CAPITULO IX
DE LA NOVELA “Para subir al cielo…”
Después de almorzar, casi a las
dos de la tarde, Iñigo y Jacobo conversaban apoltronados en el apartamento del
viejo vasco en la avenida Casanova. En un radio se escuchaba una cinta grabada
con canciones de Serrat. Jacobo se la había traído a su amigo, no tanto por
tomarle el pelo con ponerle a oír a un cantante catalán, sino porque sabía que
sus baladas le traerían recuerdos de sus tiempos de luchador social. Iñigo
aceptó escucharlo señalándole que aceptaba a cualquiera de la Península menos
“al Julito ese”... Con luna y aves/ las noches son vidrios de puro claras/ las
tardes de puro verdes,/ de puro azul esmeraldas. Plata pura, las auroras/
parecen de puro blancas/ y las mañanas son miel/ de puro y puro doradas...
- Maestro, usted se sorprendería
al saber que la anamorfosis tiene que ver con el actual mundo de la
informática. Son cosas novedosas para nosotros, se lo aseguro. Es decir, me
refiero a esa especie de telaraña cibernética que rodea el mundo prendida de unos
satélites artificiales con una increíble capacidad para crear espacios
irreales, esa especie de áreas que podemos examinar desde afuera, entonces le
permiten ubicarse en un punto y acceder al sistema, ¿me entiende? Es como
cuando todo está en un disco compacto, y leemos el mensaje en estos sistemas
llamados en inglés ci-di-rum. Es increíble como hoy día cada quien pude ser
dueño de cierta información que esté protegida, codificada, resguardada y
restringida y como para poder conocerla, cualquiera tiene que ubicarse en una
perspectiva especial, tener ciertas claves, mirarla desde otro plano, situarse
en un punto geométricamente, o espacialmente preciso, pero diferente al que
poseen los demás. No sé si me capta la idea amigo Iñigo, le veo la cara amarrada.
- ¡Joder Jacobo! ¡Como hablas de
la tecnología moderna! Con cuanta emoción te expresas, pero esas mismas
razones, estimado Jacobo, pueden esgrimirse para facilitar el estudio de la
pintura antigua y la de hoy día. Desde puntos de vista diferentes, claro está,
virtuales si así los quieres llamar. No me jodas llamándome Maestro, y dime,
acaso tanta tecnología, ¿podría aplicarse para examinar las pinturas del Bosco?
Podrán idealizarlas los surrealistas y darles miles de vueltas los esotéricos,
pero el planteamiento de su obra no hay que buscarlo en anagramas ni en
palíndromos, no está en discos compactos, puede que parezca estar en claves,
pero es más que eso, el significado de sus pinturas están codificados en la
conciencia de cada uno de los admiradores o de los estudiosos de su obra. -
Acepto, si así lo quieres amigo Iñaki Macho, el que uno puede comparar la
situación del Bosco y los cidi con el Aleph de Borges, con el punto vélico, o
algo así, ¿me entiendes? Aunque ya veo por la sonrisa que despliegas que no te
gustan mucho mis extrapolaciones.
- ¡Hombre Jacobito! Es, como
decía el hombre aquel, ¡es todo lo contrario! Es que de la anamorfosis has
saltado al Aleph, y de allí a las pinturas del Bosco, y es que, ¡hombre!, entre
todas hay un trecho muy largo. Puede que desde el ángulo de su visión un sujeto
de antes o de ahora, vea monstruos en sus esmaltes, los detectarán en sus
trípticos y puede que estas figuras susciten ideas confusas, pero sus obras son
acabadas, precisas, plenas de simbolismos y sobre sus significados son
concretos, te repito, las claves están en la mente de cada unos de nosotros.
Desde allí, partiendo de ese ángulo especial que además es muy tuyo, si tú lo
quieres, verás aparecer cosas que sólo podrán ver los poseedores de esa clave
que tú tienes, la de tu imaginación o tu cidirum, como tú lo llames.
- Precisamente y esto viene a
propósito de la anamorfosis, yo quería hablarle Maestro Iñigo sobre la creación
artística. Usted es un estudioso de la pintura del Bosco. No es un disparate el
que yo pretenda asociar la obra de este artista de finales del medioevo con lo
que ahora pueden cuantificar las computadoras. Para mí, este tipo de
manifestación artística, la pintura, cuando vale la pena, es siempre el
producto de un mundo intimista, pero estos universos ya están siendo absorbidos
por la cibernética y casualmente por eso, quiero referirme a la pintura, pero
lo mismo puedo comentarle sobre la creación literaria. En todo está la
cibernética. Fíjese que yo estoy empeñado en informatizar nuestro trabajo en la
Medicatura Forense y nadie me da dinero para hacerlo. No salimos del marasmo,
del pasado, del atraso. Así somos nosotros...
