A mis colegas doctoras ( I )
Preparada como una charla, al no poder
ofrecerla verbalmente, por razones de cómo estamos viviendo en el país, decidí
colocarla en mi blog lapesteloca.blogspot.com, y será un regalo navideño para las doctoras
patólogas egresadas del Curso de Postgrado de Anatomía Patológica del IAP,UCV…
Dividida en tres partes, para facilitar su lectura en el blog, les presento las
tres partes de una sola vez.
Antes de dirigirme a ustedes, quisiera
identificarme. Siento que debo hacerlo, porque hace ya unos cuantos años, que
no tengo contacto personal con las nuevas generaciones de colegas especialistas
en Anatomía Patológica. Para quien vivió muchos años en la capital
identificándose como “maracucho de la
República del Zulia”, creo necesaria esta presentación, no me vengan a
decir como en la canción de Perales “¿y
quien es él?”. Es que eso, ya me tocó vivirlo hace 5 décadas.
Nací un 22 de noviembre del año 1939; lo
que significa que tengo ya 80 años cumplidos. Graduado en julio del año 1963 cómo
médico-cirujano en la Universidad del Zulia (LUZ), en Maracaibo, mi ciudad
natal, tuve la suerte de comenzar temprano en Anatomía Patológica. En febrero
del 64, ya había hecho unas 60 autopsias, con un cargo hospitalario sin sueldo,
por lo que el doctor Franz Wenger, jefe del Servicio de Patología del hospital
Universitario de Maracaibo gestionó para mí una beca con un Club Rotario de
Wisconsin. Así pude irme a los Estados Unidos donde permanecí hasta el año
1967. Hice la residencia en patología en la Universidad de Wisconsin, con un
año en el Philadelfia General Hospital y en la Universidad de Pennsylvania,
hice un curso de microscopía electrónica (ME) en Berkeley-California, y regresé
a Maracaibo llamado por la Facultad de Medicina de LUZ, en enero del año 1968.
Tuve la suerte de poder trabajar en el Sanatorio Antituberculoso, en un ME que
conseguiría el doctor Pedro Iturbe, y con el asesoramiento de Fernández Morán,
y allí iniciaría lo que llamaríamos la patología ultraestructural.
Mi primer contacto con los patólogos de
Hispanoamérica fue en el VII Congreso Latinoamericano de la SLAP en Buenos
Aires, en 1969, y desde ese entonces, tengo memoria de muchos encuentros en
diversos países con los patólogos latinoamericanos, especialmente en las
reuniones bianuales de la SLAP y en diversos eventos centroamericanos de
patología, todos paralelos a mi permanente actividad en el país desde 1968 con
la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica (SVAP).
Durante los años 1968 a 1973, el
Sanatorio Antituberculoso se transformó en hospital General; el director,
doctor Iturbe se fue a la Medicina Familiar, y mis técnicos buscaron mejores
posiciones. Con todo esto y a pesar de existir ya casi una veintena de
publicaciones en revistas indexadas, el jefe del Servicio de AP y los patólogos
de mi ciudad no creían en la investigación y el laboratorio de ME comenzó a
quedarse desamparado. Esta situación, y la mía personal, se hicieron ambas cada
vez más difíciles y complicadas… Decidí entonces aceptar una oferta para
trabajar un año como neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas.
Me fui aprovechando mi año sabático de
LUZ, donde era Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias Veterinarias ya que
a mi regreso de EUA no había conseguido cargo en Medicina. Así, fue como en
1975 me trasladé a Caracas. El director del Instituto de Patología del hospital
Vargas para aquel momento, era el Ministro de Sanidad. Tras una intensa
actividad en Neuropatología y trabajando con un viejo ME durante un año en el
hospital Vargas, logré que el CONICIT me aprobase un nuevo ME, un Hitachi
H-500, pero al finalizar abruptamente la gestión en el MSAS el director del
Instituto, regresó y decidió plantearme, devolver el nuevo ME al CONICT y me
sugirió, que me convendría irme de regreso a mi tierra...
Decidí entonces pasar del hospital
Vargas al Instituto Anatomopatológico (IAP) de la Facultad de Medicina en
Universidad Central de Venezuela (UCV) en julio del año 1976, encargándome con
el nuevo ME del CONICIT de la Sección de Microscopía Electrónica. El proceso de
regularizar mi situación, los llamados trámites de “homologación” del cargo
universitario, un sencillo papeleo entre dos universidades nacionales que debería ser breve, duró tres largos años,
y para sobrevivir con sueldo de instructor, y 5 hijos en colegios privados, me
puse a pintar, cuadros al óleo, con espátula, muy coloridos, con guajiras y
paisajes de mi tierra. Llegué a vender más de un centenar de ellos, y funcionó,
pagué deudas... Así fue como me inicié en el IAP de la UCV, incorporado con el
nuevo ME, y allí transcurrirían casi 30 años de mi vida, productivos, de los
que quiero hablar. Allí ascendería a Profesor Titular y durante 12 años, del 84
al 96, me tocaría la responsabilidad de ser el director de aquel Instituto.
Repito que permanecí en Caracas de 1975
al 2004. En aquellos años iniciales en el IAP de la UCV y en la SVAP, tuve la
suerte de conocer a Mario Armando Luna y comenzamos con una intensa actividad
de invitaciones a famosos patólogos latinoamericanos quienes llegaban a dictar
cursos y conferencias en el Instituto o asistían a los Congresos de la SVAP. La
lista de aquellos patólogos que estuvieron con nosotros y de quienes tanto
aprendimos, fue interminable, tan larga que se me escaparían nombres. Prefiero
no decir más sobre la importancia nacional de estas reuniones para elevar el
nivel en la formación de nuestros estudiantes del postgrado. Internacionalmente
el IAP de la UCV estaba muy bien reconocido e igualmente el IAP fue Centro Nacional
de Referencia en Anatomía Patológica del Ministerio de Sanidad. Con Eduardo
Blasco Olaetxea y el doctor Luna crearíamos una colección de libros, Avances en
Patología para actualizar nuestra especialidad, sosteniendo activa nuestra
biblioteca, promocionábamos los 5 volúmenes publicados “del Rio Grade a la Patagonia”; todo esto y mucho más, por muchos
años desde el IAP de la UCV.
Es aquí justamente donde quiero situar
esta historia y espero me perdonarán por el largo prolegómeno, que ha demorado
el momento de relatar la maravillosa oportunidad que tuve, al poder conocer, yo
diría que serían alrededor de ochenta doctoras, jóvenes estudiantes quienes en
aquellos años harían el Postgrado de Patología, y a quienes pude apreciar como
seres maravillosos durante los tres años que duraba el entrenamiento de cada
una de ellas en el IAP de la UCV. Es sobre ellas, que he querido conversar hoy,
un rato… Puedo asegurarles que de todas guardo los más gratos recuerdos, pero
sería imposible nombrar a todas. Por otra parte, entiendo que atreverme a
hablar de vivencias que reposan en mi subconsciente puede resultar muy
arriesgado puesto que el tiempo y la memoria conspiran en mi contra; sin
embargo espero traducir en palabras algunos de mis recuerdos pidiendo me
excusen por las muchas lógicas omisiones. Acudo al viejo refrán de que “el cariño es el mismo”, con el recuerdo
las muchas lágrimas derramadas durante las “palabras de despedida” en cada
final de curso, por lo que creo que ellas, húmedamente, testifican la
reciprocidad de mi cariño por todas ustedes.
Quisiera hablar sobre muchas
mujeres, jóvenes, graduadas como médico-cirujano en distintas universidades del
país, quienes decidirían estudiar Anatomía Patológica. Pero todo cuanto pueda
decir de aquella época, para mí, estuvo siempre compartido y amparado por la
devoción y el cariño de una jovencita que ingresó al IAP de la UCV conmigo en
el 76, quien desde aquel entonces fue mi queridísima esposa, histotecnóloga,
ultramicroscopista, quien se graduó de psicopedagoga, y fue la madre de dos de
mis hijos, Pablo y Fernando. Puedo asegurarles, que absolutamente todo cuanto
hice en aquella institución universitaria de la UCV no hubiese sido posible, ni
tendría valor alguno, si no hubiese contado con su dedicación, su cariño y
decidido apoyo, y estoy convencido, de que el recuerdo de Saudy, será
imperecedero para todos quienes en el IAP de la UCV tuvieron la suerte de
conocerla.
Final de la
primera parte (continuará).
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