Pintado de
azul maya
Al nombrar la palabra “AZUL”,
recuerdo que en “Volare” Domenico Modugno decía cantando: “Penso che un sogno così non ritorni mai più, mi dipingevo le mani e la
faccia di blu”… En agosto
del año 2017 escribí en este blog algo sobre el Nilo azul (https://bit.ly/2YDwdjE) y en septiembre ese mismo año,
algunos datos sobre los pulpos de sangre azul (https://bit.ly/2xwKUcu ). Un año después, en julio 2018
escribí sobre el “Azul” de Ruben Darío y el de Salmerón, y sobre un pájaro azul
en el hombro, según Disney que podía confundirse con un pájaro de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) (https://bit.ly/2YCczof ). Por todas estas cosas hoy les
tocará leer algo más sobre el color azul: en este caso, conversaré sobre el “azul maya”.
En la
Europa del siglo XVII, cuando Michelangelo Merisi da Caravaggio y Peter Paul
Rubens pintaron sus famosas obras maestras, el pigmento azul ultramarino era
hecho de una piedra semipreciosa llamada lapislázuli. La piedra era proveniente
de unas lejanas minas en Afganistán. El azul
ultramarino obtenido del lapislázuli en Europa no solo era
increíblemente caro, sino también extremadamente difícil de fabricar. En Europa, el azul era reservado para los trabajos más importantes
en la pintura. Un ejemplo es "La Adoración de los Reyes
Magos", de Rubens, la versión que se exhibe en el Museo del Prado en
Madrid, en la cual él trabajó durante más 20 años y que se muestra aquí, es
rica en tonalidades azules.
El color azul era principalmente
usado para pintar las túnicas de la
virgen María, y después se extendió para incluir a la realeza y otras
figuras sagradas. En México, por otro lado, el azul era usado por los pintores
en temas menos sagrados y cotidianos. Se menciona a México por el hecho de que
los arqueólogos que estudiaban las ruinas prehispánicas de Mesoamérica se
sorprendieron con el descubrimiento de murales
azules en la Riviera Maya, que databan de inicios del año 300 después de
Cristo. Quizás el más famoso de los
murales está en el templo de Chichén Itzá, creada alrededor del año 450 después
de Cristo, que aprovecho para mostrarlo aquí mismo:
El color azul tenía un significado ceremonial especial para
los mayas. La planta de añil,
parte de la familia índigo, estaba ampliamente disponible en la región, pero se
usaba principalmente para tintes en lugar de aprovecharla en las pinturas. No sería
sino hasta finales de la década de 1960 cuando se descubrió que la resistencia
del “azul Maya” a través de los siglos se debía a aquella rara arcilla llamada atapulgita, que
se mezclaba con el tinte de la planta de añil. Esta arcilla es un mineral filosilicato, que fue
descubierto en 1862
en una mina en los montes Urales cerca de la localidad de Palygorskaya en Rusia, siendo nombrada como attapulgita o polygorskita.
El azul maya destaca entre los pigmentos históricamente conocidos
debido a sus excelentes propiedades: no solo posee un color intenso, sino que
es resistente a la luz, a la biocorrosión y al
calor moderado, no se decolora ante el ácido nítrico concentrado, ni con los álcalis, ni solventes orgánicos, y los murales ejecutados con él
han tolerado bien la humedad durante cientos de años. El
azul maya es por ello, un pigmento histórico,
elaborado y utilizado principalmente por culturas mesoamericanas durante un
periodo que se extiende desde aproximadamente el siglo VIII hasta cerca del
1860 de nuestra era.
Se lo encuentra en pinturas murales de edificios arqueológicos, piezas de
cerámica, esculturas, códices, e incluso en decoraciones murales realizadas
posteriormente a la Conquista y en obras de arte indocristiano. Inicialmente se pensó que solo se
había utilizado en la zona maya de Yucatán, aunque luego se la detectó en otros sitios
arqueológicos centroamericanos, como el Tajín, Tamuín, Cacaxtla, Zaachila, Tula, y en el Templo Mayor de Tenochtitlán.
En 1942, R.J.
Gettens bautizó provisoriamente a este pigmento con el nombre de «azul
maya», ya que hasta el momento solo se lo había hallado en templos
pertenecientes a esa cultura. Pocos años más tarde fueron descubiertas las
pinturas murales de Bonampak, donde también se encontró azul
maya; esto permitió a los investigadores disponer de más muestras del mismo. La
composición química del azul maya, al principio desconocida, fue elucidada
progresivamente. Al estudiar las muestras de Bonampak mediante el método de difracción
de rayos X se
identificó uno de sus componentes: la palygorskita, una arcilla que se caracteriza por poseer una estructura fibrosa en lugar de lamelar, como la
mayoría de las arcillas.
Durante
un tiempo se sospechó que en la composición del azul maya también podía entrar
alguna sustancia orgánica, hasta que en 1962 se
constató que así era, y por espectroscopía
infrarroja se
identificó un pigmento de origen vegetal: el índigo. De modo que las hojas del jiquilite o añil (Indigofera suffruticosa) son otro
de los ingredientes originales del azul
maya. En una investigación reciente, Sánchez del Río describió la historia y las
técnicas experimentales (difracción, espectroscopías infrarroja, Raman y
óptica, voltametría, resonancia magnética, etc.) usadas para estudiar la
síntesis y propiedades del azul maya en relación con los contextos históricos y
arqueológicos.
Mississauga, Ontario, domingo 7 de julio, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario