jueves, 16 de abril de 2015

Fragmento de la novela "Para subir al cielo..."



CAPITULO IX
DE LA NOVELA “Para subir al cielo…”

Después de almorzar, casi a las dos de la tarde, Iñigo y Jacobo conversaban apoltronados en el apartamento del viejo vasco en la avenida Casanova. En un radio se escuchaba una cinta grabada con canciones de Serrat. Jacobo se la había traído a su amigo, no tanto por tomarle el pelo con ponerle a oír a un cantante catalán, sino porque sabía que sus baladas le traerían recuerdos de sus tiempos de luchador social. Iñigo aceptó escucharlo señalándole que aceptaba a cualquiera de la Península menos “al Julito ese”... Con luna y aves/ las noches son vidrios de puro claras/ las tardes de puro verdes,/ de puro azul esmeraldas. Plata pura, las auroras/ parecen de puro blancas/ y las mañanas son miel/ de puro y puro doradas...
- Maestro, usted se sorprendería al saber que la anamorfosis tiene que ver con el actual mundo de la informática. Son cosas novedosas para nosotros, se lo aseguro. Es decir, me refiero a esa especie de telaraña cibernética que rodea el mundo prendida de unos satélites artificiales con una increíble capacidad para crear espacios irreales, esa especie de áreas que podemos examinar desde afuera, entonces le permiten ubicarse en un punto y acceder al sistema, ¿me entiende? Es como cuando todo está en un disco compacto, y leemos el mensaje en estos sistemas llamados en inglés ci-di-rum. Es increíble como hoy día cada quien pude ser dueño de cierta información que esté protegida, codificada, resguardada y restringida y como para poder conocerla, cualquiera tiene que ubicarse en una perspectiva especial, tener ciertas claves, mirarla desde otro plano, situarse en un punto geométricamente, o espacialmente preciso, pero diferente al que poseen los demás. No sé si me capta la idea amigo Iñigo, le veo la cara amarrada.
- ¡Joder Jacobo! ¡Como hablas de la tecnología moderna! Con cuanta emoción te expresas, pero esas mismas razones, estimado Jacobo, pueden esgrimirse para facilitar el estudio de la pintura antigua y la de hoy día. Desde puntos de vista diferentes, claro está, virtuales si así los quieres llamar. No me jodas llamándome Maestro, y dime, acaso tanta tecnología, ¿podría aplicarse para examinar las pinturas del Bosco? Podrán idealizarlas los surrealistas y darles miles de vueltas los esotéricos, pero el planteamiento de su obra no hay que buscarlo en anagramas ni en palíndromos, no está en discos compactos, puede que parezca estar en claves, pero es más que eso, el significado de sus pinturas están codificados en la conciencia de cada uno de los admiradores o de los estudiosos de su obra. - Acepto, si así lo quieres amigo Iñaki Macho, el que uno puede comparar la situación del Bosco y los cidi con el Aleph de Borges, con el punto vélico, o algo así, ¿me entiendes? Aunque ya veo por la sonrisa que despliegas que no te gustan mucho mis extrapolaciones.
- ¡Hombre Jacobito! Es, como decía el hombre aquel, ¡es todo lo contrario! Es que de la anamorfosis has saltado al Aleph, y de allí a las pinturas del Bosco, y es que, ¡hombre!, entre todas hay un trecho muy largo. Puede que desde el ángulo de su visión un sujeto de antes o de ahora, vea monstruos en sus esmaltes, los detectarán en sus trípticos y puede que estas figuras susciten ideas confusas, pero sus obras son acabadas, precisas, plenas de simbolismos y sobre sus significados son concretos, te repito, las claves están en la mente de cada unos de nosotros. Desde allí, partiendo de ese ángulo especial que además es muy tuyo, si tú lo quieres, verás aparecer cosas que sólo podrán ver los poseedores de esa clave que tú tienes, la de tu imaginación o tu cidirum, como tú lo llames.
- Precisamente y esto viene a propósito de la anamorfosis, yo quería hablarle Maestro Iñigo sobre la creación artística. Usted es un estudioso de la pintura del Bosco. No es un disparate el que yo pretenda asociar la obra de este artista de finales del medioevo con lo que ahora pueden cuantificar las computadoras. Para mí, este tipo de manifestación artística, la pintura, cuando vale la pena, es siempre el producto de un mundo intimista, pero estos universos ya están siendo absorbidos por la cibernética y casualmente por eso, quiero referirme a la pintura, pero lo mismo puedo comentarle sobre la creación literaria. En todo está la cibernética. Fíjese que yo estoy empeñado en informatizar nuestro trabajo en la Medicatura Forense y nadie me da dinero para hacerlo. No salimos del marasmo, del pasado, del atraso. Así somos nosotros...
