan solo un Taller, es la primera vez que asisto a una de estas cuestiones y se supone que el asunto se trata de aprender a escribir, son instrucciones para poder narrar en un papel. ¿Como demontres me voy a enamorar? Debo tratar de escudriñarle los secretos a la narrativa, no imaginarme una pelea de box, ni entusiasmarme de modo irracional con los ojazos negros de la bella Lina... ¡Que mala maña esta la mía de exagerar las cosas! Nos pusimos de pie, caminamos escaleras abajo y ya en la puerta de la biblioteca nos despedimos todos. Adiós, adiós, nos veremos la semana que viene. Estaba lloviznando. Ella cruzó la calle. En la otra acera me quedé yo, pensando... Se irá a su casa, eso imagino, pero, ¿y después? ¿La veré nuevamente? Ciertamente. La muchacha es hermosa, está fina la chama, tan solo son dos horas pero ni loco he de faltar a este taller, la soñaré entretanto, pensaré en sus ojeras, en su risa radiante, estoy tranquilo pues sé que la mirada de Lina habrá de acompañarme hasta que vuelva la semana entrante.



sábado, 25 de abril de 2015

El acta primera de la independencia de América





El acta primera de la independencia de América

Retazos de la carta de Lope de Aguirre a Felipe II rey de España.

“A ti Felipe rey español te declaro enemigo mío…
…rey de España tan sólo porque naciste hijo de Carlos emperador augusto y heredaste de sus manos el más grande imperio del mundo cuyo poderío y gloria ha crecido a costa del hambre y penuria de los conquistadores venidos a las Indias a descubrir países en tu servicio a poblar pueblos en tu provecho a encadenar indios en tu beneficio Felipe reverenciado y temido por soberanos y obispos criado entre sedas y terciopelos doctrinado en monasterios y librerías lisonjeado por marqueses  de rodillas y condes postrados Felipe triste y sombrío llorando en capillas y sepulcros llorando a solas por tu hijo que nació contrahecho y creció enconado escondiendo tus pasiones bajo fingimientos de moderación y prudencia Felipe carcomido por un despecho enlutado Felipe profesor de zancadillas y mentiras mi pecho atesora contra ti un odio mortal pues no eres justo con las naciones que impropiamente riges…
…Felipe a ti poderoso rey yo te desprecio y te desafío desde este mísero rincón del río de las Amazonas somos doscientos cincuenta marañones mal contados tú eres soberano de ejércitos y armadas monarca proveído de cañones y generales nosotros somos apenas doscientos cincuenta marañones greñudos y piojosos más si alguien nos preguntara en este áspero trance que vamos a hacer mañana yo le respondería sin titubear: vencer rey español…
…ruego por otra parte a San Miguel Arcángel que seas vencido y humillado por nosotros marañones aventureros en castigo de tu injusticia glorioso rey español católica sacra y real majestad que bribón y puto fueras si la mala estrella de España no te hubiera destinado para ser su rey.

Miguel Otero Silva insiste, en un pie de página de su novela “Lope de Aguirre, príncipe de la libertad” que: “lo que sí desea el novelista poner de relieve es la implacable inquina con la que casi la totalidad de estos escritores consultados, han tratado en sus páginas al caudillo marañón. 
... Hubo sin embargo un notable escritor, político y guerrero del siglo XIX, que no vio a Lope de Aguirre como un simple matador de gentes sino que lo juzgó esencialmente como un precursor de la independencia americana. Ese ensalzador de las ideas de Lope de Aguirre se llamaba Simón Bolívar y es conocido por nosotros los venezolanos bajo el sobrenombre de El Libertador. El Libertador ordenó a uno de sus edecanes, en la tarde del 18 de septiembre de 1821, que copiase íntegramente la carta de desafío que Lope de Aguirre escribió a Felipe II desde Venezuela en 1561, y que dicha carta fuese publicada de inmediato en el periódico “El Correo Nacional” de Maracaibo… …en las reediciones de El Correo Nacional no aparece en ningún sitio la famosa carta. Se ha encontrado sí, en los archivos de la época, una comunicación del coronel Francisco Delgado comandante general e intendente de los ejércitos de la República de Colombia, fechada el 29 de septiembre de 1821 en Maracaibo, por medio de la cual se notifica al ministro de guerra que ha recibido la copia de la carta de Aguirre enviada por en general Bolívar y que ha dado el mandato de su publicación. 
El Libertador calificaba el documento… firmado por Aguirre y sus marañones en la selva amazónica, como “el acta primera de la independencia de América”.
(Otero Silva M. Lope de Aguirre, príncipe de la libertad.2005, Biblioteca Miguel Otero Silva, El Nacional Edts pp 168-169)

jueves, 16 de abril de 2015

Fragmento de la novela "Para subir al cielo..."



