martes, 15 de noviembre de 2022

Cansado volveré…

      
Este relato de mi autoría fue publicado en el diario virtual titulado “El gusano de luz” en el mes de septiembre del año 2003, lo traigo ahora (2022) con mínimas modificaciones puntuales.

La ves en la distancia. Bun dun, bum, dun, hola Luisita, tan solo lo pensarás y mentalmente la saludas, desde lejos, bun dum, bum dun, ella te ha llamado con un gesto de su mano, bum dum, bum dum, y tú te acercas, bun dum, y ella sonríe frunciendo su naricita, bun dum, sus verdes chispas brillan de contento, bumdum, bumdum, tú has volteado a mirar hacia ambos lados, te detienes por un instante y corres hacia ella, bun dum, bun dum, llegas a colocar tu mano sobre su brazo tibio que emerge en la ventanilla del escarabajo amarillo, bum dum, budun…

¡Oh!, ¡Sorpresa!, Bun dum, bundum, es Patty, y tú no sabes cómo, pero Luisita se ha tornado en tu gatita sueca, bun dum, bun dum, Hello!, te dice ella y abre la puerta, y sale, bumdum, bumdum, la gata descenderá del auto y al instante, no sabes como pero ella es Antonieta, bumdum bumdum y ella sí que lo sabe hacer, muy pronto repta sobre ti, culebrea, te acaricia, se adhiere a ti y te manosea, y entonces ella te besa, bumdumbundum, ¡Eres un perro desgraciado!, tú balbuceas, y abres más aún los ojos, bun dum…

¡Es Rosalinda quien te increpa!, y sientes una gran furia en sus palabras, son fieros estiletes, bun dum, bun dum, te aturden, y entretanto tú no dejas de observar la escana y el autito amarillo, se ha reducido, tú abres mucho los ojos, y es que buscas a Luisa, pero es Marianela quien está al volante, y ella desde el Volswagen amarillo te observa con mirada escéptica, bun dum bun dum, y en tu cara, así no más se ríe, suena su carcajada aguda, y estás consciente de que has sido atrapado.

Entonces sí que respirarás muy agitado, pero inmóvil, pues es Rosalinda misma quien continúa sin parar gritándote, bundum bundum, y no te puedes mover, el señor Don Herminio te ha abrazado, y es como un oso que te estruja, te aprieta, sientes que te sofoca, bun dum, bun dum, te estrecha y sabes que te espaturrará, mas sientes al instante su cañón helado, que roza tu cara, y notas su mirada es furiosa, te lo restriega, es frío, va sin silenciador, muy cerca está, y bien que lo ves, es un calibre treinta y ocho, bundumbundum.

Retumba como un trueno, restalla rojo y azul, y estarás ciego, y estarás sordo, y girarás y caerás y todo te dará mil vueltas, tú lo sabes, rotas y en tu sorpresa, todo es un vórtice centrífugo, un torbellino que te circunvala, y sientes que serás aplastado contra las paredes, sabes que estás en un cilindro, ¿de aluminio?, desciendes por un tubo entre grumos y fragmentos de material orgánico, ruedas con desechos en descomposición, y te tuerces buscando el aire entre masas amorfas y gelatinosas, detritus mucilaginosos que se adhieren contigo a las paredes metálicas, mientras vas girando en aquel vertedero, hacia un desagüe… Con el vértigo y en medio de las nauseas que te estremecen y las bascas de vómito que irás eructando comprendes que irremisiblemente estarás siendo evacuado, expulsado, expelido todavía girando hasta el preciso momento cuando bruscamente serás despedido y caerás en bolsones de aire caliente creados por los pestíferos humores y ya cuando sabes que sin remedio saldrás al sol y caerás en el agua y te hundirás en el mar bajo una lluvia de porquería, caes ¡al fin!, y tragas agua y piensas que no podrás sobrevivir entre aquel burbujero…