- Estimado Jacobo, comisario,
galeno, investigador, amigo Guzmán, no me digas más Maestro, que me recuerdas
la fobia que el difunto José Ignacio le tenía a ese título. ¡Que maestro ni que
ocho cuartos! Vamos, tú puedes tutearme, ¡hace ya tanto tiempo que nos
conocemos! Así que no me vengas a joder con tus teorías escapándote por la
tangente para disertar sobre la literatura, no vayas a andar buscándole una
conexión literaria a la obra Bosquiana. Vaya amigo mío, tus escarceos de
cuentista y de escritor en ciernes te llevan a lucubraciones brillantes. ¡Quién
diría que te ibas a meter otra vez a policía! ¡Joder! ¿Porque no hablamos sobre
“El jardín de las Delicias”? Te recuerdo que dejamos pendiente el tema hace más
de un mes, y no me vengas ahora a salirte por la secante con la novelística,
terminaré por creer que andas distrayéndome como un bachiller en exámenes
intercalando la historia de los fenicios, ¿la recuerdas?, cuando eras
estudiante...
- Un momento amigo vascongado no,
¡Iñaki de los Iñigos de San Ignacio de Loyola! Achanta un pelo, como dicen
ahora los pavos. Estoy tratando de explicar o de explicarte, cual es la
relación entre todo esto de las computadoras y cosas tan sutiles como la poesía
o como el arte en general. ¿Cuántas veces hemos conversado sobre Neruda?, pero
la poesía nunca antes la asociábamos con la computación. Amigo mío, los tiempos
cambian, las cosas que se están viendo en ciencia son años luz de las que
nosotros vivimos. De repente la cibernética encierra esfuerzos humanos por
lograr un acercamiento a la naturaleza, y te digo como Ripley, que aunque usted
no lo crea, ella, la madre natura es increíblemente perfecta, es la mejor razón
para creer en la existencia de un ser superior, pero cada día que pasa, el
hombre está esforzándose más por lograr una aproximación, una búsqueda de
sistemas microminiaturizados que nos alejen de la entropía. Por eso, el
fenómeno de la creación humana, es algo tan especial, no es una copia de la
naturaleza, es algo producido expresamente por el hombre. ¿No es acaso cierto
que la gran diferencia entre nuestros complejos, perfectos pero previsibles
sistemas y los de nuestros hermanos del reino animal, reside precisamente en la
existencia en nosotros de eso que unos llaman el alma?
- Pues para ser animal y vaya que
eres bien animal cuando quieres serlo, ¡policía!, para dártelas de ateo, amigo
Jacobo le pones a tus teorías un palabrerío tal que más que médico y abogado y
buen policía, deberías ensayar para meterte también a político. ¡Hombre que de
gamberradas dices en un solo instante!
- Mire amigo vascuence, terco
como mula, precisamente por eso insisto en el tema del dibujo, de la pintura, o
de la literatura. Esas son las cosas que nos permitirán siempre explorar puntos
virtuales del ser humano, esas vivencias servirán para penetrar en la
quintaesencia de cosas que han existido dentro de la mente de seres humanos que
han sido creadores, unos con más acierto que otros, ciertos poetas, algunos
pintores, los escritores y todavía podemos ir más allá, porque hay cosas que
están ahí frente a nosotros, ilusos, quienes creemos fielmente en su
existencia, en su presencia real, pero pueden ser como los hologramas, estar
allí para que hallemos en sus reflejos muchas más cosas de las que realmente
existen. Así, muchas cosas, cuentos, son ficciones, son como la literatura,
creaciones del espíritu humano...
- Pues si que estaría bien que se
plasmaran en holografías todas las inquietudes y tantas alegorías como las que
encierran las pinturas de Don Gerónimo. Sería algo fantasmagórico, ¿no es
cierto Jacobo?
- Déjame contarte algo Iñigo.
Hace poco supe que sólo trece años después de haber nacido el Bosco, vivió en
Europa un tal Palissy quien se ocupaba de la jardinería y escribió un libro
denominado “La receta verdadera”. Este autor se internó en mundos insospechados
y lo hizo indagando la naturaleza cosmogónica de ciertas visiones o
ensoñaciones las cuales para esa época le permitirían conocer estratos muy
diferentes a los de la vida común. Claro está que para ese tiempo, todo eso
estaba más allá de la comprensión de sus semejantes y como era de esperarse,
fue considerado por sus contemporáneos como un vil hereje, y lo liquidaron
Iñigo!, sé lo peinó la Inquisición.