CAPITULO IX
DE LA NOVELA “Para subir al cielo…”

Después de almorzar, casi a las dos de la tarde, Iñigo y Jacobo conversaban apoltronados en el apartamento del viejo vasco en la avenida Casanova. En un radio se escuchaba una cinta grabada con canciones de Serrat. Jacobo se la había traído a su amigo, no tanto por tomarle el pelo con ponerle a oír a un cantante catalán, sino porque sabía que sus baladas le traerían recuerdos de sus tiempos de luchador social. Iñigo aceptó escucharlo señalándole que aceptaba a cualquiera de la Península menos “al Julito ese”... Con luna y aves/ las noches son vidrios de puro claras/ las tardes de puro verdes,/ de puro azul esmeraldas. Plata pura, las auroras/ parecen de puro blancas/ y las mañanas son miel/ de puro y puro doradas...
- Maestro, usted se sorprendería al saber que la anamorfosis tiene que ver con el actual mundo de la informática. Son cosas novedosas para nosotros, se lo aseguro. Es decir, me refiero a esa especie de telaraña cibernética que rodea el mundo prendida de unos satélites artificiales con una increíble capacidad para crear espacios irreales, esa especie de áreas que podemos examinar desde afuera, entonces le permiten ubicarse en un punto y acceder al sistema, ¿me entiende? Es como cuando todo está en un disco compacto, y leemos el mensaje en estos sistemas llamados en inglés ci-di-rum. Es increíble como hoy día cada quien pude ser dueño de cierta información que esté protegida, codificada, resguardada y restringida y como para poder conocerla, cualquiera tiene que ubicarse en una perspectiva especial, tener ciertas claves, mirarla desde otro plano, situarse en un punto geométricamente, o espacialmente preciso, pero diferente al que poseen los demás. No sé si me capta la idea amigo Iñigo, le veo la cara amarrada.
- ¡Joder Jacobo! ¡Como hablas de la tecnología moderna! Con cuanta emoción te expresas, pero esas mismas razones, estimado Jacobo, pueden esgrimirse para facilitar el estudio de la pintura antigua y la de hoy día. Desde puntos de vista diferentes, claro está, virtuales si así los quieres llamar. No me jodas llamándome Maestro, y dime, acaso tanta tecnología, ¿podría aplicarse para examinar las pinturas del Bosco? Podrán idealizarlas los surrealistas y darles miles de vueltas los esotéricos, pero el planteamiento de su obra no hay que buscarlo en anagramas ni en palíndromos, no está en discos compactos, puede que parezca estar en claves, pero es más que eso, el significado de sus pinturas están codificados en la conciencia de cada uno de los admiradores o de los estudiosos de su obra. - Acepto, si así lo quieres amigo Iñaki Macho, el que uno puede comparar la situación del Bosco y los cidi con el Aleph de Borges, con el punto vélico, o algo así, ¿me entiendes? Aunque ya veo por la sonrisa que despliegas que no te gustan mucho mis extrapolaciones.
- ¡Hombre Jacobito! Es, como decía el hombre aquel, ¡es todo lo contrario! Es que de la anamorfosis has saltado al Aleph, y de allí a las pinturas del Bosco, y es que, ¡hombre!, entre todas hay un trecho muy largo. Puede que desde el ángulo de su visión un sujeto de antes o de ahora, vea monstruos en sus esmaltes, los detectarán en sus trípticos y puede que estas figuras susciten ideas confusas, pero sus obras son acabadas, precisas, plenas de simbolismos y sobre sus significados son concretos, te repito, las claves están en la mente de cada unos de nosotros. Desde allí, partiendo de ese ángulo especial que además es muy tuyo, si tú lo quieres, verás aparecer cosas que sólo podrán ver los poseedores de esa clave que tú tienes, la de tu imaginación o tu cidirum, como tú lo llames.
- Precisamente y esto viene a propósito de la anamorfosis, yo quería hablarle Maestro Iñigo sobre la creación artística. Usted es un estudioso de la pintura del Bosco. No es un disparate el que yo pretenda asociar la obra de este artista de finales del medioevo con lo que ahora pueden cuantificar las computadoras. Para mí, este tipo de manifestación artística, la pintura, cuando vale la pena, es siempre el producto de un mundo intimista, pero estos universos ya están siendo absorbidos por la cibernética y casualmente por eso, quiero referirme a la pintura, pero lo mismo puedo comentarle sobre la creación literaria. En todo está la cibernética. Fíjese que yo estoy empeñado en informatizar nuestro trabajo en la Medicatura Forense y nadie me da dinero para hacerlo. No salimos del marasmo, del pasado, del atraso. Así somos nosotros...
