sábado, 17 de agosto de 2019

Gatos del Medioevo


Gatos del Medioevo

Murakami, el escritor japonés más leído en el mundo ha afirmado que los gatos son su obsesión, de manera que probablemente si has leído sus libros te habrás tropezado con esos gatos, que menudo son incluidos en sus historias, así como seguramente recordarás el relato "El gato negro" de Edgar Allan Poe. Evidentemente, voy de nuevo a hablar sobre gatos, y regresaré al tema de los gatos del Medioevo.

La visión del hombre medieval sobre los animales tenía dos vertientes y por ello a los animales se les veía como seres naturales pero también como símbolos. Los Bestiarios eran característicos del gusto urbano de aquellos tiempos es posible que fuese por lo exótico, pero vemos como en el arte religioso aparecerán los animales sin reparo, e irán desde dragones y grifos hasta unicornios. La heráldica incluía representaciones animales, muchas veces simbólicas y en la religión sabemos que la paloma y el cordero fueron clásicamente utilizados. La mayor parte de lo que digo en este breve artículo, se apoya en los estudios de María Dolores-Carmen Morales Muñiz, Doctora en Historia Antigua y Medieval por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), una experta en “Zoohistoria y en el arte de la Edad Media”.
 
Ya en otra ocasión mencioné “la leyenda negra de los gatos”, una historia tejida a través de la supuesta satanización de los gatos en la Edad Media. En esta época, sabemos que la mayor parte de la población carecía de la instrucción adecuada que le permitiese pensar más allá de resolver sus necesidades básicas diarias (https://bit.ly/2TBgAHT). Mujeres, hombres e incluso niños menores, salían de caza y comerciaban sus piezas para ganarse el sustento diario, y así en las comunidades regidas por el sistema feudal, la vida se reducía a saciar el hambre, a confeccionar sus vestimentas, y a llevar leña a sus hogares para calentar las largas noches de invierno. Cuestiones científicas, filosóficas y religiosas no formaban parte de los patrones mentales del pueblo. El conocimiento estaba reducido a la mente de unos cuantos, específicamente le pertenecía a los individuos que sabían leer. Por lo regular estos personajes eran gente allegada a la Iglesia y pertenecientes a familias acomodadas que decidían la vida de otros, todos los campesinos y personas pertenecientes a la clase trabajadora, denominados genéricamente siervos de la gleba. Hace unos meses hablaba sobre “Los pilares de la tierra” (https://bit.ly/2WYN03p), la novela de Kem Follet sobre la Edad Media, que muestra muy acertadamente la vida en aquellos tiempos.

Se ha planteado que ante la falta de educación y de cultura de la mayoría de la población, de alguna manera la Iglesia tenía que hacer llegar “mensajes de adoctrinamiento” a sus fieles seguidores, pero la distribución de panfletos sería impensable, pues nadie sabía leer y no podrían entender los textos allí impresos. Como una imagen tiene un carácter mucho más inmediato y a veces más impactante, (vale más que mil palabras según el dicho) la Iglesia supuestamente decidió por medio del arte dar a conocer los mensajes de moral que deseaba inculcar en los feligreses. Aunque cabría cuestionarse la idea, de que el arte medieval cumpliese una especie de misión educativa por imposición a los artistas, quienes seguramente habrían renunciado a llevar a cabo una obra personal para servir a la Iglesia en su campaña… Personalmente, me parecen sorprendentes estos conceptos que son expresados por la Dra Morales Muñiz. 

La representación de animales con rostros humanos (especialmente de gatos) caminando sobre dos patas, aferrando objetos o tocando instrumentos musicales, supuestamente no es un producto de la casualidad o el capricho de crear un arte fantástico. Por medio de estos dibujos o pinturas, se deseaba representar los vicios, pecados y virtudes propios de los humanos en los animales para dar una lección de moral. El arte medieval quería dar a conocer este mensaje a sus súbditos: peca y te convertirás en una especie primitiva, de carácter salvaje y de pensamientos irracionales como los de una bestia. Dicho mensaje se plasmó, como aquí lo mostramos, en gatos bípedos que llevan a cabo acciones destinadas sólo a los humanos. Hay que decir también que, por la forma de trabajar el artista medieval -doctrina del imitatio-, buena parte del arte animal de esta época no era necesariamente simbólico. En otras palabras, afortunadamente diría yo, la plasmación de los animales podía, responder, a veces, a criterios estrictamente decorativos. En muchas ocasiones el animal era copiado sin mezclar tradiciones grecorromanas, religiosas o paganas, sin el menor atisbo de convertirlo en símbolo de nada.

El gato sigue asociándose con la traición, el gato ejemplificará al hereje y en muchas versiones de la Última Cena no falta el felino pegado también a los pies, usualmente de Judas. No obstante, en la Edad Media, se sabe que la segunda mascota más apreciada después del perro era el gato, y era muy valorado, por los ingleses, dentro de los ámbitos eclesiásticos y universitarios. En el caso hispano el gato de Algalia, objeto de regalo de embajadores tunecinos, fue muy estimado y no solo por la sustancia odorífera procedente de sus glándulas perineales de aplicación en la industria perfumística como fijador (el almizcle), porque otro uso del gato de Algalia fue el de compañía o mascota. Constan las órdenes de pago de la reina Isabel I para los cuidadores de estos animales, y también en el arancel de los Reyes Católicos 1491 aparecen descritos los gatos, junto con monos y papagayos. 

Espero haber añadido alguna, escasa, aunque novedosa información sobre la relación del arte religioso y los gatos medievales, al volver a hablar de estos felinos que pasan dos tercios del día durmiendo, que se encargan de su propio aseo, y de quienes se dice que su lengua no es capaz de percibir los sabores dulces y que comienzan a soñar a partir de su primera semana de vida.

Mississauga, Ontario, sábado 17 de agosto, 2019

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