viernes, 10 de marzo de 2023

“A que Sarita”


…“Amador Montiel llegó a formar parte, por carambola del equipo de investigadores del INP. Catorce años antes de los cruentos inicios del año 1989, ya “el guajiro Amador” había sido contratado como fotógrafo exclusivo del INP. Las actividades desarrolladas inicialmente, en el según él denominado, “instituto de los locos”, fueron primariamente reporteriles. Corría detrás de los invitados del señor director Carloni, fotografiando a los visitantes en las dependencias de la afamada institución. Amador disparaba closed–ups, usaba grandes angulares para fotos de grupos, con cámaras reflex, o de cajón, e intentaba capturar la esencia de cada invitado en las reuniones y eventos diseñados por el ciudadano director, para instantes después, correr a su laboratorio y tener listos en menos de una hora, unos libritos plenos de fotografías con la carátula labrada en cartulina donde se veía el frontispicio del edificio del Instituto y Amador preparaba sudando, el número requerido de “sets” de fotografías, para el director Carloni quien se las obsequiaba a los visitantes como un recuerdo para perpetuar la suerte de haber tenido la oportunidad de visitar un centro de Psiquiatría y en Neurociencias considerado para la época como de excelencia”…
Esto que relato aquí, en el blog lapesteloca, es textualmente extraído de mi novela “Ratones desnudos” donde abundan los personajes que se mimetizan con tipos del subconsciente personal o colectivo (https://bit.ly/3YqxmJv), ya lo comentaba ayer mismo, pensando tal vez en quienes me interesa que escuchen parte de una conversación sostenida “a que Sarita”… Son cosas de las novelas, no hay nada de particular, ni mucho menos personal, más allá de dos amigos, charlando…


…“Salimos del bar del hotel para irnos “a que Sarita”. Así es como le dicen a la “taguara” donde inicialmente me había invitado Amador y de momento; el sitio más apropiado para continuar bebiendo cerveza. Me explicó que estábamos tan solo a un par de cuadras de distancia, pero que, dados los peligros de la noche, una inseguridad tal que estaba ya caracterizando a todas las ciudades del país desde finales del siglo XX, era preferible trasladarnos en su auto. Era un pequeño modelo viejo, no recuerdo si Ford o Chevrolet, pero en un santiamén estuvimos en el sitio.

Rodeada por una alambrada, de las que se conocen como “cerca ciclón”, “a que Sarita” era un área pequeña, donde cabían unas ocho mesas sobre el piso de cemento pulido, casi todas a esa hora, -eran más de las once de la noche- ocupadas por hombres que conversaban o discutían a gritos bebiendo cerveza Regional. La entrada protegida por “parabanes” pintados de rojo y con el emblema de la cerveza en letras doradas, impedía mirar hacia afuera y no era posible ver los autos en la calle por una tupida pared de matas de cayena que rodeaba el recinto.

Nos sentamos en taburetes de cuero de chivo y en un instante estábamos degustando la Regional que estaba “como culoefoca”. Después de hacer un poco de pugilato literario y de caer en el folcklore de los guajiros y del real significado de la gaita zuliana, regresé al tema del amor en el INP, tal vez recordando al Gabo en los tiempos del cólera, insistí ante Amador que las mujeres del INP, sus romances y desamores, me estaban dando que pensar en lo relacionado con el cuento de los ratoncitos nudistas.

Mi amigo el fotógrafo me dio a entender que yo estaba prejuiciado por los disparates que le había oído a la bruja Ágatha. Yo tuve que decirle que creía que él me estaba sacando el cuerpo para no tocar ciertos temas escabrosos, y volví a la carga.