- Estimado Jacobo, comisario, galeno, investigador, amigo Guzmán, no me digas más Maestro, que me recuerdas la fobia que el difunto José Ignacio le tenía a ese título. ¡Que maestro ni que ocho cuartos! Vamos, tú puedes tutearme, ¡hace ya tanto tiempo que nos conocemos! Así que no me vengas a joder con tus teorías escapándote por la tangente para disertar sobre la literatura, no vayas a andar buscándole una conexión literaria a la obra Bosquiana. Vaya amigo mío, tus escarceos de cuentista y de escritor en ciernes te llevan a lucubraciones brillantes. ¡Quién diría que te ibas a meter otra vez a policía! ¡Joder! ¿Porque no hablamos sobre “El jardín de las Delicias”? Te recuerdo que dejamos pendiente el tema hace más de un mes, y no me vengas ahora a salirte por la secante con la novelística, terminaré por creer que andas distrayéndome como un bachiller en exámenes intercalando la historia de los fenicios, ¿la recuerdas?, cuando eras estudiante...
- Un momento amigo vascongado no, ¡Iñaki de los Iñigos de San Ignacio de Loyola! Achanta un pelo, como dicen ahora los pavos. Estoy tratando de explicar o de explicarte, cual es la relación entre todo esto de las computadoras y cosas tan sutiles como la poesía o como el arte en general. ¿Cuántas veces hemos conversado sobre Neruda?, pero la poesía nunca antes la asociábamos con la computación. Amigo mío, los tiempos cambian, las cosas que se están viendo en ciencia son años luz de las que nosotros vivimos. De repente la cibernética encierra esfuerzos humanos por lograr un acercamiento a la naturaleza, y te digo como Ripley, que aunque usted no lo crea, ella, la madre natura es increíblemente perfecta, es la mejor razón para creer en la existencia de un ser superior, pero cada día que pasa, el hombre está esforzándose más por lograr una aproximación, una búsqueda de sistemas microminiaturizados que nos alejen de la entropía. Por eso, el fenómeno de la creación humana, es algo tan especial, no es una copia de la naturaleza, es algo producido expresamente por el hombre. ¿No es acaso cierto que la gran diferencia entre nuestros complejos, perfectos pero previsibles sistemas y los de nuestros hermanos del reino animal, reside precisamente en la existencia en nosotros de eso que unos llaman el alma?
- Pues para ser animal y vaya que eres bien animal cuando quieres serlo, ¡policía!, para dártelas de ateo, amigo Jacobo le pones a tus teorías un palabrerío tal que más que médico y abogado y buen policía, deberías ensayar para meterte también a político. ¡Hombre que de gamberradas dices en un solo instante!
- Mire amigo vascuence, terco como mula, precisamente por eso insisto en el tema del dibujo, de la pintura, o de la literatura. Esas son las cosas que nos permitirán siempre explorar puntos virtuales del ser humano, esas vivencias servirán para penetrar en la quintaesencia de cosas que han existido dentro de la mente de seres humanos que han sido creadores, unos con más acierto que otros, ciertos poetas, algunos pintores, los escritores y todavía podemos ir más allá, porque hay cosas que están ahí frente a nosotros, ilusos, quienes creemos fielmente en su existencia, en su presencia real, pero pueden ser como los hologramas, estar allí para que hallemos en sus reflejos muchas más cosas de las que realmente existen. Así, muchas cosas, cuentos, son ficciones, son como la literatura, creaciones del espíritu humano...
- Pues si que estaría bien que se plasmaran en holografías todas las inquietudes y tantas alegorías como las que encierran las pinturas de Don Gerónimo. Sería algo fantasmagórico, ¿no es cierto Jacobo?
- Déjame contarte algo Iñigo. Hace poco supe que sólo trece años después de haber nacido el Bosco, vivió en Europa un tal Palissy quien se ocupaba de la jardinería y escribió un libro denominado “La receta verdadera”. Este autor se internó en mundos insospechados y lo hizo indagando la naturaleza cosmogónica de ciertas visiones o ensoñaciones las cuales para esa época le permitirían conocer estratos muy diferentes a los de la vida común. Claro está que para ese tiempo, todo eso estaba más allá de la comprensión de sus semejantes y como era de esperarse, fue considerado por sus contemporáneos como un vil hereje, y lo liquidaron Iñigo!, sé lo peinó la Inquisición.
- ¡Ah bendita Santa Inquisición! Pues mira bien, con todo y sus pinturas el viejo brabanzón que era Don Gerónimo no fue nunca visitado por los inquisidores, no lo llamaron nunca a botón. Después de muerto, pues esa ya es harina de otro costal, pero en vida, ¡nunca! Puede que fuese porque sus ideales eran prístinos, puede que fuese por otra razón, quizás su mente fuese más pura y angelical de lo que creen tus contemporáneos. Posiblemente en aquel entonces tantos horrores eran del común y él no era tan mal interpretado, como ahora...
