Habías dejado el colegio, estabas cursando el quinto año en un Liceo y tu vida estaba en una temporada novedosa por los contrastes que te ofrecía la llamada educación mixta. Existía una enorme diferencia entre el Liceo y la pseudomonástica educación escolástica que hasta aquella época conocías. En este nuevo orden, vos que eras un ser casi asocial, y con tus nuevos amigos, compañeros estudiantes liceístas, habías comenzado a asistir a fiestas, unas movidas denominadas “arrocitos”, especialmente cuando eran para bailar…
Finalizabas el bachillerato y tus tías empezaban a saber que algunas veces era necesario esperarte despiertas. Sorprendido veías como las muchachas le ponían bastante talco al piso ique pa bailar el merengue apambichao, y tus compañeros de inmediato se disponían a echar un pie. Si vos queréis lo bailamos sobaqueao. Era una propuesta para animar a cualquiera, pero por mucho que se empeñasen las carajitas, vos era sordo e bola para el baile, y me explicarías que eras totalmente incordinado, mis patas no van con la música, dijiste…
Pero necesitabas emparejar con tus amigos, queriendo tirártelas de queso duro sin llegar ni a cuajaita ante tus compañeros de curso quienes insistían en las fiestas arroceras, señalándote que allí estaban tus futuras conquistas… Las primeras pensabas vos, y según tus amigos, a las hembritas, simplemente se referirían ellos como “unos culitos”. A corto plazo algunos esperaban confiando que, con sus enseñanzas, sonsacarías hasta a las coñitas de la cocina de las casas de tu propia familia, si te daban chance...
A pesar de estas variadas ilusas opciones, en realidad para vos las cosas no eran tan sencillas. Estaban Rómulo y vos todavía en el colegio, la primera vez cuando te atreviste a invitar a Zurly y a Yurly para irse a bañar en el mar. Eso solo fue posible con las instrucciones precisas de tu amigo quien por su parte estaba siendo asesorado por un primo, estudiante de Ingeniería de quien decía ser experto con las mujeres. Además, el primo era poseedor de un FiatUno amarillo que habían bautizado como el Piolín y cuando los cálculos sobre el apoyo logístico automotor del primo fallaron, a vos y a Rómulo no les quedó más remedio que irse un domingo por la mañana, en un autobús atestado de guajiros hasta las playas de Caimare Chico. Las dos hermanitas, con ustedes y entre wayuús fueron alejándose muy hacia el norte por la costa del Golfo de Venezuela.
Bailar, era otra cosa, y para vos era un trauma. Así me relatarías todo aquello del arroz bailao que para vos era como jugar a los carritos chocones. Se lo confesaste a Arelis, y ella quien no entendía de tu discapacidad motora, volvía a insistir diciéndote, como si fuese tan fácil: “Vos dejate llevar y ya veréis”. La fiesta era en la casa de una prima de El Fefi, y sonaba un merengue en el radiopickup, pero una cosa era segura, a las doce el viejo señor de la casa saldría a colgar su hamaca en medio de la sala, y se acabaría la fiesta, apagarían el radiopicó, cero cornetas, no más alta fidelidad, y pa la calle se me van... Esas cosas sucedían cuando vos finalizabas el bachillerato y tus tías te esperaban despiertas.
Vos ya lo sabías, pero era que El Fefi era una vaina seria, te presentaba a sus amigas e insistía que vos te tenías que civilizar. Entiendo por lo que me contaste, que Arelis y la China te tenían embullado y ellas te decían… “Vos tenéis que aprender a menear el esqueleto”. El Fefi, sí que era un gran bailarín, desde chiquito, y él intentaba explicarte cuales deberían ser tus pasos para al final concluir desencantado e insistiendo... Lo que vos tenéis que hacer es aprender a ser hembrero, a echar los perros... Te miraba entonces con cierto desencanto…
Afortunadamente con Zurly y Yurly, lo de la playa con Rómulo se habían emparejado. Ustedes dos estudiantes liceístas finalizando el bachillerato eran curruña y más felices y despreocupadas eran las hermanitas, quienes se iban sin chistar con vos y con tu amigo hasta Caimare Chico, en aquel autobús atestado de guajiros, ellas con sus trajes de baño bajo la ropa y al llegar a la playa en un instante, estuvieron metidas en el agua, corriendo y chillando cuando los cangrejos azules querían morderlas para terminar echándose en los brazos de sus enamorados.
