Elia Kazan
El pasado domingo se entregaron os premios óscar
de la Academia de Cine y ya se habla de diferencias sobre el merecedor del
premio a la mejor película, no así al mejor director y vaya esta crónica para
celebrar al director y guionista mexicano Alfonso Cuarón Orozco ganador este
año 2018 del óscar como directo por su película, Roma.
Elia Kazanjoglou (1909-2003) fue un director de cine estadounidense, de padres
griegos y nacido en Turquía. A la edad de cuatro años con su familia se
trasladó a Nueva York, donde cursó sus estudios primarios en la Mayfair School
de New Rochelle y los secundarios en el William College. Con veintiún años
ingresó en la Universidad de Yale donde estudió arte dramático. Dos años más
tarde, desempeñó todo tipo de trabajos en el Group Theatre hasta 1941. Kazan siempre se consideró como
un forastero, casi un intruso, un director fuera del sistema, él se sabía hijo
de un vendedor de alfombras griego de Estambul que en 1913 instaló a su familia
en Nueva York en busca de otro futuro. Su mayor momento de gloria
llegaría en 1954, cuando con La ley
del silencio consiguió ocho premios oscars, uno de ellos a la
mejor dirección.
Poco después, de salir del Group Theatre asumió la
dirección de varias obras como Chrysalis,
Men in White y Gold Eagle Guy. Desde 1941 su proyección
teatral lo convirtió en uno de los referentes de la época. Tres años más tarde
conseguiría el premio de la crítica por su puesta en escena de una obra de Thornton Wilder, The skin on our teeth. Su
trayectoria cinematográfica como actor la inició en dos películas de Anatole
Litvak (Ciudad de conquista, 1940
y Blues in the night, 1941). Debutó
como director en 20th Century Fox con Lazos
humanos (1945), un drama con el que obtuvieron el Oscar los actores
James Dunn y la jovencísima Peggy Ann Garner. Se convirtió en uno de los
mejores directores de actores que dio el cine estadounidense. En 1947 fundaría el Actor's
Studio junto con Robert Lewis y Cheryl Crawford, un centro de formación que
alcanzó con el tiempo un gran prestigio internacional. En su trayectoria cinematográfica, se suceden
títulos siempre con comprometido con las realidades sociales. El justiciero (1947) sobre los
errores judiciales; La barrera
invisible (1948) sobre el antisemitismo, con Gregory Peck: un
filme que le valió su primer Oscar como director, además de mejor película y
mejor actriz secundaria. En Pinky
(1949) mostró los problemas
raciales.
Los años relevantes en la carrera
de Elia Kazan, fueron precisamente los más controversiales, cuando el 10 de
abril de 1952, le tocó vivir el peor momento de su vida al tener que
presentarse ante el Comité de Actividades Antiamericanas donde delataría a
varios compañeros de profesión. Poco antes había conseguido mostrar, con Pánico en las calles (1950),
todo tipo de sugerencias sobre lo que suponía la iniciativa conocida como
"caza de brujas" que había emprendido el senador Joseph McCarthy. En plena histeria anticomunista desatada a
comienzos de los años cincuenta, Kazan denunciaría ante el Comité de
Actividades Antiamericanas a algunos miembros del Group Theatre.
Otros muchos actores y directores participaron en la caza de brujas, la
etapa más negra de la historia de Hollywood, entre ellos, Walt Disney, Ronald
Reagan, Cecil B. DeMille y John Wayne, pero la traición de Kazan tuvo el mayor
impacto cuando decidió nombrar a ocho miembros del Partido Comunista, al que él
perteneció de 1934 a 1936.
Kazan
demostró una especial capacidad en la dirección de actores, inicialmente en Un tranvía llamado Deseo (1951), la
adaptación de la obra de Tennessee Williams en la
que Vivien Leigh, los
actores secundarios y el decorado obtuvieron cuatro estatuillas de la Academia;
después en ¡Viva Zapata! (1952), que
supuso un Oscar para Anthony Quinn. En
ambas películas Marlon Brando dio
muestras de su calidad actoral y alcanzó su mayor éxito con La ley del silencio, en Hispanoamérica “Nido de ratas”(1954), sobre la corrupción de los sindicatos en
los muelles de Nueva York. El filme es casi un manifiesto cinematográfico con
el que Elia Kazan pretendió justificar su criticada actuación ante el Comité
del Senado. La película obtuvo ocho premios Oscar, entre ellos, a la mejor
película, al mejor director (el segundo en la carrera de Kazan) y al mejor
actor, que recogió Brando por su papel de Stanley Kowalski. Kazan se refugió, inmediatamente
después, en dos películas sobre el enfrentamiento fratricida por el cariño
paterno de dos adolescentes Al este
del Paraíso (1955) y los primeros amores y frustraciones en Esplendor en la hierba (1961), también
premiadas por la Academia. Su obra más personal fue, sin duda, América, América (1963),
adaptación de la novela que escribió sobre la trayectoria vital de su familia
en Estados Unidos. Seis años después
adaptó otra de sus novelas en El
compromiso (1969), y finalizó su carrera con El último magnate (1976), una historia que condensa la
compleja relación que mantuvo Kazan con la industria del cine estadounidense.
Años antes confirmó que su actividad literaria mejoraba obra tras obra, pues
completó su carrera con dos buenas novelas,
Los asesinos (1972) y El
monstruo sagrado (1974).
A sus 80
años, Elia Kazan publicó su autobiografía, cuya versión en castellano apareció
con el título Mi vida, publicada por ediciones Temas de Hoy en 1990. En ella,
Kazan no lamenta su controversial delación y tan sólo siente pena por los
artistas e intelectuales que malgastaron su vida al servicio del comunismo. En
el libro, Kazan
cuenta su juventud de actor; sus experiencias como cofundador del Actor's
Studio; el rodaje de sus películas; sus relaciones con James Dean, Marlon
Brando, Marilyn Monroe, Arthur Miller o John Steinbeck. Kazan explicaría que la
precisión en las fechas y los detalles de su autobiografía, procedían del hecho
de que, a lo largo de toda su vida, había llevado un diario, ha recortado
muchos periódicos y revistas y ha conservado las cartas que recibía y copia de
las que escribía. “Mire usted, ahora es difícil creerlo, pero yo viví una época en la que
si no apoyabas a los comunistas, eras considerado un fascista. Ese chantaje,
esa gran presión a la que estaban sometidos los artistas e intelectuales, se
producía en Estados Unidos y aún más en Europa. Mi verdadero acto horrible e
inmoral no fue declarar ante el comité, sino los 17 años en que fui comunista”.
Estas declaraciones aparecieron en la edición impresa de El País, España, hace
29 años, el Lunes, 19 de febrero de
1990.
Mississauga, Ontario 26 de febrero 2019