viernes, 20 de diciembre de 2019

A mis colegas doctoras ( III )


A mis colegas doctoras ( III )

Laura, fue la primera mujer presidenta de la SVAP, ella es y será la eterna patóloga de Maracay en el Estado Aragua, y por vecindad con Valencia la podríamos asociar al grupo antes mencionado; aunque Laura, panameña de nacimiento, fue y ha sido siempre como una tromba marina ya que ha logrado cuanto se ha propuesto, disposición ésta que contrasta con su delgada y siempre elegante figura. Personalmente Laura al iniciarse como presidente de la SVAP hizo publicar mí, varias veces antes rechazado libro “Reflexiones de un anatomopatólogo” que bautizaría con el apoyo de la Universidad de Carabobo; yo le he estado eternamente agradecido. Fueron muchas las veces que la solidaridad de Laura, salvó también a la SVAP con el respaldo de su presencia y su contribución instalando Jornadas de emergencia en sus predios aragüeños. Mi sostenida participación en variadas juntas directivas de aquella institución (SVAP) dan fe de esto que estoy diciendo aquí.

He mencionado dúos de doctoras quienes durante sus estudios de postgrado hicieron historia, pero existieron también tríos; de ellos, seguramente ninguno como el de MariaElena, Mirian y MaríaTeresa (alias LaNena), una tripleta perfecta de jóvenes doctoras de esta tierra venezolana con sus variados ancestros; de MariaElena en las tierras de Caripe, cerca de la cueva del Guácharo, de LaNena en las orillas del lago de Coquivacoa, maracucha zuliana, y la tercera, Mirian con su familia en el mero corazón del país, en San Sebastián de Los Reyes. Mirian Josefína, formó parte de quienes como los 3 mosqueteros de Dumás, eran todas para una y una para todas, siempre refrescadas por la risa y bromas de LaNena. Para mí, en lo personal Mirian fue especial, atravesó el embarazo de su primer hijo varón en paralelo con la llegada de nuestro Pablo Antonio, primogénito de Saudy, y todos viviríamos una temporada de gran cercanía familiar; Mirian con sus dos hijas y su Manolo gastro-carupanero rasgando el cuatro, nos incluiría en los planes del aquel trío de increíbles buenas amigas; cuando nació Fernando operado pequeñito de estenosis pilórica, luego le tocó ser paciente del cirujano ortopeda de MariaElena, pues sería Marcel quien le repararía sus tendones de Aquiles. Me excusarán que haya entrado en estas situaciones familiares, pero así eran las cosas, siempre las doctoras y todos los residentes en general, fueron sentidos por nosotros como parte de una gran familia. Al trio de MariaElena, Mirian y La Nena, a menudo se le asociaba Kelly quien con una gracia irresistible, nos decía a sus maestros, los “insen”, abreviando con ello su calificación de “insensatos”, Grace era otra quien siendo fan del trío, recuerdo era capaz de bailar incansablemente si le daban la oportunidad de hacerlo.

Cuando la pandemia del SIDA, hubo tantas historias que mejor me refiero tan solo al manifiesto interés por que se preservara la memoria escrita de aquellas difíciles y al comienzo, tan temidas autopsias y en ello, MariaEsther y Sindy, y Crisaida e Ivonne con otras muchas residentes hicieron el esfuerzo de reseñar en publicaciones sus observaciones. No sé si se acuerdan de AriCruz, quien justificaba cualquiera de sus simpáticas ocurrencias, diciendo ser “loquita” por haber hecho en el primer año una autopsia de un CreufeldJacob sin enterarse del diagnóstico hasta observar el micro. Virginia haría una crisis de hipertiroidismo durante su postgrado pero yo la recuerdo haciéndome bailar (y además con éxito cosa de por sí ya complicada), en unas Jornadas de la SVAP. ¿I que tal Judith? Una linda portuguesiña venida de la Escuela Vargas, quien hacía unos desmayos aparatosos que asustaban a la gente, quien para sus compañeros más que la delicada “Barbie” les impresionaba por su figura escultural. Si de Portugal admiramos aquel “Nascimento”, de Italia llegó una “Napolitano” con habilidades crematísticas y otras aventuras de las que será mejor no entrar en detalles, usualmente alcahueteadas por sus compañeros residentes orientales.

