James Francis Cagney, Jr. (1899-1986) fue un actor de cine y bailarín estadounidense
quien en distintos papeles, es recordado por sus papeles de tipo duro. Orson Welles describió a
Cagney como "quizás el mejor actor
que jamás haya aparecido frente a una cámara". Clint Eastwood pensaba
de la misma manera y supo revelar el nombre de quien
diría, fue el único actor al que admiro, quien lo inspiró en su forma de hacer
cine y dejó una marca imborrable en su carrera.
En 1999, el American Film Institute ubicó a Cagney en el octavo lugar de su lista de
las mejores estrellas masculinas de la Edad de Oro de Hollywood. En
la década de 1930 trabajo para la Warner Bros. y
mantuvo su relevancia durante las décadas de 1940 y 1950. Fue ganador del premio Óscar 1943
al mejor actor principal por el filme musical Yanqui Dandy (1942).
James Cagney fue uno de los pocos hijos de un inmigrante irlandés, boxeador y bartender, que logró sobrevivir a las condiciones insalubres de uno de los barrios marginales de Manhattan. Sus calles sucias y salvajes convirtieron a un niño, que no era el más alto de la cuadra en un hombre que aprendió, que si quería ganarse el respeto de los otros muchachos tenía que aprender a defenderse dando trompadas. Aunque quizás, la apariencia de tipo duro haya sido para él una estrategia de supervivencia ya que James podía ser también un bailarín agraciado, y una persona atenta con sus compañeros, quien prefería leer poesía en soledad e intentó salir de la pobreza estudiando, pero se impuso la realidad.
Cagney fue el
protagonista de Ángeles con
caras sucias, de Triunfo
supremo (Yankee
Doodle Dandy) y Héroes
olvidados (The Roaring Twenties). El actor que se lució en
Hollywood, sobre todo entre los años treinta y los cincuenta, murió el 30 de
marzo de 1986 a los 86 años, pero dejó
una marca imborrable… El joven Cagney, había intentado hacer
carrera como arquitecto, tenía una memoria prodigiosa. Cuando el actor
principal del musical faltó de improviso a una de las funciones, el director
tuvo que conseguir un reemplazo de urgencia y Cagney sorprendió a todos:
había estudiado todos los movimientos y los sabía de memoria. Empezó como
secundario, pero terminó como protagonista. Se casó con una corista, con la que
tuvo dos hijos por adopción. Es uno de los pocos casos de Hollywood en que el matrimonio
duró toda la vida. No tuvo historias de celos, de escándalos ni de
infidelidades.
No le iba mal en teatro, pero decidió probar suerte en
el cine y tuvo su primera entrevista, en Warner Bros. Le preguntaron por qué
quería ser actor de cine y él respondió: “Necesito
un trabajo”. Con actitud desafiante, Cagney ya era un trabajador hecho y
derecho. Cuando empezó a filmar Enemigo Público como actor secundario, hasta
que el director de la película sorprendido por el talento del ignoto joven lo
llamó para hablar en privado y le ofreció el papel protagónico. El enemigo público,
un relato violento ambientado en la era de la prohibición, fue un éxito
comercial que catapultó a James Cagney al estrellato y definió el estilo de
gran parte de su carrera.
Era la época de la Gran Depresión. El sueño americano
parecía una pesadilla. El pueblo cansado del abuso de las grandes empresas y de
los fallidos intentos del gobierno para levantar la economía. El cine era más
que un paraguas contra una realidad durísima donde un gángster, como el
protagonista de El enemigo público, podía ser un héroe atípico. En
la pantalla también desafiaba a la autoridad: se burlaba de los policías y se
rodeaba con los trabajadores portuarios. Fuera de la pantalla, la gente lo
quería.
Cagney fue un actor muy versátil que
intervino en toda clase de películas, desde comedias hasta dramas, pasando
por westerns e incluso adaptaciones de obras de
Shakespeare. Su primera película importante fue El enemigo público (1931), de William A. Wellman. Volvió a realizar el papel de gánster
en dos películas dirigidas por Raoul Walsh: Los violentos años veinte (1939) y, sobre todo, Al rojo vivo / Alma negra (1949). Destacan en su
filmografía. Desfile de candilejas/(1933), El mujeriego (1933), Ha entrado un fotógrafo (1933), Ángeles con caras sucias (1938). En los años cuarenta continuó siendo uno de los
actores favoritos del público. De boxeo, titulada Ciudad de conquista (1940),
y la biografía idealizada de George M.
Cohan en Yanqui Dandy,
interpretación con la que ganó el Óscar al
mejor actor. Este éxito le hizo romper con la Warner y fundar su propia
productora, con la que no obtuvo ningún éxito, por lo que tuvo que volver a la
productora de los hermanos Warner.