- Estimado Jacobo, comisario, galeno, investigador, amigo Guzmán, no me digas más Maestro, que me recuerdas la fobia que el difunto José Ignacio le tenía a ese título. ¡Que maestro ni que ocho cuartos! Vamos, tú puedes tutearme, ¡hace ya tanto tiempo que nos conocemos! Así que no me vengas a joder con tus teorías escapándote por la tangente para disertar sobre la literatura, no vayas a andar buscándole una conexión literaria a la obra Bosquiana. Vaya amigo mío, tus escarceos de cuentista y de escritor en ciernes te llevan a lucubraciones brillantes. ¡Quién diría que te ibas a meter otra vez a policía! ¡Joder! ¿Porque no hablamos sobre “El jardín de las Delicias”? Te recuerdo que dejamos pendiente el tema hace más de un mes, y no me vengas ahora a salirte por la secante con la novelística, terminaré por creer que andas distrayéndome como un bachiller en exámenes intercalando la historia de los fenicios, ¿la recuerdas?, cuando eras estudiante...
- Un momento amigo vascongado no, ¡Iñaki de los Iñigos de San Ignacio de Loyola! Achanta un pelo, como dicen ahora los pavos. Estoy tratando de explicar o de explicarte, cual es la relación entre todo esto de las computadoras y cosas tan sutiles como la poesía o como el arte en general. ¿Cuántas veces hemos conversado sobre Neruda?, pero la poesía nunca antes la asociábamos con la computación. Amigo mío, los tiempos cambian, las cosas que se están viendo en ciencia son años luz de las que nosotros vivimos. De repente la cibernética encierra esfuerzos humanos por lograr un acercamiento a la naturaleza, y te digo como Ripley, que aunque usted no lo crea, ella, la madre natura es increíblemente perfecta, es la mejor razón para creer en la existencia de un ser superior, pero cada día que pasa, el hombre está esforzándose más por lograr una aproximación, una búsqueda de sistemas microminiaturizados que nos alejen de la entropía. Por eso, el fenómeno de la creación humana, es algo tan especial, no es una copia de la naturaleza, es algo producido expresamente por el hombre. ¿No es acaso cierto que la gran diferencia entre nuestros complejos, perfectos pero previsibles sistemas y los de nuestros hermanos del reino animal, reside precisamente en la existencia en nosotros de eso que unos llaman el alma?
- Pues para ser animal y vaya que eres bien animal cuando quieres serlo, ¡policía!, para dártelas de ateo, amigo Jacobo le pones a tus teorías un palabrerío tal que más que médico y abogado y buen policía, deberías ensayar para meterte también a político. ¡Hombre que de gamberradas dices en un solo instante!
- Mire amigo vascuence, terco como mula, precisamente por eso insisto en el tema del dibujo, de la pintura, o de la literatura. Esas son las cosas que nos permitirán siempre explorar puntos virtuales del ser humano, esas vivencias servirán para penetrar en la quintaesencia de cosas que han existido dentro de la mente de seres humanos que han sido creadores, unos con más acierto que otros, ciertos poetas, algunos pintores, los escritores y todavía podemos ir más allá, porque hay cosas que están ahí frente a nosotros, ilusos, quienes creemos fielmente en su existencia, en su presencia real, pero pueden ser como los hologramas, estar allí para que hallemos en sus reflejos muchas más cosas de las que realmente existen. Así, muchas cosas, cuentos, son ficciones, son como la literatura, creaciones del espíritu humano...
- Pues si que estaría bien que se plasmaran en holografías todas las inquietudes y tantas alegorías como las que encierran las pinturas de Don Gerónimo. Sería algo fantasmagórico, ¿no es cierto Jacobo?
