La palabra quimera, se encuentra estrechamente ligada a la mitología pues es sabido que en la antigua Grecia la quimera era un monstruo, hijo de Tifó y de Equidna, que tenía el cuerpo de una cabra, los cuartos traseros de una serpiente o un dragón y la cabeza de un león, o tenía tres cabezas: de león, de macho cabrío y de dragón. En la cultura japonesa existe Nue, un ser con cabeza de mono, piernas de tigre, cuerpo de perro y una serpiente como rabo, y también se conocen las quimeras egipcias, las de los mayas y aztecas, y hasta en el hinduismo algunos de sus dioses se presentan con apariencia quimérica.
Actualmente, al hablar sobre quimeras se puede uno referir a los seres en los que coexisten varios ADNs, que son de una misma especie (quimeras intraespecíficas) o de diferentes especies (quimeras interespecíficas). Estas quimeras, se producen espontáneamente en la naturaleza y se pueden explicar por la fusión de dos espermatozoides y dos óvulos, con el nacimiento de mellizos, trillizos, -cerca del 8% entre los mellizos y el 21% entre los trillizos según American Journal of Medical Genetics-. Otra posibilidad es a partir de un cigoto fecundado que se divida, y de lugar a dos gemelos, que vuelvan a fusionarse, y nazcan siameses. Pero si bien estos fenómenos pueden darse de forma espontánea, la otra es producirlas en laboratorio, tratándose de un tema polémico, con opiniones enfrentadas.
Ilya Ivanov, a principios del siglo XX, fue el predecesor de una línea de investigación que ha evolucionado hasta los actuales y controvertidos experimentos sobre la producción de quimeras humanos-animales en los que trabaja, desde años. Ivanov en el año 1910, en el Congreso Mundial de Zoólogos, esbozó la posible obtención, a través de inseminación artificial, de un ser interespecífico humano/mono, anticipando lo que, con el tiempo, llegó. Entre otros, el científico español Juan Carlos Izpisúa en China. Hoy día es solicitado por parte de clínicas de fertilidad algo que sigue siendo el conocido como “test del hámster” al que se acude para conocer la capacidad de fecundación del esperma haciendo uso de ovocitos de hámster, que da lugar a un híbrido humano-animal, al que se deja “vivir” hasta un máximo de 24 horas; la importancia del mismo, no guarda parangón cuando se habla de “fabricar” híbridos humanos-animales. Este es un tema cuya historia ha evolucionado desde finales del siglo XX.
Hace casi cincuenta años cuando se produjo en un laboratorio el primer híbrido de humano y animal (humano/ratón) y hace veinte años unos científicos advirtieron a la comunidad internacional que habían introducido células madre neuronales humanas en embriones de monos, que afectaron su cerebro y su línea germinal. En 2002 se difundió que neuronas humanas fueron transferidas al cerebro de embriones de pollos y en 2003 Chen y Chang, respectivamente, implementaron núcleos celulares humanos en óvulos de conejas y vacas, con la finalidad de ser utilizados en la llamada Medicina Regenerativa.
En 2010 se notificó el nacimiento de un ratón con células humanas. En 2016, bajo la dirección de Juan Carlos Izpisúa, se desarrollaron hasta los 28 días embriones de cerdos con células humanas. En 2018 investigadores de la Universidad de Stanford divulgaron que habían desarrollado, hasta los 28 días, embriones de ovejas con un 0,01% de células humanas. En agosto de 2019, científicos del Instituto Salk de EEUU y de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), con Juan Carlos Izpisúa y el científico chino Ji Weizhi, en un laboratorio en China, modificaron genéticamente embriones de mono e inactivaron los genes para la formación de sus órganos. Posteriormente, inyectaron células humanas capaces de procurar diversos tejidos. En esas mismas fechas el gobierno japonés autorizó a que Hiromitsu Nakauchi y su grupo obtuvieran embriones animales con células humanas para fabricar órganos para trasplantes.
En mayo de 2020 investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York y del Centro Integral de Cáncer Roswell Park publicaron, en la revista Science Advances, un artículo en donde habían creado de un embrión de ratón que era un 4% humano, el nivel más elevado, hasta ese momento, de células humanas en un animal. Los medios de comunicación internacionales hicieron públicas las conclusiones de los ensayos de Izpisúa y Ji Weizhi en el verano de 2019, quienes habían creado 132 embriones mezclando células de mono y humanas. Tres de estos embriones crecieron hasta los 19 días fuera del útero, momento en el que interrumpieron el estudio, evitándose así la aparición del surgimiento del sistema nervioso central humano.
Estos desarrollos llevarian al debate dos posiciones diferenciadas: la de aquellos que se instalan en el imperativo tecnológico y la de los que juzgan que no todo lo que es posible científicamente, es ético y socialmente admisible y, ni debe materializarse, ni aplicarse. De forma que el problema de la ética de la experimentación devino en el conflicto no resuelto entre los valores socialmente establecidos: la dignidad e integridad del ser humano y la libertad y la libertad de investigación científica.
El científico Jacques Testart, “padre” de la primera niña “probeta” en Francia, el 8 de septiembre de 1986 informó que abandonaba la carrera de un espectáculo colmado de oscuridades. En su obra El huevo transparente, decía: “Yo, experto en procreación asistida he decidido parar… La lógica de la investigación puede ser aplicada incluso a lo que aún no huele a progreso, pero no es posible aplicarla a lo que ya sabe a un enorme peligro para el futuro del hombre” . Y detalló las que denominó “perversiones de las técnicas de reproducción humana asistida”, entre las que hablaba de la partenogénesis, la autoprocreación femenina, la clonación, el banco de tejidos de recambio, el embarazo masculino, la gestación en el animal… A las que se les podría añadir la obtención de quimeras entre el ser humano y otros animales.
La bióloga Christine Mummery, actual presidenta de la Sociedad Internacional para la Investigación con Células Madre, ha señalado que: “se están traspasando los límites éticos y científicos establecidos” y pone en tela de juicio las palabras de Izpisua quien plantea que: “No sabemos si los embriones de mono-humano serían biológicamente posibles, pero nuestro objetivo en la investigación de quimeras no es desarrollar nuevos organismos, sino comprender mejor el desarrollo humano para obtener tratamientos para las enfermedades”. Mummery apostilla que: “El resultado de los experimentos es interesante, pero justificar su realización en el contexto de la medicina regenerativa para generar órganos humanos en animales para trasplantes me parece un objetivo muy lejano”. En el otro extremo se encuentran los que se manifiestan a favor de la generación de quimeras humanos-animales basándose en el principio de beneficencia o en el del respecto a la libertad de investigación, como derechos fundamentales.
En la actualidad, los que abogan por la prohibición de la obtención de quimeras humanos/animales se apoyan en el fuerte rechazo a que da lugar la fusión biológica de lo humano y lo animal y el choque cultural a que daría lugar desde una visión antropológica, por violentar la dignidad humana, por el perjuicio ocasionado en los seres implicados y por devenir en un instrumento tecnológico que potencialmente ocasione más desigualdades sociales y especialmente por sus eventuales usos con fines espurios. La posibilidad de “fabricar” hombres y mujeres con genes de animales o con células animales en partes concretas del cuerpo, para “engendrar” una raza subhumana que serviría para desempeñar los trabajos y las tareas más peligrosas y pesadas, e incluso como reservorio de tejidos y órganos, nos ha conducido desde hace años, a hablar de los humanzees.
En definitiva, este es un asunto de una extraordinaria y trascendente profundidad ética, moral, social, que exigiría tomar conciencia pública sobre sus diferenciadas repercusiones. Es imprescindible que se promuevan medidas, basadas en los principios de prudencia y justicia, que impidan que intereses económicos, científicos, políticos y estratégicos tomen el protagonismo a la hora de abordar el futuro en este campo. Es imprescindible que se promuevan medidas, basadas en los principios de prudencia y justicia, que impidan que intereses económicos, científicos, políticos y estratégicos tomen el protagonismo a la hora de abordar el futuro en este campo.
Maracaibo, jueves 9 de febrero del año 2023
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