martes, 21 de febrero de 2023

Final de, el rollo mesopotámico (a)


Veníamos de la conversación de los hermanos Rodrigo y Gonzalo, y proseguimos

-¡Caray! No sabía yo Gonzalo, que tú, mi hermano querido, fueses un ferviente admirador de la gran familia hebraica. Me sorprendes. Por otra parte, me complace que quieras ver en la cautividad de Babilonia el eje de mi relato mesopotámico, pero debo desilusionarte, no es esa la única columna de mi historia, la cual por ser precisamente histórica nos permite mirarla desde diversos ángulos.

-Mira Rodrigo, no es cuestión de ser admirador de los judíos, ellos no son casualmente mi debilidad, pero tu relato babilónico coincide con esa singular etapa de la historia y eso de los judíos no lo digo yo, eso está en la Biblia. Allí tú encontrarás como fue la célula familiar la que conservó viva la fe y mantuvo la tradición hebraica. Esa fue la simiente que luego dispensarían los judíos y sus sinagogas por todo el mundo, y como la historia es cíclica y repetitiva, ellos tendrían que soportar nuevos destierros y exilios y ser víctimas de atroces cautiverios, mucho peores que el vivido en la sin par Babilonia.

-Hermano querido. Tú estás en el exilio. ¿Estás cautivo? Estás fuera de tu tierra, no lo niegues, y quizás por eso, ves a tu Babilonia desde lejos y te impresiona como una ciudad donde la gente ha perdido la perspectiva, donde sueñan con un pasado mágico que nunca existió y no reconocen los valores que quizás nosotros aprendimos a considerar como los verdaderos. No frunzas en ceño por mis extrapolaciones medio absurdas. Todavía no hace tantísimos años que nos llegó el petróleo y menos hace que reabrieron nuestra universidad. Desde hace menos tiempo aún venimos siendo sometidos al bombardeo de una cultura que no es la nuestra pero que nos ha penetrado hasta el tuétano gracias a la riqueza petrolera. Nabucodonosor trajo los viejos códigos y los puso en práctica e hizo florecer los jardines colgantes, y aunque ellos no lo quisieran, sin tener televisores, recibieron la influencia de la riqueza y de la opulencia, allá adentro, los hebreos cautivos, los mismos que habían llegado como trofeos de triunfantes campañas bélicas, tuvieron que apoyarse en el peso de sus tradiciones culturales para sobrevivir en aquella urbe cosmopolita. Por eso, mira esta arista del asunto. Te dije que creo somos las víctimas de una cultura foránea que se ha afianzado sobre las bases de una riqueza circunstancial y esto nos ha conducido al trágico sino de no poder encontrarnos, de estar cada vez más lejos de nuestra identidad, con todo esto que parece haber sido, o ser ya inevitable, o todavía peor, irreversible.

-Mirá Nabonido, vos no podéis venir a hablarme con ese tono derrotista, porque dejame decirte que vos habéis sido siempre un idealista y nunca has osado detenerte ante nada ni ante nadie que se te pare por delante. Yo que te conocí desde chiquito, te diré que no asociaría nunca tu físico con el de un gladiador, ciertamente, pero vos sois mi hermano, el mismo debilucho a quien enseñé a blandir la lanza y a utilizar el escudo, aunque no te interesaras mucho por el asunto, lo tuyo era esa pasión por aprender, eso que llevas por dentro y que bien conocía nuestro padre, buscaste siempre algo diferente y la vida transcurrió y nos alejamos. Han pasado tantos años y es ahora cuando nos volvemos a reunir. Mi situación es diferente y tenéis que entenderla. Me tocó a mí sufrir el castigo del maldito que nos engañó, que destruyó mi casa, aniquiló a mi familia y me envió cargado de cadenas, deportado, desterrado por siempre jamás a las inhóspitas tierras de Lidia, a trabajar como picapedrero en la seguridad de que allí, en las minas de sal y bajo el inclemente látigo de quienes ni siquiera eran mis gentes, se calcinarían mis huesos. Obligado a sobrevivir entre extraños, con otras costumbres, cautivo y alejado de mi suelo nativo he permanecido años esperando este momento. Vos, que habéis tenido la suerte de vivir entre tu gente, la tuya y la mía, vos que les conocéis todas sus virtudes y defectos, vos sí que tuviste la oportunidad de desenvolverte, desarrollar tus proyectos, llegar a la cima, si se le puede decir así al haber sido el rey de Babilonia, pues es efímero el poder de un soberano si no se puede controlar la mente y los corazones de sus siervos. Decime vos, ahora que han transcurrido tantos años, no estáis arrepentido?, no habéis claudicado?, decímelo porque preciso de tu respuesta, me urge saber si todavía sois el mismo Nabonido de nuestras charlas interminables cuando éramos niños, de nuestras conversaciones de juventud, decime cuál es tu verdad, la más sincera, que ha sucedido desde que he estado ausente?, y creo saber cuál será tu respuesta, pero la espero para convencerme que ha valido la pena llegar hasta el final, a este encuentro, en este oasis, lejos de Babilonia y de sus gentes...

