Esta historia podemos comenzarla en
una habitación subterránea con poca luz, donde y en filas existen muchos
frascos de vidrio que se extienden hasta donde alcanza la vista; dentro de
estos 700 envases hay cerebros humanos perfectamente conservados. Relatare aquí en el blog, evidencias que han sido han reportadas por
Hannah Fry, de BBC Mundo, sobre el doctor y neuro-científico David Snowdon,
quien durante años y con su equipo estudió a 678 monjas y ha conseguido con
estos estudios, importantes revelaciones sobre el alzheimer.
“Las monjas tienden a llevar una vida sana, y por ello los efectos
naturales del envejecimiento son más fáciles de medir”, explicaría el Dr Snowdon,
relatándonos como año tras año, cada hermana iría llenando un cuestionario para
ver cuál era su capacidad mental a lo largo del tiempo hasta que morían. Un
caso singular fue el de la hermana Mary, que con 101 años tenía la actividad
cerebral de alguien de 20.
Al morir, cuando estudiaron el
cerebro de la hermana Mary, vieron que su tamaño estaba reducido, como ocurre
en los casos de demencia, y la pregunta que se hicieron fue: ¿Por qué no mostró
signos de estos cambios en vida? Para examinar su caso, revisaron ensayos
escritos por ella y otras monjas en su juventud y vieron que las que escribían
con una riqueza de ideas y complejidad gramatical mayor eran menos propensas a
padecer Alzheimer décadas después.
Desde 1986, Snowdon había estado
inmerso en uno de los más singulares y ambiciosos estudios jamás realizados. Lo
había iniciado en la Universidad de Minnesota y cuando fue transferido a la Universidad
de Kentucky en 1990, tenía ya una gran experiencia acumulada. Había viajado con
su equipo por todo Estados Unidos, visitando conventos de la congregación las
Hermanas Escolares de Nuestra Señora, persuadiendo a 678 monjas para que participasen.
En el año 1991, todavía David Snowdon era joven e inexperto y el
neurocientífico en esa época conoció a la hermana Mary, una monja muy inusual
quien al igual que las otras, se vestía de pies a cabeza con un hábito
tradicional en blanco y negro, pero quien era eternamente optimista, y rara vez
ociosa.
En un convento realmente hay una
población de control, que es de lo que se trata la ciencia. Tener controles. “Queremos
controlarlo todo, queremos controlar lo incontrolable” diría David
Snowdon, y así fue como para el ahora famoso “Estudio de las monjas”, cada hermana accedió a completar una serie
de pruebas que repetirían año tras año hasta que murieran, con la
esperanza de que revelarían secretos de la longevidad.
A las hermanas se les hizo algo que
llamarían un “mini examen del estado
mental'”, el cual una vez completado, cada monja obtenía una puntuación:
cuanto mayor era la puntuación, más sana era su mente. La mayoría de las
personas obtendría 30 de 30, aquí el asunto era ver cómo cambiaba esta puntuación
con el paso del tiempo. Después de interrogar a cientos de mujeres durante
muchos años, Snowdon tuvo un conjunto de datos muy importante. ¿Cuándo empezarían
a fallarles los cerebros y con qué rapidez podrían decaer? Una de
las observaciones más destacadas fue la relación entre el rendimiento cognitivo y la edad.
La joya de esta
corona es un notable gráfico que indica la edad, a lo largo de la parte inferior,
y la capacidad cognitiva medida de 0 a 30 puntos en el costado.
Según la doctora Suzanne
Tyas de la Universidad de Waterloo miembro del equipo de Snowdon, la
idea de la reserva cognitiva es una
teoría intrigante en el campo de la neurociencia. Este concepto sobre
el envejecimiento cerebral ha cobrado relevancia a raíz de los hallazgos
del estudio de las monjas. Se postula que
los cerebros están conectados por un conjunto de neuronas
protectoras que, si se ejercitan mediante el aprendizaje
permanente, podrían mitigar el impacto del Alzheimer y
enfermedades neurodegenerativas como, la
demencia avanzada de la hermana Mary.
