miércoles, 4 de diciembre de 2019

El Bicentenario de Baralt


El Bicentenario de Baralt

Gracias a mi amistad con Miguel Ángel Campos, he tenido la oportunidad de revisar el libro “Rafael María Baralt en la Academia Venezolana de La Lengua” con notas de su presentador y compilador el académico Francisco Javier Pérez precedido de un estudio preliminar “Baralt el adiós fecundo” del sociólogo y ensayista Miguel Ángel Campos. El libro en sus 495 páginas y con un sobrio formato impreso por Gráficas/Luki Ca, Caracas para la Academia Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española, reúne las principales piezas de divulgación lingüística y creaciones literarias escritas sobre Rafael María Baralt por numerarios y miembros de la Real Academia de la Lengua para celebrar los 200 años de su nacimiento (1801-2020). 

El abuelo paterno, de Rafael María Baralt, fue Ignacio Baralt y Torras (1748-1805) quien había nacido en Arenys de Mar, poblado de Cataluña, y había contraído nupcias con Agustina Sánchez, una joven de la sociedad marabina, quien sería la madre de 14 hijos que iniciarían el linaje del apellido Baralt en el Zulia. Su padre el marabino Miguel Antonio Baralt (1790-1853), casó con Ana Francisca Pérez, y el 3 de julio de 1810 nacerá en Maracaibo Rafael María Baralt Pérez. Por razones de inestabilidad política, la familia emigró a Santo Domingo y en la República Dominicana, cuna de su madre, Rafael María viviría la niñez para regresar a Maracaibo a la edad de once años. Vivió en Bogotá hasta 1828 cuando regresó a Maracaibo, donde fue uno de los firmantes del Acta de separación de la provincia de Maracaibo de La Gran Colombia en enero de 1830. Como funcionario del Ministerio de Guerra y Marina obtuvo el grado de Teniente Efectivo de Artillería, y en 1832 se graduó de Agrimensor Público.

Baralt hizo gran amistad con Manuel María Urbaneja y luego en 1833 con Fermín Toro en Caracas, donde se casará con Teresa Manrique, joven de la sociedad caraqueña. En 1835 en apoyo al gobierno del Dr. José María Vargas, peleará a las órdenes del comandante Cajigal y al año siguiente, tras haber sido ascendido a Capitán, como Ingeniero Militar, decide dejar las armas y dedicarse a la literatura. En 1840 le fue confiada a los 28 años la tarea de preparar un Resumen de la Historia de Venezuela y se dedicará con ahínco a investigar para llevar a cabo esta laboriosa empresa.

En su carta a Fermín Toro de septiembre 1840, Baralt destaca su pasión por su labor con la frase “el trabajo es inmenso y el tiempo corto”. Con su “Resumen de la historia de Venezuela” Baralt lograría una síntesis interpretativa que parecía ser necesaria para un país que estaba destruido después de la Independencia y precisaba una visión civilista del caos. En septiembre de 1841 viajará a Londres comisionado para ponerse a la orden del Ministro Fortique con la tarea de investigar en los archivos de Indias en Sevilla y en Madrid y fijar la cuestión de los límites con la Colonia Inglesa de Guayana, hasta que finalmente la falta de recursos impedirá que continúen pagándole 200 pesos de sueldo y debe regresar a Caracas. A la edad de 30 años finaliza su compromiso histórico y en tres tomos, con 1500 páginas, el “Resumen de la Historia de Venezuela” será publicado en París. No obstante, en su patria, la obra tendrá una acogida contradictoria. La objetividad de Baralt llevaría a los militares de la Independencia que esperaban ser vistos como héroes de la antigua Grecia a rechazar su historia. Era el año 1842 y la reacción suscitada entre sus compatriotas le llevaría a decir: “Me voy para siempre, he cometido el crimen de querer escribir la historia de mi país”. Desde el mes de septiembre de 1841 vivirá en España, país que reconocerá generosamente sus  méritos y lo recibiría con los brazos abiertos.

