Vascones (del latín: gens Vasconum) era el nombre dado por los romanos en la Edad Antigua al pueblo de la península ibérica cuyo territorio se extendía hacia el siglo i, entre el curso alto del río Ebro y la vertiente de los Pirineos occidentales, una región que se corresponde en la época contemporánea con toda Navarra, parte de Guipúzcoa, áreas del oeste de la provincia de Zaragoza, y noreste y centro de La Rioja.
La descripción del territorio que los vascones ocupaban durante la época antigua se conoce por los textos de los autores clásicos, entre el siglo i a. C. y el Siglo ii, Tito Livio, Estrabón, Plinio y Claudio Ptolomeo principalmente, han sido los más estudiados, aunque se ha señalado la falta de uniformidad e incluso contradicción de sus informaciones o se ha advertido sobre la interpretación realizada. La reseña historiográfica más antigua corresponde a Livio (59 a. C.) quien, en un breve pasaje del fragmento XCI de su obra sobre la campaña del año 76 a. C. de la guerra sertoriana, relata cómo tras remontar el río Ebro y la civitas de Calagurris Nasica, se atraviesa el territorio llano de los vascones o Vasconum agrum hasta los lindes de sus vecinos inmediatos, los berones.
Hacia el sur los vascones eran vecinos de la ciudad celtíbera de Contrebia Leucade. El territorio de los vascones en la época romana republicana y alto imperial se corresponde con las contemporáneas comunidades de Navarra, parte de la de La Rioja, y el oeste de la provincia de Zaragoza; y en el actual País Vasco solo fue vascona la ciudad de Oiasso (Oyarzun-Irún).
Entre el año 82 y 72 a. C. los ejércitos romanos comandados Pompeyo, (https://bit.ly/3EMxRY3), llegaron al monte Irulegi a unos ocho kilómetros al sureste de la actual ciudad de Pamplona. En aquella época, en la cima de aquel teso que controlaba el valle del Aranguren había un poblado vascón. Los soldados romanos, que habían convertido la península en su particular patio de recreo militar, decidieron dar un escarmiento a todos los que vivían en el poblado. Lo asediaron, lo destruyeron y lo redujeron a cenizas.
La Sociedad de Ciencias Aranzadi realizó trabajos de recuperación del castillo medieval de Irulegi y a partir de 2017 localizó, al pie del castillo, un poblado de la Edad del Hierro datado en el siglo I a.C., que se ubicaba en territorio que las fuentes clásicas atribuían a los vascones. El poblado fue abandonado tras el incendio que sufrió en el contexto de la guerra de Sertorio. El yacimiento ha sido excavado y estudiado por Aranzadi desde ese año y en él se han encontrado multitud de piezas arqueológicas.
El 14 de noviembre de 2022 el Gobierno de Navarra comunicó oficialmente un hallazgo de excepción realizado en dicho yacimiento. En la campaña, dirigida por Mattin Aiestaran, se encontró una pieza de bronce con forma de mano derecha extendida con una escritura en el dorso realizada en caracteres paleohispánicos, anterior a la llegada de los romanos a la península, en una lengua definida por los especialistas en epigrafía y lingüística como “vascónico”, y relacionada con la lengua vasca actual.
La mano de Irulegui fue hallada por la arqueóloga Leire Malkorra el 18 de junio de 2021bajo el adobe de los muros de las viviendas derruidas tras ese hecho bélico, y depositada en el Departamento de Restauración del Gobierno de Navarra. De manera que son casi 2.000 años después, en junio de 2021, cuando la joven arqueóloga Leire Malkorra encontró en el vestíbulo de una casa del poblado una mano de bronce que inicialmente se pensó era una pieza clave en uno de los misterios histórico-lingüísticos más intrigantes que persisten en Europa: la historia del euskera, que con el macedonio y el lituano, es uno de los idiomas más antiguos que se conocen.
El 18 de enero de 2022 en el proceso de limpieza y restauración, que llevaba a cabo Carmen Usúa, esta halló una serie de rayas y puntos que examinados con detalle dieron como resultado el hallazgo de texto en la pieza de bronce. Como en otras ocasiones me he referido en el blog al idioma vasco y a sus canciones (https://bit.ly/3As59c4) por mis personales y familiares conexiones con el País Vasco (https://bit.ly/3gh3HCO) y (https://bit.ly/3TQVuCM), voy a intentar tocar este tema por el interés en uno de los idiomas más antiguos de la humanidad. Se trata de una de las pocas lenguas vivas que no está emparentada con ninguna otra y eso ha despertado, durante siglos, la imaginación de expertos y aficionados.