- Me figuro que así fue, y si alguno debe saberlo eres tú quien ha estudiado a fondo su obra, pero igual sabrás que son muchos quienes lo ha catalogado de hereje o de ser un morboso creador de tantas diabluras. Sin duda alguna que el dibujo y la pintura de cada época nos hablan de sus autores, nos cuentan sobre su tiempo, sus preocupaciones, pero además las creaciones artísticas pueden servir para sumergirnos dentro de las vidas de sus autores, de sus personalidades, fantasiosas o no. El escritor es igualmente testigo de su época. Lo cierto es que la irrealidad se mezcla con la vida misma en la obra de cada artista, por eso la literatura existe para inventar la vida. Pienso que el arte de la pintura no es meramente retratar, los artistas viven para recrearse, ellos no son meras cámaras fotográficas, ellos pueden bucear en universos extraños, los cuales, pueden haber existido en sus mentes desde niños, cosas quizás parecidas a las que habitan en la imaginación de muchos de nosotros, ¡desde tantísimos siglos atrás! De repente, hoy en día nos pueden parecer curiosas, disparatadas, difíciles o incomprensibles, pero tal vez sean tan solo expresiones de los problemas cotidianos.
- Eso sucede con el Bosco, comisario Guzmán. Eso mismo es lo que ha ocurrido con ese hombre, Don Gerónimo, a quien han tratado de asimilarlo al surrealismo o a extrañas costumbres satánicas, gnóstico, esotérico, homosexual, alquimista, brujo, de todo han dicho de él. De todo, menos que tenía costumbres, como las de los seres humanos comunes de la Edad Media. Lo de satanizar a algunas gentes, el crearles fama de malos, siempre este tipo de acusaciones es el producto de la inventiva de hombres perversos, inquisidores, fanáticos quienes buscan crear una aureola de misterio alrededor de hechos que pueden ser los más sencillos actos de creación de la mente, de ahora o de otros tiempos. Aunque no queramos aceptarlo, ellos, quienes vivieron en el medioevo fueron tan humanos y tan normales o tan animalejos como nosotros.
- Iñigo, yo he recordado ahora algo que leí sobre la época del Renacimiento. Existió un fraile franciscano quien dibujaba las paredes de un convento en Italia, el hombre pintaba frescos con mágicas escenas derivadas de una pintura artificial creada por él al lograr una extraña y perversa distorsión de las leyes de la perspectiva. Este tipo de investigaciones, un poco como las que desarrolló Leonardo da Vinci, como las que se atrevió a hacer Andrea Vesalio desafiando las doctrinas de Galeno, serían las que darían origen a corrientes tan fabulosas como el Barroco, el cual pareció querer destruir la geometría Euclidiana para crear en la arquitectura y en la literatura un abigarrado mundo hiperbólico y desmensurado, pero de singular belleza.
- ¿Otra vez vuelves con el Barroco amigo Jacobo? Bien, allí estás, lanza en ristre a la defensa del Barroco en el arte y en particular en la literatura. Cada cual con sus manías. Ya calculaba yo que vendrías a terminar argumentando sobre tu pasión literaria y sin embargo, es tan sencillo. El buscar una aproximación a la obra pictórica de Don Gerónimo es simple. ¿Podríamos intentar un acercamiento con las letras al pensamiento de Hyeronimus Bosch? ¿Una aproximación literaria? Tal vez ensayística, pero, te lanzo un reto, quizás para que lo pienses. ¿Qué tal escribir desde el pellejo de Don Gerónimo? Más difícil aún ¿Podrías acaso tratar de escribir lo que pensaba el Bosco? ¿Cómo imaginar los giros de su mente cuando se dedicaba a pintar sus trípticos? ¿Cómo predecir lo que estaría rondando en su cabeza, en su mente brabanzona, neerlandesa, católica y medieval? Ese es un reto Jacobo Guzmán. ¿Serás capaz de escribir lo que pensaba el pintor neerlandés cuando dibujaba sus fantasiosas creaciones?
- Me gusta esa propuesta mi querido vascongado, me encanta ese reto. Escribir es difícil, además en el silencio de la lectura cualquier monstruo puede ser imaginado por cada lector de una manera diferente, son miles las posibilidades que se abren ante la creación literaria. Hablamos de escribir literatura que no es lo mismo que plasmar en letras la pintura o más simplemente el pensamiento. Esto es algo importante. Entiéndeme Iñigo, que es vital para mí el que captes lo que te quiero decir. De una manera sencilla o complicada las ideas pueden fluir en la mente de cualquier ser humano, cualquiera puede tratar de escribir lo que piensa otro individuo, mas no es sencillo traducir esas ideas al lenguaje literario, no es tan simple, ¿me entiendes?
- Bien Jacobito, ya estás de lleno en tu campo, pasamos de la pintura a la creación literaria. De algo estoy convencido, escribir bien no es puramente un acto de divina inspiración.
