domingo, 12 de marzo de 2023

La historia y los pestosos


Las enfermedades contagiosas han diezmado la población, causando muertes y migraciones, y ellas han sido utilizadas como armas contra el enemigo. Hoy día (2023), venimos saliendo de la pandemia viral del Covid-19, pero en la década de los 80 vivimos otra pandemia viral con características muy peculiares, la del SIDA y comenzando el siglo XX, no podemos olvidar a la llamada “gripe española”, pero específicamente en este siglo XXI para este país, Venezuela, la peste ha sido “el mal llamado socialismo”…

La peste siempre ha sido un azote de la humanidad. Por decirlo con otras palabras, cada época ha tenido una diferente percepción de la peste en función de sus creencias y sus códigos morales hasta el punto de que la reacción frente a este fenómeno devastador sirve para retratar la mentalidad de su tiempo. Lo que ha cambiado a lo largo de la Historia es la visión sobre estas catástrofes y de cómo ellas han inspirado a escritores, pintores y artistas. Por la literatura y el arte, al igual que en el cine, tenemos el reflejo de la percepción de la gente ante las epidemias y como ellas han ido modificándose en función de los valores de cada época.

Sófocles, quien murió en el año 406 antes de Jesucristo, se inspiró para escribir su “Edipo rey” en una epidemia que masacró a Atenas durante la guerra con los espartanos. El historiador Tucídides contó con detalles los sufrimientos de la población, pero los virus ya habían causado estragos en la Atenas de Pericles siete siglos antes. Así pues, cuando el pueblo tebano se dirige a su rey Edipo para pedirle que acabe con la peste que asola la ciudad, éste achaca la desgracia a la voluntad de los dioses y por ello decide enviar a su cuñado Creonte, el rey de Tebas, hermano de Yocasta, quien le cedería el trono a Edipo y la mano de su hermana, después del episodio de la Esfinge.

Sófocles, que murió en el año 406 antes de Jesucristo, pero en su “Edipo rey” la peste no sólo es un castigo divino, es, además, una demostración de la imposibilidad de evitar el destino que nos han impuesto los dioses. En el drama, la peste aparece como un motivo esencial de la trama y Sófocles presenta a Edipo como una víctima del destino ya que, aunque él recurre a todos los medios para aliviar a Tebas del mortal contagio, ha de sufrir un cruel castigo. El error que comete Edipo es un tema recurrente en la cultura griega: la hybris, es el pecado de los hombres que, cegados por su orgullo, se creen iguales a los dioses. Por ello, el incrédulo y soberbio Edipo constata que el ciego Tiresías tenía razón cuando le reveló que había matado a su padre y se había casado con Yocasta, su madre. Nada puede hacerse contra la voluntad de los dioses, como subraya el coro de este drama y es por ello que, Edipo abandonará Tebas para morir en soledad y bajo el peso de la culpa.

Y ése sin duda, era el sentimiento de los atenientes que se habían concentrado junto a las murallas, quienes creían que Zeus y los dioses del Olimpo favorecían a los espartanos y castigaban a la ciudad que había aniquilado en Salamina poco años antes al poderoso ejército persa, mandado por Jerjes. Edipo es la prueba de que nada se puede hacer y la voluntad de los dioses mueve a los hombres como marionetas en función de sus arbitrarios caprichos. En última instancia, la peste es una expiación de la hybris que personifica Icaro cuando Febo funde sus alas al volar por encima de los pájaros…

El Imperio Romano perdió un tercio de su población por la viruela, llamada peste antonina. La idea de La Peste seguía latiendo en la Edad Media cuanto estalló la peste negra o bubónica en 1347, coincidiendo con la Guerra de los Cien años. Bocaccio se inspiró en la devastación de aquella epidemia que afectó a Europa para escribir su “Decamerón”, en el que un grupo de jóvenes florentinos huyó del contagio en una casa de campo. En aquella sociedad feudal y religiosa, la peste bubónica fue recibida como un castigo de Dios a los pecados de la aristocracia y del clero, como una sanción a la impiedad de los ricos y poderosos. La peste tenía un sentido religioso y moral, expresado en los capiteles de los claustros en los monasterios y en las representaciones pictóricas de la época en las que se presenta asociada a la figura del diablo.

Daniel Defoe escribió en 1722 (https://bit.ly/3xnJP5N) el “Diario del año de la peste” en el que relata el azote de la plaga que causó una terrible mortandad en Londres en 1655. Si el espíritu del “Decamerón” mostraba la epidemia de contrapunto a las ganas de vivir de los jóvenes, dando un salto en el tiempo Defoe describe la peste con la visión de un periodista, que recurre a los datos e intenta buscar una explicación racional. Heredero del empirismo inglés, representado por Bacon y Locke, Defoe sostenía que sólo la observación de los hechos podía cimentar el desarrollo de la ciencia y del pensamiento y así el “Diario del año de la peste” fue el primer gran reportaje periodístico de la modernidad.

El escritor irlandés no pretendió analizar la peste desde el punto de vista moral y metafísico, ya que él estaba consciente de que se trataba de una enfermedad vinculada a las condiciones de vida de la urbe. “La peste es como un gran incendio que, si se expande en una ciudad muy poblada, aumenta su furia y la destruye en toda su extensión”. Así lo observó Defoe, y Charles Dickens, quien sobrevivió a varias epidemias de cólera, adoptaría ese mismo enfoque; nadie ha descrito como él los olores, los miasmas, las miserias de los barrios marginales de Londres como focos de incubación de enfermedades contagiosas.

