martes, 17 de diciembre de 2019

Nuestro desastre ecológico


Nuestro desastre ecológico 

Promovido por la codicia y salpicado de crueles masacres de gran magnitud, como la que ocurrió en noviembre en el pequeño poblado minero de Ikabarú, a escasos 6 kilómetros de Brasil, forman parte de la destrucción de los territorios del macizo guayanés, el peor desastre ecológico presente en nuestra Amazonía. La depredación del llamado “Arco Minero” de los Estados Bolívar y Amazonas venezolanos ha sido una acción sostenida, brutal y salvaje. El 22 de noviembre pasado, fueron asesinadas 6 personas y un número indeterminado de heridos que, con sus cuerpos abaleados, cruzaron la frontera buscando salvar sus vidas. Nada sucedió, como cuando masacraron a los venezolanos pemones… 

Desde el año 2000, la violencia alrededor de la minería ha crecido de manera tan grave como la endemia palúdica, pero si de la malaria algo dice la prensa, el negocio minero no es reseñada por los noticieros. Los asesinatos donde el número de fallecidos supera a las dos personas son hechos comunes, y cuando se conocen, es por alguna casualidad ya que estos hechos son poco divulgados. De acuerdo a los testimonios de habitantes de la región, se han producido otras masacres, donde familias enteras han desaparecido, y otras que vivían en localidades muy apartadas, hoy, su destino es desconocido. Dirigentes sociales de la región creen que fueron secuestrados, conducidos a otros lugares y ejecutados, como parte de las prácticas instauradas en la región. Eliminan a los competidores o arrasan con toda una comunidad, para despejar el territorio y crear las condiciones para dar inicio a una explotación minera.Se conocen los hechos y no, pasa, nada…

La región sur de Venezuela, especialmente La Gran Sabana (que es Parque Nacional, por lo que debería estar especialmente protegida). En las leyes venezolanas está totalmente prohibida la minería en el Estado Amazonas. Tampoco está permitido en los parques nacionales y áreas protegidas…  Hoy vemos que todo el llamado macizo guayanés se ha transformado en una región precaria. La salud pública es deficiente y la criminalidad asociada o no a la minería hace estragos. Todo esto se da, en terrenos cuya vialidad es irregular y riesgosa, sin infraestructura, pues la existente está en ruinas y lo servicios públicos son pésimos. Todo el territorio es uno de los espacios más peligrosos del mundo, y ha sido repartido en pedazos entre delincuentes, militares y políticos que bajo cuerda sostienen a la narcoguerrilla colombiana, mientras se mueven inmensas cantidades de dinero del narcotráfico y la minería. Pero, no pasa nada… 

La franja más periférica está a cargo de funcionarios militares, cuya  tarea consiste en garantizar que ese espacio sea un campo ilimitado de extracción de minerales, bajo las técnicas más brutales, sin reparar en las consecuencias de esa actividad que avanza sin controles. La función primera es impedir la libre circulación, evitar el ingreso de reporteros gráficos, de equipos de televisión, de periodistas, o de investigadores de distinta especialidad, académicos, parlamentarios, miembros de oenegés y otros, de manera que no suceda nada…

Periodistas brasileros que se desempeñan en medios de comunicación del norte de ese país, han logrado recorrer algunos de estos poblados, y se refieren a la “sobrepoblación” de armas, menudeo de drogas, prostíbulos, venta ilegal de alcohol, casas de juego y otras presencias, que muestran como la violencia y los grupos que la ejercen de forma sistemática, mantienen un control delicuencial de casi la totalidad del territorio. Como ha sido denunciado, dentro de este territorio operan, grupos de narco terroristas del Ejército de Liberación Nacional -ELN- de Colombia; hay bandas que ejercen la minería ilegal, sostenidas por grupos armados que operan con un arsenal de extraordinaria potencia; mafias integradas por civiles y militares, que controlan la distribución de alimentos, combustibles, medicamentos y otros bienes de primera necesidad, pero no pasa nada…

La destrucción sobrepasa las peores expectativas. Imágenes satelitales muestran terrenos devastados y lagunas contaminadas de mercurio. La llegada de las lluvias es un factor nefasto: la lluvia inunda los terrenos y conduce las aguas contaminadas hasta los ríos y los pequeños sembradíos. Todo esto desemboca en que el producto de la pesca artesanal o la cosecha de vegetales, está llevando a que el consumo de alimentos resulten terriblemente contaminados. Se están desforestando las cuencas de los ríos, con el impacto que ello tiene en el clima y en el ciclo de las aguas, pero a nadie parece dolerle. Los expertos han advertido que la cantidad de sedimento que se está depositando en los ríos continuará produciendo inundaciones cada vez más letales. La sistemática destrucción de la cuenca del río Caroní terminará afectando a todo el país, porque su capacidad de alimentar al Guri está en declive. El país entero desde ya, padece y esto aunque lo sufren todos, puede notarse que oficialmente no pase nada…

La debacle ambiental venezolana es la más grave de toda América Latina, casi comparable con las de China y Rusia: sistemas de aguas potables infectados; acumulación de desechos tóxicos en todas las operaciones petroleras y mineras del país; cantidades de basuras inmanejables en las empresas del Estado; sistemas de recolección de desechos colapsados; ciudades, pueblos y pequeñas poblaciones carcomidos por las aguas negras, los roedores y los malos olores.  Venezuela es el único país en la región que aumentó su tasa de deforestación entre 2000 y 2015. En esos 15 años se perdieron 5.265 kilómetros cuadrados de bosque en la Amazonia venezolana de los siete millones del ecosistema. La pérdida de cobertura boscosa fue incrementándose cada quinquenio: el 17% de la deforestación ocurrió entre los años 2000 y 2005; el 29,4% entre 2006 y 2010; y en el siguiente quinquenio se registró el 53,6% de la pérdida de cobertura boscosa.
 
De la multimillonaria operación del Arco Minero solo puede decirse que sus resultados están a la vista: no han mejorado las condiciones sociales y económicas de los habitantes de la región, ni han practicado la promesa falaz de una “minería ecológica”, ni han generado bienestar alguno a la economía venezolana. Quien tenga oídos que oiga porque las soluciones no se vislumbran mientras los políticos de turno sueñan con líderes mesiánicos que les llenarán los bolsillos, seguramente con “pepitas de oro”…
Maracaibo, martes 17 de diciembre, 2019

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