- ¡Bravo Iñigo Machim! Estoy de acuerdo. El acto de crear literatura requiere de trabajo. Insisto en que estoy hablándote del lenguaje literario porque quiero que aceptes que escribir no es tan solo decir cosas, escribirlas no es sólo poner en letras el lenguaje oral, las cosas hay que decirlas de una cierta manera para que sean de veras literatura. El papiro de Eberth o el código de Hamurabi no creo sea visto como literatura, no así el poema de Gilgamesh, ¿cierto? Aceptarás que tampoco son literatura lo que llena a diario las páginas del New York Times o de El Nacional. ¡Es que hoy en día existe cada ser con unas ideas!, el otro día uno de esos nuevos escritores, y extranjero para mayor desastre, decía pontificando, como él podía escribir una novela subiendo en un ascensor, así de breve, sin erratas, como le saliera. ¿Sabes porque? Al tipo ya lo han consagrado. Hay mucho de eso, de las roscas, ya sabes, si las hay en el poder judicial y en el ejercicio forense… ¿Cómo no van a existir en el arte y en la literatura nacional? De ese tema ya hemos conversado bastante en otras ocasiones, ¿lo recuerdas?, en este campo funciona muy bien aquello de las reputaciones consagradas y son muchas las nulidades engreídas... No sé si de veras me entiendes amigo Iñigo, pero para mí, el hecho de ser un escritor no reside en transcribir al papel algo como quien coloquialmente relata una visión o inventa un cuento. Tampoco es lo mismo decirlo, porque la oralidad y la retórica pueden ser muy certeras y hasta efectivas, pero ellas tampoco son literatura. Ciertamente todo este lío lo inicié yo metiéndome con la anamorfosis a través de las pinturas bosquianas, pero insisto en que la capacidad para transformar palabras que existan dentro de la mente en historias pintadas o escritas ha sido desde hace muchos siglos una característica primaria del ser humano pensante.
-¡Bien por el homo sapiens comisario Jacobo!
- A pesar de eso, yo creo que las palabras no bastan para hacer literatura. El transcribir las ideas ordenadas y cotejadas, enhebradas en algo que tenga una secuencia y que pueda denominarse lenguaje literario, es una situación muy especial. No creo que pueda surgir así, de la nada, dudo que sea algo que pueda parir cualquier individuo sin ningún esfuerzo. Todo se ha dicho, lo importante es cómo expresarlo. La novela puede proponerse como un modelo de creación, ella, estando sujeta al lenguaje escrito con todas las reglas gramaticales, permite grandes aproximaciones dejando fluir la imaginación del autor por cual senda él quiera. La literatura, para mí, tiene la extraña dualidad de combinar el sentido artístico con el científico, nace y se alimenta de invenciones mentales, de creaciones más que de vivencias, por lo cual la creación literaria es un ejemplo ideal del producto de la imaginación humana. Por ello precisamos del uso activo de nuestro cerebro para enfrentarnos a los libros. Para mí, la literatura es bastante más compleja que la creación pictórica. Las imágenes dibujadas están allí y desde ellas, ya existen ciertas restricciones a la imaginación. Siempre he creído que en el cine y en la televisión donde la pantalla aporta imágenes visuales y auditivas, se te facilitan las secuencias de lo que ocurre, no te da mucho tiempo ni opciones, no te da muchas oportunidades para que reflexiones o analices, no tantas como la literatura. ¿Cierto?
- ¡Te has lanzado en la diatriba más desquiciada que jamás haya escuchado Jacobito! Para defender la literatura, tú estás arremetiendo contra la pintura, el cine, la televisión, la plástica en general, o lo que es igual contra la luz y el color. Jacobo Guzmán, creo que te has propasado en tu entusiasmo y por consiguiente pienso que debemos retomar el hilo perdido y volver al Bosco y a la pintura neerlandesa.
- ¡Bah, Iñigo! ¿Porqué no a Chagal, a Miró, o a Dalí?, y no te estoy jodiendo la vida restregándote a los catalanes, amigo vascongado frenético, te digo ellos, pero igual me daría cualquier pintor bueno, puesto que la pintura como la escritura no es otra cosa sino símbolos producidos con los dedos, con pinceles, espátulas, lápices o el teclado de un microcomputador. Son los humanos quienes crean los libros y los cuadros, tal vez por eso también se ha dicho que no hay autores sino lectores, pues hemos de ser los lectores, nosotros, quienes interpretemos las ideas transformadas en letras y frases que han plasmado en el papel otros seres humanos, los que inventaron la literatura. Podría cualquier persona imaginar la importancia de transcribir conceptos filosóficos, ideas elucubradas por personajes como Sócrates o Platón, o de intentar una aproximación a doctrinas o ideas de otros seres humanos como Santo Tomás o Santa Teresa, y cito los ejemplos religiosos, no por tu situación personal, más bien por la connotación mágico-religiosa-tribal tan ecuménica, en ese sentido universal común a las diversas culturas que ha existido desde que el hombre comenzó a erguirse sobre sus pies en las cavernas del cuaternario.
- Me emociona oírte Jacobo Guzmán. Servirías para político, te lo repito. ¡Dígame usted toda esta diatriba gratuita, desde el Bosco a los cavernícolas y desde luego, los escritores! Ahora, a las cuevas de Altamira, ¡joder! Pero me agrada escucharte amigo policía cuentista, me da gusto el calor que le pones a tus diálogos.