- ¡Ah bendita Santa Inquisición!
Pues mira bien, con todo y sus pinturas el viejo brabanzón que era Don Gerónimo
no fue nunca visitado por los inquisidores, no lo llamaron nunca a botón.
Después de muerto, pues esa ya es harina de otro costal, pero en vida, ¡nunca!
Puede que fuese porque sus ideales eran prístinos, puede que fuese por otra
razón, quizás su mente fuese más pura y angelical de lo que creen tus
contemporáneos. Posiblemente en aquel entonces tantos horrores eran del común y
él no era tan mal interpretado, como ahora...
- Me figuro que así fue, y si
alguno debe saberlo eres tú quien ha estudiado a fondo su obra, pero igual
sabrás que son muchos quienes lo ha catalogado de hereje o de ser un morboso
creador de tantas diabluras. Sin duda alguna que el dibujo y la pintura de cada
época nos hablan de sus autores, nos cuentan sobre su tiempo, sus
preocupaciones, pero además las creaciones artísticas pueden servir para
sumergirnos dentro de las vidas de sus autores, de sus personalidades, fantasiosas
o no. El escritor es igualmente testigo de su época. Lo cierto es que la
irrealidad se mezcla con la vida misma en la obra de cada artista, por eso la
literatura existe para inventar la vida. Pienso que el arte de la pintura no es
meramente retratar, los artistas viven para recrearse, ellos no son meras
cámaras fotográficas, ellos pueden bucear en universos extraños, los cuales,
pueden haber existido en sus mentes desde niños, cosas quizás parecidas a las
que habitan en la imaginación de muchos de nosotros, ¡desde tantísimos siglos
atrás! De repente, hoy en día nos pueden parecer curiosas, disparatadas,
difíciles o incomprensibles, pero tal vez sean tan solo expresiones de los
problemas cotidianos.
- Eso sucede con el Bosco,
comisario Guzmán. Eso mismo es lo que ha ocurrido con ese hombre, Don Gerónimo,
a quien han tratado de asimilarlo al surrealismo o a extrañas costumbres
satánicas, gnóstico, esotérico, homosexual, alquimista, brujo, de todo han
dicho de él. De todo, menos que tenía costumbres, como las de los seres humanos
comunes de la Edad Media. Lo de satanizar a algunas gentes, el crearles fama de
malos, siempre este tipo de acusaciones es el producto de la inventiva de
hombres perversos, inquisidores, fanáticos quienes buscan crear una aureola de
misterio alrededor de hechos que pueden ser los más sencillos actos de creación
de la mente, de ahora o de otros tiempos. Aunque no queramos aceptarlo, ellos,
quienes vivieron en el medioevo fueron tan humanos y tan normales o tan
animalejos como nosotros.
- Iñigo, yo he recordado ahora
algo que leí sobre la época del Renacimiento. Existió un fraile franciscano
quien dibujaba las paredes de un convento en Italia, el hombre pintaba frescos
con mágicas escenas derivadas de una pintura artificial creada por él al lograr
una extraña y perversa distorsión de las leyes de la perspectiva. Este tipo de
investigaciones, un poco como las que desarrolló Leonardo da Vinci, como las
que se atrevió a hacer Andrea Vesalio desafiando las doctrinas de Galeno,
serían las que darían origen a corrientes tan fabulosas como el Barroco, el
cual pareció querer destruir la geometría Euclidiana para crear en la
arquitectura y en la literatura un abigarrado mundo hiperbólico y desmensurado,
pero de singular belleza.
- ¿Otra vez vuelves con el
Barroco amigo Jacobo? Bien, allí estás, lanza en ristre a la defensa del
Barroco en el arte y en particular en la literatura. Cada cual con sus manías.
