El bonobo también llamado chimpancé pigmeo es uno de
los grandes simios y una de las
dos especies que componen el género Pan. La otra especie del
género Pan es el chimpancé común (Pan
troglodytes). Inicialmente se pensaba que los
bonobos eran una subespecie de chimpancé (Pan troglodytes) pero ahora son
reconocidos como una especie distinta. Ya en octubre de 2018 hablamos de los bonobos en este blog (https://surl.li/gdsspm) lapesteloca.
El bonobo a pesar de tener un tamaño
corporal similar al del chimpancé
común, era conocido como “chimpancé pigmeo”, desde 1954, cuando el zoólogo austriaco Eduard
Paul Tratz y el biólogo alemán Heinz Heck propusieron el nombre de “bonobo” como un término genérico nuevo
y separado para los chimpancés pigmeos. Fue en el río Congo, cerca de donde se
recogieron los primeros ejemplares de bonobo en la década de 1920, sin embargo,
una explicación aceptable es que el origen del nombre “bonobo” proviene de la
palabra “ancestro” en un antiguo dialecto bantú.
Los bonobos no se ven fuera de su hábitat natural
y no son tan conocidos como los chimpancés comunes, aunque a primera vista se
parecen mucho, suelen tener la cara negra, las orejas más pequeñas y las
piernas más largas. Viven en las densas selvas
húmedas de África central,
un área de 500 000 km² de la Cuenca del
Congo, en la República Democrática del Congo.
Se alimentan principalmente de frutos y hojas que cosechan de los árboles.
Aunque sus respectivos linajes divergieron hace millones de años, bonobos y humanos comparten el 98,7%
de su genoma (igual
con los
chimpancés). Están en peligro de extinción, quedando no más de 20.000 en
selvas protegidas de la República Democrática del Congo, se conoce su gran
capacidad comunicativa, incluso con las personas. Una
investigación publicada en Science muestra
que combinan sus vocalizaciones de forma similar a como los humanos juntan
palabras para formar frases y comunicar así mensajes más complejos. Se creía
que esta capacidad era exclusivamente nuestra.
Mélissa
Berthet, quien estudia la comunicación animal en el departamento de
antropología evolutiva de la Universidad de Zúrich (Suiza) necesitaban primero
entender el significado de las vocalizaciones individuales que iba a
investigar: en el conocimiento de que
las lenguas humanas cumplen un principio que los lingüistas llaman de composicionalidad, principio que fue
postulado en el siglo XIX por el matemático y filósofo alemán Gottlob Frege, que
en su versión más simple recuerda a una fórmula matemática que dice: “el
significado de una combinación es la suma de los significados de sus partes”.
“Queríamos
ver si los bonobos también tienen esta capacidad”, dijo Melisa Berthet
quien pasó meses con tres grupos de la Reserva
Kokolopori Bonobo, un santuario de estos primates. “Allí seguí a los bonobos entre 12 y 15 horas
al día, observando su comportamiento y vocalizaciones”, dice la
primatóloga. “Mientras los seguía, usé un
micrófono para registrar sus vocalizaciones y documentar sistemáticamente el
contexto en el que se producía cada vocalización”.
“En
concreto, probamos varios criterios de composicionalidad, examinando si la
combinación de dos vocalizaciones producía una cuyo significado podría
entenderse a partir de los significados de las llamadas individuales”,
explica la primatóloga Melisa Berthet. En trabajos previos habían identificado
hasta 11 tipos de vocalizaciones… Encontraron y analizaron 38 combinaciones de
dos de estas llamadas individuales, pero grabaron otras más complejas de tres,
cuatro o más elementos que reservan para otro estudio y pronto comprobaron que
cumplían con la versión simple del principio
de composicionalidad.
Hay una dimensión más compleja de este principio “en la composición no trivial, uno de los
elementos está modificando al otro, está completando al otro”. Existe otra dimensión
del lenguaje, el de la infinitud discreta, cuando un conjunto finito de unidades
(morfemas o palabras) da lugar a una cantidad infinita de combinaciones. “Una
vez que yo tengo una expresión del tipo quiero agua, puedo seguir
construyendo: quiero agua fría, quiero agua fría en un vaso, quiero
agua fría en un vaso transparente, quiero agua fría en un vaso
transparente que esté limpio...” Esto también lo cumplirían los bonobos.
Pueden parecer pocas (aunque quedan por estudiar las combinaciones de más
de dos vocalizaciones), pero es la primera vez que en una especie distinta de
la humana sus miembros cumplen al completo el
principio de composicionalidad. Para el catedrático Salguero (Universidad
de Sevilla) quien no ha intervenido en este estudio, “si esto de verdad está presente en los bonobos, aunque sea a ese nivel
tan básico de dos señales con significado, de modo que una de ellas depende de
la otra, explicaría cómo es posible que tras un periodo evolutivo tan largo
como el que lleva hasta nuestra especie, haya habido efectivamente sistemas de
signos que hayan ido desarrollando esa característica y que la hayan ido
haciendo cada vez más compleja”.
El profesor Simon W. Townsend, experto en comunicación animal de la
Universidad de Zúrich, es autor sénior de la investigación actual y sobre sus
implicaciones dice: “El hecho de que
encontremos evidencias de composicionalidad en humanos, chimpancés y ahora en
bonobos sugiere que nuestro último ancestro común que vivió hace unos siete
millones de años también tenía habilidades compositivas básicas y, por lo
tanto, esta característica central del lenguaje había comenzado a evolucionar
mucho antes de que surgiera el lenguaje”.
Para él,
la clave es la necesidad de comunicación, se trate de la especie que se trate.
Centrado en las leyes lingüísticas, donde comprobaron que en la interacción entre plantas e insectos cumplen la
llamada ley de Zipf, formulada en la década de 1940 por George Kingsley Zipf, lingüista de
la Universidad de Harvard, según la cual en
una determinada lengua la frecuencia de aparición de distintas palabras
sigue una distribución que puede aproximarse
por una formula matemática que establece que los elementos (palabras
en caso de la comunicación humana) más comunes tienden a ser más cortos que los
menos habituales.
Lo mejor está por venir. Barthet grabó más de 3.600 vocalizaciones
durante 400 horas y muchas son de más de dos vocalizaciones. Habrá que esperar
a ver qué dicen los bonobos en sus combinaciones de tres, cuatro, cinco o más
sonidos que hasta ahora nos parecían aullidos
Para el
director del Laboratorio de Lingüística Cuantitativa, Matemática y
Computacional de la Universitat Politècnica de Catalunya, Ramón Ferrer i
Cancho, con el lenguaje está sucediendo lo que pasó con la capacidad de usar
instrumentos, que también parecían ser algo exclusivamente humano. “Después supimos que los chimpancés
utilizaban instrumentos, que los delfines usan una esponja para protegerse la
nariz al pescar peces que se esconden bajo la arena, que los cuervos curvan
palitos para atrapar gusanos... Con el lenguaje ya sabemos lo mismo, que no es
exclusivo de los humanos”, dice Ferrer i Cancho, uno de los mayores
expertos en lingüística humana y comunicación animal.
Maracaibo, lunes 12
de mayo del año 2025
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