El silencio y el distanciamiento será la respuesta de Baralt al mezquino provincialismo de sus conciudadanos. En 1842, Baralt a los 32 años publicará sus primeros poemas, uno de ellos “A Simón Bolívar” estará insuflado de ese fervor patriótico y religioso que caracterizó su obra poética. Baralt se desempeñará con acierto en la narrativa, la poesía, la gramática y la filología defendiendo siempre la libertad de pensamiento. Sus tareas lexicológicas están plasmadas en su Diccionario de Galicismos y en su intento de realizar un Diccionario Matriz de la Lengua Castellana. En palabras de Menéndez Pelayo refiriéndose al Diccionario de Galicismos, él afirmaría: “La prosa de Baralt es limpia, desembarazada, sabrosa digna de toda clase de elogios y aún superior a la de Andrés Bello”.
 
Desde 1842 Baralt vivirá en Sevilla y en Madrid y será un destacado filólogo y un poeta “de buen decir” por lo cuidadoso de la gramática. Es importante enfatizar que Andrés Bello y Rafael María Baralt son los escritores venezolanos que han alcanzado una estatura universal. El recuerdo de Baralt siempre surge desde esa especie de memoria dolorosa que se percibe en los versos de su “Adiós a la Patria”, su “tierra del sol amada”, donde inundado de su luz fecunda él dirá que, “en hora malhadada y con la faz airada, me vio el lago nacer…. Así percibía Baralt lo que unos años antes José Ramón Yepes (1822-1881) en “La media noche a la claridad de la luna” habría de denominar como una “soledad dulcísima en la tierra infeliz de los palmares”, esa tierra soleada donde el mezquino provincialismo de figuras que aspiraban a ser vistos como divinos héroes y siempre, no podría faltar, la cuestión crematística interpuesta que parecía estar ya incrustada en la genética de los políticos venezolanos quienes no supieron valorar a Baralt, el primer hispanoamericano aceptado en la Real Academia de la Lengua Española.

Cuando se dio el primer centenario del nacimiento de Rafael María Baralt, la revista El Cojo Ilustrado en 1910 promovió un certamen literario abierto por la Academia Venezolana de La Lengua correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española, y el discurso que ofreciera el numerario Eloy G. González se encuentra entre los 30 trabajos compilados en el libro por Francisco Javier Pérez donde destaca también  Baralt un venezolano del siglo XIX” de Ramón Díaz Sánchez en 1960, con aportaciones desde 1867 de Ricardo Ovidio Limardo, de Pedro Grases en  1943, Mario Briceño Iragorry en 1953, Rafael Yepes Trujillo en 1963, Arturo Uslar Pietri en 1982, del mismo Francisco Javier Pérez en el año 2000 y de Rafael Arraiz Lucca en 2002.

En su “Estudio preliminar. Baralt el adiós fecundo”, Miguel Ángel Campos señala la desazón del destierro en Bello y en Simón Rodríguez y la compara con el acoso de las urgencias en Baralt, de su familia perdida que no verá nunca más, a una hermana y luego una nieta de nueve años a quien le escribe un epitafio en voz de su propia hija, y la ingratitud de su país; las maniobras que se suscitaron alrededor del Resumen de la Historia de Venezuela culminó en el Congreso de 1840 que se estrenaría negando la condonación de la deuda de la Historia de Baralt y regateándole a Codazzi su trabajo para culminar rematando 1322 ejemplares de la Historia , “simple retaliación de unos hombrecillos, hijos de la vanidad y alimentados por el chisme y el analfabetismo de taburete”… “Pero aún hoy, aquella acción plena de maldad y estupidez, sigue siendo vista con alguna indulgencia.” Aunque la historia es cíclica, en las actuales circunstancias sociopolíticas, deberíamos esperar que acciones como éstas nunca más se repitan en nuestro convulsionado país actual, donde militares y políticos civiles con sus acciones a diario, lamentablemente es triste decirlo, pero dejan mucho que desear.

Maracaibo, miércoles 4 de diciembre, 2019

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