- Déjame contarte algo Iñigo. Hace poco supe que sólo trece años después de haber nacido el Bosco, vivió en Europa un tal Palissy quien se ocupaba de la jardinería y escribió un libro denominado “La receta verdadera”. Este autor se internó en mundos insospechados y lo hizo indagando la naturaleza cosmogónica de ciertas visiones o ensoñaciones las cuales para esa época le permitirían conocer estratos muy diferentes a los de la vida común. Claro está que para ese tiempo, todo eso estaba más allá de la comprensión de sus semejantes y como era de esperarse, fue considerado por sus contemporáneos como un vil hereje, y lo liquidaron Iñigo!, sé lo peinó la Inquisición.
- ¡Ah bendita Santa Inquisición! Pues mira bien, con todo y sus pinturas el viejo brabanzón que era Don Gerónimo no fue nunca visitado por los inquisidores, no lo llamaron nunca a botón. Después de muerto, pues esa ya es harina de otro costal, pero en vida, ¡nunca! Puede que fuese porque sus ideales eran prístinos, puede que fuese por otra razón, quizás su mente fuese más pura y angelical de lo que creen tus contemporáneos. Posiblemente en aquel entonces tantos horrores eran del común y él no era tan mal interpretado, como ahora...
- Me figuro que así fue, y si alguno debe saberlo eres tú quien ha estudiado a fondo su obra, pero igual sabrás que son muchos quienes lo ha catalogado de hereje o de ser un morboso creador de tantas diabluras. Sin duda alguna que el dibujo y la pintura de cada época nos hablan de sus autores, nos cuentan sobre su tiempo, sus preocupaciones, pero además las creaciones artísticas pueden servir para sumergirnos dentro de las vidas de sus autores, de sus personalidades, fantasiosas o no. El escritor es igualmente testigo de su época. Lo cierto es que la irrealidad se mezcla con la vida misma en la obra de cada artista, por eso la literatura existe para inventar la vida. Pienso que el arte de la pintura no es meramente retratar, los artistas viven para recrearse, ellos no son meras cámaras fotográficas, ellos pueden bucear en universos extraños, los cuales, pueden haber existido en sus mentes desde niños, cosas quizás parecidas a las que habitan en la imaginación de muchos de nosotros, ¡desde tantísimos siglos atrás! De repente, hoy en día nos pueden parecer curiosas, disparatadas, difíciles o incomprensibles, pero tal vez sean tan solo expresiones de los problemas cotidianos.
- Eso sucede con el Bosco, comisario Guzmán. Eso mismo es lo que ha ocurrido con ese hombre, Don Gerónimo, a quien han tratado de asimilarlo al surrealismo o a extrañas costumbres satánicas, gnóstico, esotérico, homosexual, alquimista, brujo, de todo han dicho de él. De todo, menos que tenía costumbres, como las de los seres humanos comunes de la Edad Media. Lo de satanizar a algunas gentes, el crearles fama de malos, siempre este tipo de acusaciones es el producto de la inventiva de hombres perversos, inquisidores, fanáticos quienes buscan crear una aureola de misterio alrededor de hechos que pueden ser los más sencillos actos de creación de la mente, de ahora o de otros tiempos. Aunque no queramos aceptarlo, ellos, quienes vivieron en el medioevo fueron tan humanos y tan normales o tan animalejos como nosotros.
- Iñigo, yo he recordado ahora algo que leí sobre la época del Renacimiento. Existió un fraile franciscano quien dibujaba las paredes de un convento en Italia, el hombre pintaba frescos con mágicas escenas derivadas de una pintura artificial creada por él al lograr una extraña y perversa distorsión de las leyes de la perspectiva. Este tipo de investigaciones, un poco como las que desarrolló Leonardo da Vinci, como las que se atrevió a hacer Andrea Vesalio desafiando las doctrinas de Galeno, serían las que darían origen a corrientes tan fabulosas como el Barroco, el cual pareció querer destruir la geometría Euclidiana para crear en la arquitectura y en la literatura un abigarrado mundo hiperbólico y desmensurado, pero de singular belleza.
