El
Mercurio (Hg)
En Minamata, Japón, entre
1932 y 1936 una fábrica de ácido acético estuvo vertiendo en la bahía del
pueblo ciertos líquidos residuales de la
factoría con elevadas concentraciones de metilmercurio. Esta contaminación hizo que unas 50 mil
personas resultaran afectadas; de ellas dosmil casos fueron catalogados como “la enfermedad de Minamata”, con afectaciones en el cerebro, parálisis, habla
incoherente y estados delirantes. En
2013 los gobiernos adoptaron el Convenio de
Minamata sobre el mercurio, según
el cual, adquieren el compromiso para la aplicación de una serie de
medidas, para acabar con las emisiones de mercurio a la atmósfera y
reducir paulatinamente los productos que contienen este elemento.
En Venezuela, se han medido elevadas
concentraciones de mercurio en trabajadores de las minas situadas al sur de El
Callao, así como en la cuenca del río Caroní. En los habitantes de comunidades
indígenas situados a orillas de los ríos Paragua, Caroní Caura y Orinoco, se
han medido los niveles de esta sustancia, y existen denuncias sobre personas
que enfermaron gravemente o murieron posiblemente debido a la contaminación por
mercurio, situación ésta que parece ser igualmente la causa de muertes de
indígenas Yanomami en el sur del estado Amazonas. Un 38% de los niños incluidos
en una investigación realizada en El Callao presentaron niveles de mercurio
superiores a los valores referenciales dados por la Organización Mundial de la
Salud…
En realidad se ha demostrado que el aire, el agua,
los suelos, así como los peces para consumo humano, en la población de El
Callao, estado Bolívar, contienen concentraciones de mercurio, por encima de
los indicadores considerados “seguros” por las instituciones de salud nacionales
e internacionales. En los sitios donde se procesa el mineral de oro se
encuentran los niveles más altos y no es de extrañar que los trabajadores de
esos lugares tengan en sus cuerpos niveles de mercurio, de los más altos del
mundo. En un estudio realizado en 20 sectores de El Callao, hasta el 60% de las
personas analizadas tenían altos niveles de mercurio en sus cuerpos.
Es necesario destacar que por el Decreto
Presidencial No. 2.412 del 2013
estableció una prohibición total del uso de mercurio en todas las actividades
mineras de Venezuela. Ese mismo año 2013, el gobierno nacional firmó, el Convenio de
Minamata que establece que
todos los países donde se realice minería de pequeña o mediana escala deben
realizar acciones graduales para eliminar el mercurio del proceso. Hasta
ahora el convenio no ha ratificado. Estamos frente a una violación masiva de
derechos humanos, y no pareciera existir negligencia, sino por el contrario,
una intención decidida del Estado de negar una realidad representada por la
toxicidad del mercurio y evadir sus obligaciones con respecto a esta situación
para seguir explotando y aprovechando inmunemente los recursos minerales de la
nación.
No hay ninguna evidencia de que el uso y la
comercialización de esta sustancia haya sido prohibida, o regulada en ninguna
de las zonas mineras del país. Las declaraciones de que el Arco Minero del
Orinoco sería una estrategia para dignificar el trabajo de los pequeños
mineros, ha resultado una burla a los ciudadanos del país nacional, ya que en la
práctica, las consecuencias de la exposición tóxicas del mercurio resultan en
una violación incuestionable al derecho de los trabajadores a un ambiente de
trabajo sano y a su integridad física, psíquica y moral, al quedar sometidos a
través de la contaminación a condiciones inhumanas y degradantes.
Las consecuencias del daño generado son de largo
plazo ya que el mercurio queda en el ambiente por períodos extensos,
menoscabando la vida, salud y potencial de desarrollo de gran cantidad de
personas en un muy extenso territorio, no sólo de las generaciones actuales
sino futuras. No es posible que Venezuela como Nación continúe desconociendo
esta situación y permitiendo esta devastación humana y ambiental. No puede ser
justificable seguir destruyendo la vida y la salud de las personas, así como el
ambiente y el futuro del país por razones de codicia e insensatez. El gobierno nacional está en la obligación
ética de frenar este daño y reparar sus consecuencias y debería garantizar que
los afectados tuviesen acceso a tratamiento médico, así como a compensación,
rehabilitación, satisfacción y ofrecer garantías de no repetición. Se hace
necesario llevar ante la justicia a los autores de las violaciones a sus
derechos y procesarlos por lo que pareciera ser parte de este proyecto genocida
que parece seguir su curso, ante la satisfecha complacencia de los politiqueros
buchones…
Maracaibo, viernes 11 de octubre
2019
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