El Oficio de escribir, según Eduardo
Liendo
Quisiera resumir
aquí, algunos interesantes conceptos extraídos de los apuntes de la conferencia
“Reflexiones en torno al oficio de
escritor y la creación novelística” pronunciada por el escritor Eduardo
Liendo en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Colorado
en Boulder, Estados Unidos, el 23 de
agosto de 1996. Podrán parecer antiguos o señalar que ya sus reflexiones
fueron publicadas en "Poética de la
Novela" de la editorial Memorias de Altagracia. No obstante, he
querido aprovechar este momento para nuevamente volver sobre Eduardo Liendo
quien durante dos años, en la década de los 90 del pasado siglo XX, fue mi
maestro en sus talleres de Narrativa en Caracas, porque lo admiro y recomiendo leer
su trabajo como escritor de cuentos y novelas, un maestro en el arte de
escribir.
La
primera cualidad indispensable para el escritor parece ser, o debe haber sido
en una época de su vida, la de lector.
La escritura literaria, como el canto,
se aprende al principio por imitación. "Que otros se jacten de los libros que les ha
sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer" decía Jorge Luis Borges. Citando
las palabras de Juan Nuño: “La clave de todo buen escritor es la buena
lectura. Sin lectura, mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible.
Creer que escribir es esperar a que salgan las setas, por generación
espontánea, es equivocarse de medio a medio. Escribir es lo que sobrevive
después de muchísimas lecturas. Y de continuarlas sin cesar".
La
forma expresiva del escritor, es la palabra. Desde el lenguaje y con el
lenguaje, será como este realiza la obra literaria. El lenguaje, es el patrimonio
y vehículo de comunicación, y será con
esas mismas palabras de su lengua, con las que el escritor debe pretender la excelencia expresiva. "Nadie
es escritor por haber decidido decir ciertas cosas, sino por haber decidido
decirlas de cierta manera", es una frase que era repetida por Jean Paul Sartre. En esa "cierta
manera" radica el estilo del escritor.
No es que no crea en la inspiración. Casi
siempre recuerdo una frase, algo soez, de Carlos Fuentes: yo no creo en la
inspiración, yo creo en las nalgas. Hay que sentarse a trabajar, y en un novelista es esencial: la disciplina.
Por eso, la cualidad fundamental del escritor, resulta ser
la voluntad. Sin voluntad no hay
obra.
En
literatura, escribir es reescribir.
Ejemplos son los de Flaubert, y sus nueve versiones de “Madame Bovary”,
o García Márquez y sus nueve versiones de “El Coronel no
tiene quien le escriba”. Un buen escritor debe tener una particular curiosidad
para advertir los detalles significativos. Cualidad esencial de la literatura y
el arte, siempre tiene que ser la imaginación. El
oficio de escritor, sería también el arte de imaginar. El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación por lo
que saqueará constantemente la realidad real. Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que
puede producir una transmutación poética de la realidad. El escritor se nutre de todo lo
que la vida le ofrece: "Casi todos
mis personajes son rompecabezas armados con piezas de muchas personas
distintas, y por supuesto con piezas de mí mismo". Esto lo dijo el
escritor colombiano Plinio Apuleyo
Mendoza.
Vivir y escribir la vida, es la
razón de la existencia del escritor.
En el otro extremo se encuentra la
soledad en que cumple su oficio. "Creo, en realidad, que en el trabajo
literario uno siempre está solo. Como un náufrago en medio del mar. Sí, el
oficio más solitario del mundo. Nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que
está escribiendo". Son palabras llenas de sabiduría de García Márquez.
Escribir es un oficio solitario, pero
requiere de recursos y técnicas del
arte de narrar, el manejo del
tiempo narrativo, la introspección, el
monólogo, la tipología de los personajes, los puntos de vista del narrador,
son todos recursos necesarios, aunque
bien dice un sabio precepto, que la mejor técnica literaria es no tener
ninguna...
Las
circunstancias en que se concibe una obra son innumerables. Cuando esto ocurre. Cuando se da, es como un estado de gracia. El oficio de escritor nunca se aprende del
todo y sigue siendo válida la
afirmación categórica de William Faulkner, “un
escritor sólo requiere de dos cosas: papel y lápiz”. Se escribe, casi siempre,
persiguiendo la complicidad de ese lector…
Según
numerosos testimonios, en el escritor se va desarrollando al comienzo
imperceptiblemente y luego de modo palpable, una segunda piel. Por su dureza
hay quienes la confunden con una piel de cocodrilo. No es seguro que esta rara
cubierta pueda ser incluida sin reserva en el oficio de escritor propiamente
dicho, pero, sin duda es de gran utilidad. Es la piel que soporta los primeros
arañazos sobre la entonces tímida vocación de escritor. Más tarde, deberá
aguantar los mordiscos de algún crítico rabioso, los hachazos de algún colega
despechado, las alabanzas desmedidas (en realidad está confundido de libro) de
un lector delirante, los desplantes de un periodista enratonado, las prepotencias
de un editor, la decepción de su amante, y hasta las frecuentes emboscadas de
su propio ego vanidoso. Sin esa segunda piel de cuasi cocodrilo es imposible
que un escritor de alma pueda sobrevivir.
Quisiera concluir
esta revisión con unas palabras de mi amigo, el escritor Eduardo Liendo: “Lo
que más me fascina de la literatura es la posibilidad de ser otro, de ser yo y
múltiple. Ser zorro y pez, nube y cometa, héroe y ratero, espuma y roca, eco y
silencio... El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que
sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su mayor desafío
es vencer a la muerte con el filo de la palabra”.
Resumido para el blog lapesteloca.blogspot.com por JGT
Mississauga,
Ontario cerca de Toronto, el domingo 16 de junio de 2019
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