- ¿Otra vez vuelves con el Barroco amigo Jacobo? Bien, allí estás, lanza en ristre a la defensa del Barroco en el arte y en particular en la literatura. Cada cual con sus manías. Ya calculaba yo que vendrías a terminar argumentando sobre tu pasión literaria y sin embargo, es tan sencillo. El buscar una aproximación a la obra pictórica de Don Gerónimo es simple. ¿Podríamos intentar un acercamiento con las letras al pensamiento de Hyeronimus Bosch? ¿Una aproximación literaria? Tal vez ensayística, pero, te lanzo un reto, quizás para que lo pienses. ¿Qué tal escribir desde el pellejo de Don Gerónimo? Más difícil aún ¿Podrías acaso tratar de escribir lo que pensaba el Bosco? ¿Cómo imaginar los giros de su mente cuando se dedicaba a pintar sus trípticos? ¿Cómo predecir lo que estaría rondando en su cabeza, en su mente brabanzona, neerlandesa, católica y medieval? Ese es un reto Jacobo Guzmán. ¿Serás capaz de escribir lo que pensaba el pintor neerlandés cuando dibujaba sus fantasiosas creaciones?
- Me gusta esa propuesta mi querido vascongado, me encanta ese reto. Escribir es difícil, además en el silencio de la lectura cualquier monstruo puede ser imaginado por cada lector de una manera diferente, son miles las posibilidades que se abren ante la creación literaria. Hablamos de escribir literatura que no es lo mismo que plasmar en letras la pintura o más simplemente el pensamiento. Esto es algo importante. Entiéndeme Iñigo, que es vital para mí el que captes lo que te quiero decir. De una manera sencilla o complicada las ideas pueden fluir en la mente de cualquier ser humano, cualquiera puede tratar de escribir lo que piensa otro individuo, mas no es sencillo traducir esas ideas al lenguaje literario, no es tan simple, ¿me entiendes?
- Bien Jacobito, ya estás de lleno en tu campo, pasamos de la pintura a la creación literaria. De algo estoy convencido, escribir bien no es puramente un acto de divina inspiración.
- ¡Bravo Iñigo Machim! Estoy de acuerdo. El acto de crear literatura requiere de trabajo. Insisto en que estoy hablándote del lenguaje literario porque quiero que aceptes que escribir no es tan solo decir cosas, escribirlas no es sólo poner en letras el lenguaje oral, las cosas hay que decirlas de una cierta manera para que sean de veras literatura. El papiro de Eberth o el código de Hamurabi no creo sea visto como literatura, no así el poema de Gilgamesh, ¿cierto? Aceptarás que tampoco son literatura lo que llena a diario las páginas del New York Times o de El Nacional. ¡Es que hoy en día existe cada ser con unas ideas!, el otro día uno de esos nuevos escritores, y extranjero para mayor desastre, decía pontificando, como él podía escribir una novela subiendo en un ascensor, así de breve, sin erratas, como le saliera. ¿Sabes porque? Al tipo ya lo han consagrado. Hay mucho de eso, de las roscas, ya sabes, si las hay en el poder judicial y en el ejercicio forense… ¿Cómo no van a existir en el arte y en la literatura nacional? De ese tema ya hemos conversado bastante en otras ocasiones, ¿lo recuerdas?, en este campo funciona muy bien aquello de las reputaciones consagradas y son muchas las nulidades engreídas... No sé si de veras me entiendes amigo Iñigo, pero para mí, el hecho de ser un escritor no reside en transcribir al papel algo como quien coloquialmente relata una visión o inventa un cuento. Tampoco es lo mismo decirlo, porque la oralidad y la retórica pueden ser muy certeras y hasta efectivas, pero ellas tampoco son literatura. Ciertamente todo este lío lo inicié yo metiéndome con la anamorfosis a través de las pinturas bosquianas, pero insisto en que la capacidad para transformar palabras que existan dentro de la mente en historias pintadas o escritas ha sido desde hace muchos siglos una característica primaria del ser humano pensante.
-¡Bien por el homo sapiens comisario Jacobo!
- A pesar de eso, yo creo que las palabras no bastan para hacer literatura. El transcribir las ideas ordenadas y cotejadas, enhebradas en algo que tenga una secuencia y que pueda denominarse lenguaje literario, es una situación muy especial. No creo que pueda surgir así, de la nada, dudo que sea algo que pueda parir cualquier individuo sin ningún esfuerzo. Todo se ha dicho, lo importante es cómo expresarlo. La novela puede proponerse como un modelo de creación, ella, estando sujeta al lenguaje escrito con todas las reglas gramaticales, permite grandes aproximaciones dejando fluir la imaginación del autor por cual senda él quiera. La literatura, para mí, tiene la extraña dualidad de combinar el sentido artístico con el científico, nace y se alimenta de invenciones mentales, de creaciones más que de vivencias, por lo cual la creación literaria es un ejemplo ideal del producto de la imaginación humana. Por ello precisamos del uso activo de nuestro cerebro para enfrentarnos a los libros. Para mí, la literatura es bastante más compleja que la creación pictórica. Las imágenes dibujadas están allí y desde ellas, ya existen ciertas restricciones a la imaginación. Siempre he creído que en el cine y en la televisión donde la pantalla aporta imágenes visuales y auditivas, se te facilitan las secuencias de lo que ocurre, no te da mucho tiempo ni opciones, no te da muchas oportunidades para que reflexiones o analices, no tantas como la literatura. ¿Cierto?
