Esto de trascribir retazos de cuentos, de novelas y de cosas que quizás un lector ya ha leído antes, es para mí una táctica que invita a releer. Recordé palabras que escuché en mi mente una vez, en boca de Anabella, la joven de mi novela, “Escribir en La Habana”… Ella me dijo… “Un libro, se puede leer dos o más veces, la literatura es para releerla, inténtalo. Lo que cada uno encuentre en los libros depende más del lector que del autor, sobre todo del lector que sea capaz de releer”…
Pedro plasmaba en hojas de papel sus delirios místicos usando lápices y creyones para recrear un mundo de santos, ángeles en las nubes y demonios ardiendo en llamas multicolores, y encima de todas las escenas, siempre dibujaba un ojo. Aquel que lo miraba a él y nos miraba a todos, dentro de un triangulito... El cielo, el ojo, los de adentro y los de afuera, lejos...
¿Por qué de los locos y de la mirada de El Señor, pasaba a la mirada rasgada de su amigo japonés? Cuando el show terminó en un revuelo de plumas y en gritos y chiflidos de la concurrencia sazonados con un sartal de obscenas proposiciones nacidas de voz en cuello por la mayoría de los asistentes. Llegó la hora de pagar y en la madrugada entre el whisky y el humo, la cuenta no se veía muy bien, por cosas de fallas en las pilas de una linternita, así fue como sacaron fósforos y yeskeros, necesitaban luz, dale luz al señol Ishida, quien súbita pero palsimoniosamente, ¡dice que, no tiene lial!
Les informan que el negocio se está cerrando. ¡Caballeros por favor! No lial, uno me lobó caltela. Lobalono caltela... Los nipones protestan. Lobalon caltelas. Estos chinos no quieren pagar la cuenta. La policía se hace presente. Habrá una requisa. Cédula. Al amigo japonés se le perdió la cartera. Cédula ciudadano. ¡Ay viirsia! Al chinito lo robaron. ¿No tiene papeles? ¡A la perrera! Lo aclara en la Jefatura. ¡Pero hey! ¡Cuño! ¡Que le robaron la cartera!
Era la torre de Babel... Arca de la Alianza, Puerta del Cielo... Con el correr de los años, todavía las altas paredes amarillas con su orla ocre estaban allí, brillando, con ese tono chillón bajo el sol inclemente del mediodía. Pero ahora, enfrente, casi diagonal y haciendo esquina, existía el bar “La Loca” y definitivamente, era una buena “taguara”.
La cerveza estaba helada, como “siesoepinguino”... Él volvió a recordar el lío vivido con sus amigos japoneses... ¿Guatiyusei? No conprinfais. Déjeme a mí. Tienen que pagar. ¡Hey, esperate! Dejame oime, hey, agente, perdón, señor agente, esperate, oime, viirsia! ¿Pero cómo te lo vais a llevar? ¡Ve que molleja chico! Esperate, no entendéis que este es un señor extranjero, se te va a prender un mollejero en la Jefatura.
¿La cartera? ¡Miarma, si se la robaron! ¿Que quien soy yo? Soy su abogado, el de los chinos, sí. ¡Chinos no! ¡Vértica chico! Ellos son, ja po ne ses ¿Cómo va a ser la misma vaina, chico? ¡Que extranjero voy a ser yo, chico! Bueno, casi, del Zulia, sí. ¡A jaiba pues! ¡De Maracaibo chico! ¡Ajá sí! Tenéis que dejarlos ir, si no, viiirtica, va a ser un atropello. ¡Qué clase de mollejero se les va a armar! Internacional sí, a vaina, yo que se los digo, yo...
Al fin se escucha una voz con la orden para poner el punto final a todo aquello. Suélteme a esos ciudadanos. ¡Sí vale! Son una cuerda de chinos rascaos y un abogado maracucho que habla puras pendejeras. Suelte a los chinos y al hijoesumadre ese, que anda jurando por una Chinita, y si no se va rápido me lo mete en la perrera. ¡Que se vayan pal carajo! ¡Desaparézcanse, ya, njoda! Antes de que nos termine de volver locos a todos... Locos a todos, sí, locos, y es que no están todos los que son, definitivamente... ¡Dame otra cervecita, que me tenéis a pan y agua, como a los locos, sí, haceme la caridad!
Así termina este relato que está publicado en “Doce relatos siniestros”, un libro de escasa divulgación pues se editó aquí mismo en Maracaibo, años atrás cuando hacer libros no era todavía (como ahora) un negocio rentable… Como me imagino que no lo habrán ni siquiera visto, les informaré cuales eran los relatos supuestamente siniestros, que adicionalmente iban con un pequeño dibujo en tinta china también del autor… Eran: 1) La cena. 2) Elipse. 3) Las Ordalías. 4) Diez cucharas. 5) Bar La Loca. 6) El Hijodalgo guipuzcoano. 7) El zorzal. 8) Crinejas y dos lazos rojos. 9) Siniestro. 10) Castañas asadas. 11) Ancianato, y, 12) La mujer del Metro.
NOTA: Este “retazo” proviene del relato “Bar La Loca”, en el libro “Doce relatos siniestros” (Editado en Maracaibo, 2014).
Maracaibo, lunes 6 de febrero del año 2023
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