Emile Zola, el padre del naturalismo en Francia, tenía un punto de vista parecido, pero curiosamente veremos a Thomas Mann, nacido cinco años después del fallecimiento de Dickens, retomando el tema de la peste con un enfoque distinto. En “Muerte en Venecia”, su novela corta de 1912, el protagonista, llevado al cine por Visconti (https://bit.ly/3kddBr2), es un escritor bávaro llamado Aschenbach, que se va de vacaciones a Venecia donde conoce a un adolescente llamado Tadzio, del que se enamora. Aschenbach consciente de que la peste ha estallado en la ciudad mientras las autoridades locales intentan ocultarla el escritor decide permanecer en su hotel del Lido y muere contagiado. La obra de Mann es extraordinariamente ambigua porque el escritor parece asociar la peste al castigo por el deseo homosexual, lo que confiere a la obra un carácter esencialmente moral y ejemplificador, una peculiar visión esta, ya que Mann era reconocidamente homosexual. Esa visión es parecida a la de los autores medievales que escribían sobre las epidemias.

Una aproximación totalmente distinta es la de Jack London, autor de “La peste escarlata”, publicada el mismo año que “Muerte en Venecia”. La obra del escritor nacido en San Francisco tiene un carácter futurista y casi profético porque la trama parte de una epidemia que mata a casi toda la humanidad en 2013, un siglo después de su publicación. En “La peste escarlata”, London apunta que la letal enfermedad teñía la piel de color rojo, lo que ha sido interpretado como una referencia y un homenaje a Edgar Allan Poe, fallecido en 1849 cuando sólo tenía 40 años. La acción de la novela de London se desarrolla en el 2072 cuando hay un grupo muy pequeño de supervivientes en condiciones primitivas y salvajes y será un viejo maestro quien intenta reeducar a sus descendientes en los valores de la civilización desaparecida.

Edgar Allan Poe también escribió su célebre cuento, titulado “La máscara de la muerte roja”, en la que el príncipe Próspero y un grupo de amigos se encierran en una remota abadía para protegerse de una peste que mata en pocos minutos y en medio de horribles sufrimientos. En un baile organizado para combatir el aburrimiento irrumpe un personaje, vestido con una capa y cubierto con una máscara, encarnando a la muerte roja, personificación del diablo, que propicia el horrible final de Próspero que se creía invulnerable. “La máscara de la muerte roja” fue llevada al cine por Roger Corman, y el papel de Próspero fue interpretado, por Vincent Price. Si la visión de Mann es moralista, la narración de Poe utiliza la epidemia para reavivar los temores enterrados en el inconsciente colectivo, aunque también en este cuento late una idea del castigo divino a los que se creen invulnerables por su poder y condición social.

En mi novela “El movedizo encaje de los uveros” (EdiLUZ 2003), la epidemia de peste bubónica en la Guaira, es tema central que lleva al bachiller Rangel a… “Se halló rememorando los días de la peste en La Guaira. Había caído en una trampa al mirar en aquella gaveta. Sus manos sostenían un fajo de papeles. Se había tropezado con los bocetos hechos en tinta por Landaeta Sojo durante la epidemia. Estaban allí desde que regresaron al laboratorio y él no había vuelto a verlos. Ahora, subitamente, los dibujos lo retrotraían al pasado, tan solo un año... Con una sensación constrictiva fue mirándolos uno a uno. Allí estaba la madre Cleotilde. El rostro de la buena mujer parecía sonreírle desde los trazos de la plumilla. En otros se veían las lesiones inguinales de los enfermos, bubones fistulizados, axilas... Continuó observándolos y detenidamente, volvió a ver las salas del Degredo, revivían ante sus ojos las escenas de aquellos días interminables, un año atrás... Quizás fue por culpa de esos recuerdos...

“La peste” de Albert Camus, representa la concepción moderna de la fragilidad del hombre ante las enfermedades contagiosas, donde el escritor francés se plantea dilemas profundamente actuales. La novela fue publicada en 1947 cuando Camus, dirigía el periódico Combat, finalizada ya la guerra en la que había sido testigo como miembro de la Resistencia de actitudes tanto heroicas como miserables. “La peste” se desarrolla en Orán (Argelia), donde se desata la epidemia, transmitida por las ratas, que diezma a la población. Pronto estalla el terror entre la gente y en medio de la miseria moral, el doctor Bernard Rieux se queda en Orán para luchar contra la enfermedad, arriesgando su vida. Al final de la epidemia, Rieux afirma que es imposible vencer definitivamente a las epidemias porque los microbios no mueren jamás, sino que reaparecen para destruir vidas humanas.

Sin olvidar otras novelas que han tratado sobre le misma temática, nombraré a El último hombre, de Mary Shelley (1787-1851); El velo pintado, de William Somerset Maugham (1864-1925); Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago (1922-2010); Epidemia, de Robin Cook (1940); La plaga, de Ann Benson (1949). Finalizaré este articulo recordando otras dos obras literarias, “La amenaza de Andromeda”, de Michael Crichton (1942-2008) y “La Guerra Mundial Z”, Una historia oral de la guerra zombi (1972) escrita por Max Brooks, una novela creada como un conjunto de entrevistas individuales narradas por un agente de la Comisión de Posguerra de las Naciones Unidas con posterioridad a un devastador conflicto global contra la plaga zombi, leimotiv de numerosas películas actuales donde los infectados devoran a los seres humanos.

Maracaibo, domingo 12 de marzo del año 2023

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