Fernando Tamayo, poeta tachirense
Mi tío Fernando
Carlos Tamayo escribió el “Romance del
camarada muerto” “en algún lugar de
Francia, a unos días del Armisticio” tras batallar en la Primera Guerra
Mundial. Sus estrofas iniciales acuden a mi mente con frecuencia, por lo que las
he querido compartir hoy con mis lectores: “Extraño que en mis recuerdos de esta
madrugada fría/ no se agiten torvos cuervos de pasiones agresivas/ sino que en
fugaces giros, las alegres golondrinas de mi añoranza/ pincelen en raudas
policromías paisajes inolvidables de mis lejanas campiñas”.
La primera parte del libro “Romances
de mi montaña” con las poesías de mi tío Fernando, lo constituyen seis
poemas sobre su tierra, sus gentes y las
montañas andinas y adicionalmente el “Romance
de Miguelón Contreras”. Después vendrán
seis poesías tituladas “Romances
de Guerra y otros Poemas”, páginas en las cuales alternan cuatro poesías de
los años 1915, 1916 y 1918 cuyos títulos hablan por sí solos, “En Flandes crecen
las amapolas”, “En la Cruz Roja”, “Uno de tantos” y “Sola”. (https://bit.ly/2foCRqG).
Los poemas en inglés de Fernando C. Tamayo, fueron escritos, dos de
ellos en 1925, a los 37 años, en los Estados Unidos, ambos están plenos de
nostalgia con esa permanente ilusión de un amor eterno que habrá de sobrevivir
a las catástrofes, a las guerras, y a la
soledad del distanciamiento y que parece insuflar en él una fuerza interior; el
amor eterno, ese que aviva su flama y le
ofrece la oportunidad para seguir luchando. Son ellos, los poemas “Arcades
Ambó! “ y “Post
Bellum”. El
tercer poema en inglés, se intitula “The Port of Broken Ships”, fue escrito el
año 1943, ya en su tierra, cuando de nuevo el horror de otra conflagración
mundial estaba en marcha, y de nuevo “los marines”, después de Pearl Harbor, habían
zarpado para ir a morir en Battan, en Corregidor, en Guadalcanal, o en Las
Filipinas, en el Pacífico Sur. El poeta reviviría el enfrentamiento entre sus
más puros sentimientos antibélicos y ese terrible sino de los hombres, quienes
acaso han de mirar hacia el cielo, conscientes de que las aves se han tornado
en pájaros de acero y en el puerto, los barcos semihundidos en sangre estarán
seguramente a la espera de ver salir el sol, o quizás de poder volver a divisar
en el cielo la quietud eterna de las estrellas...
Con “Tarde otoñal” y “La
Inefable”, el poeta retoma el tema de la lejanía de sus gentes y la nostalgia
para finalmente brillar en el “Romance
del Camarada Muerto”, al que luego de ya ver mencionados los versos
iniciales, regreso a referirme en esta ocasión:
“La niebla durmió en la selva/ y, acre, la humarada pícrica/ que a
la neblina emponzoña/ nos sofoca.
Mis pupilas/ se esfuerzan
por cotejar/ los “números” en las filas/ con la voz que dice –Aquí /sin el
timbre de sonrisa/ que en mi mente conectaba/ la voz y fisionomía”.
“La humareda es una bruja
/que artera, me tantaliza:/Mañanitas de mi tierra, /escalofríos de neblina,/oh,
los cerros de Capacho/en mis montañas andinas! /Ansias de calor de nido.../
Dolor de esperanzas idas...”
...
“ Se han vestido los muchachos /para un día de revista /un “rendez vous”con la
muerte / amante a quien no la esquiva. …
…Sin delatar la emoción / me fijo, al pasar revista,/ en cada rostro.
Quisiera / grabarlos en la retina! / Van en “misión especial”; /son miembros
del “Club Suicida”/ que han de cortar las hiladas / en la alambrada enemiga /
al punto de la “hora cero” / y a la
señal convenida.”
...
“-Al removerse y dejar / el rollo de sus cobijas/ -Si vuelven, aquí estarán /
para quien venga a pedirlas/ I si no, pues... es...muchachos, / que ya no las
necesitan. / Good luck, boys, and give ém
hell !/ Después, la orden de partida.”
