Curiosa
aventura
Manejando
una camioneta desde ciudad Guayana hacia Puerto Píritu, una tarde hace ya
varios años, me sucedieron varias cosas de esas que mejor no contarlas porque
quizás no me las van a creer… Hoy, ya finalizando el mes de enero de este año
2019 que parece será crucial para el regreso (al fin!) de la democracia a
nuestro país, otra situación que también podría calificarse de, quizás no me lo
puedan creer, me he animado a contar esta
historia haciendo modificaciones puntuales para proteger a los protagonistas de
la misma.
La
camioneta era una Chevrolet Blazer, y nunca había dado que hacer, de manera que
ya enfilando la larga autopista tras cruzar el puente sobre el Orinoco y más
allá de El Tigre, súbitamente la luz del aceite se encendió. Viajaba mi mujer y
dos hijos y con Maite, una amiga, en el asiento trasero pues traía de copiloto a
un compañero voluminoso que lucía el pelo largo amarrado para transformarlo en
coleta, llamémoslo Eddy y aceptemos que dada su singular gusto por la música cantaba
con o sin la radio, de manera que al ver la luz (ON) sencillamente él se calló
y yo me detuve. Me orillé y tras abrir la capota comprobé que, estaba full de
aceite. Es una broma. Si, debe ser algún bombillo loco que se encendió pero hay
aceite para rato…Comprobamos que según el mapa (acostumbro a llevarlo siempre)
estábamos muy cerca de Anaco. Al arrancar de nuevo, la camioneta no era la
misma, redujo su velocidad y con lentitud fuimos bastante atemorizados,
avanzando lentamente hasta salir hacia la izquierda al ver la señal de que
pronto entraríamos en Anaco.
Al
preguntar por una gasolinera nos indicaron que en la parte más alta del pueblo,
había una, la mejor, pero que no esperara hallar por allí un mecánico pues era
sábado y todos debían estar bebiendo desde hacía rato… La camioneta lentamente
se acercó hasta la bomba de gasolina y efectivamente, nos dijeron que el
mecánico estaba en el pueblo, pero ya seguramente borracho. Eran las cuatro y
media de la tarde y aquello nos parecía anormal. Afortunadamente bajando, la
Blazer parecía menos torpe y al regresar pensamos que ese sábado sería,
sensacional, o sea, que nos tocaría quedarnos en Anaco, si acaso hallábamos
posada, y la perspectiva de dejar la camioneta abandonada me atemorizaba. Así
estábamos, cuando vimos un tipo que a lo lejos parecía estar reparando su auto,
con un mono grasiento de mecánico, estaba metido de cabeza en su máquina y allí
nos detuvimos. No hermanito, nos dijo, yo uso el mono de mi hermano en los
fines de semana porque es muy cómodo. ¿Mecánicos que sepan? Los del pueblo
deben estar ya “rascaos”, pero pruebe bajando y cruce por entre aquellas casitas
y siga derecho, como a medio kilómetro que allí está la casa del señor Serafín.
Él es buena gente y tiene un hijo que si es mecánico de verdad.
La Blazer
gemía, la luz del aceite en rojo parecía una fresa encendida, me atreví a
volver a medirle el aceite y estaba full. Me acordé del maracucho que escuchaba
al preguntar por las maletas en su idioma “no sé dónde están”,(I dont
understand). Nada nos sale Serafín, no creo que sea Masparrote le dije a Eddy
quien comenzó a entender que yo estaba enloqueciendo. La Blazer rodó lentamente
por una tortuosa trilla hasta hallarnos frente a un par de casas en un terreno
cercado, rodeadas de frondoso árboles. A las 5 y media de la tarde todavía el
sol picaba. No he dicho nada, pero mis hijos menores de edad y mi mujer
comenzaban también a preocuparse, ellos estaban enterados de que venía desde
hacía tres días padeciendo por una crisis hemorroidal y sabían que aquello no
era lo mejor para mi salud mental y física. Descendimos de nuestra también enferma
camioneta para peguntar por don Serafín y salió un señor mayor, muy amable para
decirnos que teníamos muchísima suerte… ¡Al fin!, me dije, sin saber a qué se
refería. Mi hijo el mecánico debe llegar en un ratico, porque hoy le toca
visitarnos, lo esperamos cada dos semanas con ansiedad…
Llegó el
hombre. Willy era un tipo joven, había estudiado mecánica automotriz en la
Universidad y tras hacer las preguntas necesarias: ¿desde hace cuantas horas
están en esta situación?, ¿cuánto ha rodado la camioneta así? Puso cara de
preocupación. Procedió a encender el motor, medir el aceite y decir: Es el
lápiz. ¿Prismacolor o Mongol? Fue la pregunta que vino a mi mente. El problema
será conseguir un sitio donde comprar un lápiz a esta hora. Al decirlo con toda
seriedad Eddy imaginó las librerías cerradas, pero peor nos sentimos al
escucharle decir que el problema era que las ventas de repuestos seguramente
estaban todas cerradas porque sus dueños andaban echándose palos. Era el
consabido sábado sensacional de Anaco. Aprendí entonces que el lápiz es el
vástago de la bomba de aceite y que se había fracturado. Cuantas vueltas dimos
a que fulano y donde perencejo, por varios botiquines y entre humo, cerveza y
aguardiente nos llegó la noche, afortunadamente en el auto del hijo del señor
Serafín, porque ya sinceramente mi trasero no daba para más, hasta que al fin,
un viejito aceptó abrir su almacén, nos mostró 2 lápices que nos los cedió para
ver cuál podía servirle a la pobre camioneta.
