Mileva Marić
El año pasado
2018, recién anuncian que una canadiense, Donna Strickland fue la tercera mujer ganadora
del Premio Nobel de Física: Marie Curie ganaría el premio en 1903 y Maria Goeppert Mayer en 1963. A propósito de este triunfo, aprovecho para hablar
de la historia de otra mujer, Mileva Marić cuyos
conocimientos en Física fueron totalmente olvidados…
Mileva
Marić Nació en Titel, en la provincia de Vojvodina, entonces parte del Imperio austrohúngaro (actualmente en Serbia), en el seno de una acomodada familia serbia. Estudió en el colegio
para niñas de Novi Sad y a partir de 1888 en el instituto secundario de Sremska Mitrovica que contaba con un excelente laboratorio de Física y Química, donde se graduó en 1890, con la máxima calificación en matemáticas y física. Fue aceptada como
estudiante en el Colegio Real de Zagreb, con un permiso especial para asistir a las clases de física, reservado
a los varones. Fue en la Universidad de Zagreb donde entabló amistad con Nikola Tesla. En 1896 ingresó en el Instituto Politécnico de Zurich, donde estudió medicina durante un
semestre, era la única mujer estudiante en su clase y la quinta en uno de los
pocos centros de enseñanza superior que admitía mujeres. Ahí comenzó sus
estudios de matemáticas y física, y conoció a Einstein, quien comenzaba sus
estudios ese mismo año. En 1897 estudió un semestre en la Universidad de Heidelberg, Alemania donde recibió clases de Philipp Lenard sobre la teoría de números, cálculo diferencial e integral, funciones
elípticas, teoría del calor y electrodinámica.
El 2 de Junio de este año 2019, Rosa Montero publicó anteayer 2 de junio en El País Semanal el
artículo titulado Ella también, el cual
iniciaba señalando cómo; “La
lectura de la reciente novela de la escritora Nativel Preciado, El Nobel y
la corista” (Espasa Edts abril, 2019) “en donde hace un genial retrato del
Einstein mujeriego, me ha hecho recordar la perturbadora historia de Mileva Marić, la física y matemática serbia que fue la primera esposa del científico”.
“Mileva
y Einstein se conocieron en 1896 en el Instituto Politécnico de Zúrich, del que
eran alumnos. Ella tenía 21 años; él,
17. Fue un amor a primera vista. Mileva había mostrado desde niña tanto
talento que su padre decidió darle la mejor educación. Para comprender hasta
qué punto esta actitud era rompedora, baste decir que el padre tuvo que pedir
un permiso especial para que su hija pudiera estudiar Física y Matemáticas, dos
carreras solo para varones. Era un mundo que les negaba todo a las mujeres”.
"Mileva
y Albert empezaron a vivir y trabajar juntos, pese a la furibunda oposición de
la madre de él. Que su amado la defendiera frente a su propia madre debió de
crear en la joven un sentimiento de gratitud inacabable. Y así, cuando el
profesor Weber admitió a Mileva para el doctorado, después de haber rechazado a
Albert porque no le consideraba preparado, ella supeditó su aceptación a la
inclusión de Einstein. Mileva, mejor matemática que él, revisaba los errores de
su amante; sus correcciones abundan en los apuntes
de Albert: “Ella resuelve mis problemas matemáticos”. A la joven le obsesionaba
encontrar un fundamento matemático para la transformación de la materia en
energía; compartió con Albert esta fascinación (las cartas se conservan) y a
Einstein le pareció interesante la idea de su pareja”.
“En 1900 terminaron un primer artículo sobre la
capilaridad; era un trabajo conjunto (“le di una copia -al profesor Jung- de
nuestro artículo”, escribió Einstein), aunque solo lo firmó él. ¿Por qué?
Porque una firma de mujer desacreditaba el trabajo. Porque Mileva quería que
Einstein triunfara para que se casara con ella (él había dicho que hasta que no
pudiera mantenerla económicamente no lo haría). Por la patológica gratitud,
dependencia psicológica y enfermiza humildad que el machismo inocula."
“Y entonces comenzó, insidiosamente, la desgracia.
En 1901, Mileva fue a Serbia a dar a luz secretamente a una niña de la que no
volvió a saberse nada: quizá acabara en un orfanato. Poco después Einstein
consiguió un empleo como perito en la Oficina de Patentes de Berna y, ya con un
sueldo, se casaron. Según varios testimonios, mientras Albert trabajaba sus
ocho horas al día, Mileva escribía postulados que luego debatía con él por las
noches. Además cuidaba de la casa y del primer hijo, Hans Albert. “Seré muy
feliz (…) cuando concluyamos victoriosamente nuestro trabajo sobre el
movimiento relativo” (carta de Einstein a Mileva). En 1905 aparecieron en los Anales
de la Física los tres cruciales artículos de Einstein firmados solo por él,
aunque hay un testimonio escrito del director de los Anales, el físico Joffe,
diciendo que vio los textos con la firma de Einstein-Marić”.
“Y la desgracia engordó. Tuvieron un segundo hijo,
aquejado de esquizofrenia; Einstein se hizo famoso, se enamoró de su prima,
quiso dejar a Mileva y ella se aferró enfermizamente a él. Comenzó entonces (hasta
la separación en 1914) un maltrato psicológico atroz; hay un contrato que
Einstein obligó a firmar a su mujer, un texto humillante de esclavitud. Pero
siendo ese contrato aberrante, aún me parece peor lo que el Nobel hizo con el
legado de Mileva: quemó sus cartas, no mencionó jamás su aportación, solo la
citó en una línea de su autobiografía. Los agentes de Einstein intentaron borrar todo
rastro de Marić; se
apropiaron sin permiso de cartas de la familia y las hicieron desaparecer.
También desapareció la tesis doctoral que Mileva presentó en 1901 en la
Politécnica y que, según testimonios, consistía en el desarrollo de la teoría
de la relatividad”.
En el tramo final de su vida, Mileva
se dedicó a impartir clases particulares de Física. El 7 de agosto de 1948 Mileva falleció de una embolia en el
hospital de Zúrich. Fue enterrada en el Cementerio Friedhof Nordheim como
Mileva Marić Einstein.
Rosa Montero finaliza su artículo
diciendo: “No estoy diciendo que Einstein no fuera un gran científico: digo que
ella también lo era. Pero él se empeñó en borrarla, y lo consiguió hasta 1986,
cuando, tras la muerte de su hijo Hans Albert, se encontró una caja llena de
cartas que tuvieron grandes repercusiones científicas. Pese a ello, Mileva
sigue aplastada bajo el rutilante mito de Einstein. Así de mezquinas y de
trágicas son las consecuencias del sexismo”.
Mississauga,
Ontario, el sábado 8 de junio de 2019
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