Nadie de quien la vio, pudo olvidar jamás a Sorayita en bikini, en las playas de Yare durante un paseo del Congreso de la SLAP y luego en una rebelión de doctoras bañistas aprovechando la piscina del hotel en Maracay durante las conferencias de unas Jornadas de la SVAP, conmoción que llevaría a que los profes, impusieran o imploraran por “mayor seriedad”… ¡Dígame usted! Era inolvidable, sentarse en el microscopio de cinco cabezas, a oír diagnósticos histológicos, podía uno tropezarse con el rimmel de Carmenchu impregnando los oculares, o recordar el “vómito en escopetazo” cuando se enojaba Paulina…. ¿Quién no recuerda “los chimentos” que el gran maestro les ofrecía a Vicky y a Mirian y justo al lado, ya que “estaban en Cardio”, donde siempre sonriente aparecía Leticia, heredera de una saga familiar de patólogos con Jorge y su padre Nelson…

Sorayita quien era de la misma tierra de Cheo y de Yaneida, era dulce como la miel de sus cañaverales, aunque los Sulbarán más de una vez me recordaron que Yaracuy era también la tierra de Caldera y no sé si era por eso que la asociábamos con ser “tierra de culebras”… Muy amiga de Soraya siempre fue Cathy, la pequeña gran trabajadora con quien tuve la suerte de que fuese mi mano derecha en el ejercicio privado de la inmunohistoquímica diagnóstica. Aquello que bautizaríamos como Novapath fue para aprender a querer y admirar a Cathy con quien ya había publicados un trabajo sobre la drepanocitosis en el hígado, quien me habría de acompañar siendo ya patóloga en muchas publicaciones y en conferencias hasta el 2005 cuando decidiría regresar a mi tierra.

Había una doctora quien al reírse se le hacían unos hoyuelos preciosos pero era tan brava que sus compañeros la apodaban “La crotálica”, de espíritu muy competitivo, siempre fue una excelente estudiante y debo incluirla en el grupo de las valencianas: ¡inolvidable mi queridísima Lesbia! Nunca supimos cómo ni porqué Norma desapareció al terminar su postgrado, pero quien la conoció jamás pudo olvidar la belleza y la paz que irradiaba su presencia, Norma, apellidada como el escritor inglés de mi juventud… Hay algo que quizás pocos saben, pero conocí también a una diminuta doctora con pinta de niñita, quien era capaz de recitar decenas de poemas con un lirismo fascinante, su marido también sería patólogo, ella quien tenía una mamá famosa en el ejercicio del derecho, se llama Dilcia y como Josefina, Samaris y Lila la famosa cardiopatóloga era una bella representante de la ciudad de los crepúsculos.

Me he extendido demasiado, y hasta aquí llegaré hoy, porque es preciso detenerme y pensar que si no hubiese sido por ellas y por muchas otras a quienes me es imposible nombrar por meras razones de espacio y de tiempo, el IAP de la UCV no hubiese sido el semillero de tantísimas excelentes especialistas que se formaron en el ejercicio de ésta difícil especialidad médica, la cual en general, es poco valorada dentro del mismo gremio médico. Me felicito por haber tenido la suerte de conocerlas y poder compartir unos años de sus vidas. Vayan estas palabras escritas, que no han podido ser dichas en un discurso, como un regalo de Navidad en este año 2019 para todas y cada una de mis queridas discípulas.
Muchas gracias.

Final de “A mis colegas doctoras”
Maracaibo, viernes 20 de diciembre del año 2019

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