domingo, 20 de julio de 2025

La “osmosis aromática”


En el caluroso otoño de 1958 en Roma, se produjo un hecho, que sin duda constituye una de las anécdotas vaticanas más desagradables de la historia universal. Ocurrió cuando una sonora explosión provocada por los gases acumulados dentro del cuerpo del difunto Papa Pío XII provocaría un momento aterrador en el más extraño y desagradable funeral de un pontífice de la Iglesia Católica.

Su nombre secular era Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli, y había sido elegido Papa en un cónclave de apenas dos días, siendo uno de los pocos Papas que entró como favorito y sin grandes discusiones obtuvo el papado. Su talento como diplomático –había sido nuncio en Alemania- al parecer lo convirtieron en la mejor opción para aquel tiempo tan peligroso.

Eugenio Pacelli, fue elegido Papa apenas seis meses antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, hablaba alemán con fluidez, y desde 1917 hasta 1929, había representado al Vaticano como Nuncio Apostólico en el Reich Alemán y en la República de Weimar respectivamente. Al Papa Pío XII le toco dirigir la Iglesia Católica durante la Segunda Guerra Mundial cuando la Alemania nazi ejecutaba el exterminio sistemático de millones de judíos.

Su papel durante el periodo nazi de la historia ha sido analizado y criticado. Sobre Pío XII hay quienes sostienen que empleó la diplomacia para ayudar a las víctimas de los nazis durante la contienda y dirigiría la Iglesia para que proporcionase ayuda discreta a los judíos y a otros perseguidos, salvando cientos de miles de vidas. Para otros, Eugenio Pacelli fracasó porque no logró encontrar las palabras para condenar el asesinato en masa de los judíos. Sus partidarios dicen que el silencio del Papa con respecto a Hitler o a Mussolini en realidad era parte de una estrategia diplomática para salvar vidas y no un acto de colaboracionismo. De cualquier modo, algunos se han atrevido a pensar que el atroz episodio que sucedió con su cuerpo post mortem fue un castigo divino.

Durante su papado, Pío XII se había apoyado obstinadamente en los conocimientos y opiniones de Riccardo Galeazzi-Lisi, un oftalmólogo quien al parecer era conocido por su incompetencia, pero quien decía atender todos los aspectos de la salud del Papa. En 1956, Lisi había ganado fama por primera vez, cuando presentó un suero supuestamente para la detección temprana y el posible tratamiento del cáncer.

Nacido en 1891 en una familia noble de Roma, Riccardo estudió Medicina y se especializó en oftalmología. El doctor Galeazzi-Lisi habría tenido la habilidad suficiente como para ser nombrado por la Clínica Universitaria de Oftalmología de Roma como médico personal de Pío XII. El Papa quien estaba bastante enfermo del estómago, según John-Peter Pham, un sacerdote estadounidense que sirvió en el servicio diplomático del Vaticano, Galeazzi-Lisi le habría diagnosticado "intoxicación por ácido crómico" supuestamente causada por la pasta de dientes que usaba el Papa.

En octubre de 1958, mientras el pontífice agonizaba a causa de una larga enfermedad en Castel Gandolfo, el médico Galeazzi-Lisi, contactó con diarios y revistas para, a cambio de miles de dólares, proporcionar fotografías exclusivas de su santo paciente en su lecho de muerte. El verdadero drama empezó el 9 de octubre de 1958 a las 03:52 de la mañana en el palacio de Castel Gandolfo, residencia papal de descanso a veinte kilómetros de Roma con la noticia del fallecimiento de Pío XII. Los médicos declararon que la defunción no era por una enfermedad, sino “resultado del cansancio”: y se dijo que “aquel hombre había trabajado tanto que su corazón no pudo resistir un día más”.