…“Broncas las bocas
de acero/ lanzan “fuego de cortina”;/ los “Setenta y cinco” ladran / en
bochinchera jauría;/ y silba muerte el aullido/ de granadas enemigas./
Madrugadas de Capacho... / escalofríos de neblina.../ Hace frío en
Bois-le-Prètre.../ No puede ser cobardía.”
... “Adjuntos los Ingenieros / de Línea a la
Infantería / vamos en “segunda ola”./ Somos como almas perdidas / en una escena
dantesca. / La metralla nos fustiga; / nos doblegamos, intensos; / avanzar es
la consigna / y avanzamos... avanzamos... / interrogaciones vívidas / ante el
dilema patente / de la Muerte o de la Vida. …El castigo ineludible / nos va raleando
las filas / pero, mecánicamente, / gritamos: -Guardar la línea ! / “Keep the
line” y proseguimos / la marcha, marcha infinita / torturante, interminable, /
puestas el alma y la vista / en una mancha borrosa, / en una línea indecisa /
que nos dieron de “objetivo” / de esta “operación sencilla”! …El shrapnel tamborilea / nuestro
paso desde arriba / y las granadas regüeldan / insaciables, y vomitan / con
horripilantes bascas, / tierras y entrañas y vidas.”
(…) “Y fue llegando
al camino/ chiquillo de la alegría, / que te vi: tenías abierta/ desgarrada, la
camisa/ y rojos hilos de sangre, al respirar, te salían / de un arabesco
bermejo / que en tu pecho se encendía./ Con el semblante tranquilo /
reposando parecías, / reclinado en el talud / a la vera de la vía.../ mientras
que hilo tras hilo / se deshilaba tu vida.
Fue un
instante, nada más;/ un trance de pesadilla, / la impresión fugaz de verte, /
camarada, en la agonía; / más en la mente, quemada, / la llevaré mientras viva.
/Y maldije la crueldad, / de la inflexible consigna / de seguir...siempre seguir...
/ dejándote en la agonía! / Groseras interjecciones, / afiladas, asesinas, /
rebosaron en mis labios / al maldecir, expresivas, / la cáfila de vejetes, / tahúres
de la política, / que así lanzan a los pueblos / y a los hombres a la ruina! /
Fue un instante, nada más; / pues cuando la Muerte grita / las impresiones más
hondas / en un instante se olvidan.
Al
atardecer sangriento, / consolidada la línea, / el relevo nos prestaba / un
nuevo jirón de vida. / Regresamos cabizbajos, / dilatadas las pupilas, / hechas
guiñapos las ropas / y las almas hechas trizas.
Cuando te
hallé, ya no eras. / No había sol en tus pupilas / y el lodo había mancillado /
el oro de tus espigas. / La medalla de la Virgen / sobre tu pecho pendía / y,
compasiva besaba / un hueco de tus heridas. / Casco en mano, los sollozos / mi
oración enronquecían... / Un instante, nada más, / y me sacudió la vida.
Para mí nunca habrás muerto, / chiquillo de la
alegría; / había paz en tu semblante / que enmarcaba una sonrisa: / esa tarde,
camarada, / rendido por la fatiga, / te habías quedado dormido / diciendo un
Ave María.
El poeta
estuvo un tiempo en Maracaibo (1947), allí debió ser hospitalizado en el
hospital Central Dr Urquinaona varios días por su enfisema y fibrosis pulmonar
producto de los gases tóxicos de la guerra. Viajó de nuevo a los Estados Unidos
con una gran ilusión para estar en un desfile de Veteranos de la Segunda Guerra
pero por motivos de salud no logró estar presente. El Hospital VE de Miami lo
trasladó al Hospital de Veteranos de Nueva York donde fallecería el 22 de agosto
de 1948. Sus restos mortales, traídos a Venezuela, reposan con los de sus
padres y de su esposa, en el cementerio de San Cristóbal, ante las montañas de
los Andes Tachirenses que tanto amó.
Mississauga,
Ontario, viernes 7 de junio del 2019
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