“Barkis quiere”
Al despertar esta mañana, en medio de mi
tinitus, llegó a mi memoria una breve frase, o mejor dicho, dos palabras: “Barkis quiere”… Pensé y re pensé; pero
me vi obligado a regresar a mis diez u once años cuando leía, en realidad re
leía, a “David Copperfield” de Charles Dickens pues creí estar convencido de
que de allí surgían estas dos palabras, afirmando algo, aunque ahora, no
lograba recordar de qué exactamente se trataba…
Lo fui a buscar y tuve suerte; hallé el olvidado fragmento como parte de
una charla entre David, el protagonista de una novela narrada en primera
persona, y un cochero de apellido Barkis. Míster Barkis, era el cochero de
Bloonderstone y David Copperfield hablaba con él sobre Peggotty, la vieja señora
empleada de su casa…
“-Ya ejecuté su encargo, míster Barkis -dije-, escribiendo
a Peggotty. -¡Ah!
-dijo Barkis. Estaba de mal
humor y respondía secamente. -¿Es que no
lo hice bien, míster Barkis? -pregunté después de un momento de duda. -¡No! -dijo Barkis. -¿No
era aquel su encargo? -Quizá usted hizo
bien el encargo -contestó Barkis-; pero
no ha pasado de ahí. No comprendiendo a qué se refería, repetí
sus palabras, sólo que interrogando: -¿No ha pasado de ahí, míster Barkis? -¡Claro! --explicó, mirándome de lado-. ¡No me ha contestado! -¡Ah! ¿Tenía que haberle contestado?
-dije abriendo los ojos. Aquello daba
una luz nueva al asunto. -Cuando un hombre le
dice a una mujer «que está dispuesto» -dijo
Barkis, volviéndose muy despacio a mirarme-
es como si se dijera que ese hombre espera una contestación. -¿Y bien, míster Barkis? -Pues bien -dijo, volviéndose a mirar las orejas del caballo-. ¡Este hombre está esperando una contestación
desde entonces! -¿Y no le ha hablado usted, míster Barkis? -No -gruñó Barkis
mientras reflexionaba- No tenía por qué
ir a hablarle. No le he dicho nunca seis palabras ¿y voy a ir a contarle eso
ahora? -¿Quiere usted que me encargue yo de ello? -dije
titubeando. -Puede
usted decirle, si quiere -prosiguió Barkis dirigiéndome otra mirada lenta-,
que Barkis está esperando una
contestación. ¿Dice usted que se llama? -¿Su nombre? -Sí -dijo Barkis
moviendo la cabeza. -Peggotty. -¿Nombre
de pila o apellido? -preguntó Barkis. -¡Oh!, no es su nombre de pila; su nombre es Clara. -¿Es posible? -preguntó
Barkis. Y pareció encontrar
abundante materia de reflexión en ello, pues permaneció inmóvil meditando
durante mucho tiempo. -Bien -repuso por último-; le dice usted: «Peggotty: Barkis está esperando una contestación».
Ella quizá le diga: « ¿Contestación a qué?». Y usted le dice entonces:
« A lo que ya te he dicho». «¿A qué?», insistirá ella. «A lo de que Barkis
está dispuesto», le dice usted. Esta extraordinaria y
artificiosa sugerencia la acompañó Barkis con un codazo, que me dolió bastante.
Después siguió mirando a su caballo como siempre, sin hacer la menor alusión al
asunto hasta media hora después, que, sacando un trozo de tiza de su bolsillo,
escribió en el interior del carro: «Clara
Peggotty», supongo que para no olvidarlo”.
Yo sí que había olvidado toda
aquella conversación urdida por la imaginación de Dickens y ahora, gracia a la
magia de internet, tuve a la mano la posibilidad de regresar al texto de “David
Copperfield” y entender que todo giraba en torno al hecho de que Barkis el
cochero estaba dispuesto a aspirar al amor de Clara Peggotty, y que esa
emocionada posibilidad se traducía en aquella frase de: “Barkis quiere”, la que había me había despertado revoloteándome en
la cabeza en la mañana de hoy, martes 6 de agosto del año 2019.
Mississauga, Ontario, el martes 6 de agosto de 1019
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