Ya calculaba yo que vendrías a terminar argumentando sobre tu pasión literaria
y sin embargo, es tan sencillo. El buscar una aproximación a la obra pictórica
de Don Gerónimo es simple. ¿Podríamos intentar un acercamiento con las letras
al pensamiento de Hyeronimus Bosch? ¿Una aproximación literaria? Tal vez
ensayística, pero, te lanzo un reto, quizás para que lo pienses. ¿Qué tal
escribir desde el pellejo de Don Gerónimo? Más difícil aún ¿Podrías acaso
tratar de escribir lo que pensaba el Bosco? ¿Cómo imaginar los giros de su
mente cuando se dedicaba a pintar sus trípticos? ¿Cómo predecir lo que estaría
rondando en su cabeza, en su mente brabanzona, neerlandesa, católica y
medieval? Ese es un reto Jacobo Guzmán. ¿Serás capaz de escribir lo que pensaba
el pintor neerlandés cuando dibujaba sus fantasiosas creaciones?
- Me gusta esa propuesta mi
querido vascongado, me encanta ese reto. Escribir es difícil, además en el
silencio de la lectura cualquier monstruo puede ser imaginado por cada lector
de una manera diferente, son miles las posibilidades que se abren ante la
creación literaria. Hablamos de escribir literatura que no es lo mismo que
plasmar en letras la pintura o más simplemente el pensamiento. Esto es algo
importante. Entiéndeme Iñigo, que es vital para mí el que captes lo que te
quiero decir. De una manera sencilla o complicada las ideas pueden fluir en la
mente de cualquier ser humano, cualquiera puede tratar de escribir lo que
piensa otro individuo, mas no es sencillo traducir esas ideas al lenguaje
literario, no es tan simple, ¿me entiendes?
- Bien Jacobito, ya estás de
lleno en tu campo, pasamos de la pintura a la creación literaria. De algo estoy
convencido, escribir bien no es puramente un acto de divina inspiración.
- ¡Bravo Iñigo Machim! Estoy de
acuerdo. El acto de crear literatura requiere de trabajo. Insisto en que estoy
hablándote del lenguaje literario porque quiero que aceptes que escribir no es
tan solo decir cosas, escribirlas no es sólo poner en letras el lenguaje oral,
las cosas hay que decirlas de una cierta manera para que sean de veras
literatura. El papiro de Eberth o el código de Hamurabi no creo sea visto como
literatura, no así el poema de Gilgamesh, ¿cierto? Aceptarás que tampoco son literatura
lo que llena a diario las páginas del New York Times o de El Nacional. ¡Es que
hoy en día existe cada ser con unas ideas!, el otro día uno de esos nuevos
escritores, y extranjero para mayor desastre, decía pontificando, como él podía
escribir una novela subiendo en un ascensor, así de breve, sin erratas, como le
saliera. ¿Sabes porque? Al tipo ya lo han consagrado. Hay mucho de eso, de las
roscas, ya sabes, si las hay en el poder judicial y en el ejercicio forense…
¿Cómo no van a existir en el arte y en la literatura nacional? De ese tema ya
hemos conversado bastante en otras ocasiones, ¿lo recuerdas?, en este campo
funciona muy bien aquello de las reputaciones consagradas y son muchas las
nulidades engreídas... No sé si de veras me entiendes amigo Iñigo, pero para mí,
el hecho de ser un escritor no reside en transcribir al papel algo como quien
coloquialmente relata una visión o inventa un cuento. Tampoco es lo mismo
decirlo, porque la oralidad y la retórica pueden ser muy certeras y hasta efectivas,
pero ellas tampoco son literatura. Ciertamente todo este lío lo inicié yo
metiéndome con la anamorfosis a través de las pinturas bosquianas, pero insisto
en que la capacidad para transformar palabras que existan dentro de la mente en
historias pintadas o escritas ha sido desde hace muchos siglos una
característica primaria del ser humano pensante.
-¡Bien por el homo sapiens
comisario Jacobo!
- A pesar de eso, yo creo que las
palabras no bastan para hacer literatura. El transcribir las ideas ordenadas y
cotejadas, enhebradas en algo que tenga una secuencia y que pueda denominarse
lenguaje literario, es una situación muy especial. No creo que pueda surgir
así, de la nada, dudo que sea algo que pueda parir cualquier individuo sin
ningún esfuerzo. Todo se ha dicho, lo importante es cómo expresarlo. La novela
puede proponerse como un modelo de creación, ella, estando sujeta al lenguaje
escrito con todas las reglas gramaticales, permite grandes aproximaciones
dejando fluir la imaginación del autor por cual senda él quiera. La literatura,
para mí, tiene la extraña dualidad de combinar el sentido artístico con el
científico, nace y se alimenta de invenciones mentales, de creaciones más que
de vivencias, por lo cual la creación literaria es un ejemplo ideal del producto
de la imaginación humana. Por ello precisamos del uso activo de nuestro cerebro
para enfrentarnos a los libros. Para mí, la literatura es bastante más compleja
que la creación pictórica. Las imágenes dibujadas están allí y desde ellas, ya
existen ciertas restricciones a la imaginación. Siempre he creído que en el
cine y en la televisión donde la pantalla aporta imágenes visuales y auditivas,
se te facilitan las secuencias de lo que ocurre, no te da mucho tiempo ni
opciones, no te da muchas oportunidades para que reflexiones o analices, no
tantas como la literatura. ¿Cierto?
