Vargas Llosa a retazos de vejez y muerte
Mario Vargas Llosa habló
sobre la vejez y la muerte, con Juan
Carlos Pérez Salazar (@JCPerezSalazar) BBC News Mundo, en
una
entrevista completa que fue
titulada del “Nobel Prize Dialogue”, y se realizó en Madrid el pasado 22 de
mayo. Aquí me he atrevido a presentar, fragmentos, o retazos de la
entrevista, con algunas de las preguntas y una parte de las respuestas, evidentemente
descontextualizadas, del laureado escritor.
¿Cuán viejo es “demasiado viejo” y en cuáles países
la gente envejece mejor? A los 83 años de edad sigue escribiendo y
publicando. Esa longevidad… ¿Es cuestión de disciplina, de genes...? Yo creo que es cuestión de disciplina. Yo, soy muy ordenado para mi
trabajo, y no tengo la sensación de que es un trabajo. Realmente escribir es
para mí un placer… Mi gran placer es la lectura y mi propio trabajo. Hago una
hora de ejercicio todos los días esa disciplina, esa organización, ha sido
siempre en función de mi trabajo… En mi caso mi trabajo se alimenta de la vida
misma. Desde muy joven he creído que ser escritor significa también una
responsabilidad de tipo social y político. La participación en lo que es la vida de la
ciudad, del país, del tiempo en que uno vive, es también una obligación de tipo
moral. Nunca me ha seducido la idea del escritor retirado, que vive encerrado
en un cuarto de corcho como Proust. Para mí eso sería absolutamente
inconcebible.
Usted es quizá el último representante en América
Latina del escritor como gran figura intelectual pública, lo que antes fueron
Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato... En su
ahora larga vida ha visto cómo esas figuras han ido desapareciendo. Creo que es una pena porque significa que en nuestra
época las ideas son menos importantes que las imágenes. Las imágenes son más perecederas que las
ideas, menos importantes a largo y mediano plazo…
Volviendo al tema de la vejez, una cosa es la
disciplina férrea para escribir, pero otra distinta es la creatividad. Desde las primeras cosas que escribí cuando era todavía muy joven, casi
niño, mi imaginación siempre se ha alimentado de la memoria, ciertas experiencias vividas, ciertos recuerdos tienen esa capacidad
estimulante que me hacen crear pequeñas fantasías que son las que están siempre
en el punto de partida de todos los cuentos, novelas, obras de teatro. Pero nunca creo haber concebido una
historia a partir de nada, por un simple movimiento de la imaginación. El punto
de partida es alguna experiencia vivida que me deja imágenes que luego se
convierten en algo obsesivo.
Usted siempre que habla de su trabajo como escritor
destaca la disciplina, pero, en todos estos años ¿han cambiado en algo sus
hábitos de escritura? No, en eso sigo siendo el mismo
que era cuando comencé a escribir. Julio
Cortázar, él estaba escribiendo
Rayuela, y él me decía "mira,
muchas veces yo me siento a la máquina de escribir y no sé sobre qué voy a
escribir"…
De los
libros que publicaron los escritores del llamado boom de la literatura
latinoamericana, Rayuela de Julio Cortázar es la más experimental. Ese no es mi caso para nada. Antes
de comenzar a escribir una historia hago muchos esquemas, aunque luego no los
respete, pero los necesito mucho como punto de partida. Tener algunas fichas
sobre los personajes... Sobre todo la organización del tiempo, saber dónde va a
comenzar y dónde va a terminar la historia. Por eso la disciplina es tan
importante.
Siguiendo con la vejez, usted ha escrito de manera
abundante -y muy crítica- sobre las utopías sociales, muchas de ellas secretas,
no solo para combatir la vejez sino, aparentemente, la misma muerte... ¿Qué
piensa de esto? La muerte a mí no me angustia. Creo
que la vida es tan maravillosa precisamente porque tiene un fin. Lo que me
parece muy importante es tratar de aprovechar esa vida, no desperdiciar las
oportunidades. Creo que es muy
importante tener una vocación y poder materializarla, Las viejas utopías han ido desapareciendo todas, vivimos en un mundo
que es mucho más realista.
Pensaba en grandes personajes suyos que fueran
de edad provecta. ¿Pero ha escrito algún personaje pensándolo así? Lo que tengo
claro es que los personajes que me seducen más son los inconformes. Personajes que
quisieran cambiar, si no el mundo, por lo menos su entorno, porque no lo
resisten tal como es… …Los personajes que más descuellan son aquellos que no se
conforman con el mundo tal como es para hacerlo más vivible.
Usted siempre ha dicho que el escritor, de entrada,
tiene un gran desacuerdo con la realidad... Si
uno inventa historias es porque la que vive no le basta o no le gusta, y
escribir es una manera de cambiar mundo…
Cuando Carlos Fuentes tenía 76 años le pregunté si
se sentía con fuerzas para escribir algo de largo aliento como Terra Nostra y
me dijo que no. ¿Usted se siente con las fuerzas y la creatividad para acometer
otra una novela así? Pues mire, yo
creo que uno debe mantenerse vivo, que lo ideal es que la muerte sea un
accidente, que venga a interrumpir como algo accidental una vida que está en
plena efervescencia. Ese sería mi ideal. Yo escribo todavía a mano, con tinta, en
cuadernos, como empecé. Y me gustaría que la muerte me hallara escribiendo,
como un accidente...
¿Le preocupa la posteridad, la inmortalidad, le
preocupa cómo va a ser recordado?
No me
preocupa tanto. He hecho muchas cosas en la vida... Si pudiera elegir, me gustaría ser recordado
fundamentalmente como escritor. Tampoco
es una preocupación central. No trabajo yo para la muerte, trabajo para la
vida.
Mississauga, Ontario, martes 4 de junio del año 2019
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