El Bicentenario de Baralt
Gracias
a mi amistad con Miguel Ángel Campos, he tenido la oportunidad de revisar el
libro “Rafael María Baralt en la Academia Venezolana de La Lengua”
con notas de su presentador y compilador el académico Francisco Javier Pérez
precedido de un estudio preliminar “Baralt el adiós fecundo” del
sociólogo y ensayista Miguel Ángel Campos. El libro en sus 495 páginas y con un
sobrio formato impreso por Gráficas/Luki Ca, Caracas para la Academia
Venezolana de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española, reúne las
principales piezas de divulgación lingüística y creaciones literarias escritas
sobre Rafael María Baralt por numerarios y miembros de la Real Academia de la
Lengua para celebrar los 200 años de su nacimiento (1801-2020).
El
abuelo paterno, de Rafael María Baralt, fue Ignacio Baralt y Torras (1748-1805)
quien había nacido en Arenys de Mar, poblado de Cataluña, y había contraído
nupcias con Agustina Sánchez, una joven de la sociedad marabina, quien sería la
madre de 14 hijos que iniciarían el linaje del apellido Baralt en el Zulia. Su
padre el marabino Miguel Antonio Baralt (1790-1853), casó con Ana Francisca
Pérez, y el 3 de julio de 1810 nacerá en Maracaibo Rafael María Baralt Pérez. Por
razones de inestabilidad política, la familia emigró a Santo Domingo y en la República
Dominicana, cuna de su madre, Rafael María viviría la niñez para regresar a
Maracaibo a la edad de once años. Vivió en Bogotá hasta 1828 cuando regresó a
Maracaibo, donde fue uno de los firmantes del Acta de separación de la
provincia de Maracaibo de La Gran Colombia en enero de 1830. Como funcionario
del Ministerio de Guerra y Marina obtuvo el grado de Teniente Efectivo de
Artillería, y en 1832 se graduó de Agrimensor Público.
Baralt
hizo gran amistad con Manuel María Urbaneja y luego en 1833 con Fermín Toro en
Caracas, donde se casará con Teresa Manrique, joven de la sociedad caraqueña.
En 1835 en apoyo al gobierno del Dr. José María Vargas, peleará a las órdenes
del comandante Cajigal y al año siguiente, tras haber sido ascendido a Capitán,
como Ingeniero Militar, decide dejar las armas y dedicarse a la literatura. En
1840 le fue confiada a los 28 años la tarea de preparar un Resumen de la
Historia de Venezuela y se dedicará con ahínco a investigar para llevar a cabo esta
laboriosa empresa.
En
su carta a Fermín Toro de septiembre 1840, Baralt destaca su pasión por su
labor con la frase “el trabajo es inmenso
y el tiempo corto”. Con su “Resumen de la historia de Venezuela”
Baralt lograría una síntesis interpretativa que parecía ser necesaria para un
país que estaba destruido después de la Independencia y precisaba una visión
civilista del caos. En septiembre de 1841 viajará a Londres comisionado para ponerse
a la orden del Ministro Fortique con la tarea de investigar en los archivos de
Indias en Sevilla y en Madrid y fijar la cuestión de los límites con la Colonia
Inglesa de Guayana, hasta que finalmente la falta de recursos impedirá que
continúen pagándole 200 pesos de sueldo y debe regresar a Caracas. A la edad de
30 años finaliza su compromiso histórico y en tres tomos, con 1500 páginas, el “Resumen
de la Historia de Venezuela” será publicado en París. No obstante,
en su patria, la obra tendrá una acogida contradictoria. La objetividad de
Baralt llevaría a los militares de la Independencia que esperaban ser vistos
como héroes de la antigua Grecia a rechazar su historia. Era el año 1842 y la
reacción suscitada entre sus compatriotas le llevaría a decir: “Me
voy para siempre, he cometido el crimen de querer escribir la historia de mi
país”. Desde el mes de septiembre de 1841 vivirá en España, país que
reconocerá generosamente sus méritos y
lo recibiría con los brazos abiertos.
El
silencio y el distanciamiento será la respuesta de Baralt al mezquino
provincialismo de sus conciudadanos. En 1842, Baralt a los 32 años publicará
sus primeros poemas, uno de ellos “A Simón Bolívar” estará insuflado de
ese fervor patriótico y religioso que caracterizó su obra poética. Baralt se
desempeñará con acierto en la narrativa, la poesía, la gramática y la filología
defendiendo siempre la libertad de pensamiento. Sus tareas lexicológicas están
plasmadas en su Diccionario de Galicismos y en su intento de realizar un Diccionario
Matriz de la Lengua Castellana. En palabras de Menéndez Pelayo
refiriéndose al Diccionario de Galicismos, él afirmaría: “La prosa de Baralt es limpia, desembarazada, sabrosa digna de toda
clase de elogios y aún superior a la de Andrés Bello”.
Desde
1842 Baralt vivirá en Sevilla y en Madrid y será un destacado filólogo y un
poeta “de buen decir” por lo cuidadoso de la gramática. Es importante enfatizar
que Andrés Bello y Rafael María Baralt son los escritores venezolanos que han
alcanzado una estatura universal. El recuerdo de Baralt siempre surge desde esa
especie de memoria dolorosa que se percibe en los versos de su “Adiós a la Patria”, su “tierra
del sol amada”, donde inundado de su luz fecunda él dirá que, “en
hora malhadada y con la faz airada, me vio el lago nacer…”. Así
percibía Baralt lo que unos años antes José Ramón Yepes (1822-1881) en “La media noche a la claridad de la luna”
habría de denominar como una “soledad dulcísima en la tierra infeliz de
los palmares”, esa tierra soleada donde el mezquino provincialismo de
figuras que aspiraban a ser vistos como divinos héroes y siempre, no podría
faltar, la cuestión crematística interpuesta que parecía estar ya incrustada en
la genética de los políticos venezolanos quienes no supieron valorar a Baralt,
el primer hispanoamericano aceptado en la Real Academia de la Lengua Española.
Cuando
se dio el primer centenario del nacimiento de Rafael María Baralt, la revista El Cojo Ilustrado en 1910 promovió un
certamen literario abierto por la Academia Venezolana de La Lengua
correspondiente a la Real Academia de la Lengua Española, y el discurso que
ofreciera el numerario Eloy G. González se encuentra entre los 30 trabajos
compilados en el libro por Francisco Javier Pérez donde destaca también “Baralt
un venezolano del siglo XIX” de Ramón Díaz Sánchez en 1960, con
aportaciones desde 1867 de Ricardo Ovidio Limardo, de Pedro Grases en 1943, Mario Briceño Iragorry en 1953, Rafael
Yepes Trujillo en 1963, Arturo Uslar Pietri en 1982, del mismo Francisco Javier
Pérez en el año 2000 y de Rafael Arraiz Lucca en 2002.
En
su “Estudio
preliminar. Baralt el adiós fecundo”, Miguel Ángel Campos señala la
desazón del destierro en Bello y en Simón Rodríguez y la compara con el acoso
de las urgencias en Baralt, de su familia perdida que no verá nunca más, a una
hermana y luego una nieta de nueve años a quien le escribe un epitafio en voz
de su propia hija, y la ingratitud de su país; las maniobras que se suscitaron
alrededor del Resumen de la Historia de Venezuela culminó en el Congreso de
1840 que se estrenaría negando la condonación de la deuda de la Historia
de Baralt y regateándole a Codazzi su trabajo para culminar rematando 1322
ejemplares de la Historia , “simple retaliación de unos hombrecillos,
hijos de la vanidad y alimentados por el chisme y el analfabetismo de
taburete”… “Pero aún hoy, aquella acción plena de maldad y estupidez, sigue
siendo vista con alguna indulgencia.” Aunque la historia es cíclica, en las
actuales circunstancias sociopolíticas, deberíamos esperar que acciones como éstas
nunca más se repitan en nuestro convulsionado país actual, donde militares y
políticos civiles con sus acciones a diario, lamentablemente es triste decirlo,
pero dejan mucho que desear.
Maracaibo, miércoles 4 de
diciembre, 2019
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