- ¡Te has lanzado en la diatriba
más desquiciada que jamás haya escuchado Jacobito! Para defender la literatura,
tú estás arremetiendo contra la pintura, el cine, la televisión, la plástica en
general, o lo que es igual contra la luz y el color. Jacobo Guzmán, creo que te
has propasado en tu entusiasmo y por consiguiente pienso que debemos retomar el
hilo perdido y volver al Bosco y a la pintura neerlandesa.
- ¡Bah, Iñigo! ¿Porqué no a
Chagal, a Miró, o a Dalí?, y no te estoy jodiendo la vida restregándote a los
catalanes, amigo vascongado frenético, te digo ellos, pero igual me daría
cualquier pintor bueno, puesto que la pintura como la escritura no es otra cosa
sino símbolos producidos con los dedos, con pinceles, espátulas, lápices o el
teclado de un microcomputador. Son los humanos quienes crean los libros y los
cuadros, tal vez por eso también se ha dicho que no hay autores sino lectores,
pues hemos de ser los lectores, nosotros, quienes interpretemos las ideas
transformadas en letras y frases que han plasmado en el papel otros seres
humanos, los que inventaron la literatura. Podría cualquier persona imaginar la
importancia de transcribir conceptos filosóficos, ideas elucubradas por
personajes como Sócrates o Platón, o de intentar una aproximación a doctrinas o
ideas de otros seres humanos como Santo Tomás o Santa Teresa, y cito los
ejemplos religiosos, no por tu situación personal, más bien por la connotación
mágico-religiosa-tribal tan ecuménica, en ese sentido universal común a las
diversas culturas que ha existido desde que el hombre comenzó a erguirse sobre
sus pies en las cavernas del cuaternario.
- Me emociona oírte Jacobo
Guzmán. Servirías para político, te lo repito. ¡Dígame usted toda esta diatriba
gratuita, desde el Bosco a los cavernícolas y desde luego, los escritores!
Ahora, a las cuevas de Altamira, ¡joder! Pero me agrada escucharte amigo
policía cuentista, me da gusto el calor que le pones a tus diálogos.
- Pues yo insisto Iñigo, que todo
esto de lo que hablamos es de lo mismo, en la medida que proviene del hombre,
la pintura y la literatura son íntimas y fíjate que no trato de bucear en
conceptos aristotélicos. Es más sencillo que eso, se trata de la clave del
disco compacto, de querer aceptar que eres tú quien puede dilucidar donde está
el secreto, las claves de una pintura o de la lectura de una novela. En medio
de la sencillez de Tolstoi, o la de Borges, o frente a la abigarrada desmesura
de un texto Lezamiano, tú mismo presionarás tus teclas y pronto todo te lo dirá
la cibernética. Pero, si tú eres libre, podrás igualmente imaginarlo a tu
antojo y diseñar los programas para los robots...
- ¡Joder Jacobito!, ¡que me
tienes boquiabierto hombre! Los ordenadores nos controlarán y Orwell estaba en
lo cierto, pero tú como gato bocarriba, acaso… ¿Ya andas paseando tu Arturdito
o todavía pataleas contra el progreso? En medio de todo, lo pienso y lo
repienso y termino por creer que no te entiendo muy bien.
- Quiero demostrarte Iñigo amigo,
que las cosas no existen dentro de las hojas de los libros, ni tan siquiera
están allí en las tablillas esmaltadas de algunos trípticos, el asunto está en
lo que cada uno de nosotros tenga dentro de su cabeza y en lo que pueda y deba
hallar cada quien, ¿o cada cual? Además eso tú bien lo sabes. Allí está esa
tecla que abre las vías de comunicación entre unas hojas impresas y lo que
algún invencionero escribidor decidió un día crear para plasmarlo en letras.