“El cerebro es la persona",
explica la neurocientífica Julia Ravey. Cuando Snowdon hizo la petición frente
a una gran congregación de monjas, hubo un gran silencio hasta que una voz
resonó fuerte y clara. "Por
supuesto, te daré mi cerebro". Cuando la hermana Mary murió su cerebro
pesaba 870 gramos, uno de los cerebros de menor peso. Lo que un bajo peso cerebral nos
indica -explica Ravey- es que ha habido mucha muerte de células
cerebrales, y se encontraron placas y también ovillos". Snowdon y
el equipo se sorprendieron de que el cerebro estuviera profundamente dañado, y
las placas retorcidas y los ovillos de tejido proteico les indicaron que la
hermana Mary tenía demencia avanzada.
La
teoría para explicar todo este caso es la llamada reserva cognitiva. Los cerebros están conectados por un conjunto
de “neuronas protectoras” que, si se ejercitan mediante el aprendizaje
permanente, podrían compensar el daño causado por el Alzheimer. Esas neuronas,
en cierto sentido, funcionan como parches alrededor de las placas dañinas y los
ovillos neurofibrilares que caracterizan estas enfermedades. Pero si es cierto
que algunos cerebros están físicamente conectados para protegerse contra los
signos de deterioro cognitivo y otros no… ¿Podría ser posible
determinar quién desarrollará demencia mucho antes de que aparezcan los
síntomas?
La
doctora Suzanne Tyas, profesora asociada en la Universidad de Waterloo, era una
estudiante de posgrado cuando se unió al equipo de Snowdon y había descubierto
en el sótano de un convento, dos archivadores oxidados de color verde oliva que
contenían una mina de oro para la investigación. Existían escritos
personales de todas las monjas a lo largo de los años y al comparar las
puntuaciones más altas en estos primeros escritos con el desarrollo de la
enfermedad de Alzheimer, comenzó a surgir un patrón...
Una
escribió, al describir a su familia: "Hay 10 hijos en mi familia, 6 son
chicos, dos son chicas. Dos de los chicos están muertos". Otra empieza diciendo: 'El día más feliz de mi vida
hasta ahora ha sido mi primera comunión'. Y termina con la frase: 'Ahora
estoy vagando por Dove's Lane esperando solo tres semanas más para seguir las
huellas de mi esposo, atada a él por los santos votos de pobreza, castidad y
obediencia'". Hay una gran diferencia en la forma en que estas y
las otras mujeres se expresaban en su juventud. Algunas describían vidas
interiores complejas y ricas, mientras que otras eran planas e incoloras.
Las
hermanas que habían escrito ensayos con alta densidad de ideas y complejidad
gramatical parecían esquivar -inadvertidamente- los síntomas más tarde en la
vida. Sus recuerdos y habilidades lingüísticas permanecieron intactos. Los
ensayos escritos por estas hermanas cuando tenían alrededor de 20 años podrían
usarse para predecir con una precisión del 85 al 90% qué
cerebros desarrollarían la enfermedad de Alzheimer décadas después.
“La
autobiografía de la juventud” podía tener un poder profético inimaginable, pero
también planteaba el dilema del huevo y la gallina. Estas piezas únicas que
analizan las habilidades del lenguaje escrito y las características de
expresión, pueden ampliar la visión de saber qué les sucedió más de medio siglo
después. "Lo que hemos encontrado en el estudio de las monjas es que esos
cambios en el cerebro no siempre conducen a síntomas de la enfermedad de
Alzheimer durante la vida y eso es enormemente esperanzador", dice Tyas.
El
doctor David Snowdon se jubiló y sus 678 monjas ya murieron. Pero esos frascos
de vidrio en el cuarto frío siguen allí. Y gracias a esa extraordinaria
donación de las monjas, el estudio sigue vivo en el Centro de
Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.
Maracaibo, miércoles 26 de
junio del año 2024
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