El lector inteligente
En este mismo blog, en noviembre
del 2016 (https://bit.ly/2z82wMN) me
repetía unas historias a propósito de tener un posible “lector soñado”. Me decía entonces:
“Siento que no hace falta ser escritor,
ni siquiera un buen escritor para hallar un buen lector, un lector que entienda
lo que se quiere expresar con la palabra escrita”. Aunque hay amigos
lectores que lamentablemente están fanatizados y parecen no captar la verdad, por
fortuna conozco pocos, pero ellos existen, ha sido pensando en ellos que
escribí esta dolorosa reláfica.
Comentaba entonces, en 2016, lo que había sucedido
cuando parecía que “la noche de la historia se cernería sobre el mundo” y
cuanto me gustó recordar algunas verdades que, contradiciendo la tesis de
Walter Benjamin (1892-1940) sobre el Angelus
Novus, de Paul Klee (1879-1940) aquel que mostró para él “las
alas enredadas por el huracán del progreso soplando cual vorágine desde El
Paraíso”, y que le hizo pensar y creer hasta afirmar que la historia
solo podría afirmarse a través del olvido… Me gustaría, repito hoy, regresar
con Borges diciendo: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”.
En el curso de la historia, no debemos olvidar lo que ha sucedido. Quisiera
volver sobre la memoria de algunas secuencias históricas que quizás valga la
pena recordar, y…
“Regresar a los hombres a caballo, quienes trotaron con Páez en los
llanos y aquellos que con El Libertador ascendieron por las cumbres de Los
Andes para después liberar a los pueblos de América, y también a quienes
cayeron del caballo, como Sucre en la selva de Berruecos, o como Zapata al
trote en la emboscada fatal mientras los campesinos esperaban por él, o
recordar a Miquelón Contreras –personaje creado en la poesía de mi
tío Fernando-cuando derribado de su cabalgadura quedó muerto en la sabana de
Tocuyito tras haber marchado con los sesenta de Cipriano y su compadre, soñando,
siempre soñando con un país diferente, sin entender como los otros quienes al
final les esperaban, eran los de la historia, los que afianzarían el eterno caudillismo
venezolano... Quizás regresar a Lope de Aguirre, con Elvira en la grupa
marchando rumbo a Barquisimeto para darle un finiquito a su historia de
incomprendidas esperanzas, y es que así, trágicamente, pareciera haberse
detenido la noche de la historia, ensañándose sobre nosotros mismos”.
Cuando ya casi parecía que
habíamos dejado atrás a la Venezuela rural y habíamos vencido todas las enfermedades
endemoepidémicas, cuando ya casi que creíamos estar dispuestos a ingresar en un
nuevo siglo de progreso, de ciencia y de impresionantes avances tecnológicos...
Cuando ya parecíamos comenzar a entender que El Dorado no se encontraba en
Miami, y ya estaban cerradas, cicatrizadas y tristemente olvidadas las heridas
de la inútil y cruenta lucha armada y el país se enfrentaba a un mundo
globalizado y tecnológicamente avanzado Cuando obligados estábamos a estudiar
cada vez más para actualizarnos, sería cuando de pronto, y afortunadamente para
beneficio de nuestra nación los precios del petróleo ascendieron a montos
inconmensurables… Entonces sucedió que la tristemente célebre frase de Pérez
Alfonso sobre el negro excremento del demonio embarraría las garras de una
pandilla de malandros comandados por un falso profeta y decidirían torcer el
rumbo del país y arruinarlo para siempre.
Todos sabemos lo que sucedió
desde hace poco más de veinte años, y cómo es que hoy, tras caudillismo,
populismo, fanatismo y traición, atravesamos ésta, al parecer interminable,
época de oscuridad. Crueles ideologías que contaminan el mundo bajo la égida de
mentes perversas, siguiendo directrices transnacionales y utilizando mentirosas
consignas populistas, taimadamente lograrían engañar a nuestro pueblo inocente,
en conchupancia con muchos otros acólitos, igualmente arrastrados por la
podredumbre de su desmedida ambición, minarían desde adentro a nuestras
originales fuerzas armadas, y los hombres que debieron servir al pueblo se
transformarían en hordas inciviles compradas con oro-dorado, con coca-blanca, o
con coltán-azul, y fríamente sin vergüenza alguna, por míseros denarios se
venderían, aceptando traicionar a su patria.
En esta prolongada oscura noche,
comprendemos que los invasores en el afán de acaparar todas las riquezas del
subsuelo, aunque ahítos nunca estarán saciados y así observamos cómo han
infiltrado todos los estamentos patrios hasta adueñarse de Venezuela. Así pues,
también parece haber desaparecido el lector inteligente. Aquel lector antes
soñado, para quién uno creyó escribir, de quien uno esperaba entendiese la lectura,
que tuviese lucidez para no dejarse engatusar, si por demás, era capaz de
observar los hechos indubitables… ¿Cómo les permitió que lo engañasen?
Nada hay peor lacra que el
fanatismo. He visto como gente, y algunos hay que hasta dicen ser amigos, quienes
al leer verdades, al contemplar realidades prefieren despojarse de su identidad
y olvidando su real personalidad, sin rubor alguno son capaces de aceptar
ideologías foráneas absolutamente trasnochadas, y seguros por demás de que
históricamente sus paradigmas han llevado a millares de seres humanos a la
ruina y a la muerte, estas realidades que no les importan, para nada. No les
incumbe. Eso dicen. Conocen la verdad pero no la asumen y se niegan a confirmar
que actúan sencillamente imbuidos de resentimiento y de fanatismo. Niegan ser
borregos tristes y prefieren hacerse los ciegos, conscientes de que en realidad
no se atreven ni a mirar de frente a quienes conducen la recua.
El ejemplo del llamado “Estado
Islámico”, bastaría para ejemplificar graves conductas que son similares en el
tema del fanatismo, sin que medien motivaciones religiosas, ni culturales,
estos tipos no aceptarán entender que actúan ciegamente, como fanáticos. Son
lectores, pero no quieren asimilar la verdad de lo que leen, ni de lo que
escuchan, o de lo que ven. Se voltean, miran a un lado y se hacen los locos ante
al desmoronamiento de toda una nación, la que otrora soberana y pujante era la
misma donde nacieron sus antepasados. Ese detalle tampoco logra importarles, para
nada.
No nos queda otro remedio sino
concientizar que vivimos una larga y oscura noche en nuestro país, el de
nuestros abuelos, hijos y nietos, como también es el de ellos, los soñados
lectores quienes deberían ser menos ciegos, o más inteligentes. Lectores
quienes, algunos aun diciendo ser amigos, prefieren no aceptar leer la verdad,
ni entre líneas. En el futuro cercano, seguramente la historia misma logrará
hacerles despertar de ese hipnótico sueño. Con ellos, no podemos hacer otra
cosa sino imaginar confiados en que podamos lograr recuperarlos y pasar de ser
“soñados”, a ser, lectores inteligentes.
Mississuaga, Ontario, el domingo 25 de agosto, del año 2019
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