Hablo, mi amigo, de llevar el lenguaje literario a un proceso casi científico
que vaya más allá de la ficción, de trasladarlo a la propia inventiva del
narrador, para poder ser capaces de provocar en la mente del lector imágenes
que abran mundos nuevos con vasos comunicantes, entre el autor y todos aquellos
quienes tengan la suerte de acceder a través de las letras en cada sistema, en
cada página, a cualquier obra de la literatura. La interrogante reside en cómo
pudieron algunos seres, ¡no cualquier hombre tiene esa facultad!, lograron
decía, convertir el fluir del pensamiento en una creación literaria. Si el acto
de leer, de detectar las claves y meterse en el mundo irreal de una novela es
difícil, hacer literatura es navegar con la corriente de ideas que transitan
por la mente humana, y arrastrar en ella a cualquier lector, eso, no es
sencillo. Creo que estamos de acuerdo, pero esto puede transformarse en un reto
para cualquiera. Es muy fácil entender que todo eso tiene que ser un proceso
sumamente complejo. ¿Cómo lograr patrones homogéneos al describir las ideas de
cada individuo? Si aceptamos que es infinitesimal la diversidad de los
caracteres y son miríadas de variables las que pueden darse en cada persona,
entre gentes de una misma región, de un mismo país, con costumbres o raíces
culturales y genéticas diferentes, ¿qué tal si se les compara con hombres y
mujeres de épocas diferentes?, de años, ¿o de siglos atrás?, la situación puede
ser más compleja. No obstante, siendo todos seres humanos, afortunadamente algo
habrá de uniforme, de común o de universal en la ordenación de las ideas...
Algún detalle existirá que facilite llevarlas al territorio de las letras con
acierto. Allí está el secreto, en esas claves. Esas son las que descubrirá la
cibernética y tendremos ese magma electrónico entrelazado desde el espacio
exterior, una telaraña que conformará la literatura del pasado enrollándonos
hacia el futuro.
- Todos somos hijos de Dios
Nuestro Señor y como criaturas creadas a su imagen y semejanza estamos en este
mundo en sus manos sabias, llenas de paz y de amor. Tu delirio cibernético es
absolutamente irreal, pero yo soy capaz de aceptar tus teorías o lucubraciones
fantasiosas. Está bien, puede que muy pronto todo se vaya al diablo arrollado
por un ejército cibernético y las computadoras dominen el planeta. ¿Complacido?
-Tal vez es cierto, la vida
además es muy breve. Todavía hay otras variables que se me escapan mi querido
Iñigo. La ficción y la realidad. Los personajes que discurren en las novelas
son ficticios, han nacido de la mente de sus creadores y por tanto es más
complejo el transformar las ideas de inventos o de seres imaginarios en
palabras escritas. Tú dirás que lo mío es una obsesión, pero, ¿te figuras lo
interesante que pudiese resultar liberar las ideas del contexto del idioma?,
este puede ser otro aspecto del problema, pero sin duda mucho más sutil Como un
ejemplo casi paradigmático de este tema, siempre en mi mente aparecerá el
atrevimiento de James Joyce al lograr con maestría el transcribir el fluir del
pensamiento. También lo han logrado muchos otros. Por cierto, fíjate que lo
ejecutó con brillo un escritor asimilado como no, Juan Martín Santos, hace años
cuando escribió “Tiempo de silencio” y son unos u otros quienes lo intentan y
lo coronan. Proceso este del cual hablamos, y pienso yo que no ha sido muy
frecuentemente un logro feliz dentro de nuestra literatura hispanoamericana.
Piensa y repiensa el personaje Víctor creado por Javier Marías en “Mañana en la
batalla piensa en mí”, pero quizás en ese pensar se le atraviesan demasiadas
palabras, tal y como lo hiciera en su lenguaje campesino y un tanto barroco el
José Trigo de Fernando del Paso, quizás más certeramente el moribundo Artemio
Cruz nacido de Carlos Fuentes, ¿y qué decir de la Maga y de Oliveira? ¡Viva
Cortázar! ¿Acaso conoces algo más cinematográficamente hermoso y a la vez más
real que los personajes de Manuel Puig? Sin duda alguna, es la novela el género
que mejor se adapta para crear corrientes de pensamiento llevándolas con
brillantez al plano de la literatura. Ya lo decía Don Pío Baroja, otro
donostiarra. ¡Que te los estoy recordando a todos tus gudaris Iñigo amigo!
Pues, Baroja al referirse a la novela decía que ella era “como la corriente de
la historia, no tiene ni principio ni fin, empieza y acaba donde se quiera”.
