Gatos del Medioevo
Murakami, el escritor japonés más leído en el mundo ha afirmado que los
gatos son su obsesión, de manera que probablemente si has leído sus libros te
habrás tropezado con esos gatos, que menudo son incluidos en sus historias, así
como seguramente recordarás el relato "El
gato negro" de Edgar Allan Poe. Evidentemente, voy de nuevo a
hablar sobre gatos, y regresaré al tema de los gatos del Medioevo.
La visión del hombre medieval sobre los animales tenía dos vertientes y
por ello a los animales se les veía como seres naturales pero también como
símbolos. Los Bestiarios eran característicos del gusto urbano de aquellos
tiempos es posible que fuese por lo exótico, pero vemos como en el arte
religioso aparecerán los animales sin reparo, e irán desde dragones y grifos
hasta unicornios. La heráldica incluía representaciones animales, muchas veces
simbólicas y en la religión sabemos que la paloma y el cordero fueron clásicamente
utilizados. La mayor parte de lo que
digo en este breve artículo, se apoya en los estudios de María
Dolores-Carmen Morales Muñiz, Doctora en
Historia Antigua y Medieval por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), una experta en “Zoohistoria y en el arte de la Edad Media”.
Ya en otra ocasión mencioné “la leyenda negra de los gatos”, una
historia tejida a través de la supuesta satanización de los gatos en la Edad
Media. En esta época, sabemos que la mayor parte de la población carecía de la
instrucción adecuada que le permitiese pensar más allá de resolver sus
necesidades básicas diarias (https://bit.ly/2TBgAHT). Mujeres,
hombres e incluso niños menores, salían de caza y comerciaban sus piezas para
ganarse el sustento diario, y así en las comunidades regidas por el sistema
feudal, la vida se reducía a saciar el hambre, a confeccionar sus vestimentas,
y a llevar leña a sus hogares para calentar las largas noches de invierno.
Cuestiones científicas, filosóficas y religiosas no formaban parte de los
patrones mentales del pueblo. El conocimiento estaba reducido a la mente de
unos cuantos, específicamente le pertenecía a los individuos que sabían leer.
Por lo regular estos personajes eran gente allegada a la Iglesia y
pertenecientes a familias acomodadas que decidían la vida de otros, todos los
campesinos y personas pertenecientes a la clase trabajadora, denominados
genéricamente siervos de la gleba. Hace unos meses hablaba sobre “Los pilares
de la tierra” (https://bit.ly/2WYN03p), la novela de Kem Follet sobre la Edad Media, que muestra muy
acertadamente la vida en aquellos tiempos.
Se ha planteado que ante la falta de educación y de cultura de la
mayoría de la población, de alguna manera la Iglesia tenía que hacer llegar “mensajes
de adoctrinamiento” a sus fieles seguidores, pero la distribución de panfletos
sería impensable, pues nadie sabía leer y no podrían entender los textos allí
impresos. Como una imagen tiene un carácter mucho más inmediato y a veces más
impactante, (vale más que mil palabras según el dicho) la Iglesia supuestamente
decidió por medio del arte dar a conocer los mensajes de moral que deseaba
inculcar en los feligreses. Aunque cabría cuestionarse la idea, de que el arte medieval cumpliese una especie de
misión educativa por imposición a los artistas, quienes seguramente habrían
renunciado a llevar a cabo una obra personal para servir a la Iglesia en su
campaña… Personalmente, me parecen sorprendentes estos conceptos que son
expresados por la Dra Morales Muñiz.
La representación de animales con
rostros humanos (especialmente de gatos) caminando sobre dos patas, aferrando
objetos o tocando instrumentos musicales, supuestamente no es un producto de la
casualidad o el capricho de crear un arte fantástico. Por medio de estos
dibujos o pinturas, se deseaba representar los vicios, pecados y virtudes
propios de los humanos en los animales para dar una lección de moral. El arte medieval quería dar a conocer este mensaje a sus súbditos: peca y te convertirás en una especie
primitiva, de carácter salvaje y de pensamientos irracionales como los de una
bestia. Dicho mensaje se plasmó, como aquí lo mostramos, en gatos bípedos que
llevan a cabo acciones destinadas sólo a los humanos. Hay que decir también
que, por la forma de trabajar el artista medieval -doctrina del imitatio-, buena parte del arte animal de esta
época no era necesariamente simbólico. En otras palabras, afortunadamente diría
yo, la plasmación de los animales podía, responder, a veces, a criterios
estrictamente decorativos. En muchas ocasiones el animal era copiado sin
mezclar tradiciones grecorromanas, religiosas o paganas, sin el menor atisbo de
convertirlo en símbolo de nada.
El gato sigue asociándose con la traición, el gato ejemplificará al
hereje y en muchas versiones de la Última Cena no falta el felino pegado
también a los pies, usualmente de Judas. No obstante, en la Edad Media, se sabe
que la segunda mascota más apreciada después del perro era el gato, y era muy
valorado, por los ingleses, dentro de los ámbitos eclesiásticos y
universitarios. En el caso hispano el gato de Algalia, objeto de regalo de
embajadores tunecinos, fue muy estimado y no solo por la sustancia odorífera
procedente de sus glándulas perineales de aplicación en la industria
perfumística como fijador (el almizcle), porque otro uso del gato de Algalia
fue el de compañía o mascota. Constan las órdenes de pago de la reina Isabel I
para los cuidadores de estos animales, y también en el arancel de los Reyes
Católicos 1491 aparecen descritos los gatos, junto con monos y papagayos.
Espero haber añadido alguna, escasa, aunque novedosa información sobre
la relación del arte religioso y los gatos medievales, al volver a hablar de
estos felinos que pasan dos tercios del día durmiendo, que se encargan de su
propio aseo, y de quienes se dice que su lengua no es capaz de percibir los sabores
dulces y que comienzan a soñar a partir de su primera semana de vida.
Mississauga, Ontario, sábado 17 de agosto, 2019
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