Dura y triste realidad
La crisis nacional es muy grave, y nadie lo duda.
Vivimos en un país que durante más de 20 años ha venido siendo sistemática,
institucional, física y moralmente destruido, por lo que no nos debe extrañar, en
estos tiempos, ver estos fenómenos colaterales que implican una debacle de
instituciones tradicionalmente constituidas, o sencillamente la absoluta
pérdida de la sindéresis... Hemos presenciando una ola de manifestaciones en
los Estados Unidos y en el mundo con saqueos y destrucción física de estatuas donde
las mal llamadas izquierdas alientan
estos desafueros y pretenden justificarlos, tal como lo hiciera ISIS en su
momento al acabar con monumentos históricos, suponiendo con ello, reivindicar a
sectores sociales que en el pasado padecieron dolorosos episodios de
esclavitud, y otros percances. Aquí, en el país ya eso lo habíamos presenciado
bajo este régimen, no es nada nuevo...
Para los venezolanos desde que se inició “el
proceso”, esas manifestaciones de odio, emitir consignas, proferir aullidos con
el puño cerrado, ofrecer la sumisa rodilla en tierra y la ardiente necesidad, -para
algunos aparentemente ya satisfecha-, de, a través de la reiterada estimulación
populista mediática, constante y permanente, que ha caracterizado este interminable proceso
criminal llamado “chavismo”, lograr insuflar odio y resentimiento en el
espíritu de una buena parte los ciudadanos más pobres. Las trágicas
consecuencias las estamos padeciendo todos los venezolanos en el territorio
invadido por otro país y expoliado por bandas criminales en medio de la
terrible pandemia de Covid-19 que estremece al mundo e incrementa nuestras
estadísticas de mortalidad…
Lo
que denominaban “la democracia venezolana”, ya desapareció. Ahora para
muchos es una idea vaga e ilusoria. La mayoría de país, menores de 25 años
nunca la conocieron, más sin embargo es morbosamente ambicionada por una
variopinta clase política, quienes sueñan con regresar al presidencialismo hegemónico, autocrático, absolutista y del poder
centralizado,
mientras aguardando por prebendas se perciben ellos mismos como futuros
conductores de lo que denominan “el pueblo”. Tras la emigración forzada de la
mayoría calificada del país, los politiqueros cohabitantes con el régimen,
siguen ofreciéndole a los pobres soluciones mágicas y la población hambreada,
se encuentra en las actuales penurias, siempre dispuesta a creer en las
promesas dibujadas en el aire por la cáfila de trúhanes que pululan en la
periferia de “el régimen”. Los pobres de recursos y decepcionados de espíritu,
siempre estarán a la espera de recibir cualquier ayuda o dádiva, porque les han
hecho creer que ellos obtendrán lo que se merecen y que les llegará antes y
mejor, callando...
Bajo
esta premisa, acerquémonos a la verdadera realidad… No es posible que todavía
tengamos que escuchar a cada rato la meliflua voz de Luis Vicente León
repitiendo la conseja, como si fuese un Vladimir cualquiera -Padrino o Villegas
son la misma miasma- de que “las sanciones” son las que nos han llevado a
parecernos a Siria o a Cuba. Es como si no quisiera aceptar la verdad, o tal
vez no le convendrá decirla, puesto que él mejor que nadie sabe que nuestro
país está precisamente en manos de un grupo criminal, que durante 20 años lo he
sumido en la catastrófica y aparentemente irrecuperable situación actual,
mientras presenciamos como el broche final de la ejecución del proyecto
socialista emprendido por Fidel, Lula y Chávez años atrás, para “llevarnos
al mar de la felicidad”, para ahora, todos pobres, enchufados o no,
comprendemos que el país está mucho peor que Cuba en su período especial y la
gente no sabe qué hacer, desesperada en medio de la mortandad por el Covid-19.
¿Acaso
los indecorosos politiqueros que revolotean graznando sobre los despojos del
país, no conocen la verdad de lo que sucede? ¡Por supuesto que sí! Pero los
vemos acercarse aleteando en círculos y descender hasta los traidores, e ir
picoteando las migajas de sus nutridos bienes, mientras el pueblo sin
medicamentos se come la basura que desechan en los bodegones, o se la disputa a
los zamuros en los vertederos municipales. El país, ha presenciado como se les
otorga la libertad a cientos de presos para que vayan a engrosar las
estadísticas del crimen y del terror, y entretanto destacan cada vez más los opulentos
multimillonarios testaferros, de todos conocidos –muchos cohabitando en La
Florida, en USA, y otros que se han perpetuado enquistados localmente en sus
partidos y otras agrupaciones del tipo ONGs-, ellos pululan como gusanera mientras
grotescamente se enriquecen “negociando”. Ellos y sus familiares cercanos.
Algunos quienes eran pobres de solemnidad, ahora son, hasta diputados,
engrosando la égida de los políticos ricachones que viven sin ocultar el lujo y
el boato, riéndose del pueblo hambreado y hasta tienen el descaro de hablarle
de elecciones...
Hace
unos días, un médico que es profesor universitario, mi primo Héctor Pons, nos
recordaba en “las redes”, cómo: “los griegos, inventores de la democracia,
solo permitían votar a aquellos que eran cultos, formados, y conocedores de lo
que elegían”. Destacaba entonces la imperiosa necesidad de: “formar
hombres y mujeres con los conocimientos, la cultura, y la capacidad crítica
para sufragar cuando se deba hacer sin dejarse manipular”, sin dejarse
engañar por los hipnotizadores políticos… Pero sabemos que salivan imaginando
deleitarse con la inexistente “democracia venezolana”, idea que sigue siendo gestionada
para ser repartida hacia el futuro por estos politicastros. Dicen ellos, que buscarán
el apoyo de quienes son mayormente ignorantes, y aunque lamentablemente
tengamos que aceptarlo, en la dolorosa precariedad, los conciudadanos estarán
siempre dispuestos a recibir cualquier regalo, lo que se le dé, porque los de
“el proceso” les han casi convencido o les han hecho creer que sin hacer mucho
esfuerzo, ellos se lo merecen.
Maracaibo, martes 30 de
junio, 2020