- Pues yo insisto Iñigo, que todo esto de lo que hablamos es de lo mismo, en la medida que proviene del hombre, la pintura y la literatura son íntimas y fíjate que no trato de bucear en conceptos aristotélicos. Es más sencillo que eso, se trata de la clave del disco compacto, de querer aceptar que eres tú quien puede dilucidar donde está el secreto, las claves de una pintura o de la lectura de una novela. En medio de la sencillez de Tolstoi, o la de Borges, o frente a la abigarrada desmesura de un texto Lezamiano, tú mismo presionarás tus teclas y pronto todo te lo dirá la cibernética. Pero, si tú eres libre, podrás igualmente imaginarlo a tu antojo y diseñar los programas para los robots...
- ¡Joder Jacobito!, ¡que me tienes boquiabierto hombre! Los ordenadores nos controlarán y Orwell estaba en lo cierto, pero tú como gato bocarriba, acaso… ¿Ya andas paseando tu Arturdito o todavía pataleas contra el progreso? En medio de todo, lo pienso y lo repienso y termino por creer que no te entiendo muy bien.
- Quiero demostrarte Iñigo amigo, que las cosas no existen dentro de las hojas de los libros, ni tan siquiera están allí en las tablillas esmaltadas de algunos trípticos, el asunto está en lo que cada uno de nosotros tenga dentro de su cabeza y en lo que pueda y deba hallar cada quien, ¿o cada cual? Además eso tú bien lo sabes. Allí está esa tecla que abre las vías de comunicación entre unas hojas impresas y lo que algún invencionero escribidor decidió un día crear para plasmarlo en letras. Hablo, mi amigo, de llevar el lenguaje literario a un proceso casi científico que vaya más allá de la ficción, de trasladarlo a la propia inventiva del narrador, para poder ser capaces de provocar en la mente del lector imágenes que abran mundos nuevos con vasos comunicantes, entre el autor y todos aquellos quienes tengan la suerte de acceder a través de las letras en cada sistema, en cada página, a cualquier obra de la literatura. La interrogante reside en cómo pudieron algunos seres, ¡no cualquier hombre tiene esa facultad!, lograron decía, convertir el fluir del pensamiento en una creación literaria. Si el acto de leer, de detectar las claves y meterse en el mundo irreal de una novela es difícil, hacer literatura es navegar con la corriente de ideas que transitan por la mente humana, y arrastrar en ella a cualquier lector, eso, no es sencillo. Creo que estamos de acuerdo, pero esto puede transformarse en un reto para cualquiera. Es muy fácil entender que todo eso tiene que ser un proceso sumamente complejo. ¿Cómo lograr patrones homogéneos al describir las ideas de cada individuo? Si aceptamos que es infinitesimal la diversidad de los caracteres y son miríadas de variables las que pueden darse en cada persona, entre gentes de una misma región, de un mismo país, con costumbres o raíces culturales y genéticas diferentes, ¿qué tal si se les compara con hombres y mujeres de épocas diferentes?, de años, ¿o de siglos atrás?, la situación puede ser más compleja. No obstante, siendo todos seres humanos, afortunadamente algo habrá de uniforme, de común o de universal en la ordenación de las ideas... Algún detalle existirá que facilite llevarlas al territorio de las letras con acierto. Allí está el secreto, en esas claves. Esas son las que descubrirá la cibernética y tendremos ese magma electrónico entrelazado desde el espacio exterior, una telaraña que conformará la literatura del pasado enrollándonos hacia el futuro.
- Todos somos hijos de Dios Nuestro Señor y como criaturas creadas a su imagen y semejanza estamos en este mundo en sus manos sabias, llenas de paz y de amor. Tu delirio cibernético es absolutamente irreal, pero yo soy capaz de aceptar tus teorías o lucubraciones fantasiosas. Está bien, puede que muy pronto todo se vaya al diablo arrollado por un ejército cibernético y las computadoras dominen el planeta. ¿Complacido?
