Houdini contra el espiritismo
La cruzada contra el espiritismo
emprendida por el gran Houdini, considerado por muchos como el mago más grande
que ha dado la historia, tuvo su origen en una tragedia que estremeció el
corazón de Harry Houdini: la muerte de su
madre, allá por 1913. La señora falleció de un ictus que primero la
paralizó y posteriormente la mató. La única obsesión de Houdini a partir de
entonces fue tratar de encontrar a un
médium, o un vidente, que
pudiera ponerle en contacto con su madre.
Pero, para su desgracia, solo encontró charlatanes de medio pelo
versados en las artes escénicas. Personas que se aprovechaban del sufrimiento ajeno para llenarse los bolsillos ofreciendo
falsas esperanzas a las almas atormentadas.
Houdini
pasó toda su vida creyendo que había
algo más, pero él quien era un experto ilusionista era extremadamente
cauto, necesitaba evidencias físicas
para creer en algo y le enfurecía ver que los médiums a quienes les preguntaba
fueran unos estafadores. Así transcurrió esta historia hasta que conoció a Sir Arthur Conan Doyle, el escritor inglés famoso por su personaje
Sherlock Holmes, quien poseía una fe inquebrantable en el espiritismo, la cual llevaría al
escritor a dedicar su vida y su intelecto para defender la posibilidad del
contacto con los muertos. Mientras tanto, como hemos dicho, el gran ilusionista Houdini, se convertía en
el azote y experto desenmascarador de mediums desde una posición más racional.
Ambos, Conan Doyle y Houdini, se
conocieron en Inglaterra durante una gira y compartieron una amistad sincera, posiblemente también, porque
compartían la misma inquietud por el otro mundo. Ambos creían en el más allá, en lo sobrenatural, pero de forma muy
diferente. Conan Doyle buscaba propagar el espiritismo y se creía todo lo que
le decían. Podía ver una foto trucada y defenderla, cosa que hizo muchas veces.
Houdini era más escéptico. En un
reportaje sobre ambos se dijo que “Conan Doyle quiso creer y lo hizo, y Houdini
quiso creer, pero no pudo”.
Mientras
Houdini lidiaba con su dolor y Conan Doyle exprimía su imaginación escribiendo
sobre las aventuras del arte de la deducción, el destino quiso volver a juntar a
esta extraña pareja en un hotel de Atlantic
City, entre giras teatrales de Harry y firmas de obras de sir Arthur, allá
por los años 20. La reunión fue para el ilusionista un sueño hecho realidad,
pues su querido amigo le desveló entonces algo que quizás cambiaría su vida: su mujer, Lady Doyle, era una espiritista.
“El escritor le explicó que su esposa era
una médium y que sentía una vibración sensorial que, según creía, podía corresponderse con la de la madre de
Houdini”. Convencido de que al fin podría ponerse en contacto con su
madre, Harry acudió a una sesión de espiritismo en la habitación que el
matrimonio Doyle tenía en su hotel de Atlantic City.
Las
familias de Conan Doyle y Harry Houdini disfrutaban en la playa de Atlantic
City, el 17 de julio de 1922, cuando la segunda esposa del novelista, la médium
Jean Leckie, aceptó poner en contacto al ilusionista con su madre muerta, y se
reunieron los tres en un cuarto del hotel. Conan Doyle bajó las persianas y
comenzó a rezar. Cuando Jean pareció estar en trance, Houdini estaba
emocionado. Jean, muy alterada, empezó a escribir en un cuaderno, y Houdini,
por un instante, pensó que era posible contactar con los espíritus. Lady
Doyle habría escrito lo que, al
final, fue una carta de 15 hojas que, supuestamente,
dedicaba su madre al mago, de manera que cuando finalizó la sesión, Conan
Doyle estaba exultante pues su mujer había logrado algo que nadie había
conseguido hasta ese momento. O eso parecía...
Houdini leyó la carta y vio que todo era un engaño.
El texto estaba encabezado por una cruz,
y él era de familia judía. Estaba
escrito en inglés, cuando su madre era húngara y no sabía hablarlo. La
carta tenía un contenido genérico. Eran las palabras de una madre cariñosa que
estaba alejada de su hijo, pero no daba
pistas de que fuera ella. No había datos concretos. Ni un solo detalle para que se
supiera que era realmente, ella. Aquel día, Houdini se tragó su
orgullo y, por tener cierta estima a los Doyle, no les expuso su engaño. Se
limitó a dar las gracias y se fue. Su venganza, sin embargo, llegó poco
después. Houdini envió una carta a un conocido periódico en la que cargaba
frontalmente contra los espiritistas, y también contra sus antiguos amigos. Conan Doyle
respondió también, aunque lo hizo desde la prensa británica. Ambos empezaron entonces una pelea pública a
través de los medios y su amistad quedó
bastante maltrecha. No volvieron a verse.
Después de aquella estafa,
Houdini reforzó su cruzada contra el movimiento espiritista y los médiums, y
como siempre, siguió desenmascarando a
los embaucadores gracias a que era un maestro en las técnicas del
engaño. Esto le permitía descubrir todos los trucos de los médiums al llegar a
sus casas. Con una simple ojeada encontraba las trampas: las falsas luces,
los sonidos hechos de forma mecánica...
Era muy difícil engañarle. Él era un experto en ese tipo de trampas. Cansado de
farsantes, Houdini llegó a pensar que, cuando muriera, serían decenas los
médiums que afirmarían haber contactado
con él, por lo que le dijo a su mujer, Bess, que si realmente existía el
mundo de los espíritus, él regresaría a
la Tierra para decírselo. Pero no lo haría de cualquier forma. Se
comunicaría con ella mediante un código
secreto que mezclaba letras con números, el resultado fue el denominado
«Código Houdini». Un total de diez palabras que el mago incluiría en
cualquier comunicación que llevara a cabo con Bess después de muerto.
Después de que Houdini muriera el
31 de octubre de 1926, una noche
de Halloween, fueron decenas los médiums que dijeron haber
contactado con él. Pero ninguno de sus supuestos mensajes contenía el “Código Houdini”. A pesar de ello,
todos los años su esposa oficiaba una sesión de espiritismo en la fecha de su
muerte. Una década después de que su marido dejase este mundo, Bess decidió
abandonar las sesiones de espiritismo totalmente desencantada. Lo hizo, según
algunos testigos, afirmando que diez años era un tiempo más que suficiente para
esperar a un hombre. “Houdini no se ha manifestado. He perdido mi última esperanza. No creo que Houdini pueda volver a
mí, ni a nadie más”.
Mississauga,
Ontario, vecindario de Toronto, el domingo 30 de junio del 2019
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