- ¡Te has lanzado en la diatriba más desquiciada que jamás haya escuchado Jacobito! Para defender la literatura, tú estás arremetiendo contra la pintura, el cine, la televisión, la plástica en general, o lo que es igual contra la luz y el color. Jacobo Guzmán, creo que te has propasado en tu entusiasmo y por consiguiente pienso que debemos retomar el hilo perdido y volver al Bosco y a la pintura neerlandesa.
- ¡Bah, Iñigo! ¿Porqué no a Chagal, a Miró, o a Dalí?, y no te estoy jodiendo la vida restregándote a los catalanes, amigo vascongado frenético, te digo ellos, pero igual me daría cualquier pintor bueno, puesto que la pintura como la escritura no es otra cosa sino símbolos producidos con los dedos, con pinceles, espátulas, lápices o el teclado de un microcomputador. Son los humanos quienes crean los libros y los cuadros, tal vez por eso también se ha dicho que no hay autores sino lectores, pues hemos de ser los lectores, nosotros, quienes interpretemos las ideas transformadas en letras y frases que han plasmado en el papel otros seres humanos, los que inventaron la literatura. Podría cualquier persona imaginar la importancia de transcribir conceptos filosóficos, ideas elucubradas por personajes como Sócrates o Platón, o de intentar una aproximación a doctrinas o ideas de otros seres humanos como Santo Tomás o Santa Teresa, y cito los ejemplos religiosos, no por tu situación personal, más bien por la connotación mágico-religiosa-tribal tan ecuménica, en ese sentido universal común a las diversas culturas que ha existido desde que el hombre comenzó a erguirse sobre sus pies en las cavernas del cuaternario.
- Me emociona oírte Jacobo Guzmán. Servirías para político, te lo repito. ¡Dígame usted toda esta diatriba gratuita, desde el Bosco a los cavernícolas y desde luego, los escritores! Ahora, a las cuevas de Altamira, ¡joder! Pero me agrada escucharte amigo policía cuentista, me da gusto el calor que le pones a tus diálogos.
- Pues yo insisto Iñigo, que todo esto de lo que hablamos es de lo mismo, en la medida que proviene del hombre, la pintura y la literatura son íntimas y fíjate que no trato de bucear en conceptos aristotélicos. Es más sencillo que eso, se trata de la clave del disco compacto, de querer aceptar que eres tú quien puede dilucidar donde está el secreto, las claves de una pintura o de la lectura de una novela. En medio de la sencillez de Tolstoi, o la de Borges, o frente a la abigarrada desmesura de un texto Lezamiano, tú mismo presionarás tus teclas y pronto todo te lo dirá la cibernética. Pero, si tú eres libre, podrás igualmente imaginarlo a tu antojo y diseñar los programas para los robots...
- ¡Joder Jacobito!, ¡que me tienes boquiabierto hombre! Los ordenadores nos controlarán y Orwell estaba en lo cierto, pero tú como gato bocarriba, acaso… ¿Ya andas paseando tu Arturdito o todavía pataleas contra el progreso? En medio de todo, lo pienso y lo repienso y termino por creer que no te entiendo muy bien.
- Quiero demostrarte Iñigo amigo, que las cosas no existen dentro de las hojas de los libros, ni tan siquiera están allí en las tablillas esmaltadas de algunos trípticos, el asunto está en lo que cada uno de nosotros tenga dentro de su cabeza y en lo que pueda y deba hallar cada quien, ¿o cada cual? Además eso tú bien lo sabes. Allí está esa tecla que abre las vías de comunicación entre unas hojas impresas y lo que algún invencionero escribidor decidió un día crear para plasmarlo en letras. Hablo, mi amigo, de llevar el lenguaje literario a un proceso casi científico que vaya más allá de la ficción, de trasladarlo a la propia inventiva del narrador, para poder ser capaces de provocar en la mente del lector imágenes que abran mundos nuevos con vasos comunicantes, entre el autor y todos aquellos quienes tengan la suerte de acceder a través de las letras en cada sistema, en cada página, a cualquier obra de la literatura. La interrogante reside en cómo pudieron algunos seres, ¡no cualquier hombre tiene esa facultad!, lograron decía, convertir el fluir del pensamiento en una creación literaria. Si el acto de leer, de detectar las claves y meterse en el mundo irreal de una novela es difícil, hacer literatura es navegar con la corriente de ideas que transitan por la mente humana, y arrastrar en ella a cualquier lector, eso, no es sencillo. Creo que estamos de acuerdo, pero esto puede transformarse en un reto para cualquiera. Es muy fácil entender que todo eso tiene que ser un proceso sumamente complejo. ¿Cómo lograr patrones homogéneos al describir las ideas de cada individuo? Si aceptamos que es infinitesimal la diversidad de los caracteres y son miríadas de variables las que pueden darse en cada persona, entre gentes de una misma región, de un mismo país, con costumbres o raíces culturales y genéticas diferentes, ¿qué tal si se les compara con hombres y mujeres de épocas diferentes?, de años, ¿o de siglos atrás?, la situación puede ser más compleja. No obstante, siendo todos seres humanos, afortunadamente algo habrá de uniforme, de común o de universal en la ordenación de las ideas... Algún detalle existirá que facilite llevarlas al territorio de las letras con acierto. Allí está el secreto, en esas claves. Esas son las que descubrirá la cibernética y tendremos ese magma electrónico entrelazado desde el espacio exterior, una telaraña que conformará la literatura del pasado enrollándonos hacia el futuro.
- Todos somos hijos de Dios Nuestro Señor y como criaturas creadas a su imagen y semejanza estamos en este mundo en sus manos sabias, llenas de paz y de amor. Tu delirio cibernético es absolutamente irreal, pero yo soy capaz de aceptar tus teorías o lucubraciones fantasiosas. Está bien, puede que muy pronto todo se vaya al diablo arrollado por un ejército cibernético y las computadoras dominen el planeta. ¿Complacido?
-Tal vez es cierto, la vida además es muy breve. Todavía hay otras variables que se me escapan mi querido Iñigo. La ficción y la realidad. Los personajes que discurren en las novelas son ficticios, han nacido de la mente de sus creadores y por tanto es más complejo el transformar las ideas de inventos o de seres imaginarios en palabras escritas. Tú dirás que lo mío es una obsesión, pero, ¿te figuras lo interesante que pudiese resultar liberar las ideas del contexto del idioma?, este puede ser otro aspecto del problema, pero sin duda mucho más sutil Como un ejemplo casi paradigmático de este tema, siempre en mi mente aparecerá el atrevimiento de James Joyce al lograr con maestría el transcribir el fluir del pensamiento. También lo han logrado muchos otros. Por cierto, fíjate que lo ejecutó con brillo un escritor asimilado como no, Juan Martín Santos, hace años cuando escribió “Tiempo de silencio” y son unos u otros quienes lo intentan y lo coronan. Proceso este del cual hablamos, y pienso yo que no ha sido muy frecuentemente un logro feliz dentro de nuestra literatura hispanoamericana. Piensa y repiensa el personaje Víctor creado por Javier Marías en “Mañana en la batalla piensa en mí”, pero quizás en ese pensar se le atraviesan demasiadas palabras, tal y como lo hiciera en su lenguaje campesino y un tanto barroco el José Trigo de Fernando del Paso, quizás más certeramente el moribundo Artemio Cruz nacido de Carlos Fuentes, ¿y qué decir de la Maga y de Oliveira? ¡Viva Cortázar! ¿Acaso conoces algo más cinematográficamente hermoso y a la vez más real que los personajes de Manuel Puig? Sin duda alguna, es la novela el género que mejor se adapta para crear corrientes de pensamiento llevándolas con brillantez al plano de la literatura. Ya lo decía Don Pío Baroja, otro donostiarra. ¡Que te los estoy recordando a todos tus gudaris Iñigo amigo! Pues, Baroja al referirse a la novela decía que ella era “como la corriente de la historia, no tiene ni principio ni fin, empieza y acaba donde se quiera”. ¡Ves Iñigo amigo como te cito a tus literatos, tan guipuzcoanos como los que llegaron con la Real Compañía a comerciar nuestros productos en la época de la Colonia! A los que se les alzó el zambo Andresote... Pero debo callarme porque ya he hablado más de la cuenta y ciertamente, dejé muy atrás “El Jardín de las Delicias” para penetrar en las delicias del intrincado bosque de la literatura.
