Respaldados por un decreto oficial de 1964, que contemplaba la obligatoriedad de la práctica en grupo para todos los alumnos de las escuelas de música del Estado, José Antonio Abreu Anselmi y ocho jóvenes estudiantes de música comenzaron a reunirse a finales de 1974. Frank Di Polo, Ulyses Ascanio, Sofía Mühlbauer, Carlos Villamizar, Jesús Alfonso, Edgar Aponte, Florentino Mendoza, Carlos Lovera y Lucero Cáceres, fueron los músicos que emprendieron esta travesía.
Desde el inicio, el proyecto tuvo un carácter nacionalista. Ya para el primer ensayo grande, que se realizó el 12 de febrero de 1975 en la sede de la Escuela de Música Juan José Landaeta, llegaron más jóvenes de todo el interior de Venezuela, especialmente de Aragua, Lara, Táchira, Trujillo, Zulia, Carabobo y Caracas, quienes serían el semillero de músicos que constituirían la primera Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de Venezuela Juan José Landaeta, la cual debutó oficialmente el 30 de abril de 1975 en la sede de la Cancillería.
Esta agrupación primigenia del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, integrada por 80 músicos, tuvo figura legal desde el 12 de febrero de ese mismo año 75, y así, comenzó una asombrosa historia de éxitos: en 1978, cambió su nombre y se denominó Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, conocida en la actualidad como Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, la cual ha realizado el más importante periplo de presentaciones internacionales y se ha convertido en la orquesta cúspide de “El Sistema” y embajadora de la identidad artística venezolana, obteniendo reconocimientos como el Premio Internacional de Música de la UNESCO, entre otros.
El 20 de febrero de 1979 fue constituida la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV), según el decreto Nº 3.093 del Ministerio de la Juventud, publicado en la Gaceta Oficial Nº 31.681 con la finalidad de capacitar recursos humanos altamente calificados en el área de la música y obtener el financiamiento requerido para la ejecución de planes, actividades y programas. Es la primera fecha en la que el Estado venezolano da su apoyo irrestricto a este programa educativo, cultural y social, el cual se ha mantenido consecutivamente y ha sido acogido por todos los gobiernos de Venezuela.
Posteriormente, en 2010, FESNOJIV es adscrita a la Vicepresidencia de la República con la intención de continuar promocionando y desarrollando todas las orquestas juveniles e infantiles que la misma fundación había creado en todo el territorio nacional, así como a todas las agrupaciones musicales y programas educativos y sociales a los que ha dado origen “El Sistema de Orquestas y Coros”. En el año 2011, según el decreto 8.078 publicado en la Gaceta Oficial 39.626, la FESNOJIV cambia su nombre a Fundación Musical Simón Bolívar adscrita al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. A pesar de la ausencia de evidencias corroborativas, se dieron críticas académicas insistentes y una concentración evidente en objetivos musicales más que sociales, y así la historia de “un programa social milagrosamente exitoso” obtuvo y conservó aceptación. José Antonio Abreu y los medios venezolanos habían generado ya el relato mítico de “El Sistema” sobre el que han publicado una extensa monografía en inglés.
En 2014, se generó una polémica cuando el estudioso británico Geoffrey Baker (Oxford, 1970), un académico que ha dedicado largo tiempo a la evaluación y el estudio del famoso programa venezolano de educación musical afirmó en The Guardian que las orquestas son “un modelo de la tiranía absoluta” y que sus hallazgos planteaban “serias dudas acerca de los esfuerzos tan anunciados para trasplantarlo al Reino Unido”.
Con la muerte de Abreu, en marzo de 2018, la mayoría de los periodistas, tanto venezolanos como extranjeros, competían entre sí para producir relatos cada vez más halagadores sobre “El Sistema” con visiones cada vez más utópicas de ser “un gran proyecto”, cada vez más alejadas de la realidad. No obstante Baker criticó la organización por la “opacidad de sus asuntos financieros” y la falta de una evaluación rigurosa para cuantificar sus pretensiones de “milagrosa transformación social”. También señalaría Baker que la mayoría de los jóvenes músicos de “El Sistema” provienen de la clase media venezolana y no de las clases marginales desfavorecidas.
El Sistema sigue siendo hoy en día una de las iniciativas de educación musical más importantes en el mundo, ya que incorpora a una población de miles de estudiantes, pero que también probablemente ha sido la más pobremente entendida. Las historias de “como la música clásica salva a los pobres de América Latina”, popularizada en países del norte, relatan de orquestas con instrumentos reciclados en Paraguay, una escuela de música mexicana que funciona junto a un basurero y de las orquestaciones de los jóvenes en las favelas de Brasil y asi sucesivamente por aquello de que “el papel aguanta todo”.
Analizar fríamente el mito de “El Sistema” ofrece una advertencia ya que algunos aspectos pueden idealizarse o exagerarse con diversas motivaciones, realidades más complejas pueden también excluirse de la imagen, particularmente en documentales y en los medios. “El Sistema” ilustra bien la importancia del escepticismo y de la investigación rigurosa en relación a atractivos relatos sobre el poder de la música y, de las artes en general, para superar la pobreza.
Aunque estos proyectos pueden tener efectos positivos, las consecuencias de crear “mitos” pueden resultar potencialmente serias. Cientos de millones de dólares se han invertido en El Sistema, bajo la presunción de que el entrenamiento orquestal tiene poderes de transformación social.
¡Ojo! Las fuentes de financiamiento internacional sumadas a los aportes nacionales asignados a lo largo de su existencia colocarían a El Sistema como el proyecto artístico que ha recibido más recursos financieros en toda la historia de Venezuela, y probablemente incluso en toda América Latina.
El costo de la nueva sede del programa se estimó en 2010 en 437.5 millones de dólares (CAF 2010) –un extraordinario desembolso de fondos para instalaciones musicales y salas de concierto, en un país que ha sufrido en los últimos años una severa escasez de alimentos, medicinas y equipos médicos básicos. Si la acción social es un objetivo sincero, entonces la enorme inversión en El Sistema exige un examen más serio.
Para nadie se escapa la realidad de Venezuela, el país que otrora fue el laboratorio de prueba de esta ilusionada propuesta inicial, era el país más rico de América Latina cuando se fundó “El Sistema”, pero ahora, nadie puede negar que sus ciudadanos son los más pobres de América, por lo que se requiere un grado considerable de ilusión o de cinismo, para querer percibir “un milagro” al hablar de “El Sistema”.
Mientras sus defensores han diseminado, una concepción irreal e inexistente sobre “acción social por la música”, se ha planteado formalmente en el mundo, que el alto perfil de “relato milagroso” de “El Sistema” que termina por resultar en realidad, un freno sobre el progreso en la educación musical orientada socialmente.
Maracaibo, viernes 17 de marzo del año 2023
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