Nuestro desastre ecológico
Promovido por la codicia
y salpicado de crueles masacres
de gran magnitud, como la que ocurrió en noviembre en el pequeño poblado minero
de Ikabarú, a escasos 6 kilómetros de Brasil, forman parte de la destrucción de
los territorios del macizo guayanés, el peor desastre ecológico presente en nuestra
Amazonía. La depredación del llamado “Arco Minero” de los Estados Bolívar y
Amazonas venezolanos ha sido una acción sostenida, brutal y salvaje. El 22 de noviembre pasado, fueron asesinadas 6
personas y un número indeterminado de heridos que, con sus cuerpos abaleados,
cruzaron la frontera buscando salvar sus vidas. Nada sucedió, como cuando
masacraron a los venezolanos pemones…
Desde el año 2000, la violencia alrededor de la
minería ha crecido de manera tan grave como la endemia palúdica, pero si de la
malaria algo dice la prensa, el negocio minero no es reseñada por los
noticieros. Los asesinatos donde el número de fallecidos supera a las dos
personas son hechos comunes, y cuando se
conocen, es por alguna casualidad ya que estos hechos son poco divulgados.
De acuerdo a los testimonios de habitantes de la región, se han producido otras
masacres, donde familias enteras han desaparecido, y otras que vivían en
localidades muy apartadas, hoy, su destino es desconocido. Dirigentes sociales
de la región creen que fueron secuestrados, conducidos a otros lugares y
ejecutados, como parte de las prácticas instauradas en la región. Eliminan a
los competidores o arrasan con toda una comunidad, para despejar el territorio
y crear las condiciones para dar inicio a una explotación minera.Se conocen los
hechos y no, pasa, nada…
La región sur de Venezuela, especialmente La Gran
Sabana (que es Parque Nacional, por lo que debería estar especialmente
protegida). En las
leyes venezolanas está totalmente prohibida la minería en el Estado Amazonas.
Tampoco está permitido en los parques nacionales y áreas protegidas… Hoy vemos
que todo el llamado macizo guayanés se ha transformado en una región precaria.
La salud pública es deficiente y la criminalidad asociada o no a la minería
hace estragos. Todo esto se da, en terrenos cuya vialidad es irregular y
riesgosa, sin infraestructura, pues la existente está en ruinas y lo servicios
públicos son pésimos. Todo el territorio es uno de los espacios más peligrosos del mundo, y ha sido repartido
en pedazos entre delincuentes, militares y políticos que bajo cuerda sostienen
a la narcoguerrilla colombiana, mientras se mueven inmensas cantidades de
dinero del narcotráfico y la minería. Pero, no pasa nada…
La franja más periférica está a cargo de
funcionarios militares, cuya tarea
consiste en garantizar que ese espacio sea un campo ilimitado de extracción de
minerales, bajo las técnicas más brutales, sin reparar en las consecuencias de
esa actividad que avanza sin controles. La función primera es impedir la libre
circulación, evitar el ingreso de reporteros gráficos, de equipos de televisión,
de periodistas, o de investigadores de distinta especialidad, académicos,
parlamentarios, miembros de oenegés y otros, de manera que no suceda nada…
Periodistas brasileros que se desempeñan en medios
de comunicación del norte de ese país, han logrado recorrer algunos de estos
poblados, y se refieren a la “sobrepoblación” de armas, menudeo de drogas,
prostíbulos, venta ilegal de alcohol, casas de juego y otras presencias, que
muestran como la violencia y los grupos que la ejercen de forma sistemática, mantienen
un control delicuencial de casi la totalidad del territorio. Como ha sido
denunciado, dentro de este territorio operan, grupos de narco terroristas del
Ejército de Liberación Nacional -ELN- de Colombia; hay bandas que ejercen la
minería ilegal, sostenidas por grupos armados que operan con un arsenal de
extraordinaria potencia; mafias integradas por civiles y militares, que controlan la distribución de
alimentos, combustibles, medicamentos y otros bienes de primera necesidad, pero
no pasa nada…
La destrucción sobrepasa las peores expectativas.
Imágenes satelitales muestran terrenos devastados y lagunas contaminadas de
mercurio. La llegada de las lluvias es un factor nefasto: la lluvia inunda los
terrenos y conduce las aguas contaminadas hasta los ríos y los pequeños
sembradíos. Todo esto desemboca en que el producto de la pesca artesanal o la
cosecha de vegetales, está llevando a que el consumo de alimentos resulten terriblemente contaminados. Se
están desforestando las cuencas de los ríos, con el impacto que ello tiene en
el clima y en el ciclo de las aguas, pero a nadie parece dolerle. Los expertos
han advertido que la cantidad de sedimento que se está depositando en los ríos
continuará produciendo inundaciones cada vez más letales. La sistemática
destrucción de la cuenca del río Caroní terminará afectando a todo el país,
porque su capacidad de alimentar al Guri está en declive. El país entero desde
ya, padece y esto aunque lo sufren todos, puede notarse que oficialmente no
pase nada…
La debacle ambiental venezolana es la más grave de toda América Latina,
casi comparable con las de China y Rusia: sistemas de aguas potables
infectados; acumulación de desechos tóxicos en todas las operaciones petroleras
y mineras del país; cantidades de basuras inmanejables en las empresas del
Estado; sistemas de recolección de desechos colapsados; ciudades, pueblos y pequeñas
poblaciones carcomidos por las aguas negras, los roedores y los malos
olores. Venezuela es el único país en la región que aumentó
su tasa de deforestación entre 2000 y 2015. En esos 15 años se perdieron 5.265
kilómetros cuadrados de bosque en la Amazonia venezolana de los siete millones
del ecosistema. La pérdida de cobertura boscosa fue incrementándose cada
quinquenio: el 17% de la deforestación ocurrió entre los años 2000 y 2005; el
29,4% entre 2006 y 2010; y en el siguiente quinquenio se registró el 53,6% de
la pérdida de cobertura boscosa.
De la multimillonaria operación del Arco Minero
solo puede decirse que sus resultados están a la vista: no han mejorado las
condiciones sociales y económicas de los habitantes de la región, ni han
practicado la promesa falaz de una “minería ecológica”, ni han
generado bienestar alguno a la economía venezolana. Quien tenga oídos que oiga
porque las soluciones no se vislumbran mientras los políticos de turno sueñan
con líderes mesiánicos que les llenarán los bolsillos, seguramente con “pepitas
de oro”…
Maracaibo, martes 17 de diciembre, 2019
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