lunes, 28 de noviembre de 2022

Pasaporte


Esta es la relación escrita del día, cuando después de cumplir 83 años había recibido mi cita por internet para incorporarme al proceso de renovación de mi pasaporte. Les contare de lo que estuve observando durante casi 5 horas, detrás de la mascarilla protectora obligatoria entre el reverbero de gente que por pasaporte o por sus cédulas de identidad estuvieron acompañándome. Todo se iniciaría desde levantarse a las 5 de la mañana y llegar a las 6 am para movernos hasta las 7 am…

El espacio oficial se denomina SAIME y está ubicado en “los valles fríos”, cosa que de por si es incongruente, no solo por lo del valle, menos aún por lo del frio pues hablamos de Maracaibo; en fin después de ponerme en una cola, quedé el último de los de “tercera edad” y nos sentaron en sillas de plástico, nos hicieron movernos hacia la puerta y hubo carreras y apuros de quienes no traían mascarillas, en fin, todos entramos a eso de las siete am y nos sentaron en una larga fila de sillas de metal de 3 en tres y a esperar…

Ante mis ojos tenía enfrente un escritorio con su “ordenador” y en la pared estaba en un gran afiche a color de Fidel Castro Ruz (¡Bonito pajarito!, me dije yo). Estaba recordándole a la gente dizque “la historia lo habría de absolver”… Mal inicio, me dije, y de paso, admirado del descaro de un ente oficial local que le recuerda a los usuarios de este Estado tan calamitoso, que somos una nación invadida por el oprobios régimen cubano… ¡Ve que molleja! Así lo pensé…

Afuera (donde mi esposa me esperaba para regresar a casa), existía un rebullicio de gente cuyos gritos e interjecciones se percibían desde adentro hasta que, con un altavoz, algún predicador ocioso, inicio un discurso pseudo religioso donde para nosotros no llegó al apocalipsis pues el barullo no permitía seguirle el discurso, ¡afortunadamente!… Al fin tras media hora más, un funcionario comenzó a darnos una explicación de lo que era “el instructivo” que habíamos recibido por internet y lo que teníamos que hacer en un lenguaje explicativo como para niños de kínder…

Reflexionando comprendí que esa es la manera, para dirigirse a una audiencia que solo debe acatar las órdenes que se imparten, siempre en lenguaje muy elemental, “para que puedan entenderlo” … De repente irrumpió una nueva ola de gente con niños que venían también por sus pasaportes, seguramente madres soñando con el documento para poder escapar, (esto lo pensé) y quienes traían sus “partidas de nacimiento” en originales, y todo un pandemónium de esperar por la prolija revisión de papeles, mientras el tiempo transcurría como para que yo observase, con paciencia, calmadamente…

No sé si a las 7:30 o a las 8 comenzó a llegar el personal. Entraron las “funcionarias” con franelas verde manzana luciendo una competencia de gordura. Eran rollos de grasa y barrigas “de a dos por locha” y se me antojo pensar en un “síndrome de recuperación”, quizás ahora estarán comiendo completo con mucha pasta y la fritanga, sin duda alguna… No eran gorditas, eran godas tipo “Botero”. Ni hablar de los mecanismos de comunicación entreellas, a besos y a gritos y todo en nuestro simpático veceo maracucho… “¡Fantabuloso! Habría dicho algún ser ya periclitadamente obsoleto…

Un detalle adicional, pintorescamente fastidioso eran las moscas, con mi carpeta de Manila estuve abanicándolas y tomando aire constantemente mientras veía el ingreso de una nueva ola de chamos que llegaban para cedularse, y que eran maracuchamente hablando “¡un mollejero!”… Algunos lucían franelas de Brooklyn, o con dichos en inglés, otros más “esmirriaitos” pero todos allí firmes y divertidos, sin depender de sus madres u otros representantes, algo que me pareció interesante y de admirar… Este es nuestro futuro, pensé…

Pero el tiempo transcurría, y al fin nos habíamos movido en las sillas como si en el tope de la cola se hubiese comenzado a hacer realidad nuestro objetivo. Ya habían transcurrido más de tres horas y escuchamos la noticia: “se cayó el sistema”. Logré entonces moverme hasta la puerta y asomándome pude hacerle señas a mi esposa que esperaba por mi salida y le dije que volviera en tres horas más porque no había línea para el sistema. Pude luego, regresar más tranquilo…

Esta historia, ya demasiado larga prosiguió entonces a una velocidad inusitada; la línea regresó al local y la cola, al cambiar al funcionario encargado por una joven de franela verde-manzana -pero no de las gordas- con una celeridad de un rayo, en cuestión de 20 minutos ya tenía, huellas, foto, firma y demás registradas y al llevar la planilla a la oficina No 9… ¿Y mi pasaporte? ¡Que pasaporte señor! Ahora tienes que esperar que le avisen por correo la fecha cuando tendrá que regresar a buscar aquí su pasaporte… ¡Ah! Está bien, muchas gracias…

Salí y bajo el sol marabino, me dispuse a regresar a casa a pie -recordé aquello de- “a pie y a pata como la garrapata”, no había de otra, de manera que camine unas 30 cuadras hasta mi casa y sorprendentemente no llegue tan cansado, pero si sudando a mares y así, colorín colorao la aventura había terminado…

FIN

Maracaibo, lunes 28 de diciembre del año 2022




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