Hernando : Entonces amigo mío, de la doctora Manzanilla y de sus afinidades, por llamar de alguna manera sus acercamientos a Diego Carías, no me vas a dar ni una pista. ¡Serás una tumba!
Amador : ¡Pero como sos de persistente vos! Che pibe, yo mantengo mi palabra. Soy una lápida.
Hernando : Amador. Tu nombre lo dice todo. En esos planteamientos amatorios, he hallado sorprendentes paralelismos entre ciertas historias y asuntos del corazón. Pero me falta información. Creo que tú me puedes dar datos. Por ejemplo. Yo vengo de hablar con el doctor Soriano y puede parecer curioso, pero no tengo detalles sobre su vida personal. No sé si estas cosas del amor son irrelevantes para él, pero ni idea tengo sobre su vida con una mujer, si tiene hijos, si acaso él se casó. ¡No sé nada de él! De eso nada me dijo...
Amador : Soriano se casó en los Estados Unidos con una gringa. ¡Calculá vos que pipiolada, che! Le pasó que, un par de años después de haber regresado y viviendo en Ciudad Bolívar, la piba se le fue. Se regresó a visitar a sus padres con su hijo muy pequeño y no regresó nunca más. ¡Angostura era para ella la manigua che! Eso dijeron. Al pasar los años, Soriano se fue quedando como una especie de viudo. Vivió siempre como en espera de algo que nunca volvió a ser. Al final, dejó de buscarla, se cansó... Como el cuervo de Poe, “never more” ¿Qué más queréis que te diga che?
Hernando : La desgracia como que les persigue, ¿verdad? A mí, se me hace raro que Diego Carías, siendo un investigador tan prolífico, cuya historia profesional suena como la de un tipo muy centrado, dedicado a su trabajo y por demás, exitoso, pareciera haber sido poco diestro en el manejo de sus sentimientos, de, ¿Sus emociones será? No lo sé, o de sus historias amorosas...
Amador : ¿Sabés qué pibe? Cada cabeza es un mundo. Te pongo el caso. Vos conociste sobre mi vida de saltimbanqui, pero decime… ¿Sabés vos porqué yo cambié completamente? Yo sí lo sé, pibe. Fue María Elvira che. Con ella yo he sido muy feliz y, ¿te digo? Vos me tenés que escuchar. Te juro que nunca le he faltado, y no me arrepiento, che. ¡Boludo vos! No te miento, che. ¿Sabéis qué? He aprendido que a vos no te debe importar cómo le caigás a la gente, que si sos simpático, que si vienen y te miran feo. A la gente, ni media bola le tenéis que parar. ¿Te digo, sí? No es para nada necesario que te quieran bien. Si vos querés ser feliz, lo que necesitás es querer. Eso y no más. ¿Me entendés pibe? Querer vos, a la otra persona, amarla, pero de verdad. Pero… ¡Ya va! Esperate. Hay una condición. ¿Sabés qué cosa necesitás, chepibe? La condición debe ser, no esperar nunca una retribución. ¿Capishi? Te estoy hablando che, de querer, de amar, sin esperar nada a cambio. ¿Vergatario el asunto? Amor así, con todos los hierros, amor de verdad, y si te corresponden, ¡pues mejor, mucho mejor! Pues claro, pero entendeme, che. La felicidad está en vos mismo, en ese darte todo… ¿Me entendés, che? Lo demás son mentiras, mentiras y lamentos. Al final escondida en las aguas de una mirada buena puede estar la muerte agazapada y cuando menos manyés, no podréis abrigarla porque más podrá siempre la muerte. ¿Me entendés pibe? Te lo dice un viejo que ha recorrido el mundo. Al final, ya lo sabés, acabás sabiendo más por viejo que por ser el mismo diábolo. ¡Qué macana!
Hernando : Me has dejado mudo.
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En mayo del año 2021 escribí en el blog un artículo titulado “El Club de los ratones desnudos” (https://bit.ly/3YmPeVO) donde discurría alrededor de los numerosos personajes de mi novela “Ratones desnudos” y a propósito del tema recordaba la sabia opinión de Tomás Eloy Martínez quien una vez dijo “En las novelas, lo que es verdad es también mentira”, entendiendo que “los autores construyen a la noche los mismos mitos que han destruido por la mañana”.

En esta ocasión nuevamente he regresado al tema de la relectura ya antes mencionado en este blog (https://bit.ly/3Llu3kf) y sobre las ideas que Roland Barthes tenía sobre este particular; para ello, debo destacar otra vez, que lo aquí escrito es copia textual del comienzo del Capitulo 3: “El pibe de la Guajira” y de un fragmento del Capitulo 24: “Milonga sentimental” de mi novela “Ratones desnudos” (elotro@elmismo Edit, Mérida, 2011).

Maracaibo, viernes 10 de marzo del año 2023

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