La situación de este misterio ha progresado desde que en 1954 Koldo Mitxelena denunciara aquello de que “los vascólogos nos quejamos a veces de la falta de materiales antiguos, pero debíamos preguntarnos si nos ocupamos seriamente de publicar los que existen”. Hoy por hoy, el corpus euskérico y proto-euskérico está bien estudiado, y bien documentado; pero a medida que nos remontamos hacia atrás se vuelven escasos y discutibles sus orígenes.
Al fin y al cabo, machacados por el Imperio Romano, de los vascones queda muy poco por descubrirse. Tan fallos así estamos, aunque sabemos que estos pueblos prerromanos que habitaban fundamentalmente los actuales territorios de Navarra, el norte de Guipúzcoa, el oeste de Zaragoza y buena parte de La Rioja, la mayor parte de epigramas relacionados con el euskera pueden encontrarse también en la Gascuña francesa; término ('Gascuña') que, por otro lado, proviene precisamente de 'vasconia'. Se cree que la mano de Irulegi pueda cambiar eso de raíz.
El yacimiento de Irulegi está en el corazón mismo del territorio histórico de los vascones. En ese sentido, "una lámina de bronce con forma de mano derecha extendida" con una escritura en el dorso despertó interés porque los caracteres estaban escritos en un semisilabario paleohispánico muy particular porque, a diferencia del íbero conocido, contiene la letra 't', o un signo que se parece mucho a nuestra 'T' mayúscula, aunque en realidad no sabemos qué sonido estaría representando.
El texto fue puesto por los investigadores de Aranzadi en las manos de dos de los mayores expertos epigrafía paleohispánica y lingüística indoeuropea, Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui. Ellos, trabajando el texto (y utilizando la evidencia arqueológica) llegaron a la conclusión de que la mano era autóctona, por lo que se trata del "primer documento escrito indudablemente en lengua vascónica y además escrito en un signario que es también vascónico".
El nombre exacto de esa lengua, lleva décadas siendo debatido por los especialistas. Por un lado, hay quién dice que el término más preciso sería 'vascónico' porque llamar 'euskera' a una inscripción de hace 2000 años sería como llamar italiano a los textos de la ciudad de Pompeya. No obstante, el término de 'euskera arcaico' también es usado en la academia porque no existe otra lengua derivada de ese 'vascónico' y, en ese sentido, determinar en qué momento una lengua pasó a ser otra es una cuestión casi de grado.
Lo que dice exactamente en la mano es un gran misterio. No fue difícil 'traducir' fonéticamente el texto y al hacerlo, los investigadores encontraron cinco palabras: cuatro de ellas eran completamente desconocidas, pero la primera ('sorioneku') sonaba familiar y estaría compuesta por 'sorion' (felicidad) y luego 'cu' (una terminación que indica 'pertenencia' o relacionada'). El parecido con 'zorionak' (felicidades) es evidente y 'cu' es una partícula que se ve en el íbero y que, con ligeras variaciones ('ko') en el euskera actual. El caso de 'sorion' es más interesante, ya que es una palabra compuesta por 'on' (bueno) y 'sori' (el término antiguo para 'pájaro'). Es muy curiosa la palabra, pues al igual que 'buenos augurios' ambas contienen en su raíz la referencia a los pájaros, cosa que, simbólica y ritualmente, estaba muy relacionado en la antigüedad.
No obstante, aquí empiezan las dudas. El mismo Gorochategui reconoció que es sorprendente que entendamos la primera palabra tan facialmente, es como un enorme golpe de suerte, pero nunca hay que descartar que, en realidad, estemos viendo más de lo que realmente hay. El parecido con la palabra euskera es tan fuerte que posible esa coincidencia ha "empujado" los análisis en la dirección que hoy leemos sin que se pueda negar que lo escrito en la mano es otra cosa totalmente distinta.
Y es que quedan muchos estudios por delante. Como decía Javier Velaza, explicaría que “en la mano de Irulegi se han utilizado dos técnicas de escritura, lo cual es prácticamente desconocido, no sólo en toda la epigrafía de Hispania, sino en toda la epigrafía antigua del mundo occidental”. Es posible que estemos ante una pieza realmente excepcional un muchos más sentidos que los estrictamente paleolingüísticos.
Maracaibo, domingo 20 de noviembre del año 2022
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