-Mi valiente hermano, el bravo guerrero. ¡El impetuoso y querido Azurlasar! Los años y las penurias han cambiado tu apariencia, pero el timbre de tu voz y ese porte marcial que luces, es el mismo de antes. Desde que murió nuestro padre supe de tu destierro y de tu cautiverio a pesar de que vivía controlado por los sacerdotes en los túneles del zigurat de Marduck Esagila. Desde esa época no dejé de soñar con este encuentro. El creer que habías sobrevivido, me estimulaba para continuar en la lucha, y pensé durante muchos años que aparecerías y tendría la dicha de compartir contigo el poder, fue ese uno de los motivos por los que acepté ser el rey de Babilonia, pero no pude hacer nada para modificar la mente de los sacerdotes, el descontento de ellos ante mis ideas y mi posición frente a la religión tradicional me hundió en graves conflictos. Intenté reunificar el imperio bajo la idea renovadora de un solo Dios, pero me estrellé contra los adoradores de la plata, el oro y las gemas, ante quienes vivían de las riquezas y las prebendas que se ofrendaban a Marduck, Anu, Schmach, Ea, Ishtar, Gula, Ninib y Girra. El oro es indispensable para calmar los demonios y esa era la conclusión unánime de los sacerdotes del zigurat. Busqué extender las tierras del imperio para obtener mayores riquezas y me lancé en costosas campañas guerreras, mis ejércitos avanzaron por el desierto como en los tiempos cuando arrojamos de nuestras tierras a los malvados asirios, esperaba revivir las hazañas de Nabopolasar, pero pronto comprendí que ya nuestras aguerridas tropas eran una masa de borregos sin entrenamiento militar, los hombres en la molicie y el vicio no estaban en condiciones de mantener ninguna disciplina y fuimos una tras otra a las batallas perdidas en fracasadas campañas. En esos días de frustrante desesperación me llegó la noticia de que estabas con vida. Al saber que habías jurado no volver más a Babilonia, he venido hasta este oasis para verte y poderte decirte que ya he dejado el mando, renuncié al trono, no soy más el soberano, terminé con mi reinado, solo soy tu hermano, el mismo de antes y espero retomar el hilo de nuestras conversaciones truncadas por las ambiciones del poder y por las pasiones de los hombres. Tampoco he de volver a Babilonia. Lo he decido. Nosotros somos arameos, no podremos asimilar jamás ese odio ancestral que tenemos que ejercitar contra los asirios. En mi corazón conservo grabadas las enseñanzas de nuestra madre, tal vez por ella, creo en un solo Dios, aunque eso me haga parecido a los detestados hebreos. Logré apaciguar un tanto a los sacerdotes al aumentar la recaudación de los tributos religiosos, pero todo lo que mal se inicia había de terminar mal. Fui llevado al trono, fui impuesto de mi real investidura después de una horrenda confabulación, una sangrienta trama urdida por el Sumo Sacerdote quien avivó el fuego de los alfareros y logró incendiar media Babilonia antes de asesinar vilmente al rey y a su pequeño hijo. He vivido una pesadilla. Creí mejorar la situación de mis súbditos unificando las creencias religiosas, pero hube de abdicar en mi hijo, Baltasar Assur. Él no ha de continuar mi obra. No comparte mis ideas, ha restablecido el culto a Isthar y a Marduck, ha creído más importante cambiar los mandos del ejército, remplazar al Sumo Sacerdote y poner las gobernaciones y la recaudación de los diezmos del culto a nuevas gentes, sus conocidos, quienes han desplazado a los ancianos generales y a los venerables santones del templo. Estos cambios tan drásticos, seguramente le acarrearán graves consecuencias. Las antiguas familias de nobles caldeos, nietos de los soberanos Nabopolasar y Nabucodonosor se sienten relegadas del gobierno y crearán problemas. Como ves querido hermano, mi buen Azurlasar, todo se ha desmoronado en un par de años. Ahora que me he retirado del mudalar de Babilonia, debo aceptar que, si hubiese una segunda oportunidad, jamás aceptaría el trono ensangrentado de una nación que se hunde en la corrupción y en el vicio. Siento mis manos llenas de sangre y no puedo lavármelas, mi corazón está oprimido y la noche de la eternidad me envuelve, sé que el sol nunca volverá a salir en el horizonte.

Todavia queda un pelin para rematar este cuento largo…(¿novelette?)

FINALIZARA MAÑANA con toda seguridad
Maracaibo, martes 21 de febrero del año 2023

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