Iñigo sonriendo se levantó de su asiento para dirigirse a la cocina. El agua caliente estaba pitando en una olla, lista para preparar la infusión. Buscó con su vista la cajita con las hojas de manzanilla, tomó la lata del té y sacó de un frasquito varios trozos de canela y clavos de especie. Entonces se volvió hacia Jacobo y le dijo.
- Dame una oportunidad para decirte algo sobre el Bosco, mi querido comisario, doctor Jacobito Guzmán, escritor del futuro en este país. Hoy he pasado el día con una tonada en la cabeza. ¿Sabes cuál? Esa que dice... “Para subir al cielo se necesita, una escalera grande y otra chiquita” Curioso... ¿Verdad? Quiero decirte algunas cosas sobre una de las pinturas de Don Gerónimo. ¿Te he hablado alguna vez sobre las tablas del Palacio de los Dogos en Venecia? Creo pueden interesarte. Una de ellas se refiere al ascenso a los cielos, la subida de los bienaventurados al “coelum empyreum”. Pero, ya recordarás que son cuatro las tablillas llamadas “La caída de los condenados”, “El infierno”, “La subida al cielo” y “El Paraíso”. Son muy oscuras y han sido muy retocadas, pero te interesará lo que te cuento, ¿sabes?, ellas posiblemente constituían partes de un retablo del Juicio Final. El infierno es muy particular, porque es otro más de unos cuantos infiernos pintados por el Bosco y no digo nada de su maestría y habilidades en las diversas recreaciones sobre los sitios de tortura para los condenados. Verás, este infierno del Palacio de los Dogos, en Venecia, tiene algo especial. Como en todas las tablas, el paisaje es muy oscuro y evidentemente se repite el incendio, posiblemente el recuerdo cruel de su experiencia infantil, el abismo y la muerte están siempre presentes puesto que son parte de la filosofía medieval asociada al sitio donde habitan los condenados, al igual que las charcas de aguas cenagosas que simbolizan el pecado donde todos yacen enfangados. Pero este es un infierno sencillo, el más simple de los Avernos bosquianos, sin mucha violencia, sin grandes torturas. El paisaje es el habitual, con las rocas negras, el río cruzado por siniestros resplandores del lejano incendio, y los suplicios se restringen a la muerte por sumersión y el degollamiento. Los que cumplen estos desagradables cometidos tampoco son los monstruos metamorfoseados que estamos acostumbrados a ver en las pinturas del Bosco. Hay un personaje central, un hombre desnudo y en actitud de meditación y una bestia adornada con alas violaceoverdosas y plumas doradas, un repugnante ser animal y humano, mezcla de roedor y felino con patas de reptil, genio maligno de las tinieblas que agarra por un brazo a su víctima en tanto que otra bestia semejante le pasa una espada por el cuello a otro de los seres inermes, los únicos que no se están ahogando en las charcas donde algunos demonios se zambullen mostrando que también poseen cola. Curiosamente, y esto es una de las cosas que te quería comentar, en el borde de una roca, un negro cuervo pareciera decir como el de Poe, nunca más. Pero, lo que te he relatado, ya veo que no te impresiona porque con seguridad no es otra cosa sino la recreación de tu trabajo en la morgue de Bello Monte y no era esa mi intención, no es del infierno de lo te quería hablar. Espera, francamente te digo, es de algo que ya discutíamos previamente, a propósito de la tonada que recuerda las necesarias escaleras para ascender al empíreo. Para subir al cielo... Verás, esta ascensión a los cielos del Bosco, es muy particular, es más, creo que es única. La subida al cielo, está plasmada en el cruzar un cilindro concéntrico de esplendoroso brillo, es la subida hacia la luz, el ascenso a las esferas celestiales, al resplandor del más allá. Me parece a mí que el Bosco pintó algo como lo que ahora se acostumbra a mostrar en las experiencias denominadas de la “vida después de la vida”. Para subir al cielo, se necesitan ciertas escaleras, pero en las tablas del Palacio de los Dogos lo que se observa es la profundidad del abismo luminoso, la que el maestro Ruysbroeck denominaba en su lenguaje medieval “la inmensa luz esencial, el resplandor inconmensurable de total alcance, inamovible e incorruptible”. Es la llamada “columna de gloria” que Tolnay trató de relacionar con “El Paraíso” de Dante. Sin duda alguna el túnel de luz con radiaciones y segmentos semicirculares son un reflejo de los diagramas zodiacales de la época, o algo como el eneagrama creado por Ouspensky y su maestro Gurdjieff... Ya sabes a lo que me refiero. Las circunferencias en el chorro de luz necesario para subir al cielo, seguramente son los círculos, exotérico, mesotérico, esotérico y el isotérico, el más luminoso, el de los hombres superiores, los del centro mismo donde se alcanza la inmortalidad y se tienen todos los puntos reunidos en uno solo.