Pero asciendes, te agitas, sales a flote y nadarás, manotearás, mirando temeroso hacia arriba, pero el cielo es azul y una mole metálica te atrae y te rechaza, reconoces las planchas y los remaches negros, que están golpeando nuevamente tu cabeza y estás seguro de que es un barco, uno muy grande… Un Carla C, lo piensas cuando sientes que de nuevo vas girando y te imaginas acercándote a la propela, y se te ocurre que girará cortante la taraba, y que irás hacia ella y sentirás como los borbollones te recorren mientras vas siendo arrastrado hacia la popa, por lo que de momento, súbitamente lo decides, te sumerges, bumdum, bundum, y quieres inspirar porque sabes que así todo ha de terminar bumdum, bundum y te hallarás libre…

Sales a flote, otra vez, y logras ver como se aleja el barco y notarás entonces que el sol se oculta allá a lo lejos y tú piensas tan solo, adiós adiós, ¿podré llegar nadando hasta la Guadalupe?, pero te asaltan dudas y vuelves a creer que es todo un disparate, ¿por qué rayos a la Guadalupe y no otra isla?, el mar te levanta en la cresta de sus grandes olas, y tú flotas, te dejas ir acostado entre un hervor de espumas, como un sudario, debo llegar a tierra, hasta la isla de Beuperthuy, ¿la de Morel?, bumdum, bundum pues no, te lo repites a ti mismo mientras flotas y atisbas el sol incandescente chispeando de azogue el horizonte…

Será la isla del sabio de Cumaná, lo piensas, sabes que él se fue a morir al Esequibo, el hombre de los tipularios, siempre creyó que los zancudos eran los trasmisores, bundum, bundum, tú flotas mientras piensas en ese hombre, quiso curar la lepra y nadie le creyó que los mosquitos transmitían la fiebre amarilla, eran los males tropicales, nadie nos cree, eso te lo dices a ti mismo, eres capaz de meditar en tan absurda posición, flotando, y el sol que se va hundiendo, se despide de ti en un ocaso desesperanzador, el crédito se lo dieron a Finlay, los gringos de por medio, ¡cuando no!, el tipo era cubano, de la isla del caimán taino, quizás barbudo, ¿el caimán?, ¿como el de la revista del sin par Jesús Díaz?, bumdum, bundum también ya falleció, como Bolaños, ¡es que están todos tan muertos!, muertos y enterrados…

Recordaste entonces que así decía Vitico, bumdum, bundum bundum, como los ríos de Jorge Manrique, van a dar a la mar que es el morir, y recuerdas que “la chute” de Camus, era muy cierta, es la misma, es ella que regresa, bun dum, bun dum. Ya solo hay mar, tan solo masas de agua salada y negra noche y todo brilla fosforescente, cuando de nuevo te decides, vuelves a nadar. Te sentirás como un salmón, lo piensas y sonríes, contra corriente, hacia arriba, como en un río, vas bajo los puentes. ¿Anulares?, como el de Varolio, pero cada vez hay más frío…

No entiendes porque crees que está nevando, seguramente es así sobre el pont des Arts, quizás caminará La Maga sobre el Sena, o sobre el Danubio, bun dun, bun dum, sobre el puente de los leones, y seguramente estará helada el agua, y es cierto, nieva sobre Budapest y tu maga se ha vuelto Alina Reyes y puedes ver cuando se abraza a la mendiga se trasmuta y tú lo sabes. Estás consciente de que ya no puedes flotar más, es imposible, estás tan cansado, solo otearás buscando el último puente, quizás sea el de Toko-ri, o el de bambúes erguido sobre el río Kwai…

En eso estas, esto discurres mientras quisieras regresar de nuevo con la tropa, te gustaría marchar silbando, irías sobre el puente y verías a lo lejos la silueta de tu ciudad, de la ciudad de fuego y detectarías los edificios muy opacos, la Aduana, unas palmeras en El Milagro, se recortarán sus sombras azules muy oscuras contra un atardecer de sangre pero tú avanzarás. Ya no te detienes, nadie podrá frenarte, y logras percibir el nudo en tu garganta, pero vas decidido, descansarás en paz, bastará un resto de llanto, una lágrima debe ser suficiente, bun dun, bun dum te ha de sobrar, para poder morir al fin!

Maracaibo martes 15 de noviembre del año 2022

No hay comentarios: