"Escribir la historia de Luis Daniel Beauperthuy desde la isla de los leprosos
en medio del río Esquibo fue siempre una pretensión mía. Debo confesar que esta
idea, la acariciaba desde hace varios años cuando a través del diario de mi
mujer Ruth Romero me enteré de la vida del personaje; un investigador nato, del
siglo antepasado, esto es, del siglo XIX. En las bibliotecas nacionales
conseguí información sobre el llamado “médico de Cumaná”, y fue precisamente
cuando caído en la desgraciada circunstancia de ser arrollado, digamos que por
los avatares del destino (en realidad un accidente automovilístico lo
había dejado en silla de ruedas) me ha tocado involucrarme en una desafortunada
investigación sobre la lepra. Una investigación real y actual, no la del siglo
XIX, una de ahora del siglo XXI y llena de complicaciones políticas cuyas
consecuencias personales y familiares están por verse. Me he remitido al
diario de Ruth, a sus cuitas de adolescente y durante la irrupción mía en su
vida, mis lazos de cariño con su madre, e ir yo tras Ruth hasta cambiar el
curso de mi vida. Su diario, retomado por ella después de una década, existe y
está pleno de vivencias; para mí ha sido impresionante leer sobre un fantasma
que ronda la isla de Lázaros frente a la ciudad de fuego. Un espectro que
pareciera asociarse a la canción sobre el leproso, aquella que por Ondas del
Lago y al mediodía, acompañaba con su guitarra “el cantor de todos los tiempos”
don Armando Molero. “Adiós hermano
querido, te estáis portando tirano, acordate de tu hermano que en la isla está
metido”…
Estas reflexiones han sido escritas por un personaje
que aparece en la novela "El año de la lepra", (https://bit.ly/2RoLd4q). El hombre se llama Alejo
Plumacher, y existe otro personaje, el profesor Arístides Sarmiento que también relatará gran parte de la misma y ya
al final de la novela, cuenta de cómo ambos acordarían relatar lo que debería
haberse llamado… “2011, el año de la lepra”. Distribuida por EdicVen en
el país, nunca sus autores ni su amanuense, el suscrito novelista
JorgeGarcíaTamayo se enteraría de su destino final… “Así
son las cosas”, como diría Oscar Yánez…
Arístides Sarmiento, ya para
terminar escribiría en una especie de epílogo: “Debo señalar que estoy fuera de mi país por motivos ajenos a mi
voluntad, y no temo represalias, aunque tampoco hay acusación formal alguna que
pese sobre mí. Lo mismo puedo decir sobre Alejo. Quizás apoyándome en esto, he
aceptado trabajar en su extenso manuscrito, convencido de que necesitamos
relatar lo que vivimos, aunque parezca pertenecer al territorio de la ficción.
Así pues, no tuvimos otro remedio y ambos nos lanzamos al ruedo literario en
una lidia al alimón”.
Me parece interesante aclararle a ustedes que: Arístides Sarmiento, el
personaje, cumplió 70 años un día del año 2010 y siempre fue apreciado
nacionalmente como un científico; él, con el doctor Piero Itriago organizó los
primeros laboratorios de bacteriología de la región y encargaron al
microbiólogo polaco Silvester Korzeniowski para estudiar cepas de bacilos
tuberculosos autóctonas relacionados con la alta mortalidad entre los indígenas
de la etnia wayúu. Arístides y Piero Itriago diseñaron programas de salud
pública y lograron acabar con la tuberculosis que diezmaba a los indígenas.
Arístides Sarmiento también trabajó con el profesor Crisanto Navarro en el
estudio epidemiológico de algunos brotes encefalíticos. El virus trasmitido por
mosquitos del género Culicidio producía en burros y caballos un mal que les
hacía temblar y girar en círculos por lo que los lugareños denominaron el mal “la peste loca de las bestias”. A finales
del pasado siglo XX, Arístides contrataría a Silvester Korzeniowski y con la
ayuda del joven Víctor Pitaluga incorporaron en sus proyectos a Rodrigo Gartán,
un patólogo que había desarrollado un modelo experimental en ratas preñadas
para demostrar el daño intrauterino provocado por el virus encefalítico. La
experiencia de Pitaluga como investigador se amplió con trabajos
experimentales, hasta que bajo la tutela de Silvester Korzeniowski su interés
derivaría hacia el estudio de la patogenia de la lepra y montarían ambos un
bioterio con cachicamos en La Cañada de Urdaneta.
En realidad más que hablarles
sobre los personajes de la novela, y sus vicisitudes, el comentario que quería
hacer hoy, como ya lo hiciera en diciembre 2013 (https://bit.ly/2Yn9Wrc) es destacar el hecho de que dentro
de esa novela, está una historia que es real y verdadera. Está relatada la vida
de un personaje que nació en la isla caribeña de Guadalupe, se graduó de médico
en París, se casó con una joven venezolana y vivió en Cumaná donde luchó contra
epidemias y terremotos ayudando a la gente. Allí descubrió que la fiebre
amarilla era trasmitida por un mosquito de patas rayadas de blanco pero los
franceses no le creyeron. Era impensable aunque el doctor Beauperthuy lo
publicara, que un mosquito fuese capaz de trasmitir enfermedades. También creyó
él descubrir como curar la lepra y trabajó durante años en eso y publicó todo
lo que hacía; fue de esta manera cómo los ingleses al leer sus trabajos sobre
la lepra, le montaron un leprocomio para que pudiese seguir trabajando en una
islita en medio del río Esequibo, donde este río se une al Mazaruni para
desembocar en el Mar Caribe...
Estas cosas sucedieron en 1871,
cuando el doctor Luis Daniel Beauperthuy a quien le llamaban "el médico de Cumaná" y quienes le
conocían, supieron cómo en su afán de curar la lepra estuvo yendo y viniendo
desde un pueblo de pescadores a la orilla del río Esequibo hasta su islita para
atender a los leprosos, durante muchos meses hasta que falleció. Sus restos se
quedaron allá, en lo que fue la Guayana inglesa y ahora es territorio en
reclamación, o el que seguramente ya perdimos y es parte de Guyana... Quería
que quienes me leen, supiesen o recordasen esto, porque es nuestra historia, que
en frecuentes ocasiones es triste y deja un amargo sabor, pero es nuestra, y debemos
conocerla…
Maracaibo, viernes 6 de diciembre, 2019
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