-Tal vez es cierto, la vida además es muy breve. Todavía hay otras variables que se me escapan mi querido Iñigo. La ficción y la realidad. Los personajes que discurren en las novelas son ficticios, han nacido de la mente de sus creadores y por tanto es más complejo el transformar las ideas de inventos o de seres imaginarios en palabras escritas. Tú dirás que lo mío es una obsesión, pero, ¿te figuras lo interesante que pudiese resultar liberar las ideas del contexto del idioma?, este puede ser otro aspecto del problema, pero sin duda mucho más sutil Como un ejemplo casi paradigmático de este tema, siempre en mi mente aparecerá el atrevimiento de James Joyce al lograr con maestría el transcribir el fluir del pensamiento. También lo han logrado muchos otros. Por cierto, fíjate que lo ejecutó con brillo un escritor asimilado como no, Juan Martín Santos, hace años cuando escribió “Tiempo de silencio” y son unos u otros quienes lo intentan y lo coronan. Proceso este del cual hablamos, y pienso yo que no ha sido muy frecuentemente un logro feliz dentro de nuestra literatura hispanoamericana. Piensa y repiensa el personaje Víctor creado por Javier Marías en “Mañana en la batalla piensa en mí”, pero quizás en ese pensar se le atraviesan demasiadas palabras, tal y como lo hiciera en su lenguaje campesino y un tanto barroco el José Trigo de Fernando del Paso, quizás más certeramente el moribundo Artemio Cruz nacido de Carlos Fuentes, ¿y qué decir de la Maga y de Oliveira? ¡Viva Cortázar! ¿Acaso conoces algo más cinematográficamente hermoso y a la vez más real que los personajes de Manuel Puig? Sin duda alguna, es la novela el género que mejor se adapta para crear corrientes de pensamiento llevándolas con brillantez al plano de la literatura. Ya lo decía Don Pío Baroja, otro donostiarra. ¡Que te los estoy recordando a todos tus gudaris Iñigo amigo! Pues, Baroja al referirse a la novela decía que ella era “como la corriente de la historia, no tiene ni principio ni fin, empieza y acaba donde se quiera”. ¡Ves Iñigo amigo como te cito a tus literatos, tan guipuzcoanos como los que llegaron con la Real Compañía a comerciar nuestros productos en la época de la Colonia! A los que se les alzó el zambo Andresote... Pero debo callarme porque ya he hablado más de la cuenta y ciertamente, dejé muy atrás “El Jardín de las Delicias” para penetrar en las delicias del intrincado bosque de la literatura.
Iñigo sonriendo se levantó de su asiento para dirigirse a la cocina. El agua caliente estaba pitando en una olla, lista para preparar la infusión. Buscó con su vista la cajita con las hojas de manzanilla, tomó la lata del té y sacó de un frasquito varios trozos de canela y clavos de especie. Entonces se volvió hacia Jacobo y le dijo.
- Dame una oportunidad para decirte algo sobre el Bosco, mi querido comisario, doctor Jacobito Guzmán, escritor del futuro en este país. Hoy he pasado el día con una tonada en la cabeza. ¿Sabes cuál? Esa que dice... “Para subir al cielo se necesita, una escalera grande y otra chiquita” Curioso... ¿Verdad? Quiero decirte algunas cosas sobre una de las pinturas de Don Gerónimo. ¿Te he hablado alguna vez sobre las tablas del Palacio de los Dogos en Venecia? Creo pueden interesarte. Una de ellas se refiere al ascenso a los cielos, la subida de los bienaventurados al “coelum empyreum”. Pero, ya recordarás que son cuatro las tablillas llamadas “La caída de los condenados”, “El infierno”, “La subida al cielo” y “El Paraíso”. Son muy oscuras y han sido muy retocadas, pero te interesará lo que te cuento, ¿sabes?, ellas posiblemente constituían partes de un retablo del Juicio Final. El infierno es muy particular, porque es otro más de unos cuantos infiernos pintados por el Bosco y no digo nada de su maestría y habilidades en las diversas recreaciones sobre los sitios de tortura para los condenados. Verás, este infierno del Palacio de los Dogos, en Venecia, tiene algo especial. Como en todas las tablas, el paisaje es muy oscuro y evidentemente se repite el incendio, posiblemente el recuerdo cruel de su experiencia infantil, el abismo y la muerte están siempre presentes puesto que son parte de la filosofía medieval asociada al sitio donde habitan los condenados, al igual que las charcas de aguas cenagosas que simbolizan el pecado donde todos yacen enfangados. Pero este es un infierno sencillo, el más simple de los Avernos bosquianos, sin mucha violencia, sin grandes torturas. El paisaje es el habitual, con las rocas negras, el río cruzado por siniestros resplandores del lejano incendio, y los suplicios se restringen a la muerte por sumersión y el degollamiento. Los que cumplen estos desagradables cometidos tampoco son los monstruos metamorfoseados que estamos acostumbrados a ver en las pinturas del Bosco. Hay un personaje central, un hombre desnudo y en actitud de meditación y una bestia adornada con alas violaceoverdosas y plumas doradas, un repugnante ser animal y humano, mezcla de roedor y felino con patas de reptil, genio maligno de las tinieblas que agarra por un brazo a su víctima en tanto que otra bestia semejante le pasa una espada por el cuello a otro de los seres inermes, los únicos que no se están ahogando en las charcas donde algunos demonios se zambullen mostrando que también poseen cola. Curiosamente, y esto es una de las cosas que te quería comentar, en el borde de una roca, un negro cuervo pareciera decir como el de Poe, nunca más. Pero, lo que te he relatado, ya veo que no te impresiona porque con seguridad no es otra cosa sino la recreación de tu trabajo en la morgue de Bello Monte y no era esa mi intención, no es del infierno de lo te quería hablar. Espera, francamente te digo, es de algo que ya discutíamos previamente, a propósito de la tonada que recuerda las necesarias escaleras para ascender al empíreo. Para subir al cielo... Verás, esta ascensión a los cielos del Bosco, es muy particular, es más, creo que es única. La subida al cielo, está plasmada en el cruzar un cilindro concéntrico de esplendoroso brillo, es la subida hacia la luz, el ascenso a las esferas celestiales, al resplandor del más allá. Me parece a mí que el Bosco pintó algo como lo que ahora se acostumbra a mostrar en las experiencias denominadas de la “vida después de la vida”. Para subir al cielo, se necesitan ciertas escaleras, pero en las tablas del Palacio de los Dogos lo que se observa es la profundidad del abismo luminoso, la que el maestro Ruysbroeck denominaba en su lenguaje medieval “la inmensa luz esencial, el resplandor inconmensurable de total alcance, inamovible e incorruptible”. Es la llamada “columna de gloria” que Tolnay trató de relacionar con “El Paraíso” de Dante. Sin duda alguna el túnel de luz con radiaciones y segmentos semicirculares son un reflejo de los diagramas zodiacales de la época, o algo como el eneagrama creado por Ouspensky y su maestro Gurdjieff... Ya sabes a lo que me refiero. Las circunferencias en el chorro de luz necesario para subir al cielo, seguramente son los círculos, exotérico, mesotérico, esotérico y el isotérico, el más luminoso, el de los hombres superiores, los del centro mismo donde se alcanza la inmortalidad y se tienen todos los puntos reunidos en uno solo.