¡Ves Iñigo amigo como te cito a tus literatos, tan guipuzcoanos como los que
llegaron con la Real Compañía a comerciar nuestros productos en la época de la
Colonia! A los que se les alzó el zambo Andresote... Pero debo callarme porque
ya he hablado más de la cuenta y ciertamente, dejé muy atrás “El Jardín de las
Delicias” para penetrar en las delicias del intrincado bosque de la literatura.
Iñigo sonriendo se levantó de su
asiento para dirigirse a la cocina. El agua caliente estaba pitando en una
olla, lista para preparar la infusión. Buscó con su vista la cajita con las
hojas de manzanilla, tomó la lata del té y sacó de un frasquito varios trozos
de canela y clavos de especie. Entonces se volvió hacia Jacobo y le dijo.
- Dame una oportunidad para
decirte algo sobre el Bosco, mi querido comisario, doctor Jacobito Guzmán, escritor
del futuro en este país. Hoy he pasado el día con una tonada en la cabeza.
¿Sabes cuál? Esa que dice... “Para subir al cielo se necesita, una escalera
grande y otra chiquita” Curioso... ¿Verdad? Quiero decirte algunas cosas sobre
una de las pinturas de Don Gerónimo. ¿Te he hablado alguna vez sobre las tablas
del Palacio de los Dogos en Venecia? Creo pueden interesarte. Una de ellas se
refiere al ascenso a los cielos, la subida de los bienaventurados al “coelum
empyreum”. Pero, ya recordarás que son cuatro las tablillas llamadas “La caída
de los condenados”, “El infierno”, “La subida al cielo” y “El Paraíso”. Son muy
oscuras y han sido muy retocadas, pero te interesará lo que te cuento, ¿sabes?,
ellas posiblemente constituían partes de un retablo del Juicio Final. El
infierno es muy particular, porque es otro más de unos cuantos infiernos
pintados por el Bosco y no digo nada de su maestría y habilidades en las
diversas recreaciones sobre los sitios de tortura para los condenados. Verás,
este infierno del Palacio de los Dogos, en Venecia, tiene algo especial. Como
en todas las tablas, el paisaje es muy oscuro y evidentemente se repite el
incendio, posiblemente el recuerdo cruel de su experiencia infantil, el abismo
y la muerte están siempre presentes puesto que son parte de la filosofía
medieval asociada al sitio donde habitan los condenados, al igual que las
charcas de aguas cenagosas que simbolizan el pecado donde todos yacen
enfangados. Pero este es un infierno sencillo, el más simple de los Avernos bosquianos,
sin mucha violencia, sin grandes torturas. El paisaje es el habitual, con las
rocas negras, el río cruzado por siniestros resplandores del lejano incendio, y
los suplicios se restringen a la muerte por sumersión y el degollamiento. Los
que cumplen estos desagradables cometidos tampoco son los monstruos
metamorfoseados que estamos acostumbrados a ver en las pinturas del Bosco. Hay
un personaje central, un hombre desnudo y en actitud de meditación y una bestia
adornada con alas violaceoverdosas y plumas doradas, un repugnante ser animal y
humano, mezcla de roedor y felino con patas de reptil, genio maligno de las
tinieblas que agarra por un brazo a su víctima en tanto que otra bestia
semejante le pasa una espada por el cuello a otro de los seres inermes, los
únicos que no se están ahogando en las charcas donde algunos demonios se
zambullen mostrando que también poseen cola. Curiosamente, y esto es una de las
cosas que te quería comentar, en el borde de una roca, un negro cuervo
pareciera decir como el de Poe, nunca más. Pero, lo que te he relatado, ya veo
que no te impresiona porque con seguridad no es otra cosa sino la recreación de
tu trabajo en la morgue de Bello Monte y no era esa mi intención, no es del
infierno de lo te quería hablar. Espera, francamente te digo, es de algo que ya
discutíamos previamente, a propósito de la tonada que recuerda las necesarias
escaleras para ascender al empíreo. Para subir al cielo... Verás, esta
ascensión a los cielos del Bosco, es muy particular, es más, creo que es única.
