martes, 7 de marzo de 2023

Semiologia e historia


El sudor inglés, fue una epidemia que saltó de país en país con un comportamiento extraño, pues no se había conocido antes de 1485 ni volvió a conocerse después de 1552. También llamado “sudor anglicus” o “pestis sudorosa”, “la enfermedad Inglesa del Sudor” (https://bit.ly/3YDFHur) que no atacaba a los bebés ni a los niños pequeños, mal cuyas víctimas eran, mayormente, varones jóvenes, sanos fuertes y “de buena posición económica”.

Forrestier y Caius fueron productos intelectuales de la medicina europea medieval y reflejaron en sus escritos la vigencia de la tradición médica de aquella época. Caius adoptó el nombre de fiebre efímera (Ephemera) para el sudor inglés, coincidiendo con el sistema nosológico de Lommius, reproducido por Duffin, donde la fiebre es una enfermedad “por derecho propio''. Como lo aclaró Duffin, cuando la ''diagnosis física'' se limitaba a la observación pasiva de los pacientes y no aplicaba métodos activos como la palpación, la percusión y la auscultación, (la semiología) que se popularizaría con el triunfo de la observación clínica de los enfermos.

El termómetro fue introducido en la medicina clínica en 1611 por Santorio y perfeccionado en la segunda mitad del siglo XIX; Laënnec dio a conocer su estetoscopio en 1816, y la autopsia era muy poco empleada antes del siglo XV. Se prescindía del contacto físico con el paciente no solamente porque la enfermedad era una forma de retribución divina, sino también y sobre todo por el temor de los médicos a contagiarse de una enfermedad tan explosiva como lo era el sudor inglés.

Por otra parte, y gracias a la formación de los médicos medievales en gramática, lógica, dialéctica, aritmética, geometría, astronomía y geografía, se podían interpretar las enfermedades en función de las estrellas, enfocar la terapia de acuerdo con la posición del sol y los cambios de estación, y describir cualquier enfermedad en términos poéticos y metafóricos. Además, la cultura médica inglesa de aquella época se caracterizaba por su poco interés por la letra escrita, e Inglaterra hasta el año 1529 era un país católico sin tradición de comunicación entre los intelectuales y las masas, lo que podría explicar el silencio de los médicos al servicio del Rey, quienes no produjeron ningún documento sobre las enfermedades.

Caius fue apenas el iniciador de la medicina clínica en Inglaterra, teniendo en cuenta que la semiología tomó más cuerpo cuando Lommius, citado por Duffin, publicó sus Observaciones Medicinales en 1560, anticipándose a la buena descripción clínica realizada en 1616 en Inglaterra por Théodore Turquet de Mayerne, quien no ahondó en la anatomía mórbida ni en la descripción de los síntomas, y además no estuvo conforme con una enfermedad particular; como diría Bouchut, le hicieron falta los signos diagnósticos suficientes, unívocos o patognomónicos.

Ante esta indefinición, cualquier signo polisémico puede ser interpretado de diferentes maneras, como sucedería durante 150 años con el sudor anglicus. En otras palabras, en la diagnosis retrospectiva cuando se hace una lectura virtual de los signos y síntomas, hay dificultades metodológicas que atañen a la semiología, a su ''gramática y diccionario'' y al proceso de comunicación en la medicina clínica en general. Así, este tipo de ejercicio dependerá en sus resultados, de cuánto sea capaz la medicina moderna de traducir y descodificar el lenguaje semiótico de antaño.

Las repetidas y variadas crónicas de observadores no médicos y médicos, no están exentas de contradicciones y exageraciones. Meadow y Yuan analizaron el modelo de comunicación de Shannon, y destacaron que un mensaje original se puede alterar cuando es reenviado por sucesivos transmisores (orales u escritos) y que, en esencia, el proceso de comunicación se afecta por problemas técnicos (transmisión de datos y de símbolos) y semánticos (significado de los símbolos transmitidos). Por ello, el perfil real de las víctimas y la verdadera letalidad de la enfermedad son aún temas controvertidos. Aunque los hombres de 30-40 años o de 15-45 años fueron los más afectados por el sudor inglés, las víctimas podían ser también personas de cualquier edad y aun como en Lübeck, hombres y mujeres de 60-70 años de edad. De otro lado, podría aventurarse a concluir que el sudor inglés fue uno de los males de ''matadores en serie” puesto que en Ausburgo hubo 1.500 casos y 800 muertos en seis días, y en un solo día provocó 400 muertos en Copenhague, causando así, según lo descrito, una marcada concentración de defunciones en un período muy corto.

A pesar de todas las anteriores controversias, el sudor anglicus dejó huellas. Especialmente por su marcada distribución por sexo y edad indujo una percepción apocalíptica, pánico, hipocondría y cambios en la conducta humana. Afectó el curso de la política en Inglaterra y Francia, truncó el sitio de Viena por la desmoralización y la huída de los turcos, incidió en la Reforma protestante en el Viejo Continente, produjo escasez de mano de obra y de comida, causó parálisis del comercio e indujo tibias medidas de aislamiento y de cuarentena. Esta enfermedad bien podría engrosar la lista de aquellas que cambiaron la historia de la humanidad.

Por otra parte, y es apenas lógico, la conceptualización de esta enfermedad cambió con el tiempo. En los documentos de la época se percibe no solo la tesis de Avicena que consideraba dos categorías de causas naturales de las enfermedades -las remotas o celestes, y las próximas o terrestres- (por ejemplo el viento y las aguas pútridas), sino también la influencia de Galeno que hablaba de las causas ''no-naturales'' o ''no innatas'' (por ejemplo la higiene) y que invitaba a no excederse en alimentos y bebidas para no provocar desequilibrio de los humores.

En la era prebacteriológica del siglo XIX y presumiendo la validez de la sinonimia con otras enfermedades, no hubo mayores avances ya que su filosofía medieval -el enfoque miasmático- se basaba en la ''corrupción del aire'', lo que dio paso al último cambio conceptual cuando el sudor anglicus fue concebido como una enfermedad infecciosa y sobre todo viral, refutando la tesis toxicológica. Thagard indicaría que este tipo de evolución en los conceptos no es una mera revisión o una colección de creencias, sino más bien procesos mentales para estructurar la enfermedad sobre un andamiaje teórico acorde con las corrientes filosóficas.

Ya en este siglo XXI, Morens, Folkers y Fauci1 ilustraron en 2008, antes del Covid -19, cómo las llamadas enfermedades emergentes, nuevas o recién aparecidas, son atemporales y no exclusivas de los tiempos modernos y que en cambio hacen parte de la historia de la humanidad. Siendo así, “el sudor inglés” debió haber sido una enfermedad emergente, aparecida tal vez como consecuencia de las guerras, el tráfico comercial o las actividades de tipo ocupacional o recreativo, todos ellos, reconocidos factores de emergencia. En fin, siempre se hallarían determinantes políticos y socioeconómicos en la súbita explosión de las enfermedades confinadas a grupos humanos pobres o de los estratos culturales y sociales más altos.

Referencia: Morens DM, Folkers GK, Fauci AS. Emerging infections: a perpetual challenge. Lancet Infect Dis, 2008; 8: 710-719.

Maracaibo, martes 7 de marzo del año 2023

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