- Iñigo querido, eso que me dices pintó el Bosco a finales del medioevo es un sencillo Aleph borgiano con un resuelve cortazariano. No puedes dejar atrás a las pinturas circulares del budismo Zen, las del Zen Sangai, donde el círculo de la iluminación es la perfección total. Por eso al incorporar estos conceptos a la literatura en Rayuela, Cortázar creó una obra maestra. Rayuela es una novela Zen, una novela mandala...
- ¿Tú pretenderás proponer que Don Gerónimo, ya sabía sobre estas cosas? Tú serás uno de los que lo cree alquimista y mago. ¡Ay, que no se entere la Santa Inquisición!
- Pues eso, estimado vasco recalcitrante, ese punto, sólo podemos dejarlo a la imaginación de cada uno. Tú mismo me has hablado de como su vida quedó marcada por el incendio padecido en la infancia, ese fuego de todos los fuegos, y ¿ya ves como regreso insensiblemente a Cortázar? Terminaremos aceptando con Bachelard que el fuego es el verdadero elemento de unificación, tal vez la fijación de tu atormentado Don Jerónimo.
- ¿El fuego purificador Jacobito? O... ¿Acaso te estarás refiriendo al fuego destructor de los infiernos? Creo que no lo podremos averiguar nunca, al menos aquí en nuestra efímera existencia. Lo cierto es que Don Gerónimo transformó las escaleras grande y chiquita, esas que dicen necesitamos para subir al cielo, en un túnel fosforescente. Me figuro que con esa pintura, él esperaba reflejar los planteamientos de su maestro Ruysbroeck sobre el cielo, donde el corazón se abre de gozo y de deseo y se abren todas las venas y todas las potencias del alma se colman de vida... Con el uso de la luz para expresar la Divinidad, el Bosco plantea una situación que se puede interpretar como original a la luz de las oscuras creencias medievales, indudablemente muy acertada en su expresión plástica y tal vez como imitación, esa idea, será explorada por algunos pintores alemanes del siglo XVI. ¿No te parece interesante?
- Sí. ¡La del Bosco fue una curiosa manera de pintar! ¿De dónde sacaría tantas ideas?
- Pues óyeme Jacobo, en aquellos tiempos en la vecindad de Hertogenbosch estaba Holanda, con provincias mucho más pobres que Flandes y Brabante, pero Holanda tenía en sus artistas a los más finos exponentes de una expresividad bíblica muy natural, particularmente sus más preclaros exponentes eran los iluminadores de manuscritos. Estos artistas de la pintura, hacían trabajos tan finos y detallistas como los que más adelante caracterizaron a la pintura de Hyeronimus Bosch. La ciudad de Utrecht, era una de las ciudades arzobispales y uno de los principales centros de los iluminadores. Puede ser que Hyeronimus asistiera a estos talleres en su juventud. Eso nadie lo sabe, pero es factible. Si uno examina los manuscritos iluminados por Evert van Soudenbalch, un maestro iluminador de Utrech, quien vivió y trabajó durante la infancia del Bosco, se ven extraños paralelismos que reflejan grandes similitudes entre las pinturas religiosas de Hyeronimus y las escenas bíblicas del taller del maestro Soudenbalch. El libro de las Horas de Catalina de Cleves puede ser otro fiel exponente de esta teoría que se transparenta al observar la atmósfera y la composición de ciertas obras del Bosco, como la Epifanía, la que se encuentra en Filadelfia...
Fin del Capítulo IX, con algunas ligeras modificaciones.
Jorge García Tamayo, abril, 2015