jueves, 1 de mayo de 2025

La tercera plática


Ese es el titulo del Capitulo 6 de una novela... Cuanto pude conversar sobre la vida de Andrés Vesalio con el profesor doctor Ruy Pérez Tamayo, intentaría volcarlo en letras. Trate de mantener el curso de sus intervenciones, aunque de vez en cuando fueron interrumpidas por mis preguntas buscando enmendar algunos errores o equívocos derivados de mis previas indagatorias sobre la vida de la gente del siglo XVI.

Debo recordar que mi interlocutor en la novela, es el Dr Ruy Perez Tamayo (1924-2022), quien fue el patólogo apasionado, el multipremiado científico, el laureado historiador y filósofo, mi querido maestro, prolífico escritor, casado con Irmgard, una regiomontana de ascendencia alemana, a quien él dibujaba en cinco palabras: “Ha significado toda mi vida”...  Irmgard y Ruy fueron compañeros de generación en la Facultad de Medicina de la UNAM, desde que terminaron su carrera, compartieron el mismo fanático entusiasmo por la música clásica y por la lectura, y criaron tres hijos. El doctor Pérez Tamayo publicaria más de 150 artículos científicos en revistas de México, de Europa y América, y escribio 64 libros, 18 acerca de temas científicos y 46 de divulgación o de ensayos históricos.  

Nuestros coloquios, en la novela, los que pudiésemos denominar pláticas, terminaron algunas veces fundiéndose en lucubraciones que daban pie a justas cavilaciones. En ocasiones estas se me transformaron en conjeturas y de esa manera, paulatinamente, creí percibir como se fue estructurando lo que cada vez más, parecía querer transformarse en una novela. 

Vesalio el anatomista, la novela, fue presentada por el sociologo Miguel Angel Campos, y publicada por AstroData en Maracaibo, el año 2016. Desde 2023 se puede adquirir en la plataforma digital Amazon como TDK o en el formato de libro, tapa-blanda.

En la novela, Ruy me pidió que no denominásemos “entrevistas” a nuestras conversaciones. Si les dices pláticas, me sentará mejor, y es que no eres un periodista ni yo estoy para ser entrevistado. Así me lo dijo y luego creyó conveniente, a propósito de la búsqueda de los cadáveres de Montfaucon y del Cementerio de Los Inocentes, que era un momento apropiado para conversar un tanto sobre libros que se hubiesen atrevido a presentar estas aventuras del joven anatomista.

Me habló de una biografía publicada por JF Fulton, “Vesalius four centuris later” por la University of Kansas Press, Lawrence, Kansas, en 1950 y yo le pregunté si acaso conocía la obra de Rudolf Thiel, un autor alemán de quien recordaba haber leído unos relatos de la vida de grandes médicos intitulado “Contra la muerte y el Demonio” y cuyo primer capítulo estaba dedicado a Vesalio.

En aquel momento vino a mi mente el capítulo que llevaba por título de “El anatomista loco”. Mi maestro se rio puesto que sí, él lo había leído y me puntualizó que el libro estaba en la Colección Austral de Espasa Calpe SA. Impresionantes sus descripciones, un poco exageradas diría yo, me confesó sonriente, para de inmediato relatarme como en aquellos tiempos, durante el siglo XVI, la anatomía no existía en los libros.

Él, quien había publicado diversos trabajos sobre los tratados de anatomía patológica, también había citado en ocasiones las deficiencias bibliográficas de la época, cuando tan solo Mondino de Liuzzi, quien era un profesor de la Universidad de Bolonia, me aclaró Ruy, había escrito y publicado un tratado dos siglos antes de los años que estaba viviendo Vesalio en Lovaina. Por esos motivos, insistió mi maestro, con seguridad ya desde su estadía en París, Andrés había concienciado la necesidad de escribir lo que estaba estudiando.

Escribir para que sus conocimientos que venían siendo adquiridos en la práctica a través de las  visitas a los cementerios, y en particular a las horcas de la colina de Montfaucón, no se quedaran solamente en recuerdos anecdóticos de sus años juveniles. Me planteó la posibilidad de que ese afán de Vesalio por escribir, tal vez venía desde sus años mozos, pues se conocía que desde el año 1509 cuando se había publicado el libro “Elogio de la locura” de Erasmo de Rótterdam, existía en su casa un ejemplar del mismo que su padre atesoraba con gran respeto.

Había sido éste libro de Erasmo, uno que Andrés pudo leer repetidamente en su adolescencia. El libro de Erasmo estaba en un sitio muy especial en la biblioteca de su padre. Tras pensar un momento, Ruy me planteó que quizás desde allí mismo, en su casa de Wesel, el joven Andrés aprendió a considerar la  propuesta de Erasmo sobre la locura y la llamada estulticia, que es esa especie de no querer aprender, la necedad o estupidez si se quiere, como una condición natural de la humanidad.

Esa era una idea que no resultaba del todo descabellada para Erasmo quien decía, “nadie podría soportar la declinación de la vida si no existiese la locura, que hace al viejo tornar a la infancia, de modo que no vea la proximidad de su fin”.  Me planteó entonces Ruy que pudiese ser realidad lo de las lecturas de Vesalio sobre el libro de Erasmo. Por otra parte, aquel pensar en que el final de cada cual tras cada día estaría más cercano, era común como una percepción medieval. Supongo, me dijo Ruy, que Vesalio preferiría en ocasiones regresar a Erasmo y quién sabe si afirmaría como ya Erasmo lo había hecho, aquello de que, “los locos a veces dicen la verdad”...

Yo recordé, a propósito de locos o tontos hablando verdades, algo leído en “El ruido y la furia” de Faulkner  quien utilizó para el título de su novela un soliloquio del Macbeth de Shakespeare, que expresaba algo así como que “la vida no es más que una sombra andante, un cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin ningún significado”. Ruy conocía la cita, pero sacándome de divagaciones literarias me conminó a regresar a Vesalio, pues íbamos por un derrotero para caer seguramente en el tema del monólogo interior y la influencia de James Joyce en Faulkner o en García Márquez. Me pareció que él tenía toda la razón.

Este recordatorio de la novela Vesalio el anatomista, fue escrito para lapesteloca en

Maracaibo, el   jueves 1  de mayo del año 2025

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