Acortaré
el asunto señalando que al cambiarle el lápiz y ponerle aceite nuevo y encender
el motor, Willy con un vaso lleno de cerveza, espero que el tremor de la capota
fuese nivelándose con su ajuste y al estar como un plato la superficie de la
cerveza, nos dijo. Ahora hay que probarlo. Lo lógico es que la máquina haya
sufrido, así que vamos a correr para ver qué pasa. De nuevo sentado, esta vez,
Eddy iba atrás y Willy era mi copiloto. Salí como un bólido y después de correr
unos diez minutos y probar el nivel del vaso de cerveza, el comentario fue: es
un milagro. La Blazer estaba “como una uva”. No quiso aceptar dinero, solo las
gracias y el señor Serafín se veía dichoso cuando nos vio partir, rumbo al
norte, Puerto La Cruz era nuestro destino más cercano. Eran las once y media de
la noche. Todos estábamos muy cansados, ya ni siquiera Eddy tenía ganas de
cantar y enrumbamos por una vía buscando la autopista principal, pero rumbo al
norte…
Resulta
que ahora que existe Google earth he visto cual fue el error. Existe una
carretera, la que cruza Anaco de cabo a rabo, que corre paralela a la
autopista, pero que solo tiene una conexión con la misma que si se pela, hay
que rodar hasta San Mateo para retomar la vía rápida. Rodaba yo en aquella
noche sin luna, en total oscuridad cuando de repente encima y delante de
nuestra Blazer apareció una luz que fue creciendo en intensidad, yo reduje la
velocidad hasta casi detenerme, todos nos mirábamos, encandilados y asustados
sin saber qué hacer, y así como había aparecido, un momento después desapareció
ascendiendo en segundos hasta dejarnos en la más completa oscuridad… Todos nos
miramos, no era una alucinación. Es lo que llaman un OVNI fue el lógico
comentario. Mis hijos no podían creerlo, habíamos sido unos de los pocos seres
afortunados que pudieron vivir aquella experiencia. Seguí marchando cada vez
más rápido y comenzó a caer en aguacero que me llevó a detectar la autopista
más lejos de lo que debía. Así que en una especie de diluvio universal,
llegaríamos a la autopista y por ella a Puerto La Cruz y a nuestro destino
final por ese sábado cuando ya era domingo. Puerto Píritu que estaba sin energía
eléctrica. Fue una noche horribilis…
Finalizo
la historia ya demasiado larga, diciendo que después de regresar a Caracas ese
domingo, el lunes tuve que ser intervenido por las complicaciones peores de una
situación hemorroidal que ni el Martín Romaña de Brice Echenique pudiera
imaginar pues el postoperatorio Setón incluido, fue una tortura que soportaría
durante varias semanas y que quizá haya sido la responsable para que durante
tantos años ocultase la realidad de haber tenido la suerte de ver un OVNI.
Como “addendum
in probe” anexo este complemento. En 1958, con la publicación de su
libro sobre la ola de OVNIs de 1954
en Francia, Aime Michel, con la
ayuda de Jacques Bergier, ideó una teoría llamada ortotecnic en la esquina de un mantel de
restaurante. Michel propuso las llamadas "alineaciones": líneas
rectas que correspondían a grandes círculos trazados y centrados en la tierra.
Michel afirmó que los avistamientos de ovnis podrían concentrarse a lo largo de
estas líneas de cuadrícula donde, de las nueve observaciones de ovnis citadas
en la prensa el 24 de septiembre de 1954, se alinearon seis. Aime Michel, fue miembro del comité
editorial de Luces en la noche (Lumières dans la nuit) desde
1969, escribió numerosos artículos sobre OVNIs, misticismo, el reino animal y
otros temas en varias revistas. Fue amigo de los polémicos Jacques Bergier y
Louis Pauwels, y se describió a sí mismo como un rebelde
"patológico". Luces resplandecientes en platillos voladores
(edición Mame, 1954, col. Découvertes ; prefacio de su amigo Jean
Cocteau ) es el segundo libro sobre ovnis franceses, después de Saucers
Flying Saucers Come From Another World escrito por Jimmy Guieu (edición
Fleuve Noir, 1954).
Mississauga, Ontario, 31 de enero del año 2019