De inmediato, Riccardo Galeazzi-Lisi persuadió al cardenal Tisserant, decano del Sacro Colegio, de que le permitiese embalsamar el cuerpo y su argumento era irrebatible apoyándose en una de las solicitudes de Pío XII que habría pedido que no le extrajeran sus órganos para el procedimiento y el doctor junto con su colega Oreste Nuzzi habían inventado una técnica ideal para cumplir ese deseo. El Papa conocía el método de Nuzzi y Galeazzi –llamado “la ‘ósmosis aromática” porque, años antes, el doctor Galeazzi-Lisi le había mostrado una serie de fotografías de un hombre muerto en un accidente de tránsito, cuya piel mantuvo su elasticidad y color tras el embalsamamiento. Al parecer Su Santidad le autorizó a usarla sobre su cuerpo cuando “le llegara la hora”.

El procedimiento de la “osmosis aromatica” como primer paso había que sumergir al cadáver en una sustancia hecha a base de hierbas aromáticas y luego envolverlo en varias capas de celofán. Sin embargo, en pocas horas, Pío XII ya despedía un olor insoportable, tanto que algunos de los guardias suizos a cargo de su custodia se desmayaron.

El cardenal Tisserant, sintiéndose estafado por Galeazzi, solicitó ayuda a otros médicos, cuando el cortejo fúnebre ni siquiera había empezado ya que en realidad la descomposición vertiginosa del cadáver llevo al Vaticano a renunciar trasladarlo a la Santa Sede en un coche especial tirado por caballos blancos, aceptando un automotor del ayuntamiento romano cubierto de cortinas y en ese vehículo, inició el viaje final de Pío XII, pero a medio camino el chófer y los guardias escucharon golpecitos en el ataúd, y no era un fantasma: era el tórax del papa que estaba explotando y en esas condiciones arribó al Vaticano.

De inmediato, los tanatólogos intentaron proceder a una reconstrucción capaz de aguantar por unos días, pero no fue suficiente y en la basílica de San Pedro, uno que otro fiel pudo ver cómo se desprendía la nariz de Pío XII, hasta que en la madrugada del 12 de octubre, -pese a que la tradición lo prohíbe-, se suspendió la exposición del cuerpo para aplicarle una máscara de cera que disimulara la falta del tabique nasal y el color gris de la piel, al tiempo que se elevaba el ataúd de modo que no fuese posible mirarlo de cerca. Una vez terminado el cortejo fúnebre, fue necesario unir los miembros con sedas evitando que el cuerpo se desarticulase mientras lo trasladaban a las grutas del Vaticano.

Finalmente, el dictamen de los cardenales sobre Galeazzi, no solo fue su destitución, sino el destierro definitivo, pero no tanto por sus errores con el cadáver, sino por la venta a la prensa fotos del pontífice en plena agonía. Aunque el médico no se recuperó de su derrota profesional, supo sacarle el jugo a todo el infausto episodio con la publicación de un libro de memorias: ‘A la luz y la sombra de Pio XII’, donde además de justificar sus acciones, desnudó al papa como político y líder espiritual, pero sobre todo como un ser humano lleno de contradicciones que supuestamente pudo conocer en sus conversaciones privadas.

El Estado Vaticano no solo no había sido crítico, sino que había hecho pactos diplomáticos con la Alemania Nazi (Concordato), la Italia fascista (Pacto de Letrán), la España franquista y el estado Croata Nazi (también Concordato). Con este último estado hasta se involucró directamente ya que cuando Alemania perdió la guerra, el Estado Vaticano  le dio refugio a Ante Pavelić, cuya dictadura,  persiguió a judíos, serbios, gitanos y a la oposición croata, y después de haber promulgado leyes antisemitas, abrió al menos 25 campos de exterminio como el campo de Jasenovac, donde fueron asesinadas alrededor de 600.000 serbios de confesión cristiana ortodoxa que no quisieron convertirse al catolicismo, judíos y gitanos.

La osmosis aromática, y su terrible desenlace podría concluirse con un comentario, quizás cruel, pero quienes acusaron a PioXII de no haber sido tan crítico con los nazis, pudieran sentir igual indignación por actitudes pasivas de los últimos Papas ante las repetidas matanzas; estas últimas, podrían ser por ejemplo, las de Nigeria por musulmanes y las de los palestinos por el estado de Israel. ¿Cierto?

Maracaibo, domingo 20 de julio del año 2025

 

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