Un pueblo y un General, olvidados…
En este
convulsionado panorama actual, me referiré a un pueblo del Zulia, que se ha ido
relegando al olvido y como siempre las razones pueden achacársele a motivaciones
políticas, e igualmente quiero hablar a un prócer de nuestra independencia de
quien igualmente poco sabemos, quizás porque era extranjero pero hoy puede
servir para recordarle a las Fuerzas Armadas como nuestros verdaderos
libertadores derramaron su sangre luchando contra los tiranos, igual como los
jóvenes que caen asesinados diariamente desde hace meses por manifestar en las
calles del país. El pueblo es Quisiro y el militar era el General Carlos Luis
Castelli.
En “Tripticos” mi libro de los 39 relatos,
nunca editado (a pesar de varios intentos) hay uno de ellos (Rabia) que se inicia
así: “Una polvareda gris se eleva
creando remolinos desde la tierra, se acumula en forma de arena fina sobre los
visillos de las ventanas, en el quicio de las puertas, entre las grietas del
cemento pulido, sobre los hilos de los chinchorros, en los flecos y en las cabuyeras,
en el fondo mismo de las amarillentas hamacas. Gime y susurra cálido el vaho
del viento. Los chamizos son bolas reticulares que saltan y vuelan como
fantasmales esqueletos vegetales, van rebotando elásticos, ruedan alocados
sobre la tierra seca y agrietada queriendo escapar entre las bocanadas grises
de polvo caliente. A lo lejos, entre una y otra estertorosa expiración, se
dejan ver las casas terrosas de Quisiro. Pueblo soleado, pleno de viento y
soledad, de gentes que madrugan para el rudo trabajo en los arrozales. Sus
habitantes no existen, no se ven ya, nadie se mueve entre las casas, tan solo
un hálito de fuego y gres se retuerce creando tolvaneras para dispersarse como
lluvia de fina arena cubriéndolo todo. Al final del día, con el silencio del
atardecer, vendrá la noche y solo entonces cesará el viento. En medio de la
calma, si acaso hay luna llena, se verán merodear los perros y en la oscuridad
se escucharán desde lejos sus ladridos, o trémulos aullidos. Desde el interior
de las habitaciones caldeadas, muy quedamente, susurradas, las historias sobre
espantos y espíritus nacerán de las agrietadas cavernas sin dientes de
arrugadas ancianas. Ellas esculcarán los socavones de la memoria para rememorar
los tiempos de la guerra federal y la llegada de los hombres a caballo, con él
al frente, bigotudo, enteco, de pómulos salientes, el general del pueblo
soberano... Así era Quisiro el nefasto día cuando en el solar de la casita de
Chinca Soto se metió el perro aquel”...
El nombre
de Quisiro supuestamente hace honor a una india llamada Quisire... En realidad Quisiro
comenzó como un hato o estancia en la llamada “Ciénaga Dana” en el para
entonces Cantón de Casicure, donde vivía Juan Bautista Oberto quien para el año de 1753
comenzó la formación de un pueblo que tomaría el nombre de Quisiro. Ese Cantón
Casicure pertenecía a la Provincia de Coro, pero luego, la parte donde estaba
Quisiro se llamó “Parroquia Democracia” y en 1856 pasó a formar parte del
Cantón Altagracia de la Provincia de Maracaibo, nombre que fue solicitado por
los mismos pobladores quienes además le cambiaron el nombre a “Municipio Faría”,
en honor al coronel Francisco María Faría (1791-1838). Entre los primeros
pobladores de Quisiro se cuentan Pedro Alexandrino de Matos, Francisco Pérez de
Naba, Francisco González de Lira, Justo Matos, Melchor Romero, Juan Silgueiro,
Silvestre Faría y Juan Valarino de Lira. En 1848 Maracaibo se rebeló contra el
presidente José Tadeo Monagas tras el llamado Asalto al Congreso, y se decidió
apoyar a Páez, quien dirigía el alzamiento contra el gobierno en todo el país.
Monagas dominaría la rebelión, y Páez se refugió en Curazao, mientras las
escuadras derrotadas en oriente se dirigieron hacia Maracaibo, donde serían derrotadas
el 17 de diciembre de 1848 en Quisiro por las tropas del gobernador al mando del
coronel Carlos Luis Castelli. Casi
20 años después, Quisiro fue el sitio de la reunión entre Venancio Pulgar,
Jorge Sutherland y Ezequiel Zamora en marzo de 1863 con motivo del movimiento
federalista, por cierto que el 20 de marzo de ese mismo año, Maracaibo se
declaró independiente.
De origen
italiano, Carlos Luis Castelli conoció al Libertador en Haití en 1815 y desde
entonces lo siguió en su lucha por la independencia de Venezuela, estuvo en la
ruta de Clarines, en los triunfos de Barcelona, en la toma de las dos Guayanas
(1817). Pasó a las Antillas y en 1818 regresó a Angostura, en compañía del
Batallón Británico. Ascendió en 1820 a teniente coronel y recibió la
"Estrella de los Libertadores". Se distinguió en la Batalla de
Carabobo (1821) con el Batallón de Bravos de Apure, recibiendo elogios del
mismo Bolívar. Después del destierro y muerte del Libertador en 1830, sufrió
persecuciones por su apoyo fiel a Bolívar y volvió a Italia, pero en 1844
regresó a Caracas con el cargo de "Cónsul en Venezuela del Reino de
Cerdeña" y apoyó el primer gobierno de Monagas en 1848 quien lo ascendió a
General. En 1850 Castelli se hizo ciudadano venezolano. José Tadeo Monagas
nombró a Carlos Luis Castelli como "Ministro de Guerra y Marina" en
1858. Su última acción fue evitar la guerra civil entre Monagas y Julián Castro durante
la llamada Revolución de Marzo. Castelli murió en Caracas en 1860, en parte a
causa de las heridas sufridas en combate, sus restos fueran colocados en el
Panteón Nacional de Venezuela en 1876.
Quisiro
fue una región arrocera por casi un siglo, desde 1870 y el arroz que se
cultivaba en toda esa área tanto en Quisiro, como en El Jajatal y Las Verdes
era de muy buena calidad. Quisiro fue reconocido como uno de los mejores
productores de arroz del mundo por expertos japoneses, chinos, tailandeses,
alemanes y dominicanos, donde una hectárea sembrada de arroz producía hasta
4.000 Kg., de la gramínea mientras que en otros estados productores del país
como Guárico, Cojedes y Portuguesa solo llegaban a producir de 1.500 a 2.000
Kg., cuando más. Esto duró hasta 1967, ¡casi 100 años!, pero el cultivo lo tuvieron que abandonar por falta de ayuda y
protección de los organismos oficiales, pues no hubo más agua para cultivar el
arroz, especialmente después que los vecinos del San Félix desviaran el cauce
del río Cocuiza, que marca la actual frontera con el estado Falcón. Ahora, ya… “Sus habitantes no existen, no se ven ya,
nadie se mueve entre las casas, tan solo un hálito de fuego y gres se retuerce
creando tolvaneras para dispersarse como lluvia de fina arena cubriéndolo todo”...
Maracaibo 31 de julio del año 2017