…de la amistad y de, el amor…
“¿Amigo?, el ratón del queso”… Esta frase, o
comentario, fue publicado una vez como “mancheta” en El Nacional. Para aquella
época, me tocaba ser director del Instituto Anatomopatológico (IAP) de la UCV, y
decidí pegar el recorte en la pared de la Dirección, pero algunas personas,
señalaron mi gesto como impropio. Les parecía que reflejaba una actitud poco
positiva, por lo que finalmente lo retiré para no fomentar controversias. En el
fondo, debo aceptar que con la mancheta, más que a una interpretación
crematística, quería referirme a la amistad verdadera, y de eso, quiero
conversar, hoy.
Sobre este tema
ya he escrito previamente; este año, (https://bit.ly/2HiWWur), y quizás mis
comentarios, aunque son ciertos, parecieran contradecir una frase que he
reiteradamente sostenido. He dicho, y también lo he escrito, que: “uno
debe querer a los amigos, no con sus defectos, sino, por sus defectos”.
He insistido en que esos son los que los hacen diferentes, en el entendido que
uno debe lidiar con ellos en la seguridad de que podrán mejorar. Esta teoría,
debo decir que ha sido en ocasiones enfáticamente refutada ante mí, y no
obstante, sigo creyendo en ella, ya que si verdaderamente se trata de un amigo,
pienso que uno debe aceptarlo como realmente él es.
Viene a mi mente
el comentario que alguien me hizo en una ocasión sobre un supuesto problema mío
para con “los amigos”. Me decía que, eran pocos y que tal vez eso se debía a mi
problema de ser lo que llaman, “demasiado sincero” (que no es lo mismo que, ser imprudente) o, quizás como consecuencia
de no ser, amigo de ocultar o tapar las verdades. Siempre he insistido en que la
verdad debe prevalecer, aunque sea tratando de hacer el menor daño posible,
como dice el conocido aforismo médico “primun non nocere”. Lamento de veras
no haber cultivado muchísimos lazos de entrañable amistad y en mi descargo,
prefiero relacionarlo con el hecho de ser retraído, lo que quizás puedan
considerar como, una cierta timidez… Pero regresando a este asunto de “los
amigos”, deseo señalar un detalle que siempre, sin pretenderlo, me parece haber
sostenido como velado objetivo en mis relaciones con los demás. Me parece
percibir en mí, la inveterada costumbre de estar permanentemente queriendo
enseñar. En ocasiones creo que lo he hecho con el ejemplo de mis acciones, o
directamente tratando de hacer copartícipe a quienes me rodean de cuanto sé, o he
aprendido por mí cuenta y riesgo.
Con frecuencia
viene a mi mente la imagen de mi padre al haber codificado ideas en mi mente,
tal vez sin pretenderlo, al repetir muchas
veces sus dichos o máximas, hasta
lograr que en mis casi 80 años, ellos regresen, casi a diario a mí conciencia.
Papá era Rotario y uno de los lemas que él anteponía a muchas de sus acciones
era: “Dar de sí antes de pensar en sí”, o “Se Beneficia
más Quien Mejor Sirve”. La importancia de dar, de aportar, por
encima de acumular cosas, o conocimientos, es algo que supongo puede haber
influido en esta, mi manía de estar enseñando… Por cierto, recuerdo que pude
salir a estudiar en mi postgrado gracias a una beca de un Club Rotario. Ser
docente, es una cualidad que he insistido, tiene que ser parte muy importante del
verdadero médico especialista en anatomía patológica. Las otras dos cualidades
son ser un buen diagnosticador y hacer investigación; léase, ser investigador.
Regreso al asunto
de la docencia, pues esta me ha llevado a tener “discípulos”; es decir, a percibir
que existen muchos “amigos”, que van más allá de la amistad. Son los numerosos
colegas que supongo, algo han aprendido de mis conocimientos o de mis actitudes
en variadas circunstancias, y me hacen sentir bien, al llamarme “maestro”.
Gracias… También hay algo que está exageradamente impreso en mi conciencia y
estoy seguro que nace de la reiterativa insistencia de mi padre sobre el tema
de “el
concepto de la responsabilidad”. Siento que para mí, el famoso
“concepto”, ha sido fundamental en la manera de llevar adelante mis acciones.
