Originalmente titulado
como “Mea máxima culpa”, había
redactado desde hace tiempo este artículo, quizás para descargar mi conciencia
o para tratar de acercarme más aun a la “verdad verdadera”, redundancia muy
maracucha, pero que hoy, me ha parecido necesario desvelar.
Parto de la fotografía de uno de mis hijos, Tomas, quien aparece joven aun para la época, y está cocinando mientras la imagen del Che pareciera mirarle de reojo desde un afiche que él mismo ha colocado… y yo no estoy muy seguro, pero es probable, o mejor dicho, casi con toda seguridad que el mentado afiche, se lo hubiese regalado yo mismo, unos cuantos años antes de la fotografía que fue tomada en Euskadi, el País Vasco, ya en los albores de este siglo XXI…
Confieso sin ambages
(o sea sin circunloquios verbales ni capciosos rodeos) que yo era “de
izquierda”, como éramos la inmensa mayoría de los bachilleres y estudiantes universitarios
venezolanos del pasado siglo XX. Supongo que mis hijos adolescentes me
conocieron así, y unos más que otros, interpretarían cada cual, por separado,
en su niñez y adolescencia, el sentir de aquellas ideas mías sobre la política
y el mundo. Las denomino “ideas” pues debo destacar que nunca milité en ninguna
organización política; fueron aquellos lejanos años, sencillamente tiempos de estudiar
entre contagiosos y compartidos pensamientos sobre el mundo y el país donde vivíamos.
En este país, habíamos
nacido cuando se iniciaba la 2da guerra mundial y pasamos de un “régimen
militar” a el llamado “sistema democrático”. Una acotación muy necesaria y por
demás importante destacar es que, desde un “kínder” de monjas había hecho mis
estudios de primaria y bachillerato en un colegio de curas, de la Compañía de
Jesús (los jesuitas). A través de esa educación aprendí mucho y conocí del
mundo y de mi país. En mi casa no se hablaba de “política”, pero en el Colegio
tuvimos un Rector hermano de un perseguido político asesinado durante “la
dictadura militar” y había sido a través de escuelas “para obreros” y de
incursiones en barriadas y ocasionalmente en el mundo rural, y luego estudiando
Medicina, donde conoceríamos a un país que llamábamos -“La patria”- por la que
sabíamos, tendríamos que luchar para que hubiese verdadera justicia social.
Quisiera advertiros
que mis epifanías, no fueron espectaculares ni fulminantes como la caída de Pablo
en el camino de Damasco; la última estuvo precedida por el curso tórpido de
varios años viendo y comprobando todo cuanto sucedía en mi entorno. Todo esto -mientras
mis siete hijos iban creciendo- habría de asociarse al hecho crucial de haber tenido
la oportunidad de conocer desde comienzos de los 80 lo que realmente era “la
revolución cubana”. Debo confesar aquí, que sería diecisiete años
después de aquella “primaria epifanía”, ya en el mes de noviembre del año 2020,
cuando precisamente (https://tinyurl.com/4vc62a5m) en este mismo blog lapesteloca, relataría la historia muy personal de mi desvelamiento
sobre la realidad alrededor de la mítica figura de Ernesto Guevera Lynch.
Tengo un amigo y
colega que fue mi discípulo y vive cerca, pero en una isla y solo nos conectamos
por internet; él, Ricardo, es correntino lo que significa más que simplemente ser
argentino. Él, no creo que tenga que ver con los jesuitas quienes en aquellas
tierras suyas evangelizaron y enseñaron a 150.000 guaraníes y crearon
reducciones en los territorios que comprendía las provincias de Misiones,
Corrientes, Santa Fe, Chaco y Formosa, el estado brasileño de Paraná y los
departamentos uruguayos de Artigas, Salto, Paysandú, Rio Negro y Tacuarembó. En
territorio argentino los jesuitas fundaron docenas de pueblos…
De todo esto –que
suena casi a “propaganda”- me he enterado y entiendo que ser correntino implica
poseer la cultura del chamamé, el mate, y cierta forma de expresarse con chispa
criolla, pero por sobre todas las cosas saber que en Corrientes siempre te
ayudarán a afrontar la vida con coraje y un fuerte sapukái. No hace mucho
tiempo que amistosamente, conociendo mis desvelos y “epifanías” Ricardo, me
recordó como hace ya muchos años, le había regalado un cuadro donde pinté al
óleo las figuras de 3 luchadoras, Jesucristo, don Quijote, y de, el Ché…
Sería en el mes de
noviembre del año 2020 cuando finalmente decidí escribir en el blog… “Después de muchos años de silencio sobre “el Ché”… Sí, escribiría sobre el mito
del propio Ernesto Guevara Lynch y dije: “Comenzaré por reconocer públicamente que
creo haber sido hábilmente manipulado durante muchísimos años, pretendiendo
ignorar una verdad histórica insoslayable. Bastaba un breve análisis de la
historia contemporánea, para aceptar que podría haber tempranamente esclarecido
mis ideas, pero no lo hice”. Mea culpa.
