Adiós Sefarad…
Alrededor de 20.000 solicitudes de aspirantes a la
nacionalidad española llegaron desde México, 15.000 desde Venezuela y 10.000 de
Colombia, al Ministerio de Justicia
y el Consejo General del Notariado del
Reino de España. Los firmantes eran todos descendientes de judíos
sefardíes españoles y portugueses que padecieron tras la expulsión de los
judíos de España firmada por los Reyes Católicos el 31 de marzo de 1492 en
Granada. La odisea vivida por este grupo de españoles arrastró a mujeres,
hombres y niños a lugares donde fueron esclavizados, perseguidos y, en algunos
casos, expulsados de nuevo a otros territorios.
El edicto español de 1492 establecía que los judíos
tenían un plazo de cuatro meses para abandonar el país. Les estaba permitido
llevarse bienes muebles, pero
les prohibía sacar oro, plata, monedas, armas y caballos, lo cual complicaba
mucho que los judíos españoles pudieran iniciar nuevos negocios en otros
territorios. El elevado volumen de refugiados era tal que difícilmente algún
país estaría dispuesto recibirlos con los brazos abiertos. Los judíos
representaban el 5% de la población de sus reinos con cerca de 200.000
personas. De todos estos afectados por el edicto, 50.000 nunca llegaron a salir
de la península pues se convirtieron al Cristianismo y una tercera parte
regresó a los pocos meses alegando haber sido bautizados en el extranjero.
La mayoría tomó la desafortunada decisión de
dirigirse a los reinos cercanos de
Portugal y Navarra, donde sufrieron otra vez el oprobio de nuevas
expulsiones en 1497 y en 1498, respectivamente. Desde Portugal, un gran
porcentaje se dirigió al Norte de Europa, evitando la matanza de Lisboa en 1506
o las deportaciones masivas a Santo
Tomé y Príncipe en el
golfo de Guinea reservadas para los judíos que omitieron las órdenes de la
Corona portuguesa.
Los refugiados de Navarra se instalaron en su
mayoría en Bayona, desde donde
también serían expulsados poco después. Los que decidieron dirigirse a Italia,
gozaron de suerte dispar según el lugar elegido. En Nápoles, a punto de
integrarse completamente a la Corona de Aragón, su permiso de residencia fue
muy limitado y, en 1541, fueron desplazados definitivamente del territorio.
Génova, que ya había prohibido el acceso a este grupo en el pasado, procedió a
vender como esclavos a los que accedieron sin permiso a su república.
Paradójicamente, los Estados
Pontificios, donde se encontraba la sede de la Iglesia católica, no tomaron el camino de la expulsión hasta finales del siglo XVI.
La
fortuna de los europeos fue mejor que la de los que viajaron al norte de
África. La historiadora Béatrice Leroy relata cómo,,, “En el Magreb, en particular en Marruecos, muchos de ellos encontraron
la muerte en la travesía, o la esclavitud
en los barcos de los moros, que les habían hecho creer que tendrían un viaje sin
problemas”. Solo los que se
refugiaron en el Imperio otomano, acostumbrado a sacar rédito de sus tratos con
esta comunidad, pudieron gozar de cierta estabilidad. El sultán Bayaceto II
permitió el establecimiento de los judíos en los dominios de su imperio,
enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo personalmente
a las figuras más ilustres de los emigrantes sefarditas. “Aquellos que les mandan pierden, yo gano”; así afirmó el sultán,
según recoge la tradición, como reproche al error cometido por los Reyes
Católicos.
El
odio inicial que hacia España habrían desarrollado los sefardíes –llamados así
en referencia al territorio de Sefarad,
el nombre que recibe la Península ibérica en lengua hebrea– dejó paso con el
transcurso de los siglos a una especie de añoranza por la amada tierra de sus
ancestros. Todavía hoy, España es sinónimo de nostalgia para la comunidad
sefardí, que ha mantenido vivos sus lazos con la cultura ibérica a través de
sus costumbres y de su lengua. A modo de ejemplo, se pueden encontrar lugares,
como algunas zonas de Bulgaria, donde aún se habla el ladino, un idioma
procedente del castellano medieval. En la actualidad, la comunidad sefardí
alcanza más de dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes
en Israel,
Francia, Argentina, Estados Unidos y Canadá.
Maracaibo, viernes 18 de octubre
2019
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