Francisco de Quevedo
La vida de Francisco de Quevedo corrió en paralelo a la del Imperio Español; Quevedo nació en 1580 cuando se unieron los dos
imperios más potentes de aquel entonces, el propiamente español y el portugués,
y falleció en 1645, dos años después de la derrota de los tercios en Rocroi, en
la fecha que suele tomarse como el fin de la primacía española (https://bit.ly/2xJxJVV).
Quevedo nació en Madrid, en el
seno de una familia de hidalgos
provenientes de la aldea de Vejorís, en las
montañas de Cantabria, Nació
cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá
por ello pasó una infancia solitaria y triste soportando las bromas de otros
niños y entregándose compulsivamente a la lectura. Quevedo tuvo que superar la
amargura de quedar huérfano de padre a los seis años (1586), y le nombraron por
tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; Además, en 1591, cuando
contaba once años, falleció su hermano Pedro.
Quevedo fue un autor muy conocido en su época, es recordado por su impecable uso de
la lengua y por su fuerte y controversial
personalidad. Prototipo
del intelectual cortesano que exhibía su ingenio y con frecuencia le gustaba
escandalizar, Quevedo pasó a la literatura popular como personaje de chistes
con frecuencia groseros, volviéndose personaje de leyendas urbanas. Aunque sus
obras no se publicaron hasta después de su muerte, sus composiciones circularon
en manuscritos, y sus romances y sus letrillas se transmitían como canciones.
Especialmente conocidos y celebrados fueron algunos poemas satíricos, que pasaban
de mano en mano como poemas anónimos “Amor más allá de la muerte” es un soneto
de poesía grave, reflexiva, en la que el poeta expresa sus sentimientos o ideas
con un tono desgarrador. “…Cerrar podrá
mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta
alma mía, hora a su afán ansioso lisonjera; mas no de es otra parte en la
ribera dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama el agua fría, y
perder el respeto a ley severa. Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado, médulas, que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán,
mas polvo enamorado”.
Durante su vida estudiantil, Quevedo escribió en
castellano algunos opúsculos burlescos, desvergonzados y de mal gusto. La obra
poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, presenta ejemplos
de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa,
moral e inmoral heroica, circunstancial, descriptiva, religiosa y fúnebre. La
poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del siglo XVII, es la
producción más paradójica del autor: misántropo y misógino, fue,
sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Aproximadamente, un
40 % de sus textos son satíricos. También se aproximó a la prosa
escribiendo, la primera versión manuscrita de una novela picaresca, La vida del Buscón.
En 1611 debió trasladarse a Toledo a causa del
pleito contra la Torre de Juan Abad. Allí conocería al padre Juan de Mariana, se ganó
la amistad de Félix Lope de Vega así como de Miguel de Cervantes y por el contrario, atacó sin piedad a los
dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia siendo él
mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo
ciertas disputas. Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su
libro misceláneo Para todos. Quevedo fue un feroz antijudío y su
judeofobia quedó reflejada "en todo tipo de escritos, incluyendo sus
poemas satíricos" pero fue en los años de su lucha contra Olivares cuando escribe sus dos textos antisemitas más
importantes": Execración contra los judíos y La Isla de los Monopantos.Sin
embargo, el personaje más atacado sin duda fue Luis de Góngora, terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote
indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja, e
indecente.
Siempre será difícil hablar de
Quevedo, sin mencionar a Góngora, ya
que fueron escritores enfrentados. Los primeros poemas de Quevedo imitaban o
parodiaban los de Luis de Góngora y aparecieron bajo
seudónimo de “Miguel de Musa”. El poeta
cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación atacándolo con
una serie de poemas, que fueron el comienzo de una enemistad que no terminó
hasta la muerte del cisne cordobés. Por su parte, Quevedo en su sátira A una nariz, se ensañó con el apéndice nasal de Góngora, pues
el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos. (Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado). En su descargo, Góngora le
correspondió casi con la misma violencia, tachándole de cojo, borracho "Francisco de Quebebo", contrahecho
y mal helenista. Al morir, Góngora dejó en estos versos, constancia de la deuda
contraída con Quevedo. “Musa que sopla y
no inspira y sabe que es lo traidor poner
los dedos mejor en mi bolsa que en su lira, no es de Apolo, que es mentira”.
En 1622 había vuelto a ser desterrado brevemente,
pero la entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su
castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento
del conde duque de Olivares, cuya amistad supo ganarse trabajando como libelista
para él. Quevedo acompañaría al joven rey en viajes a Andalucía (1624) y Aragón
(1626), algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas.
En marzo de 1624 una nota de la Junta de reformación de costumbres señala que
una mujer llamada Ledesma "estaba amancebada con don Francisco de Quevedo
y tienen hijos".
El 25 de septiembre muere en
prisión don Pedro Téllez-Girón, y Quevedo lo lamenta en unos célebres sonetos.
En 1627 Quevedo escribe en su comedia Cómo ha de ser el privado, adulando
al Conde-Duque. Su enfrentamiento con los carmelitas a causa de la cuestión del
patronazgo se vuelve cada vez más virulento; a fines de febrero de 1628 escribe
su Memorial por el patronato de Santiago y se imprime en Madrid con
tanto éxito como el Buscón o los Sueños, y es de nuevo desterrado
a la Torre, aunque en diciembre le autorizan a volver de nuevo a la Corte.
Quevedo había salido del encierro achacoso y muy
enfermo en junio de 1643; en 1644 publicó, la Primera parte de la vida de
Marco Bruto y La caýda para levantarse, el ciego para dar la vista, el
montante de la Iglesia en la vida de San Pablo Apóstol. Renunció a la Corte
para retirarse a la Torre de Juan Abad, definitivamente en noviembre de ese mismo año y
fallecerá en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645.
Mississauga, Ontario, jueves 18 de julio, 2019
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