Datos sobre el autismo (2)
En un trabajo previo,( https://bit.ly/30Mr64J)
ayer hablábamos del autismo y de las conexiones en la neocorteza cerebral que está
conformada por varios tipos de células bien diferenciadas, las neuronas, los oligodendrocitos, y la microglia. Las neuronas del
neocórtex de los mamíferos son de dos tipos: inhibidoras y excitadoras, y
muestran propiedades, conexiones y funciones específicas. El neocórtex controla las
emociones y las capacidades cognitivas: la memorización, concentración,
autoreflexión, resolución de problemas, habilidad de escoger el comportamiento adecuado,
y juega un papel importante en funciones como la percepción sensorial, la generación de órdenes motrices, razonamiento
espacial, el pensamiento
consciente y, en
los humanos, el lenguaje.
Señalábamos que la actividad de los circuitos
neuronales es la base neurobiológica de la conducta y de la actividad mental
(emociones, memoria y pensamientos). TEA y
TDAH.
son las siglas que se usan para nombrar los sistemas actuales de clasificación
de los diagnósticos que consideran el
trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y el trastorno
del espectro autista (TEA) como
diagnósticos separados, de entidades distintas.
Tanto
el TEA como el TDAH representan manifestaciones de anomalías en la formación de
circuitos y contactos sinápticos en regiones cerebrales implicadas en la
conducta social, especialmente en la corteza cerebral prefrontal. Estas
anomalías son causadas por mutaciones en genes involucrados en la formación de
sinapsis y plasticidad sináptica, la regulación de la morfología de las espinas
dendríticas, la organización del citoesqueleto y el control del equilibrio
excitador e inhibidor en la sinapsis. Ambos procesos neuronales, tanto de excitación como
de inhibición, requieren la participación de múltiples mecanismos moleculares y
celulares organizados en patrones espaciotemporales específicos, cuya
alteración es la base para la aparición de anomalías funcionales, con el
resultado de enfermedades psiquiátricas, en este caso las asociadas al
neurodesarrollo.
El TEA es una condición
heterogénea caracterizada por la presencia de alteraciones del comportamiento
en la interacción social y comunicación, acompañada de comportamiento
estereotipado e intereses restringidos. Además de estos síntomas necesarios
para el diagnóstico, el TEA a menudo se presenta con una variedad de otras
manifestaciones conductuales y funcionales, como problemas de lenguaje,
hiperactividad, epilepsia, déficit de atención y trastornos del sueño. Ya
habíamos dicho que la actividad de los circuitos neuronales es la base
neurobiológica de los procesos del sistema nervioso central que se manifiestan
en la conducta y los procesos mentales (emociones, memoria y pensamiento).
Tanto el TEA como el TDAH pueden ser manifestaciones de anomalías en el proceso de
neuroplasticidad del desarrollo, al igual que otros trastornos neuropediátricos
congénitos o adquiridos, como la encefalopatía por hipoxia neonatal, parálisis
cerebral, epilepsia, distonía, discapacidad intelectual y esquizofrenia. Desde
su aspecto etiológico, ambos procesos se consideran trastornos poligénicos (con
múltiples genes implicados y con carga patogénica escasa y variable) y, por
tanto, derivados de una combinación de alteraciones genéticas de novo
(mutaciones espontáneas).
Muchas proteínas codificadas por
genes de riesgo para padecer TEA, TDAH o
discapacidad intelectual, participan en diferentes procesos de conectividad
neuronal en la sinapsis, incluyendo los sistemas proteicos relacionados con receptores
para la neurotransmisión, como el glutamatérgico, el gabérgico y el
glicinérgico, pero también en los mecanismos de neuritogénesis, el
establecimiento de las sinapsis la conducción neural y la permeabilidad de las
membranas neuronales a iones. Algunas de estas proteínas están directamente
involucradas en la actividad y la formación de las sinapsis, como las
neurexinas (NRXN) y las neuroliginas (NLGN). Otras proteínas forman parte
de los andamios necesarios para el posicionamiento de moléculas de adhesión
celular y receptores de neurotransmisores en la sinapsis, por ejemplo, los
genes SHANK (SHANK1, SHANK2
y SHANK3 y los que codifican las proteínas de la familia Rho-GTPasas.
En el autismo, los datos actuales
de resonancia magnética estructural y funcional sugieren la presencia de
anomalías estructurales en múltiples sistemas neuronales implicados en
circuitos sociales, entre los que se incluyen la amígdala, los ganglios basales
(núcleo accumbens) y la corteza prefrontal. Son las alteraciones en la
corteza prefrontal, y en especial su conexión con la amígdala cerebral y las
cortezas parietal y temporal, las que se presentan de manera más constante en
los estudios realizados en muestras cerebrales humanas y en modelos animales.
La presencia de alteraciones
estructurales en la corteza cerebral de pacientes con TEA, se caracterizan por un incremento de microcolumnas
corticales, con neuronas más pequeñas, hiperexcitabilidad intracolumnar y
disminución de las conexiones largas de las neuronas corticales. Estos
hallazgos sobre todo en la corteza prefrontal, posiblemente son debidos a un
desarrollo tardío de esta región, que se extiende durante los primeros años de
la infancia y pueden deberse a anomalías genéticas o a la exposición a tóxicos
que afectan a las células germinales neurales (infección por citomegalovirus,
prematuridad extrema, exposición embrionaria a cocaína, esclerosis tuberosa y
síndrome de Ehlers-Danlos).
Finalmente, se concluye en que
las alteraciones funcionales de la corteza cerebral, se deben a anomalías
estructurales en la disposición de las neuronas y en el patrón de conexiones
dentro de las columnas corticales, entre estas columnas, y en la estructura de
las espinas dendríticas. Estas alteraciones afectan fundamentalmente a la
corteza prefrontal y sus conexiones, la principal región encefálica implicada
en la regulación de la conducta social.
Maracaibo, miércoles 17 de junio, 2020.
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