En los cincuenta volvió a trabajar en algunas grandes
películas como el Un león de las calles (1953), Quiéreme o déjame (1955), Escala en
Hawái (1955) o El hombre de las mil caras (1957). Finalmente, acabó su
carrera temporalmente en 1961, cuando protagonizó la comedia Uno, dos,
tres (1961), dirigida por Billy Wilder. En 1981 volvió a
actuar en Ragtime, donde de nuevo
demostró su gran talento interpretativo. Fue su última película.
Empezó a ser reconocido no solo por su talento, sino
también por su buena predisposición para tratar a sus compañeros, quienes
fueran o no famosos como él. Nunca se quedaba con más del 50 por ciento de su
propio salario, pues le gustaba donar parte de sus ganancias a organizaciones
que lo necesitaran más que él. Pero rechazaba de plano cualquier tipo de acto
solidario de contribuciones para hacer caridad. Decía que en eso no le gustaba
la idea de dejarse mandar. Él solía decir: “No
acepto nada de nadie. Ni siquiera espero a que las cosas sucedan”. Su
capacidad de organización y contribución para el bienestar de sus compañeros lo
llevó a crear el Screen Actors Guild, el sindicato de actores de los Estados
Unidos que él mismo fundó, y donde ocupó el puesto de vicepresidente.
El crecimiento político de Cagney empezó a llamar la
atención de enemigos poderosos. Era la época cuando las películas se veían
afectadas por el Código Hays: escenas de violencia, sobre todo contra mujeres,
eran inaceptables, y sus personajes, eran muchas veces bandidos que se burlaban
de la ley. Fuera de la pantalla, Cagney se enfrentó en un litigio histórico
contra Jack L. Warner uno de los productores (y estudios) más poderosos de
Hollywood. La pelea tuvo el resultado de que David venció a Goliath. Cagney
ganó, y la Warner quiso seguir trabajando con él, quien impuso sus nuevas
condiciones. Su fama de rebelde hizo que el FBI empezara a investigarlo y no
tardaron en aparecer los que denunciaban que Cagney era un comunista. A
Cagney con sus amigos, Pat O’Brien y Spencer Tracy, la prensa los apodaba “la
mafia irlandesa”. Pero la opinión pública, lo veía como héroe, empezaba a
tener sospechas sobre el patriotismo de este hombre que llenaba las salas, pero
Cagney decidió que era la hora de alejarse de su fama de matón y pidió hacer
películas más estadounidenses posible que haría de é luna de las primeras
biopics musicales de Hollywood: la vida de George M. Cohan, el padre de
Broadway. Triunfo supremo fue el título de Yankee Doodle Dandy en la Argentina, pero el triunfo fue de verdad
supremo cuando se abrieron las boleterías. La película diseñada para
alentar el patriotismo de un pueblo quebrado, y s comenzó el rodaje apenas un
día después del ataque a Pearl Harbor. Se estrenó en 1942, cuando la nación
comandada por F.D.Roosvelt estaba en guerra. Las masas acudieron a las salas
para ver a Cagney cantar, bailar y emocionarse hasta las lágrimas cuando Cohan
despide a su padre en su lecho de muerte. Las funciones terminaban con
aplausos. Triunfo supremo fue el único Oscar que ganó el
actor de Ángeles
con caras sucias.
De nuevo con los pies en la tierra, Cagney volvió a
la Warner. En 1949 protagonizó Alma negra, el film noir admirado por Martin
Scorsese. Aunque la película es un clásico reverenciado, incluso fue nominado
al Oscar por su guion, el actor nunca le tuvo mucho aprecio. La veía como un
proyecto desalmado, al que solo accedió porque necesitaba la plata. Aunque fue
una estrella, en 1987 y un asteroide de 9 kilómetros de diámetro fue nombrado
en su honor: 6377 –Cagney el actor no solo despertaba admiración en la
comunidad, para Orson Welles fue “el mejor actor que haya aparecido frente a
cámara en la historia”. La misma opinión compartía Stanley Kubrick, Cagney era
su actor favorito. Para otras figuras, como Michael J. Fox y Paul Newman, fue
una importante fuente de inspiración. Clint Eastwood pensaba de la misma
manera: “Las películas se inventaron para
James Cagney, y James Cagney se inventó para las películas”.
Ya estaba en la última etapa de su carrera, en
1961, cuando se dio cuenta que era hora de retirarse. En el rodaje de Uno, dos, tres,
la comedia de Billy Wilder, tuvo problemas para recordar sus líneas. El actor James Cagney falleció el 30 de marzo de 1986, en
su casa de Stanfordville cuando tenía 86 años, tras haber sido ingresado en el
Hospital Lennox Hill, de Nueva York, aquejado de un edema pulmonar. El año
anterior había sufrido un infarto de miocardio. Le sobrevivió su esposa la
bailarina Frances Vernon (1899-1994), con la que se había casado en 1922. Fue
enterrado en el cementerio de Hawthorne, Nueva York.
Maracaibo, lunes 14 de julio del año 2025
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