Fanatismo es un apasionamiento que se manifiesta de manera exagerada, desmedida, irracional y tenazmente y que puede corresponder a una religión, idea, teoría, cultura, estilo de vida, persona, celebridad o sistema, para ejemplificar situaciones que podrían desencadenar un fanatismo.
El fanático es una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias y opiniones, pero también puede ser aquel que se preocupa ciegamente por algo o por alguien. Como todo esto suena Wikipédico, sin desmerecer el papel que “El Wiki” cumple en la nube y en las redes, voy a concretar en el fanatismo religioso, o sea, esa fe ciega, que lleva a la persecución de los disidentes y la total ausencia de la realidad y que sabemos es parte de credos religiosos y que podríamos representar con el ejemplo del islamismo (fanatismo in extremis).
Hoy en día, se usa mayormente la palabra “fanático” para designar a personas que en su proselitismo hacia una causa religiosa o política, un deporte, o un pasatiempo, o hacia una persona a quien se idolatra, llegan a comportarse de una manera que psicológicamente parecieran estar incondicionalmente adheridos a una causa. Recuerdo que cuando niño, uno decía ser fanático de algún equipo de beisbol; yo por ejemplo era “gavilanero” y no me caían bien quienes fueran del “Pastora”. Pero los ejemplos aunque útiles, pueden ir más allá si en ocasiones se tornan en una monomanía persistente hacia determinado tema, pudiendo llegar a ser de un modo tan obstinado, que algunas veces es indiscriminado y violento.
Debo acotar (porsiacaso) que los investigadores interesados en analizar las características, hábitos y la salud de los fanáticos de los deportes han demostrado que las personas apasionadas a cualquier deporte tienen ventajas sobre aquellas que no lo son. Con las investigaciones se descubrió que ser fanático de los deportes trae beneficios emocionales, psicológicos y sociales. El público se siente menos solo, y son -como rebaño- menos agresivos ya que se sienten identificados con otros que comparten sus gustos. Por otro lado, Sian Beilock, profesor asociado de psicología en la Universidad de Chicago, descubrió que ver o jugar cualquier deporte desarrolla las habilidades lingüísticas de las personas y mejor aún, de los niños. Entre otros beneficios podemos mencionar el aumento de los niveles de testosterona, lo que lleva a los hombres a un mejor desarrollo sexual y al aumento de la energía. Por otro lado, recordemos que reunirse para ver estos eventos deportivos, refuerza los lazos sociales. Chúpate esa mandarina!, diría Oscar Yánez…
Vayamos con los expertos. Uno de los clásicos sobre fanatismo y los movimientos ideológicos fue el escritor y filósofo estadounidense Eric Hoffer (1898-1983) quien obtuvo la Medalla Presidencia de la Libertad en febrero de 1983 de manos de Ronald Reagan -¡Ná guará!- Sería a partir de su libro El verdadero creyente, publicado en 1951, cuando fue reconocido como un clásico, y se estableció su reputación, la cual hizo de Hoffer un escritor exitoso durante la mayor parte de su vida.
Hoffer fue uno de los primeros en reconocer la importancia central de la autoestima para el bienestar psicológico y aunque muchos escritores recientes se enfocan en los beneficios de una autoestima elevada, Hoffer se concentraba en las consecuencias de tener una baja autoestima. Preocupado por el surgimiento de los gobiernos totalitarios, especialmente los de Adolf Hitler y Iósif Stalin, intentó hallar sus raíces en la psicología humana y descubrió que el fanatismo y la hipocresía están enraizadas en la duda, y en el odio hacia sí mismo y la inseguridad, de manera tal que según Hoffer, la obsesión con el exterior o con la vida privada de otras personas es un intento cobarde del individuo por compensar su sentimiento de vacío existencial.
Ya en 2017 hablaba del lector inteligente y (https://bit.ly/3U5SiDN) y hace tan solo un par de semanas que recordaba contradiciendo la tesis de Walter Benjamín (1892-1940) de que el Angelus Novus de Paul Klee parecía señalar que la historia sólo podía afirmarse a través del olvido, y la suya resultaba una teoría pesimista en al ver la historia interpretada como ciclos de desesperación. Repetía yo en este blog (lapesteloca) al tocar el tema de los lectores que sí comprenden a quienes escriben -no hacía falta ser un buen escritor para hallar un buen lector- que lo tristemente serio del asunto es sentir como, aunque entendiesen lo que uno quiere expresar con la palabra escrita, algunas personas deciden hacer como que no entienden, y aunque usted no lo crea, siendo inteligentes, mayormente están atados a algún desquiciante fanatismo.
Una vez, mi amigo virólogo me dijo que le gustaba cuando escribía incluyendo mis relatos personales, y acepto que (más allá de algún riesgo) ciertamente, hacen más digerible la prosa. No puedo resistir pues la tentación de hacerlo en este, tan delicado tema… Mi compañero desde la escuela primaria y el bachillerato era desde muy temprano amante de las letras -por ello estudió “Humanidades” y luego se hizo abogado- después ingresó en la política. Yo sabía que él era del Opus day… Una vez le hice llegar el manuscrito de lo que aspiraba ser mi novela “La Entropía Tropical” donde decía que el Opus-day, me parecía más bien como el Opus-night… Sucedió que refraneramente hablando “se perdió la podría amistad”... Luego de este tardío episodio, me cuido de no mencionar a “el pecador”…
Hace tiempo ya, que me refería a otros buenos amigos y a uno a de ellos a quien sus raíces familiares lo sostienen aferrado al “proceso” hasta ser capaz de emitir sin sonrojarse soñadores elogios al dictador gordito de Corea del Norte, y de veras que me cuesta callarme cuando comenta sobre “la maldad de los ucranianos” y de cómo “están masacrando a los rusos” mientras emocionado lo veo ilusionarse con el nuevo orden que aspira imponer Putin… Es difícil... ¿Verdad? Conocí y aprecie mucho a una colega margariteña que usaba un refrán certero que me gustaba mucho, por los exagerado; ella la doctora Blanquita decía: “¡Matarlo es poco!” y es que son ejemplos cercanos y no del tercer tipo, sino de los crueles efectos de, el fanatismo.
Ahora, solo cabe tener algo de resignación, y entender que la vida es dura, y uno tendrá que ir con su verdad por delante; no cabe otro pensamiento… Hasta aquí, para cerrar este capítulo sobre los fanatismos irrefrenables y aprovecho para excusar el paréntesis de varios días sin poder regresar al blog por motivos ajenos a mi voluntad.
Creo que ahora si estamos de nuevo en órbita.
Maracaibo, lunes 14 de noviembre del año 2022
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