En aquel
artículo comencé señalando verdades indiscutibles… “Hay quienes de espaldas a la
historia niegan “el holocausto”, o todavía dicen que Franco salvó a España, o
que Mao y Stalin fueron inocentes. Hay aún quienes dicen soñar con la
liberación de los pueblos que habrá de lograrse por el comunismo... Esta
afirmación es producto de mentes obcecadas, o de fanáticos, pues es
absurdamente anti-histórica. No existiendo una religión de por medio, el
fanatismo por ideas que han demostrado fehacientemente estar equivocadas,
sencillamente se debería calificar de estupidez”…
No
obstante, puedo releerme mitificando la figura de, el Ché en mi novela (especie de Opera prima) “La Entropía
Tropical” donde andaba buscándole paralelismos con Gardel. Durante años
tuve presente la imagen y la fraseología del mito. En el 83 cuando comprendí en
La Habana que la revolución era un engaño, y que no era la epopeya frustrada
que relató
Jesús Díaz en “Las raíces de la tierra”-. Tras varias visitas a la isla,
todavía tardé unos años, cuestionándome. Criticaría crudamente nuestra
decadente democracia en mi novela “La Peste Loca” y desnudé la
“revolución cubana” en “Escribir en La Habana”… Mi hijo Pablo,
me recordó una vez, el momento cuando decidí pintar un cuadro al óleo con una
indígena wayuu para borrar la imagen del Ché, quien, para mí, había caído de su
pedestal…
Sin poder negar que fui partícipe de un fenómeno comunicacional y que la
imagen con la boina y los supuestos ideales libertarios provocaron en mí y en
tantos otros jóvenes quienes estudiarían y se prepararían, confiando redimir a
nuestros conciudadanos, creyendo en aquel falso profeta pintado como el adalid
de una idea que habría de ser desnudada tras el derrumbe de la URSS. En la
lucha para conquistar el poder, el comunismo ha demostrado ser una doctrina
totalitaria que solo ha traído miseria, hambre y calamidades, sometiendo a los
pueblos que lo padecen. Sí. Para muestra, está éste,
nuestro empobrecido país y es asombroso ver como todavía hay quienes, siendo
venezolanos, dicen admirar al difunto Chávez…
He comentado en este
blog que (https://tinyurl.com/5fpxct2k)
me ha tocado comprobar como paulatinamente “mi patria” fue vilmente traicionada
y sus ejércitos, se rindieron serviles ante un proyecto extranjero. Ha sido una
temporada de larguísimos 24 años, insoportables. Hubo un momento cuando una
especie de gota sangrienta derramaría aquel vaso. Un imperativo desbordamiento,
se dio para mí desde iniciarse este siglo XXI y el año 2003, concretaría la
decisión firme, de romper mis relaciones de amistad y solidaridad con Cuba ante
la dolorosa realidad que padecíamos y me atrevería entonces a “cortar por lo
sano”. Lo hice y le he sostenido desde entonces.
Finalizo esta perorata
expiatoria ya demasiado larga, donde no he hecho otra cosa más que referirme a
verdades para mí absolutamente muy claras, prístinas les diría, sobre estos
singulares aspectos que, no sé si será por vergüenza, o hasta por miedo, pero
siento que tienden a ser soslayados, “entaparados”, o cubiertos por alfombras
que sugieren una “amnesia” que quiere solicitar olvido en vez de justicia para
los hechos acaecidos y lo que escucho en mi mente es a Mirla cantando “ese día
llegará”… Y, si creo que habrá de llegar el día, y que se hará justicia, sin
contemplaciones.
Escrito
en Maracaibo para lapesteloca el día domingo 23 de
junio del año 2024
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