Welles y Kafka
“Digan lo que ustedes quieran, pero “El
proceso” es la mejor película que hecho”. Esto lo afirmaría Orson Welles, en 1964. Un par
de productores rusos –padre e hijo- contactarían a Orson Wells y le propondrían
adaptar un libro a la pantalla, una novela póstuma de Kafka, “El proceso”... Se iba a
filmar entre Yugoslavia y Francia con personal técnico francés, ya el director
artístico del futuro filme tiene listos los planos, pero día antes de salir
para Yugoslavia el productor padre visita a nuestro director y le confiesa, que
no tiene dinero para construir escenario alguno... Orson Welles, se encuentra en París y no puede creer, que después de
conversar varias expectativas, no hubiese presupuesto para sus soñados
escenarios. Orson Welles sale en la madrugada, toma un taxi y llega a una
abandonada estación de trenes… Ahí en las escaleras ruinosas, en los corredores
abandonados, en aquella especie de desolación hueca, encontrará el mundo de
Kafka, y Wells pensó que aquel sería el sitio ideal, allí iba a ser donde
rodaría la película en sustitución de los escenarios antes planteados.
La filmación de “El proceso” transcurrió entre París, Zagreb y Roma, donde se
fotografiaron las fachadas del Palacio de Justicia y del Ministerio de la Marina,
pero ya sobre el trabajo en sí, Anthony Perkins fue el actor elegido por Orson
Welles para interpretar al protagonista del filme. Josef K., era un oficinista acusado
de algo indefinido, y Welles comentó que “Perkins
es quien mejor representa el personaje de Joseph K: como se afirma en el libro,
es un joven ejecutivo en ascenso”. Perkins venía del éxito de Psicosis (Psycho, 1960) y Orson Welles quería aprovechar eso, además
la homosexualidad –no revelada- del actor, para sumarlo a las características
de fragilidad y miedo a ser expuesto, del personaje. Perkins hace el tipo de
papel perfecto, el de un hombre inseguro, ansioso, que parece ocultar algo a
toda hora y del que no estamos por completo seguros de su adecuado estado
mental.
Pese al peso del texto literario, “El proceso” se convertiría en un
filme enteramente de Orson Welles. Desde “Ciudadano
Kane” (Citizen Kane, 1940) no se le veía al director tan libre y
tan seguro. Su estilo expresionista ilustraría maravillosamente el mundo
opresivo de Kafka. El director de arte de “El proceso”, Jean Mandaroux, construyó dos escenarios que
sirven de eje al filme, uno, en un enorme hangar donde hay más de 700 personas
sentadas trabajando en escritorios perfecta y monótonamente alineados; y otro,
el del Palacio de Justicia, que es un sinfín de recovecos, escaleras, pasadizos
y callejones sin salida. Orson Welles logra que sintamos la impotencia de Josef
K ante un sistema indescifrable, burocrático y corrupto, hecho para
autocomplacerse, para crecer endogámicamente y excluir a todos los que le
generan incomodidad. El filme puede ser admirado como una denuncia del fascismo,
un recordatorio de padecimiento judío, la persecución del homosexualismo
latente, quizás la premonición de tiempos por venir, o el mal sueño de un
hombre temeroso de ser impotente…
“El
proceso” refleja igualmente
el influjo estético del cine arte en Europa en esos años, Pasolini con “Accattone” (1961), Resnais con “El año pasado en Marienbad” (1961), (https://bit.ly/2mw6fQW), así
como Antonioni, en “La aventura”
(1960)… “El proceso” los
imita en la sensación de soledad, en el hastío espiritual, y en lo críptico de
su narrativa. Orson Welles en conversación con Peter Bogdanovich, manifestó: “Lo que hizo posible que yo hiciera la
película es que a lo largo de toda mi vida se repiten en mí las pesadillas de
culpabilidad: estoy en la cárcel y no sé por qué…, voy a ser juzgado e ignoro
el motivo. Es algo muy personal, típico en mí. Es la película más
autobiográfica que jamás hice; la única que verdaderamente está cerca de mí”: en ella, Josef K. es Orson Wells.
Maracaibo, lunes 14 de octubre, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario