Correspondencia…
El 26 de octubre de 2014, mi amigo Roberto Simancas, escribió un exhaustivo análisis sobre mi relato “Las Ordalías” y a continuación, quiso publicar la carta que yo le había enviado para responder a sus comentarios. Reproduzco hoy esta misiva tal y como él la quiso mostrar, titulada como “La carta que me envió el profesor JorgeGarcia Tamayo”. Yo aprovecho para mostrarla aquí siete años después…
Lic. Roberto Simancas: Estimado amigo, me da la impresión de que tenemos una concepción diferente de lo que es y para lo que sirve la literatura. Dices en tu cuento: “La literatura es un ensueño, un querer negar la realidad de nausea para caer al fin de bruces ante la maldad humana”. Para mi podrá ser un ensueño, más no creo que exista para negar una realidad de nausea y menos para caer de bruces ante la maldad…
No es, no puede ser “una tragedia y un dolor en una indagatoria permanente”, ni siento que es “sentirse lacerado”, o creer que siempre se escribe para sufrir, con una saeta más que una pluma en la mano, horadando, rasgando, y además pensar o parecer convencido de que: así tiene que ser… No me parece que sea necesario, o indispensable “sufrir la escritura”, más bien pienso que sobre todo se impone aquello que ya te decía antes, parafraseando a Oswaldo Trejo, “lo menos que se le puede pedir a un escritor es que escriba bien”…
Si no se cree en el textualismo, se puede comenzar a dudar de la sintaxis o de la prosodia. Quien dice “no “deificar” la palabra” pudiese en algún momento darle una patada a la ortografía, y luego, hasta pensar que eso es una hazaña… ¿Cómo crear relatos, cuentos o novelas con ritmo, con tono, y como al sostener estos parámetros sin mostrar coherencia y precisión en el lenguaje?, ¿cómo ordenar las palabras escritas nacidas de ideas en la mente de uno mismo de manera que puedan ser interpretadas por otros? Esto no es fácil, no sale así como así, eso tú bien lo sabes, es cierto, sí, hay que trabajar, es por esto que se habla de “el oficio de escribir”…
Me cuesta mucho al leer un relato imaginar que el autor busque con sus palabras “fijar posición en torno al mito del amor cristiano”, mientras intenta “devorar la violencia”. Eso no es un cuento o un relato, es otra cosa, es algo como un propósito ultra-super-máximo, que va por encima de mi imaginación… Sobre todo por que debo repetirte que mi idea es que al escribir (y esto lo aprendí hace unos cuantos años ya) es importante como te dije antes, “que se pueda sentir lo menos posible que existe un compromiso personal”, una conexión directa entre lo que tú quieres y lo que escribes, y que nunca debemos “dictar cátedra, o sea, nunca opinar para tratar de dirigir los sentimientos del lector, porque esto trampea el asunto”.
La literatura no es, no debe ser, no está hecha para eso... Te recomiendo leer a Cortázar, a Borges, a Fuentes, leer mucho y analizar menos, leer por el placer de escuchar en tu mente las palabras, como música, mientras dejas fluir tu imaginación sin querer saber para donde te quiso llevar el autor, porque la literatura no es de los autores, es, tiene que ser, de los lectores, y será en esos momentos cuando se crean los “vasos comunicantes” entre el escritor y sus lectores, es así como funciona la magia de la escritura y la lectura….
Me parecen interesantes tus análisis, algunos acertados sobre ciertos detalles puntuales, otros que se sienten indagadores de la psiquis y hasta del subconsciente del escritor, me parecen absolutamente erráticos, y esto se debe, se produce, porque tal vez sería posible hacer estos análisis si quien escribió el relato o el cuento analizado, lo hizo con un fin, para inducir ideas, o guiar pensamientos, para señalar caminos, pero afortunadamente, casi nunca es así, no debe ser así, y en el caso que nos ocupa, pues, sencillamente no es así. Tal vez si conoces la historia personal del escritor, puedas atreverte a discurrir haciendo análisis como los que haces con Las Ordalías… Como ejercicio lúdico el análisis así conducido está bien, pero al hacerlo de otro modo, te puedes equivocar de medio a medio, sobre todo si quien escribió el relato lo hizo tan solo por el placer de escribir, no para sufrir, ni para introducir metamensajes en el texto…
Quizá es por esa idea descifradora que te puedes crear laberintos e ideas equivocadas donde solo hay palabras utilizando nuestro muy rico idioma sin querer caer en una erudición exagerada (te decía en “Taller de Narrativa” sin querer ser “erudito en exceso” cual Fernando Del Paso en Palinuro ni como nuestro Denzyl), sencillamente adecuando el lenguaje al momento, a la situación, para mí, frente al mar Caribe, tal vez en un sitio como Cartagena de Indias… Voy a remitirte a Germán Espinoza, un escritor colombiano de quien hace muchos años leí una novela “Los cortejos del Diablo” sobre la inquisición en Cartagena “El personaje histórico debe conservar las líneas de su carácter, pero, cuando se escribe novela histórica, lo que se persigue no es la verdad del historiador (fundada en documentos oficiales acomodados).
El novelista puede explayarse en su fantasía. Y creo que muchas veces está más cerca de la verdad o de lo que debió ser, que el historiador. La función de la novela histórica es buscar una verdad más profunda y puede, explicar mejor muchas cosas. El novelista es soberano. En 'Los cortejos del diablo' El inquisidor Juan de Mañozga, personaje histórico, es un hombre lleno de soberbia, que aspiraba a ser Papa. En 'Los cortejos del diablo', Mañozga se niega a aceptar su decadencia. Dice Espinoza: "Para este personaje me basé en un español que conocía, muy anciano, abatido pero con arrestos para demostrar juventud y poder. Así como se expresa Mañozga, hablaba él. Por otra parte, tomé como modelo a un hombre con una soberbia enorme como el maestro León de Greiff. Cuando pensé en hacer una novela sobre La Inquisición en Cartagena, di con el Inquisidor de la época y dije este es el personaje para darle esa personalidad”.
A pesar de que hacía muchos años que la leí y no he vuelto a leerla, recuerdo que aquella novela destacaba en medio del horror descrito por la musicalidad de un relato fundamentalmente barroco. De ella dijo el autor…"Se me imponía por eso. Muchos comentaristas me han dicho que es una novela muy oscura. Y la verdad es que fue escrita de noche, oyendo música de Beethoven, Mozart y Brahms". Creo que esos recuerdos influyeron en mí cuando escribí “Las Ordalías”, como algunas veces se me atraviesan escenas de películas en mis relatos, o en las novelas (vg. En “Escribir en La Habana”, puedes leer el prólogo de Ildemaro Torres donde señala mi amor por el cine), siempre fui muy cinéfilo y por darte un ejemplo, “El séptimo sello” de Bergman está en muchas cosas de las que he narrado…
A propósito de algunas de las palabras que me preguntas, como kukurbata, la use para referirme a la curbata, que es un tambor pequeño que se coloca parado sobre sus "patas"; es de la etnia africana dahomeyana y se percute con dos palos, así mientras “la curbata” va marcando los tiempos en forma acentuada, la “mina” va improvisando frases rítmicas entre golpe y golpe. El mina es un tambor africano que se toca en las fiestas de San Juan del mes de Junio en Venezuela. El Mina es un tambor largo hecho de un tronco de árbol cilíndrico que se coloca inclinado sobre dos palos cruzados y amarrados que sirven como soporte. “Barlovento” de Eduardo Serrano fue compuesta en 1936 y dice inolvidablemente “que se van de fiesta, su cintura prieta y al son de la curveta y el taqui-taqui de la mina”.
Por último conviene recordar que La Ordalía fue como dices, una “prueba que se usó mucho en Europa con las personas acusadas de brujería, pero en todas las civilizaciones, las ordalías tuvieron un origen mágico y estaban encargadas a los sacerdotes, como comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad. Cuando la Iglesia asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar con la responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer rápidamente, y no pudiendo prohibirla bruscamente se esforzó en modificar su uso para hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado vecino a la brujería. El denominado Santo Oficio de la Inquisición fue creado por el Papa Gregorio IX en el año de 1233, extendiendo su acción a toda la cristiandad Europea. Hacia el año 1480, los Reyes Católicos de España establecieron la Inquisición en todo el reino, para utilizarla como uno de los instrumentos en su estrategia para la unificación religiosa y política de la nación. El tribunal de la Inquisición de Cartagena fue establecido en 1610.
Finalmente debo decirte que precisamente fue por mi consubstanciación con lo africano, y con el sincretismo religioso que se puede percibir en “Escribir en La Habana”, con la defensa de la negritud y de esos verdaderos hijos sufridos de la revolución cubana, los mismos habitantes de las cumbes en la novela primigenia de Carpentier “Ecue Yambao”, una de las razones por las que como escritor recibiera en 1994 el José Rafael Pocaterra en Narrativa, pero además me ha tocado vivir fuera de Maracaibo, en el centro y el oriente del país y desde compenetrarme con Acosta Saignes hasta disfrutar de los tambores de San Juan en Barlovento o en otros pueblos venezolanos, conozco algo sobre nuestra negritud, esto lo digo en lo personal.
Te aclaro estas ideas por que posiblemente no tienes una claridad de lo que realmente pienso ni siento sobre ciertos temas… Te sugiero leer de “Escribir en La Habana” la páginas final de la 31 y 32 y parte de la 33, están fáciles, y puede que me entiendas como alguien diferente… Para finalizar creo que debes examinar de nuevo las dos afirmaciones que haces: “La literatura es cuento, la ficción una evasión”. Otro día podemos conversar sobre esto, pues, no me parecen acertadas, en particular creo que sin la ficción, la literatura puede ser historia, o sucesos, o llegar a ser como decía Lavoe, un periódico de ayer, y entonces, ¿para qué leer?
Un saludo, mañana martes es 22 y si vamos a tener una reunión, espero saber la hora y me imagino que el sitio será la Librería del Sur… Espero confirmación, pues había entendido que nos reuniríamos los miércoles o los jueves… Avísame. Un saludo.
Jorge García Tamayo
Maracaibo, martes 1 de diciembre del año 2021