domingo, 7 de julio de 2019

Pintado de azul maya


Pintado de azul maya

Al nombrar la palabra “AZUL”, recuerdo que en “Volare” Domenico Modugno decía cantando: Penso che un sogno così non ritorni mai più, mi dipingevo le mani e la faccia di blu… En agosto del año 2017 escribí en este blog algo sobre el Nilo azul         (https://bit.ly/2YDwdjE) y en septiembre ese mismo año, algunos datos sobre los pulpos de sangre azul (https://bit.ly/2xwKUcu ). Un año después, en julio 2018 escribí sobre el “Azul” de Ruben Darío y el de Salmerón, y sobre un pájaro azul en el hombro, según Disney que podía confundirse con un pájaro de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) (https://bit.ly/2YCczof ). Por todas estas cosas hoy les tocará leer algo más sobre el color azul: en este caso, conversaré sobre el “azul maya”.

En la Europa del siglo XVII, cuando Michelangelo Merisi da Caravaggio y Peter Paul Rubens pintaron sus famosas obras maestras, el pigmento azul ultramarino era hecho de una piedra semipreciosa llamada lapislázuli. La piedra era proveniente de unas lejanas minas en Afganistán. El azul ultramarino obtenido del lapislázuli en Europa no solo era increíblemente caro, sino también extremadamente difícil de fabricar. En Europa, el azul era reservado para los trabajos más importantes en la pintura. Un ejemplo es "La Adoración de los Reyes Magos", de Rubens, la versión que se exhibe en el Museo del Prado en Madrid, en la cual él trabajó durante más 20 años y que se muestra aquí, es rica en tonalidades azules.

El color azul era principalmente usado para pintar las túnicas de la virgen María, y después se extendió para incluir a la realeza y otras figuras sagradas. En México, por otro lado, el azul era usado por los pintores en temas menos sagrados y cotidianos. Se menciona a México por el hecho de que los arqueólogos que estudiaban las ruinas prehispánicas de Mesoamérica se sorprendieron con el descubrimiento de murales azules en la Riviera Maya, que databan de inicios del año 300 después de Cristo.  Quizás el más famoso de los murales está en el templo de Chichén Itzá, creada alrededor del año 450 después de Cristo, que aprovecho para mostrarlo aquí mismo:

El color azul tenía un significado ceremonial especial para los mayas. La planta de añil, parte de la familia índigo, estaba ampliamente disponible en la región, pero se usaba principalmente para tintes en lugar de aprovecharla en las pinturas. Los mayas mezclaron la planta de añil con una arcilla especial para crear la pintura azul. No sería sino hasta finales de la década de 1960 cuando se descubrió que la resistencia del “azul Maya” a través de los siglos se debía a aquella rara arcilla llamada atapulgita, que se mezclaba con el tinte de la planta de añil. Esta arcilla es un mineral filosilicato, que fue descubierto en 1862 en una mina en los montes Urales cerca de la localidad de Palygorskaya en Rusia, siendo nombrada como attapulgita o polygorskita.

El azul maya destaca entre los pigmentos históricamente conocidos debido a sus excelentes propiedades: no solo posee un color intenso, sino que es resistente a la luz, a la biocorrosión y al calor moderado, no se decolora ante el ácido nítrico concentrado, ni con los álcalis, ni solventes orgánicos, y los murales ejecutados con él han tolerado bien la humedad durante cientos de años.  El azul maya es por ello, un pigmento histórico, elaborado y utilizado principalmente por culturas mesoamericanas durante un periodo que se extiende desde aproximadamente el siglo VIII hasta cerca del 1860 de nuestra era. Se lo encuentra en pinturas murales de edificios arqueológicos, piezas de cerámica, esculturas, códices, e incluso en decoraciones murales realizadas posteriormente a la Conquista y en obras de arte indocristiano. Inicialmente se pensó que solo se había utilizado en la zona maya de Yucatán, aunque luego se la detectó en otros sitios arqueológicos centroamericanos, como el Tajín, Tamuín, Cacaxtla, Zaachila, Tula, y en el Templo Mayor de Tenochtitlán

En 1942, R.J. Gettens bautizó provisoriamente a este pigmento con el nombre de «azul maya», ya que hasta el momento solo se lo había hallado en templos pertenecientes a esa cultura. Pocos años más tarde fueron descubiertas las pinturas murales de Bonampak, donde también se encontró azul maya; esto permitió a los investigadores disponer de más muestras del mismo. La composición química del azul maya, al principio desconocida, fue elucidada progresivamente. Al estudiar las muestras de Bonampak mediante el método de difracción de rayos X se identificó uno de sus componentes: la palygorskita, una arcilla que se caracteriza por poseer una estructura fibrosa en lugar de lamelar, como la mayoría de las arcillas.

Durante un tiempo se sospechó que en la composición del azul maya también podía entrar alguna sustancia orgánica, hasta que en 1962 se constató que así era, y por espectroscopía infrarroja se identificó un pigmento de origen vegetal: el índigo. De modo que las hojas del jiquilite o añil (Indigofera suffruticosa) son otro de los ingredientes originales del azul maya. En una investigación reciente, Sánchez del Río describió la historia y las técnicas experimentales (difracción, espectroscopías infrarroja, Raman y óptica, voltametría, resonancia magnética, etc.) usadas para estudiar la síntesis y propiedades del azul maya en relación con los contextos históricos y arqueológicos. 

Mississauga, Ontario, domingo 7 de julio, 2019

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