Estábamos en el Liceo, pero nos conocíamos casi todos desde el colegio. Toño, Rómulo, ElPerico y hasta yo mismo, en algún momento estudiamos juntos en la casa de Gilberto y desde entonces creo que fue Toño quien lo bautizaría como “charrasca e´goma”. El Fefi era machete sacando cuentas, pero en el quinto año, al entrar al Liceo, con lo de las hembritas y la vaina de ya no estar en colegio de curas, de cierta manera nos habíamos dispersado porque solo dos opciones teníamos. Te decían: vos cogéis paCiencias o te vais paHumanidades. Yo, con mi afán humanista, con El Perico, Rómulo y el Manopla les sacamos el culo a las temidas matemáticas y dijimos que queríamos ser abogados o literatos… ¿Te acordáis?
Según tus recuerdos, aquellas dos ninfas, imaginadas de carne y huesitos pero nunca vistas luciendo sus formas dentro de tan escuetos trajes de baño te obligaron a atreverte para decirle a Zurly cuando estaban en la playa… “Tantas curvas y yo sin frenos”. Ella, me dijiste que te premio con un beso en el cachete, mientras que Rómulo, con la flaca Yurly, te dijo que había logrado comprobar que era en el hueso donde estaba el sabor. Vos te quedaste pensando…
¡Ve que molleja! Me relataste tus andanzas en un arrocito cuando ya finalizabas el bachillerato y tus tías te esperaban despiertas, las mismas que te cuento ahora y como vos me lo recalcaste. ¡Sin saber bailar un coño! Ahora sí que me acomodé, dizque era lo que pensabas al estar queriendo concentrarte en el baile, intentando no perder el paso, tratando de no pisar a nadie, pero no había caso. ¡Mierda! ¿Te pisé otra vez? Vos verías como Arelis te hacía un mohín y valientemente persistía: ¡Vay chico!, despreocupate y vai, dale ritmo pues, asi así... Ahora que regresaste a lo del baile, y me explicabas que más que complejo, lo del baile era para vos una vaina indescifrable.
La verdad que en aquellos días a vos te gustaba Arelis, quien cursaba el quinto de Humanidades y era amiga de Marlene y de la China. Me comentaste que tu viejo, el patriarca Ezequiel te había interrogado una noche antes de salir. ¿Y cómo es ese asunto de una fiestecita? Él se las tiraba de estricto en esas vainas, me dijiste, y entonces vos a tu viejo le respondías medio remolón… Pero papá ve que es solo aqueMarlen, la prima de Fefito. Tu viejo en realidad no era tan fregado como el de Marlene, que si era una vaina seria. Inmaginate que espitao salió todo el mundo de la fiesta cuando vieron al tipo en franelilla y con la hamaca en el hombro.
Pero en tus andanzas con las hermanitas Zurly y Yurly formalizaron su empate después de la prueba de, vamos a ver quién aguanta más tiempo un beso sin despegarse. Por supuesto que Zurly jamás hubiese podido imaginar tus andanzas en aquella especie de curso intensivo de actividades en linguística y rascabucheo que decías vos, que era para la capacitación de tus besos de fuego. Hacía ya unos cuantos meses, venías cumpliendo en algunas madrugadas en “El huequito frío”, con manualidades y vagabunderías, en el marco de actividades post estudio nocturno en la placita.
Aquellas prácticas vos dizque las venías desarrollado con Eudocia, en un botiquincito en plena carretera Unión, a un par de cuadras de Bella Vista, cuyo nombre “El huequito frío” se debía a las potentes máquinas de aire acondicionado que transformaban el hirviente clima marabino en una sucursal del polo norte. Tu instructora era Eudocia, quien, a pesar de tener aquel nombre, que para vos me dijiste era mas feo que un camión por debajo y que se te hacía como retrechero, me explicaste que era tan jovencita como Zurly, pero pertenecía al mundo de las ficheras, las rockolas y los bombillitos rojos.
Se emperró ésta. Dijeron las otras tres mujeres del “Huequito”, más experimentadas y con cancha por los gajes del oficio, cuando vieron a Eudocia ayudándote en medio de una espantosa vomitada que hubo de terminar sacándote del baño y volcando cataratas de bilis hacia la cañada detrás del hotel Granada. La muchacha se dedicó a arrullarte como a un bebé para que a vos se te pasara tu primera pea combinada de cerveza y ginebra Gordon´s y cuando te despertaste en la casa de Eudocia, ni sabías como habías llegado a parar por allá, por “el 18”…
Maracaibo, lunes 21 de noviembre del año 2022
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