Por eso en ocasiones he insistido con los amigos, en que uno puede fallar: Errare humanum est.
Sí, ciertamente, de humanos es errar, pero se debe, siempre responsablemente:
rectificar. La rectificación cuando es necesaria, la he señalado en mis
“Reflexiones de un anatomopatólogo” como primordial para los patólogos. Ser
conscientemente irresponsable, no puede ni debe ser aceptado nunca, por nadie.
En fin, me
parece que, si bien he sido un tipo de pocas palabras, oralmente hablando me
refiero, en mis novelas, he podido sentirme diferente. Así como leer me provoca
una felicidad increíble, escribir se ha transformado en un oficio que disfruto
diariamente. Muchas veces sin pretenderlo he creado personajes que reflejan las
características de algunos conocidos, amigos o no (en ocasiones capto quienes
son, hasta años después de haberlos creado). Algunos de ellos han tomado vida
propia y se han transformado en seres entrañables para mí, con sus
personalidades ficticias que las percibo como reales. Así nació Amador (tal vez
por un gran amigo, que siempre fue muy amable y se llama así: “Amable”), o porque
de veras él es un maracucho-guajiro con apariencia indostana y con un léxico
lunfardo adquirido en sus estudios porteños que lo hacen un personaje, para mí
inolvidable, (algunas de sus mañas era llamar a un supuesto revolver “el bufoso”, o decir de quien había
fallecido, sencillamente “cagó fuego”).
Quise tanto al personaje, por ser tan “buena gente” que a mi “Amador” le hice
decir cosas que llevo por dentro sobre cuestiones importantes, como puede ser, por
ejemplo: el amor. Siento que Amador quizás hablaba por mí cuando expresó sus
ideas sobre, lo que pensaba él del querer a otra persona. Citaré un párrafo del
Cap 24 (subtitulado como Milonga
sentimental), en mi novela “Ratones
desnudos”(2011), elotro@elmismo Edts. Mérida, Venezuela.
Cito: “Salimos
del bar del hotel para irnos “a que Sarita”. Así es como le dicen a la
“taguara” donde inicialmente me había invitado Amador y de momentos, el sitio
más apropiado para continuar bebiendo cerveza… …Amador: ¿Sabés que pibe? Cada cabeza es un mundo. Te pongo el caso. Vos
conociste sobre mi vida de saltimbanqui, pero decime, ¿sabés vos porqué yo
cambié completamente? Yo si lo sé, pibe. Fue Maria Elvira che. Con ella yo he
sido muy feliz y, ¿te digo?, vos me tenés que escuchar. Te juro que nunca le he
faltado, y no me arrepiento, che. ¡Boludo vos! No te miento, che. ¿Sabéis que?
He aprendido que a vos no te debe importar como le caigás a la gente, que si
sois simpático, que si vienen y te miran feo… A la gente, ni media bola le
tenéis que parar. ¿Te digo, sí? No es para nada necesario que te quieran bien.
Si vos queréis ser feliz, lo que necesitás es querer. Eso y no más. ¿Me
entendés pibe? Querer vos, a la otra persona, amarla, pero de verdad. Pero, ¡ya
va!, esperate. Hay una condición. ¿Sabés que cosa necesitás, chepibe? La
condición debe ser, no esperar nunca una retribución. ¿Capishi? Te estoy
hablando che, de querer, de amar, sin esperar nada a cambio. ¿Vergatario el
asunto? Amor así, con todos los hierros, amor de verdad, y si te corresponden,
¡pues mejor, mucho mejor! Pues claro, pero entendeme, che. La felicidad está en
vos mismo, en ese darte todo, ¿me entendés, che? Lo demás son mentiras,
mentiras y lamentos. Al final escondida en las aguas de una mirada buena puede
estar la muerte agazapada y cuando menos manyés, no podréis abrigarla porque
más podrá siempre la muerte, ¿me entendés pibe? Te lo dice un viejo que ha
recorrido el mundo. Al final, ya lo sabés, acabás sabiendo más por viejo que
por ser el mismo diábolo. ¡Que macana!
Como ya para ser
material de un blog, me he alargado demasiado, digamos que “in extenso”,
abreviaré despidiéndome hasta una próxima ocasión, desde lapesteloca.blogspot.com.
Todavía
en el Canadá, friolento, el sábado 18 de mayo del 2019
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