- Iñigo querido, eso que me dices pintó el Bosco a finales del medioevo es un sencillo Aleph borgiano con un resuelve cortazariano. No puedes dejar atrás a las pinturas circulares del budismo Zen, las del Zen Sangai, donde el círculo de la iluminación es la perfección total. Por eso al incorporar estos conceptos a la literatura en Rayuela, Cortázar creó una obra maestra. Rayuela es una novela Zen, una novela mandala...
- ¿Tú pretenderás proponer que Don Gerónimo, ya sabía sobre estas cosas? Tú serás uno de los que lo cree alquimista y mago. ¡Ay, que no se entere la Santa Inquisición!
- Pues eso, estimado vasco recalcitrante, ese punto, sólo podemos dejarlo a la imaginación de cada uno. Tú mismo me has hablado de como su vida quedó marcada por el incendio padecido en la infancia, ese fuego de todos los fuegos, y ¿ya ves como regreso insensiblemente a Cortázar? Terminaremos aceptando con Bachelard que el fuego es el verdadero elemento de unificación, tal vez la fijación de tu atormentado Don Jerónimo.
- ¿El fuego purificador Jacobito? O... ¿Acaso te estarás refiriendo al fuego destructor de los infiernos? Creo que no lo podremos averiguar nunca, al menos aquí en nuestra efímera existencia. Lo cierto es que Don Gerónimo transformó las escaleras grande y chiquita, esas que dicen necesitamos para subir al cielo, en un túnel fosforescente. Me figuro que con esa pintura, él esperaba reflejar los planteamientos de su maestro Ruysbroeck sobre el cielo, donde el corazón se abre de gozo y de deseo y se abren todas las venas y todas las potencias del alma se colman de vida... Con el uso de la luz para expresar la Divinidad, el Bosco plantea una situación que se puede interpretar como original a la luz de las oscuras creencias medievales, indudablemente muy acertada en su expresión plástica y tal vez como imitación, esa idea, será explorada por algunos pintores alemanes del siglo XVI. ¿No te parece interesante?
- Sí. ¡La del Bosco fue una curiosa manera de pintar! ¿De dónde sacaría tantas ideas?
- Pues óyeme Jacobo, en aquellos tiempos en la vecindad de Hertogenbosch estaba Holanda, con provincias mucho más pobres que Flandes y Brabante, pero Holanda tenía en sus artistas a los más finos exponentes de una expresividad bíblica muy natural, particularmente sus más preclaros exponentes eran los iluminadores de manuscritos. Estos artistas de la pintura, hacían trabajos tan finos y detallistas como los que más adelante caracterizaron a la pintura de Hyeronimus Bosch. La ciudad de Utrecht, era una de las ciudades arzobispales y uno de los principales centros de los iluminadores. Puede ser que Hyeronimus asistiera a estos talleres en su juventud. Eso nadie lo sabe, pero es factible. Si uno examina los manuscritos iluminados por Evert van Soudenbalch, un maestro iluminador de Utrech, quien vivió y trabajó durante la infancia del Bosco, se ven extraños paralelismos que reflejan grandes similitudes entre las pinturas religiosas de Hyeronimus y las escenas bíblicas del taller del maestro Soudenbalch. El libro de las Horas de Catalina de Cleves puede ser otro fiel exponente de esta teoría que se transparenta al observar la atmósfera y la composición de ciertas obras del Bosco, como la Epifanía, la que se encuentra en Filadelfia...
Fin del Capítulo IX, con algunas ligeras modificaciones.
Jorge García Tamayo, abril, 2015

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