La subida al cielo, está plasmada en el cruzar un cilindro concéntrico de
esplendoroso brillo, es la subida hacia la luz, el ascenso a las esferas
celestiales, al resplandor del más allá. Me parece a mí que el Bosco pintó algo
como lo que ahora se acostumbra a mostrar en las experiencias denominadas de la
“vida después de la vida”. Para subir al cielo, se necesitan ciertas escaleras,
pero en las tablas del Palacio de los Dogos lo que se observa es la profundidad
del abismo luminoso, la que el maestro Ruysbroeck denominaba en su lenguaje
medieval “la inmensa luz esencial, el resplandor inconmensurable de total
alcance, inamovible e incorruptible”. Es la llamada “columna de gloria” que
Tolnay trató de relacionar con “El Paraíso” de Dante. Sin duda alguna el túnel
de luz con radiaciones y segmentos semicirculares son un reflejo de los
diagramas zodiacales de la época, o algo como el eneagrama creado por Ouspensky
y su maestro Gurdjieff... Ya sabes a lo que me refiero. Las circunferencias en
el chorro de luz necesario para subir al cielo, seguramente son los círculos,
exotérico, mesotérico, esotérico y el isotérico, el más luminoso, el de los
hombres superiores, los del centro mismo donde se alcanza la inmortalidad y se
tienen todos los puntos reunidos en uno solo.
- Iñigo querido, eso que me dices
pintó el Bosco a finales del medioevo es un sencillo Aleph borgiano con un
resuelve cortazariano. No puedes dejar atrás a las pinturas circulares del
budismo Zen, las del Zen Sangai, donde el círculo de la iluminación es la
perfección total. Por eso al incorporar estos conceptos a la literatura en
Rayuela, Cortázar creó una obra maestra. Rayuela es una novela Zen, una novela
mandala...
- ¿Tú pretenderás proponer que
Don Gerónimo, ya sabía sobre estas cosas? Tú serás uno de los que lo cree
alquimista y mago. ¡Ay, que no se entere la Santa Inquisición!
- Pues eso, estimado vasco
recalcitrante, ese punto, sólo podemos dejarlo a la imaginación de cada uno. Tú
mismo me has hablado de como su vida quedó marcada por el incendio padecido en
la infancia, ese fuego de todos los fuegos, y ¿ya ves como regreso
insensiblemente a Cortázar? Terminaremos aceptando con Bachelard que el fuego
es el verdadero elemento de unificación, tal vez la fijación de tu atormentado Don
Jerónimo.
- ¿El fuego purificador Jacobito?
O... ¿Acaso te estarás refiriendo al fuego destructor de los infiernos? Creo
que no lo podremos averiguar nunca, al menos aquí en nuestra efímera
existencia. Lo cierto es que Don Gerónimo transformó las escaleras grande y
chiquita, esas que dicen necesitamos para subir al cielo, en un túnel
fosforescente. Me figuro que con esa pintura, él esperaba reflejar los
planteamientos de su maestro Ruysbroeck sobre el cielo, donde el corazón se
abre de gozo y de deseo y se abren todas las venas y todas las potencias del
alma se colman de vida... Con el uso de la luz para expresar la Divinidad, el
Bosco plantea una situación que se puede interpretar como original a la luz de
las oscuras creencias medievales, indudablemente muy acertada en su expresión
plástica y tal vez como imitación, esa idea, será explorada por algunos
pintores alemanes del siglo XVI. ¿No te parece interesante?
- Sí. ¡La del Bosco fue una
curiosa manera de pintar! ¿De dónde sacaría tantas ideas?
- Pues óyeme Jacobo, en aquellos
tiempos en la vecindad de Hertogenbosch estaba Holanda, con provincias mucho
más pobres que Flandes y Brabante, pero Holanda tenía en sus artistas a los más
finos exponentes de una expresividad bíblica muy natural, particularmente sus
más preclaros exponentes eran los iluminadores de manuscritos. Estos artistas
de la pintura, hacían trabajos tan finos y detallistas como los que más
adelante caracterizaron a la pintura de Hyeronimus Bosch. La ciudad de Utrecht,
era una de las ciudades arzobispales y uno de los principales centros de los
iluminadores. Puede ser que Hyeronimus asistiera a estos talleres en su
juventud. Eso nadie lo sabe, pero es factible. Si uno examina los manuscritos
iluminados por Evert van Soudenbalch, un maestro iluminador de Utrech, quien
vivió y trabajó durante la infancia del Bosco, se ven extraños paralelismos que
reflejan grandes similitudes entre las pinturas religiosas de Hyeronimus y las
escenas bíblicas del taller del maestro Soudenbalch. El libro de las Horas de
Catalina de Cleves puede ser otro fiel exponente de esta teoría que se
transparenta al observar la atmósfera y la composición de ciertas obras del
Bosco, como la Epifanía, la que se encuentra en Filadelfia...
Fin del Capítulo IX, con algunas ligeras modificaciones.
Jorge García Tamayo, abril, 2015
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