Antonio, sin monaguillo
Rubén cantaba sobre “el padre Antonio y su monaguillo Andrés”, y a mí lo que me viene a
la mente es “el pobre Antonio, quien sin monaguillo es”. Pero sí, él ha sido culpable
de llevarme a escribir esta sincera aunque apesadumbrada nota. Es que, fíjense
ustedes; la ingratitud, muy mal representa a cualquier personaje, aunque quizás
prefiera envolverse para encubrirse púdicamente en las banderolas del
“fanatismo izquierdoso” y sin rubor alguno, atreverse a falsear la verdad. Es
que ante ejemplos así, era por lo que les decía antes (https://bit.ly/2ZspDQM), que: “hay amigos lectores que
lamentablemente están fanatizados y parecen no captar la verdad, por fortuna
conozco pocos, pero ellos existen, y ha sido pensando en ellos que escribí esta
dolorosa reláfica”. Otros, se pasan… El fanatismo les puede dar,
algunas veces hasta para jugar al sarcasmo. Quizás lo hagan creyendo que les basta
con cambiar hipnotizar por sofronizar y hablar sobre los ingleses para intentar
tapar el sol de la realidad con un dedo, aunque este al mentir, se les transforme
en el apéndice de una garra fascistoide…
Hoy día, prefiero creer en que existe una España
que recuerda. Siento que tiene que haber españoles y creo que, hasta canarios
inteligentes habrá, quienes deban ser capaces de echar un vistazo a la
historia, mirar años atrás... Prefiero creer que sí, que hay una España que se
atreve a decir para sí que no se olvida cuando “famélicos y malolientes inmigrantes venían
de las depauperadas Islas Canarias en
la posguerra española y buscaban las costas de la entonces próspera Venezuela,
igual que habían hecho sus antepasados desde tres siglos antes”. Creo que
tiene que haber una España que no se avergüenza al recordar
la verdadera historia y que sí existen españoles y canarios quienes sienten
respeto por la historia y podrán ser capaces de decir que sí, que es muy
cierto, que hubo una vez, cuando “los inmigrantes éramos nosotros”.
En 1810 había en Venezuela una sociedad de castas: 1.500
españoles peninsulares (0.18%); 2.500
criollos de la elite social mantuana (0.31%); 10.000 canarios indígenas inmigrantes (1.25%); 190.000
canarios criollos o blancos de orilla (23.75%);
400.000 pardos (50%); 70.000 negros esclavos
y fugitivos (8.75%) y 120.000 indios (15%). El 1% de la sociedad dominando sobre el 99%
de ella. Lo llamativo de estos datos es que será la clase mantuana la que se
lanzaría a lograr una Independencia cuya propuesta de nivelación social era
contraria a sí misma.
Los canarios, los blancos pobres, les tenían más
resentimiento a los mantuanos que los mismos pardos. La primera reacción de
descontento de los canarios se hizo presente en 1749
con la revuelta de Juan Francisco de León, un canario en contra de los
vizcaínos de la Compañía Guipuzcoana. El incidente del padre de Francisco
de Miranda en 1764, también canario, contra
el todopoderoso Cabildo de Caracas, recinto de la prosapia mantuana, es otro
capítulo más en la historia de esta rivalidad. Básicamente, será la demografía
social y étnica, la que establece el mapa de una sociología del conflicto
histórico.
La Primera República, surgida en 1811,
sería dinamitada por los canarios bajo el liderazgo de Domingo de Monteverde,
canario de origen, quien fue el primer dictador de Venezuela. Es por ello
que Bolívar lanzó su Decreto de Guerra a Muerte en 1813
contra españoles y canarios: “contad con la muerte aun siendo indiferentes”. Así que debe
entenderse nuestra Independencia no como un conflicto entre buenos y malos;
entre patriotas y realistas; entre revolucionarios y tiranos, sino más bien una
brutal guerra civil bajo los odios más intensos por una rígida estructura
social piramidal.
El 25 de mayo de 1949, se reportó un suceso en la primera página del diario venezolano Agencia
Comercial, decía: "Apresados en Venezuela 160
inmigrantes ilegales canarios". Así rezaba
el titular. Llegaron en un velero de 19 metros llamado El Elvira, que salió de Las Palmas. La mayoría de los tripulantes
eran hombres campesinos, exceptuando 10 mujeres y una niña de siete años.
Aquella portada fue utilizada por el Gobierno
de Canarias en 2001, para realizar
una campaña de conciencia sobre la inmigración, bajo el lema: "Nosotros también fuimos extranjeros". De nuevo, ese mensaje volvería a aparecer el año 2006, cuando arribaron
a Canarias más de 32.000 subsaharianos, durante la llamada “crisis de los
cayucos” La respuesta del Gobierno de Zapatero fue decisiva, enviaría un contingente de la Guardia Civil a Mauritania
y a Senegal para frenar la
salida masiva de migrantes desde las playas de esos países. Así consiguieron
cerrar aquella ruta... No pasó nada más, españoles y
canarios, viven con sus problemas, algunos conocen la verdad sobre zapateros e iglesias
que no es remendón ni la Santa Madre, corrompidos con dineros venezolanos, pero
no les vale, ellos siguen instruidos para aceptarlos, fielmente, y lo hacen, de
lo más felices.
En palabras negrillas textuales del doctor Antonio
Cabrera de León, (y solo excluyo un
“no”)… “El fascismo” así actúa “en las grandes crisis sociales, cuando millones
de personas han visto empeorar dramáticamente sus vidas, es fácil hacerles
creer que su nivel de vida” - “se lo han robado los ricos que les bajan los
salarios y no pagan impuestos”. “El fascismo siempre encuentra una minoría
culpable, sean gitanos, negros, judíos, comunistas, moros o inmigrantes pobres”;
“cualquiera menos los ricos que les bajan los salarios y no pagan impuestos”. Los fascistas “llevan la mentira
hasta la creación de “hechos alternativos”, es decir, inventan la necesidad de
seguir a un líder fuerte para recuperar la grandeza” (¿Hugo Chávez dixit?). “ÉL los
salvará. Como el personaje de Les Luthiers, el hermano Warren Sánchez”… ¿Qué
tal? Antonio no necesita ni monaguillo, está muy claro…
Todo eso (“palabras más palabras menos”) realmente lo escribiría el doctor Antonio Cabrera León y está para
revisarlo en su Facebook… Así pues, uno se re preguntaría. ¿Por qué le será tan
difícil aceptar la verdad? Ante la tragedia de un pueblo que otrora algunos
canarios decentes denominaban “La octava isla”, y ahora está siendo destruido, con
una homofobia delatadoramente sospechosa, en sus palabras, el doctor Antonio
escribe un manifiesto titulado: “La importancia de llamarse Boris”, donde sin
importarle burlase de la tragedia de una nación entera, sugiere plantear su
solución: “La solución de Venezuela parece clara, por fin. Boris
Izaguirre for President”.
Es lamentable, pero como decía mi maestro José Ángel, “el papel aguanta
todo”. Hoy debo
repetir la máxima de mi querido primo hermano recientemente fallecido, Ernesto
García MacGregor… “Quien tenga oídos que
oiga”…
Mississauga, Ontario, todavía en el Canadá, finalizando el mes de agosto del 2019
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