¿Qué podemos hacer si esta tragedia venidera
es generada por una inteligencia artificial? Lo
cierto es que el diseño de proteínas con herramientas de aprendizaje profundo,
que ha constituido una revolución sin igual en el campo de la biología, no
debería ser utilizado con fines malévolos… En este sentido los investigadores
David Baker, George Church, César de la Fuente, la Nobel Frances Arnold y Eric
Horvitz, jefe científico de Microsoft,
explicaron recientemente en el diario español ABC (Judith de Jorge, Madrid 12/04/2024: Actualizado el 19/04/2024), por qué es necesario controlar esta tecnología (IA) y cuáles son sus auténticos
riesgos…
DeepMind, es una de las empresas de inteligencia artificial
(IA) pioneras y con mayor influencia, en 2018 presentó su proyecto AlphaFold, considerado ya sin ninguna
discusión un hito de la biología. Sus redes neuronales generativas eran capaces
de predecir la
estructura de proteínas a una velocidad pasmosa, así uno de los
grandes retos de la ciencia quedaba resuelto, aunque entonces
no se advertían los peligros.
Las
proteínas están por todas partes y han evolucionado para realizar un sinfín de
tareas esenciales, desde digerir alimentos a detener infecciones, por lo que
saber cómo funcionan las
proteínas supone arrancarle a la vida una buena parte de sus secretos, lo que
no es tan fácil pues las proteínas se pliegan como un origami, cada una a su
manera según su función.
Usando un método tradicional de cálculo es casi imposible conocer todas
las posibilidades para una sola proteína, pero DeepMind hizo que pareciera un juego de niños, y AlphaFold2 se abrió al público y a más de un millón de científicos,
en los principales laboratorios de biología del mundo, para que accedieran a la
herramienta con el fin de investigar el tratamiento de enfermedades poco
frecuentes, la resistencia a antibióticos, la creación de materiales
sostenibles o el mismo origen de la vida.
Si antes se conocían unas 190.000
proteínas (que representan tan solo el 0,1% de las existentes), DeepMind aportó 200 millones lo que
equivalía a casi todas las conocidas y lo que antes se tardaba semanas o meses
en descubrir en cuanto a la forma y función de una sola, ahora podían obtenerse
en segundos. De la misma manera que se persigue crear moléculas
con diseño computacional para sacar adelante nuevos fármacos -el año pasado se
aprobó el primero, la vacuna SKYCovione contra el Covid-19- alguien podría
hacer lo mismo para implementar agentes biológicos peligrosos y utilizarlos
como armas.
Dario Amodei, director ejecutivo de
la empresa de IA Anthropic,
advertía ante un comité del Senado estadounidense que la inteligencia
artificial podría ayudar a actores malévolos, de otra forma incapaces, a
cometer ataques biológicos a gran escala, como la liberación de virus o
sustancias tóxicas que causen enfermedades y muerte.
Recientemente,
más de 160 investigadores de todo el mundo especializados en el diseño de
proteínas con IA han firmado un acuerdo para
garantizar que estas tecnologías no pongan al mundo en peligro. Convencidos de
que los beneficios “superan con creces el potencial de daño”, no quieren
limitarlas, sino asegurarse de que su investigación “siga siendo beneficiosa
para todos en el futuro”. “Las proteínas pueden hacer muchas cosas
notables: detener infecciones, aprovechar la luz solar e incluso máquinas
microscópicas. Ahora (con el aprendizaje profundo) podemos crear nuevas
moléculas con funciones igualmente sorprendentes”.
David Baker, bioquímico
estadounidense famoso por desarrollar proteínas “de la nada”, comenta: “Mi
laboratorio trabaja en proteínas que capturan y almacenan carbono, se ensamblan
en motores y descomponen el plástico”, esto lo declararía al periódico ABC desde el Instituto para el
Diseño de Proteínas, en Seattle, donde dirige un equipo de más de un centenar
de personas entre biólogos e ingenieros que también buscan nuevos medicamentos
y vacunas.
Con el
fin de evitar riesgos, Baker apuesta por “examinar y registrar todas las moléculas
que se intenten fabricar”. De esta forma, todos los datos de síntesis y
secuencia de genes sintéticos se almacenarían en repositorios. Si surge una
nueva amenaza biológica en cualquier parte del mundo, las secuencias de ADN
asociadas podrían rastrearse hasta sus orígenes. Se sabría quién, cuándo y cómo
se ha hecho.
El investigador
español César de la Fuente, Premio
Fundación Princesa de Girona de Investigación Científica 2021, lidera el Machine Biology Group en la Universidad
de Pensilvania (EUA), que tiene como objetivo desarrollar nuevos antibióticos
con ayuda de la IA “resucitando” moléculas en organismos extintos, como los
neandertales.
César de la Fuente, quien también firmó el documento diría: “Es importante tener una serie de principios que rijan nuestro trabajo”, afirmaría en una viodeo-llamada, al considerar que los riesgos son “mínimos”, mucho menores que en la ingeniería de virus y bacterias, un campo donde aún no ha entrado la IA, pero “existe la posibilidad de que alguien pueda crear una toxina que actúe como una bioarma de destrucción masiva en una guerra, algo que pueda transmitirse entre personas o entre personas y animales”.
Otro
hipotético peligro, aunque sería muy difícil que ocurriera, es que una proteína autorreplicante salga del laboratorio y, como hace el prion que
causa la enfermedad de las vacas locas, se replique de forma autónoma y actúe
como un elemento infeccioso. Hay un punto que no contempla el manifiesto pero
que De la Fuente considera de gran interés.
“Hemos
explorado todos los organismos extintos conocidos por la ciencia con un nuevo
algoritmo de IA (APEX) y hemos encontrado antibióticos en criaturas del pasado
como mamuts, pingüinos extintos o el perezoso gigante. Debemos preguntarnos si
está bien traer de vuelta a la vida moléculas que no están presentes en el
mundo desde hace miles de años. La desextinción molecular supone un dilema
bioético y debemos acordar una serie de normas”, reflexiona el investigador... Pero, ¿en manos de
quién debe quedar la bioseguridad? El investigador cree que debe depender de un
triángulo formado por científicos,
tecnólogos (grandes compañías como Google que desarrollan modelos como
ChatGPT) y gobiernos que implementan las
leyes.
El genetista estadounidense George Church, profesor en la Escuela
Médica de Harvard y fundador de Colossal Biosciences, la compañía que
pretende “resucitar' al mamut lanudo a
partir de 2028”, pide un consenso internacional sin fisuras respecto al
código ético en este campo, “de la misma forma que se hizo con el virus
de la viruela”, el más letal de la historia y considerado una potencial
arma biológica.
“Tenemos un consenso casi completo
sobre la vigilancia (del riesgo de la IA en la investigación biológica) y
necesitamos llegar al 100% a través de la ONU, la OMS... Trabajé en un pequeño
comité sobre este tema con Kofi Annan cuando era secretario general de la ONU y
en uno posterior con Ban Ki-moon y ambos me apoyaron bastante”, le diría George Church a ABC.
Eric
Horvitz, director científico de Microsoft, tiene una postura similar al
respecto. “La IA ya está generando avances revolucionarios en biociencias y
atención sanitaria. Tan solo en los últimos años, se ha utilizado para crear
vacunas, antibióticos y terapias contra el cáncer novedosas y potentes, y hay
numerosos avances en el horizonte. Si bien tengo grandes expectativas sobre las
ventajas, debemos permanecer atentos a sus posibles usos malévolos en biología.
Esto requiere la colaboración con múltiples partes interesadas del mundo
académico, el gobierno y la sociedad civil, así como el desarrollo de
regulaciones y mejores prácticas. Trabajando juntos, podemos aprovechar las
maravillosas posibilidades de la IA y, al mismo tiempo, mitigar los posibles
daños y desafíos".
Sílvia
Osuna, de la Universidad de Girona y la Institución Catalana de Investigación y
Estudios Avanzados, diseña enzimas para acelerar reacciones químicas y crear
nuevos fármacos para reducir el colesterol o la diabetes. Osuna pone el acento en que “muchos de estos algoritmos son de
acceso abierto, cualquiera podría descargarse el software y usarlo, por
ejemplo, para generar nuevas variantes de un virus”. Sin embargo, coincide con el resto de los investigadores
consultados en que la bioseguridad no puede ser una excusa para acabar con el
intercambio de información o la comunicación transparente, características
distintivas de la ciencia moderna.
En
general, los científicos son optimistas y resaltan las múltiples ventajas de la
IA. “Creo
firmemente que permitirá que la biotecnología proporcione nuevas formas de
fabricar lo que necesitamos en nuestra vida diaria (combustibles, productos
químicos, materiales, productos farmacéuticos) de manera mucho más sostenible.
La ventaja es enorme. Por esa razón, debemos asegurarnos de que las posibles
desventajas sean mínimas”, señala la estadounidense Frances Arnold, del
Instituto de Tecnología de California y Premio Nobel de Química en 2018 por
su papel en la evolución dirigida, el desarrollo de proteínas que no existen en
la naturaleza.
Para el blog la pesteloca en Maracaibo, el martes 23 de
abril del año 2024
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