De nuevo el Nobel de Handke
Buena
parte de esta comunicación del blog, fue extraído a propósito de un trabajo de
P.E. Rodríguez de fecha 10/10,2019 titulado “Handke y la estupidez
intelectual”. Como ya
señalábamos antes (https://bit.ly/33JNnyk) hay
suficientes motivos para estar moralmente contrariados por el premio Nobel de
literatura otorgado este año a Peter Handke. El laureado ha confesado ser
fanático defensor de un régimen genocida que protagonizara una de las
vergüenzas de la humanidad más grandes de las últimas décadas; el movimiento
nacionalista liderado por Slobodan Milošević en el que también participaron
activistas radicales, como Radovan Karadžić, autor del genocidio de Srebrenica,
donde fueron asesinados más de 8.000 musulmanes. Peter Handke desde la cómoda
distancia del fanatismo, ha descalificado el sufrimiento de un pueblo entero
que padeció un genocidio plenamente verificado y sus opiniones enaltecen a
tiranos por el solo hecho de ser afín ideológicamente a los ejecutores de
aquella barbarie.
Cualquiera puede reconocer esto, pero ciertamente
que quedarse en una mera condena individual parecería ingenuo, e ignorar esa
ingenuidad, también es una forma de suscribir prácticas vergonzosas, algo que,
lamentablemente a lo largo de la historia, han hecho muchos intelectuales y
artistas que hoy ocupan serenos y resplandecientes incuestionables posiciones.
“Quién
calla, otorga” dice la máxima, y como ocurre en el caso de Handke, hay
que reconocer que él es uno más, de muchos intelectuales con obras de valor
literario incuestionable, quienes a lo largo del tiempo han hecho cosas
parecidas o iguales. Así que este lamentable asunto del Nobel de literatura del
2019 no es sencillamente un episodio aislado; Handke representa, un problema
latente que, podríamos calificar de grave repercusión.
Desde finales del siglo XIX, la sociedad ha
considerado al intelectual, como un personaje que en la historia pude
ejemplificarse en la persona del novelista Émile Zola, quien en el momento más
rutilante de su carrera, publicó en el diario
L’Aurore, una carta pública dirigida al presidente de la República, su
famoso alegato, a favor de un joven capitán de origen judío, Alfred Dreyfus,
injustamente condenado y sentenciado a cadena perpetua en la isla del diablo
por un crimen que no cometió. Lo meritorio del alegato de Zola, fue su
compromiso con la verdad, el cual independientemente de cualquier interés, le
costó el exilio, antes del pleno reconocimiento de la inocencia del acusado.
Zola actuó bajo su responsabilidad y simplemente utilizaría toda su capacidad
de influencia para defender la justicia y la verdad ya que no tenía intereses
asociados a las condiciones sociales, étnicas o militares del joven Dreyfus.
En América Latina, la lista de
escritores dispuestos a no emitir opiniones que pudieran señalar cualquier desmán de la dictadura castrista en
Cuba es interminable. No querer decir nada sobre la Cuba de los Castro u otro
de los diferentes gobiernos que ejecutan y torturan, que encarcelan y/o
asesinan a sus presos políticos, como lo hicieron los regímenes militares de la
Argentina, o el del chileno Augusto Pinochet, como continúan haciéndolo otros
como el del Daniel Ortega, o el actual régimen venezolano, es una mansa
costumbre que se refrenda en listas firmadas por intelectuales y escritores. En
nuestro país, en su momento quienes apoyaron el autoritarismo del teniente
coronel Chávez Frías firmaron
gustosos sus listas. Son del conocimiento público, y el listado es demasiado
largo pues en su momento estuvo apoyado por figuras influyentes (tal vez daban
“cachet”) como el lingüista Noam
Chomsky o el filósofo Gianni Vattimo… El premio Nobel de Handke, ha servido
para recordar al “de la Paz” de
Santos y refrendar el hecho de que los escritores y los intelectuales en
general, pueden llegar a ser inmensamente estúpidos y sumamente dañinos en sus
opiniones públicas, e inmensamente irresponsables y banales, por fanáticos, o
por estar usualmente centrados en sus minúsculas, mezquinas y potencialmente
dañinas apetencias.
El escritor esloveno Miha Mazzin, publicó un
artículo en The Guardian, firmado por
Sian Cain, y titulado: “A troubling choice’: authors criticise Peter
Handke’s controversial Nobel win”, donde cuenta como algunos artistas
vendieron sus almas por ideologías y otros por odio, o por dinero y poder, pero
Handke, dice él que lo hizo por ingenuidad hacia el régimen de Milošević... El
escritor señala que nunca olvidará como con su joven familia soportaba el frío
invierno cuando Yugoslavia se estaba desmoronando y ellos pasaban todo el día
haciendo cola para el aceite de la calefacción y por las noches, casi
congelado, se leyó el ensayo de Handke sobre Yugoslavia donde decía
envidiarlos: “…mientras los occidentales, habían caído en el consumismo, los
yugoslavos, haciendo colas luchaban por que eran menos materialistas y más
espiritualizados”. Incluso en ese momento, dice el autor “lo
encontré cruel y totalmente absorto en su ingenuidad”. Así funciona el
fanatismo… Allí es donde quizá debería centrarse nuestra preocupación y nuestra
lucha: en la imprescindible necesidad de entender que, no por el hecho de ser
un escritor o un intelectual, la gente dedicada a las letras o a las ideas puede
estar libre de hacer daño y de ser exageradamente estúpida.
Maracaibo,
sábado 25 de octubre, 2019
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